Los niños en un Japón donde no nacen niños
Los hogares de acogida ‘evolucionados’ en la era de la baja natalidad
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En Japón viven unos 40.000 menores que necesitan el amparo de los servicios públicos porque las familias en que nacieron no pueden ofrecerles una crianza adecuada. El Gobierno viene haciendo esfuerzos para difundir el sistema de las familias de acogida para que puedan crecer en un entorno lo más parecido posible a un hogar. Las family home (hogares de acogida en familia), que admiten y crían profesionalmente a varios niños a la vez, son la esperanza para el futuro de estos menores con problemas de apego y desarrollo. Las generaciones jóvenes empiezan a dedicarse también a la gestión de este tipo de hogares.
“No te abandonaremos por nada”
Adachi Family Home, en la ciudad de Kawaguchi de la prefectura de Saitama, es el hogar de cuatro niños de entre 8 y 13 años. Yokota Hisashi, de 62 años, y Yokota Wakako, de 55, que tienen cinco hijos biológicos de entre 13 y 29 años, llevan 15 años acogiendo a menores en su seno. Se establecieron como hogar de acogida en familia hace tres años, aprovechando la experiencia acumulada amparando y cuidando a unos 30 menores, en régimen de acogida permanente o temporal.
“No lo habríamos logrado sin el apoyo del entorno, de otros padres y tutores de acogida, y del personal del centro de consultas sobre la infancia”, afirma Wakako. La casa de los Yokota aloja también una iglesia de la secta sintoísta Tenrikyō, por lo que el matrimonio venía ofreciendo la sede y el jardín con barbacoa de su propiedad para organizar encuentros de la asociación de familias de acogida o ensayos de teatro infantil, entre otras actividades. Los adultos del barrio que entran y salen de la finca dan clases a los muchachos o cuidan de los más pequeños. Como todos juegan juntos, se establece una dinámica en que los chicos mayores cuidan de los menores.
El niño que los Yokota acogieron cuando tenía 8 meses estudia ahora el primer curso de secundaria. Es un hermano pequeño para su hija menor biológica, que le lleva trece meses. Tiene problemas de desarrollo y le cuesta controlar sus emociones desde muy pequeño. El matrimonio se ha turnado para ir a llevarlo y buscarlo a la escuela a diario durante los seis años de la primaria, parándose a recoger el material escolar que él iba sacando de la mochila y tirando al suelo por el camino. En tercero de primaria, cuando empezó a desestabilizarse emocionalmente, hubo una temporada en que incluso iban con él a clase.
En sus primeros años, el niño dirigía la tristeza y la rabia que llevaba dentro contra su madre de acogida. “¿Por qué tuviste a mi hermana mayor, pero no a mí?”, le reprochaba, y le mordía la mano hasta que le hacía sangre. Wakako, que había colgado fotos de la madre biológica en el cuarto del pequeño, le respondía: “Ya me gustaría haberte tenido, pero tú tienes la suerte de tener dos madres que te quieren mucho”. “Los niños quieren que les digas que no los abandonarás nunca. Estuvimos a su lado hasta que lo aceptó”, explica.
El hijo mayor de los Yokota, Hiroto, de 29 años, cursó estudios de posgrado en psicología porque quería entender a su hermano menor y decidió participar en la gestión del hogar de acogida en familia: “Por más que estudies la teoría, cuando se comportan de forma ilógica, te enfadas. Dicen cosas para provocar a los adultos. Pero, a base de convivir, esos ‘niños de acogida’ se convierten en hermanos. Aunque el amor que les ofreces se les escape como el agua en un cubo agujereado, tú solo puedes seguir dándoselo”.
Entre dos y tres años para ganarse su confianza
Por casa de los Yokota pasó un niño que no olvidarán jamás. Era el primer chico de bachillerato que acogían. El responsable del centro de consulta sobre la infancia les explicó entre lágrimas que, si ellos lo rechazaban, no tendría dónde ir. Lo llevaron a un centro de acogida de menores cuando declararon a su madre negligente, pero era tan problemático que había ido rebotando de una institución a otra. En el colegio no lo dejaban participar en excursiones y viajes porque “perturbaba las actividades grupales”, por lo que lo dejaban aparcado en el centro cuando había alguna salida. “Como no tenía padres que lo apoyaran, se hacía lo que dijera la escuela. No había vivido ni una sola experiencia propia de una infancia normal”, recuerda Wakako.
