Tras los pasos de los “cristianos escondidos” en la novela 'Silencio' de Endō Shusaku
El misterio de Chijiwa Miguel: el viaje de la Embajada Tenshō de Nagasaki a Roma
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Un largo viaje hasta Roma en el que se jugaron la vida
En febrero de 1582 un buque de los nanban o “bárbaros del sur”, como eran llamados los españoles y portugueses de la época, zarpó del puerto de Nagasaki. Custodiados por un grupo de europeos entre los que estaba el jesuita italiano Alessandro Valignano, visitador de las misiones, partían en el velero cuatro jóvenes japoneses recién convertidos al cristianismo. Es lo que la historiografía denomina Embajada a Europa de los Jóvenes de la era Tenshō o, simplemente, Embajada Tenshō.
Sabemos los nombres de los cuatro jóvenes: Itō Mancio, Chijiwa Miguel, Hara Martinão y Nakaura Juliāo (orden japonés). Se habían formado como cristianos en el seminario de Arima (actual ciudad de Minamishimabara, en la prefectura de Nagasaki), donde aprendieron latín, geografía, astronomía, matemáticas, música occidental, etcétera. Todo eso, teniendo apenas 13 o 14 años. Veamos ahora los detalles que conocemos sobre cada uno de ellos.
Itō Mancio, embajador titular
Nació cerca de 1569 en Hyūga (actual prefectura de Miyazaki) como nieto del señor feudal Itō Yoshisuke. En su lucha por el poder regional, el clan de los Itō sucumbió ante sus poderosos vecinos Shimazu y se vieron obligados a buscar amparo en el señorío de Bungo (actual prefectura de Ōita), regido por el daimio cristiano Ōtomo Sōrin. Fue entonces cuando se hicieron cristianos. Los Itō estaban emparentados con los Ōtomo y el joven Mancio pudo viajar a Europa como representante de Sōrin.
Chijiwa Miguel, embajador titular
Nació alrededor de 1569 como hijo de Chijiwa Naokazu, señor del castillo de Kamabuta, en el señorío de Hizen (actual prefectura de Nagasaki). Naokazu era, a su vez, hermano menor del daimio cristiano Ōmura Sumitada. Los Chijiwa salieron perdedores en su pugna con sus vecinos Ryūzōji. Una vez muertos su padre y su hermano mayor, el pequeño de cuatro años y su nodriza se pusieron bajo la protección de los Ōmura y se bautizaron. Miguel formó parte de la primera generación de egresados del seminario.
Hara Martināo, embajador auxiliar
En Japón no se han conservado documentos que acrediten su nacimiento y origen familiar, pero un acta del Diario del Senado Boloñés da como lugar de nacimiento de Martināo “Hasami” y añade que era hijo de “Nakazukasa”. En los dominios de Ōmura Sumitada había, efectivamente, un lugar llamado Hasami y un vasallo, de apellido Hara y Nakatsukasa de nombre, que debió de ser su padre. Su nacimiento sería en torno a 1569. Entre los cuatro jóvenes, era el de inteligencia más despierta.
Nakaura Julian, embajador auxiliar
Según documentación conservada en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús y otras instituciones, Julian es el nombre cristiano de Jingo, hijo de Kozasa Sumiyoshi, señor del castillo de Nakaura (actual ciudad de Saikai, prefectura de Nagasaki), que se alzaba en lo que entonces era el señorío de Hizen. Habría nacido hacia 1568. El padre de Julian murió luchando a las órdenes del referido daimio Ōmura Sumitada y en consideración a ese hecho este “adoptó” a aquel como paje o ayudante de su hijo.
La travesía implicó todas las complicaciones del caso, desde tormentas marinas a fiebres y disentería. El barco solo pudo llegar a Lisboa, pasando por el cabo sudafricano de Buena Esperanza, el 10 de agosto de 1584, dos años y medio después de haber zarpado de Nagasaki.
Una muestra de cómo el cristianismo “civiliza” a los japoneses
En la correspondencia dirigida a la Curia Romana y otras autoridades, los cuatro jóvenes aparecían como representantes de los daimios cristianos Ōtomo Sōrin, Arima Harunobu y Ōmura Sumitada. Pero esta llamada “embajada” fue, en realidad, un proyecto íntegramente ideado y escenificado por el citado Valignano.
El italiano asignaba a esta embajada dos objetivos. El primero era demostrar a los europeos que era posible “civilizar” a los japoneses. Valignano quería llamar la atención sobre los éxitos de las actividades misioneras de la Compañía de Jesús en Japón y recabar para ellas ayudas más generosas de la Santa Sede, España y Portugal. El segundo era conseguir que los jóvenes japoneses conociesen de primera mano la grandeza de la civilización cristiana europea para que, a su regreso a Japón, sirvieran para sentar las bases de una nueva fase de evangelización a cargo ahora de los propios japoneses.
