Tras los pasos de los “cristianos escondidos” en la novela 'Silencio' de Endō Shusaku
La “Iglesia del Mar” de la aldea pesquera de Sakitsu, en Amakusa
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De la península de Shimabara a las islas Amakusa
Quien se proponga hacer un recorrido por las aldeas de los cristianos ocultos, o por las iglesias erigidas en estas comunidades, enseguida comprobará que no resulta nada fácil llegar hasta ellas. Si exceptuamos la catedral de Ōura, en el casco urbano de Nagasaki, en la mayor parte de los casos el viajero deberá recurrir a un vehículo de alquiler o a un taxi. Valerse exclusivamente del transporte público, además de un malgasto de tiempo, puede ser un empeño agotador.
Consciente de ello, traté sin embargo de sacarles el máximo partido al autobús y al tren. Personalmente, creo que de esta forma se disfruta más del viaje y quedan mejores recuerdos.
Hoy en día, por todo el país oímos hablar de líneas de autobús que ya no operan o se ven obligadas a reducir sus servicios. Mis recorridos me permitieron vivir esta dura realidad en mi propia piel. Pero también me depararon esos agradables momentos que se viven escuchando las anodinas charlas de los lugareños, viendo correr el paisaje por la ventana o intercambiando algunas palabras con el conductor.
Lo trabajoso del viaje compensa siempre al final porque todo, empezando por las iglesias, se ve más bonito. La de Sakitsu, en el término municipal de Amakusa (prefectura de Kumamoto), es un buen ejemplo.
La forma más rápida de llegar a Amakusa desde la estación de ferrocarril de Nagasaki es tomar primero la línea de autobús 25 para ir al puerto de Mogi, lo que supone unos 25 minutos, y luego el ferry que lleva al puerto de Tomioka. El único problema es que el ferry hace pocos servicios diarios y, una vez en Tomioka, tampoco hay muchos autobuses para llegar a tu destino.
Por eso, decidí ir primero en tren hasta Isahaya y tomar allí un autobús de línea hasta Kuchinotsu, en el extremo sur de la península de Shimabara. El autobús, que recorre la costa durante hora y media y pasa por las fuentes termales de Obama, ofrece al viajero amplias panorámicas de la bahía de Tachibana y del mar de Amakusa. Una vez en Kuchinotsu, un ferry me llevó en 30 minutos al puerto de Oniike, en Amakusa. Hay un servicio de ferry cada 45 o 60 minutos, lo cual no está nada mal.
Desde Oniike se puede ir en autobús hasta la aldea de Sakitsu haciendo trasbordos en Hondo Bus Center y Shimoda Onsen. El viaje desde Nagasaki dura unas seis horas. Cuando llegué, a la una de la tarde, la aldea estaba silenciosa, como en medio de la siesta.
Objetos de devoción característicos de las aldeas pesqueras
Antes de ir a la iglesia, que está muy cerca de la parada del autobús, pasé por el Museo Minatoya Sakitsu. Toma su nombre y su emplazamiento del antiguo ryokan (hotel tradicional) Minatoya, construido en 1936. El edificio fue reformado para alojar el museo, que abrió sus puertas en 2016. En él se puede obtener una visión general de la historia y la cultura de la aldea, así como de la pervivencia de una comunidad de cristianos ocultos en los difíciles tiempos de la prohibición.
Debido a la tranquilidad de sus aguas y a la suavidad de su clima, Sakitsu ha tenido siempre fama como buen puerto. En la Historia de Japón de Luís Fróis (1532-1597), jesuita portugués que misionó en Japón, Sakitsu aparece como punto de inicio de la actividad misionera de su compatriota Luís de Almeida en 1569 y posteriormente como punto de llegada de barcos portugueses procedentes de la India.
Reaccionando a la cruel opresión que ejercían sobre ellos el bakufu (Gobierno shogunal) y el señor feudal, en 1637 los cristianos de la zona se sublevaron y se hicieron fuertes en el castillo de Hara. Pronto se alzaron en armas también y se les unieron los de las islas Amakusa. La llamada Rebelión de Shimabara-Amakusa fue ahogada en sangre, con el trágico saldo de 37.000 cristianos muertos. En aquella ocasión, Sakitsu y el resto de las aldeas de la parte sur de Shimoshima, una de las islas Amakusa, no se sumaron a la revuelta. Aunque la razón no se sabe a ciencia cierta, algunos lo achacan a que su lejanía impidió que la noticia del alzamiento se conociera a tiempo. En todo caso, esta circunstancia permitió que, incluso durante los tiempos de la prohibición, en que las islas Amakusa fueron puestas bajo control directo del bakufu, en Sakitsu muchos cristianos pudieron persistir en su fe, mantener sus ritos de bautismo y rezar sus orashio (oraciones) registrándose en templos o santuarios para hacerse pasar por fieles budistas o sintoístas.
En el Museo Minatoya Sakitsu se exponen muchos de los objetos de devoción característicos de las comunidades criptocristianas asentadas en estas aldeas pesqueras. Uno de los más representativos es una concha de oreja marina conservada generación tras generación en la casa de uno de los mizukata (“encargado del agua bendita”), nombre que recibían los líderes de las comunidades cristianas. Lo que a primera vista es una simple concha, en su nacarado interior oculta, según se dice, una imagen de la virgen María. Yo no fui capaz de distinguirla, pero otra visitante del museo que la contemplaba a mi lado dijo haberla identificado. Dependerá, supongo, del observador. Hay también una medalla hecha de otra concha, el bivalvo shirochōgai (Pinctada máxima), otro nexo más entre estas comunidades y la actividad pesquera.
De gran interés es la escultura conocida como Umantera. Descubierta en 1983 en la aldea de Imatomi, colindante con Sakitsu por el norte, es un relieve en piedra de unos 45 centímetros de altura que representa un personaje alado, de cabello peinado hacia atrás, rasgos faciales bien definidos y un objeto largo en la mano similar a una espada. Está pisando lo que podría ser un demonio.
No es muy diferente a un jizō (bodhisattva), pero tiene los rasgos característicos de esas figuras del arcángel San Miguel que se prodigaron tanto en Europa a partir del Renacimiento. Se estima muy posible que fuera tallada por los cristianos ocultos a partir de alguna ilustración.
Un “Amen, Deus” muy significativo
La principal razón por la que la aldea de Sakitsu fue incluida entre los elementos constitutivos del patrimonio cultural de la Unesco fue la “coexistencia entre las religiones tradiciones de Japón (budismo y sintoísmo) y el cristianismo”. Y una pieza clave en esa coexistencia fue el santuario sintoísta de Sakitsu Suwa Jinja, situado en una colina desde la que se ve la iglesia.
En 1805, es decir, 190 años después de que el cristianismo fuera proscrito, las autoridades apresaron a un gran número de cristianos de Sakitsu y otras aldeas vecinas en la operación llamada Amakusa-kuzure o “gran redada de Amakusa”. Los apresados fueron 5.000, equivalentes al 50 % de la población de esta comarca costera.
La redada se originó en un informe enviado a la delegación del bakufu en Nagasaki por un infiltrado en la comunidad. Según este informe, por Navidades se estaban haciendo ofrendas de carne de ternera en un altar budista. Matar animales como vacas o caballos estaba específicamente prohibido por el bakufu.
Finalmente, todos fueron liberados sin cargos gracias a los funcionarios locales encargados del caso, que disimularon el hecho evidente de que eran cristianos dejándolo en que “tenían diferentes creencias” y los dejaron volver a sus casas con la condición de que cumplieran con el ritual pisado de imágenes sagradas. De esta forma, la comunidad criptocristiana perduró durante los largos años de prohibición hasta la restauración Meiji.
¿Por qué se prestaron los funcionarios a alcanzar esta solución tan pacífica? Porque conocían a los cristianos y sabían que persistían en su fe preocupándose al mismo tiempo por mantener las formas, visitando habitualmente el santuario de Sakitsu Suwa y manteniendo una relación de coexistencia con el budismo y el sintoísmo. Hay registros escritos de que, cuando visitaban templos y santuarios, invocaban el nombre de Dios diciendo “Anmen, Riyusu” (portugués o latín: “Amen, Deus”).
Hay otras pruebas de esta coexistencia pacífica. Cuando, ya entrada la era Meiji (1868-1912) el Gobierno puso fin a su política religiosa represiva y los cristianos ocultos pudieron reintegrarse abiertamente en la Iglesia católica, construyeron su iglesia muy cerca del torii del santuario de Sakitsu Suwa.
En la oficina de turismo me informaron de que, ascendiendo hasta el punto más alto por la avenida que lleva al santuario, hay un lugar que ofrece una magnífica vista. Había que subir más de 500 peldaños para llegar hasta allí y esto me intimidó un tanto, pero finalmente me decidí porque me garantizaron que compensaba. El paisaje que ofrece el mirador en cuestión, al que llegué en 20 minutos con algunas paradas para recobrar el aliento, realmente te hace olvidar el cansancio.