Para el común de los occidentales, Japón ocupaba el rincón más lejano y desconocido del mundo. Entre quienes recibieron a los integrantes de la embajada, hubo quien los contempló como quien contempla alguna especie animal exótica. Valignano no podía permitirse que sus pupilos ofrecieran una imagen negativa.
Los cuatro jóvenes responderían con creces a las expectativas de Valignano y cumplirían magníficamente su función como embajadores de buena voluntad.
Por aquel entonces, reinaba en España Felipe II, el rey en cuyos dominios “nunca se ponía el sol”. A estos se había incorporado también Portugal, y por su influencia no le iba a la zaga al propio Papa. Pues bien, tras concederles audiencia en Madrid, este soberano dijo haber quedado admirado de la resuelta actitud e inteligencia mostrada por los jóvenes.
Para que el viaje se desarrollara sin contratiempos, se enviaron cartas a los alcaldes y autoridades civiles de todas las ciudades por las que iba a pasar la embajada, solicitando que se agasajase a los jóvenes y se aportasen fondos para costear su viaje y estancia.
Dejando atrás España, el grupo llegó a Roma. Allí, en la basílica de San Pedro del Vaticano, serían recibidos en audiencia por el papa Gregorio XIII. En el mismo lugar donde los cardenales celebran sus cónclaves, los cuatro jóvenes japoneses fueron recibidos con los honores que se conceden a las embajadas reales.
En la Biblioteca del Vaticano puede contemplarse un fresco que toma por tema el desfile celebrado el día en que Sixto V ascendió al trono de San Pedro. Fue el sucesor de Gregorio XIII, que había muerto repentinamente. El fresco representa a los cuatro jóvenes, de esplendente sonrisa, que desfilan con gallardía montados a caballo.
Engullidos por el oleaje de la historia
Los cuatro jóvenes, que con su impecable comportamiento marcaron un luminoso hito en la historia de las relaciones diplomáticas entre Japón y Europa, emprendieron el viaje de regreso en abril de 1586. En agosto de 1588 arribaron a Macao. Fue allí donde recibieron la impactante noticia. En Japón, un año antes, Toyotomi Hideyoshi había promulgado un edicto de expulsión de todos los misioneros extranjeros. Esto no fue óbice para que Hideyoshi los recibiera y agasajara en su palacio de Jurakudai, en Kioto, tras su regreso a Japón en julio de 1590. Los ocho años y medio de su periplo los habían transformado. Según la Historia de Japón del jesuita portugués Luís Fróis, entre los numerosos regalos que portaban los jóvenes el que más agradó a Hideyoshi fue un caballo árabe. Tuvo palabras muy elogiosas para el domador portugués que hizo ante él una exhibición de técnicas de equitación.
La situación empeoró mucho para los cristianos cuando, ya en el periodo Edo (1603-1868), se promulgó un edicto de prohibición de la religión cristiana en el país. Muchos cristianos perdieron la vida en las campañas de represión dirigidas por las autoridades contra las regiones con mayor concentración cristiana, Nagasaki, Ōmura y Shimabara entre ellas.;
Itō Mancio, que actuó como líder del grupo, misionó durante algún tiempo en las regiones de Kyūshū y Chūgoku, pero cayó enfermo y murió en 1612 en Nagasaki. Hara Martināo, un genio de las lenguas que llegó a traducir del latín, fue expulsado de Japón en 1614 y encontró refugio en Macao, donde murió en 1629. Nakaura Julian continuó viviendo y misionando en Japón durante 20 años, pero finalmente fue apresado y ejecutado en Nagasaki en 1633 por el cruel método del anatsuri, consistente en colgar al reo de los pies envolviendo su cuerpo en fardos e introducir su cabeza en un agujero cavado en la tierra, tomando precauciones para que la muerte no sobreviniera rápidamente y alargar más su sufrimiento.
Frente a estos tres hombres que profesaron y murieron cumpliendo su deber como sacerdotes, el cuarto, Chijiwa Miguel, abandonó la Compañía de Jesús y renegó de su fe cristiana. Según documentos conservados por los jesuitas, Miguel dejó la compañía entre 1601 y 1603, cambió su nombre a Seizaemon, pasó al servicio del nuevo daimio, Ōmura Yoshiaki, se casó y tuvo cuatro hijos. Cuando, en 1606, el señorío de Ōmura prohibió el cristianismo en sus territorios Seizaemon marchó primero a Arima y después a Nagasaki.
Desconocemos por qué dejó la compañía, qué fue de él tras su abandono, dónde y cómo murió. Pero los libros de historia lo señalan como el único de los cuatro que abjuró del cristianismo, estigmatizándolo como traidor a la fe.
¡Encontrada la tumba de Miguel!
El asunto comenzó con una llamada telefónica, hace ahora 21 años. En septiembre de 2003, Ōishi Kazuhisa, un especialista en lápidas y trabajos en piedra que trabajaba también como profesor en un instituto de bachillerato de Kōka (prefectura de Nagasaki), recibió un encargo de un residente en la prefectura de Saitama llamado Miyazaki Eiichi. Miyazaki invitaba a Ōishi a visitar juntos la tumba de Genba, situada en Ikiriki.
Ikiriki es una zona de colinas situada en uno de los entrantes del sector más meridional de la bahía de Ōmura, en la prefectura de Nagasaki, en la parte oeste del término municipal de Isahaya. Esta comarca es conocida desde hace mucho tiempo por su producción de mandarinas.
Genba sería, según ciertos documentos hallados en los archivos del señorío de Ōmura, el cuarto hijo varón de Chijiwa Seizaemon, es decir, de Miguel.
Miyazaki era un pariente lejano, por parte de madre, de la familia Iwanaga, con uno de cuyos miembros había contraído matrimonio la segunda hija de Genba. Partiendo de este vínculo, Miyazaki se había sentido siempre interesado por los Chijiwa y había tratado de seguir su rastro. Los resultados de sus pesquisas los había publicado en el boletín de la Ōmura Shidankai, una sociedad de estudios históricos a la que pertenecía.
Al principio, Ōishi no se sintió demasiado motivado. Sabía que a partir del siglo XVII el bakufu o Gobierno shogunal había reglamentado el diseño de las lápidas funerarias de todo el país y que todas seguían un mismo patrón, lo que reducía mucho su interés cuando se las comparaba con las de la Edad Media. Pero cuando, tres meses después, visitó el lugar, quedó sorprendido.
Según Ide Norimitsu, un vecino de la zona que durante años había cuidado la tumba, esta había sido considerada la tumba de Genba a lo largo de muchas generaciones y se la había venerado como tal. Sin embargo, en el anverso de la lápida solo se veían dos nombres póstumos budistas y dos fechas. Eso de que era la tumba de Genba, ¿no sería una simple tradición local?
Mirando el reverso, se podía leer en un rincón, en letras pequeñas, el apellido Chijiwa. Y apartando un poco la tierra, justo debajo podían leerse otros tres signos, siendo los dos primeros los de Genba. Esta inscripción en el reverso debía de ser el único fundamento por el que durante generaciones se había considerado la tumba de Genba. Ōishi sabía, sin embargo, que lo que se inscribe en el reverso de las lápidas es normalmente el nombre de quien la encargó o costeó. Y si el nombre era Genba, aquella era muy probablemente la tumba de sus padres, es decir, de Miguel y su esposa.
Así se lo hizo saber a Miyazaki, dejando traslucir la excitación que le había producido el hallazgo. Este, después de pensar durante algún tiempo, le dijo que sobre esta tumba se decía algo que, ciertamente, no encajaba bien con Genba. Fue Ide quien le refirió la tradición oral, según la cual la tumba había sido colocada en un lugar desde el cual el difunto, que había muerto abrigando un fuerte resentimiento contra el clan de Ōmura, pudiera seguir fulminándolo con su hostil mirada.
Según la documentación histórica, Genba, personalmente, no tenía razones para odiar a los Ōmura, pues después de la muerte del daimio Sumitada había sido adoptado por aquella familia y se le permitió vivir en el segundo recinto del castillo de Kushima.
El primer paso, encontrar al propietario del terreno
Ōishi puso orden en sus descubrimientos sobre la relación entre aquella tumba y Chijiwa Genba y en febrero de 2024 los dio a conocer a la prensa. A los medios de comunicación solo les explicó la posible relación con Chijiwa Miguel, pero evitó dar por establecido que se trataba de su tumba. Para llegar a eso, era necesario hacer una excavación en regla y Nishihira Takashi, alcalde del ahora extinto municipio de Tarami, en el que se encontraba la tumba, estaba también de acuerdo.
Hasta el momento, no había sido posible identificar la tumba de ninguno de los cuatro jóvenes integrantes de la embajada. De poder probarse que aquella era la de Miguel, sería un descubrimiento memorable. Pero había algo que intrigaba a Ōishi todavía más. ¿Abjuró realmente Miguel de su fe? Tenía esperanzas de que las excavaciones aportasen algún nuevo dato. Para empezar, era preciso identificar al propietario del terreno y contactar con él. Fue el inicio de una larga búsqueda que duró 20 años. (Continúa)
Fotografía del encabezado: monumento en honor de la Embajada a Europa de los Jóvenes de la Era Tenshō, en el parque de Morizono, situado a la entrada del aeropuerto de Nagasaki, en la ciudad de Ōmura (prefectura de Nagasaki). Fue construido en 1982 con ocasión del 400 aniversario de la partida del grupo desde el puerto de Nagasaki. De izquierda a derecha, Itō Mancio, Chijiwa Miguel, Hara Martināo y Nakaura Julian. (Fotografía: Amano Hisaki)
(Traducido al español del original en japonés.)
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