Un altar colocado en un lugar de gran simbolismo
La actual iglesia de Sakitsu, a orillas de la bahía de Yōkaku, fue construida en 1934 para sustituir a la antigua, de madera, que estaba muy deteriorada. Como nuevo emplazamiento, el sacerdote francés Augustin A. P. Halbout, párroco, eligió la antigua casa donde los funcionarios obligaban a los “sospechosos” a cumplir el humillante pisado de imágenes sagradas, es decir, el lugar más representativo de la represión sufrida por el cristianismo. Se dice que el altar de la iglesia ocupa exactamente el lugar donde se colocaban las imágenes para ser pisadas.
La fachada, cuya torre está rematada por una cruz, es de estilo neogótico y da una gran impresión de solidez. Es una de las pocas iglesias japonesas cuyo interior (“prohibido tomar fotografías”) tiene suelo de tatami, exponente de la fusión cultural entre lo occidental y lo japonés. El diseño y la construcción corrieron por cuenta del Tetsukawa Yosuke, acreditado constructor nacido en una de las vecinas islas Gotō que es también autor de la iglesia de Nokubi, tal como explicamos en la cuarta entrega de esta serie.
Pero el suelo de tatami no es el único rasgo original de esta iglesia. La construcción de hormigón armado solo representa los dos primeros segmentos del edificio. Si nos acercamos a sus laterales, veremos que los otros tres segmentos (la zona que aloja la cabecera de la nave con su altar), son de madera.
El proyecto original preveía construir toda la iglesia de hormigón armado. Se estaba financiando con fondos aportados por el propio padre Halbout y con donaciones de los fieles, que además trabajaban desinteresadamente en la obra, pero cuando solo se había construido la parte de la fachada, el dinero comenzó a escasear. Según algunos, los problemas económicos comenzaron cuando el dueño del terreno, que no era cristiano sino budista, endureció las condiciones de venta.
En cualquier caso, Tetsukawa se las arregló para completar la obra con una solución de compromiso: continuarla con madera. Su original solución es la irrepetible iglesia que vemos.
La obra y su autor
Me dijeron que en un muro del puerto, situado a 10 minutos a pie de la iglesia, había un lugar no demasiado conocido pero muy a propósito para tomar fotografías y hacia allí me dirigí, caminando por una calle que ha conservado el ambiente típico de la era Shōwa (1926-1989). En el barrio de Nishi, donde las colinas llegan hasta el mar, las casas se apiñan en el escaso terreno llano. Para salir hacia el mar, hay que atravesar uno de los estrechos pasadizos (tōya) de apenas 90 centímetros de anchura que se separan algunas de las casas y sirven a los lugareños como lugar de encuentro. Al fondo vemos que se han clavado en el mar estacas hechas de madera o de bambú para formar estructuras a modo de embarcaderos o muelles de reparaciones, con terrazas (kake) donde se pone a secar el pescado. Una forma inteligente de aprovechar el poco espacio del que se dispone.
Vista desde el dique, la iglesia de Sakitsu parece perfectamente integrada en esta pequeña aldea pesquera. Quien la observe desde este ángulo, se percatará de una pequeña diferencia entre esta iglesia y la de Ōe, a apenas 13 minutos en autobús, que fue diseñada y construida también por Tetsukawa el año anterior. La de Ōe, que se alza sobre una ventosa colina, tiene un campanario de planta cuadrada coronado con una pequeña cúpula de formas redondeadas, con lo que consigue integrarse bien en el paisaje. Por el contrario, la de Sakitsu se ha hecho un hueco armoniosamente elevando su puntiaguda torre entre las casas de la aldea.
Resulta poco menos que misterioso cómo este constructor nacido en una pequeña aldea de las islas Gotō, que comenzó a trabajar apenas se graduó de la escuela primaria, logró diseñar de forma autodidacta iglesias tan bellas como estas. Para saber más sobre su vida, me dirigí a su natal isla de Nakadōri. (Continúa en el siguiente artículo)
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: La aldea de Sakitsu con su iglesia, en el exiguo espacio llano entre el mar y las colinas. En febrero de 2011 fue elegida como uno de los paisajes culturales de importancia, convirtiéndose así en la primera aldea pesquera japonesa en alcanzar esa calificación. Fotografía: Amano Hisaki.)
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