El matrimonio se dejó la piel para educar a aquel adolescente rebelde. Un día, el cuarto hijo de la familia, que estaba en secundaria, se peleó con él a raíz de la actitud que tenía con su madre. El chico se le montó encima, le pegó y después se marchó de casa. El hijo se enfadó con Wakako por no decir nada ante aquella forma de actuar tan horrible y, dada la gravedad del asunto, incluso el responsable del centro de consulta sobre la infancia les abrió la puerta a que pusieran fin a la acogida. Pero ella no se rindió, porque sabía que echarlo de su casa iba a ser el fin para él. Al final su novia lo convenció para que volviera a casa.
Los accesos de rebeldía se fueron espaciando a partir de aquel episodio y, cuando el chico alcanzó la mayoría de edad, se fue a vivir por su cuenta y se puso a trabajar. Ahora se gana la vida como fotógrafo y de vez en cuando vuelve a ver a su familia de acogida. “En los primeros tiempos, nos gritaba: ‘¿De quién me puedo fiar yo?’. Tardamos entre dos y tres años en ganarnos su confianza”, recuerda Hisashi. Wakako apunta que fue un gran acierto no renunciar a él en aquella época: “La crianza resulta durísima porque entras en la vida del niño de repente. Pero la alegría que tienes cuando superas esa fase y compruebas que te has convertido en su madre hace que se te olviden las dificultades”.
Los family home se regularizaron en 2008 y pueden constituirse con las estructuras organizativas siguientes: dos cuidadores que sean matrimonio y al menos un ayudante, o bien un cuidador y al menos dos ayudantes. También pueden establecerse como empresa, pero es imprescindible que los cuidadores tengan su centro de vida en el hogar. Cada hogar puede acoger a cinco o seis niños a la vez, pero los Yokota suelen tener una o dos plazas libres, porque el centro de consulta sobre la infancia les envía solicitudes de acogida temporal con bastante frecuencia. Este tipo de acogida dura entre varios días y varios meses, durante los cuales todos los menores conviven como hermanos. “Para los niños, crecer junto a otros menores no tiene más que ventajas”, apunta Hisashi. Una vez la familia oyó que uno de los niños que tenían en acogida, que había sido víctima de malos tratos por parte de sus padres biológicos, le decía a otro recién llegado: “¿Tú de qué tipo de familia vienes? Aquí estás a salvo”.
Toda la familia colabora en la crianza de los niños acogidos
Dos años después de que Adachi Family Home se estableciera, abrió un nuevo hogar de acogida en familia en la misma zona del sur de la prefectura de Saitama. Bautizado como Southern Village, el centro se sitúa en una casa unifamiliar de tres plantas en un barrio residencial de la ciudad de Warabi. Lo fundaron Ishii Sachiko, una mujer de 64 años de edad con 28 años de experiencia como madre de acogida, y su hijo mayor Toshinori, de 28 años. El padre, Atsushi, de 65 años, se les unió en el mes de julio, después de jubilarse. La familia mantiene una relación de profunda confianza con los Yokota, con quienes se consultan asuntos relacionados con la crianza de los menores que acogen.
Toshinori pasó a formar parte de la familia Ishii cuando lo adoptaron legalmente con solo 18 meses de edad. Al cabo de un año y medio, nació el segundo hijo. Luego adoptaron a un tercero y acogieron al cuarto. Los cuatro hijos de la familia proceden de padres distintos. Hace unos años, cuando los Ishii empezaron a plantearse establecerse como family home, fue el tercer hijo quien los convenció para que se lanzaran, diciéndoles: “Eso es como la versión evolucionada de la acogida, ¿no? Si se os presenta la oportunidad, tenéis que hacerlo”. “Me dio una gran alegría porque me demostró que valoraba nuestra crianza como algo positivo”, confiesa Sachiko.
Los Ishii tuvieron a varias decenas de menores en acogida temporal antes de fundar su family home. La gente se admiraba de que fueran capaces de cuidar temporalmente de otros niños mientras criaban a los suyos, pero el matrimonio asegura que sus hijos se encargaban incluso más de los nuevos pequeños que ellos mismos.
Toshinori era el hijo que más se encariñaba con los pequeños acogidos y con quien ellos desarrollaban un mayor apego. Empezó a encargarse de bañar a los chicos desde que estaba en el bachillerato: “Bebés de un año que lloraban cada vez que llegaba la hora del baño, a la semana se habían acostumbrado y chapoteaban en la bañera. Me conmovía mucho porque los veía pasar por el mismo proceso que yo cuando me integré en la familia”.
Como primer hijo esperadísimo por los Ishii, que no habían logrado concebir en su matrimonio, Toshinori se crio rodeado de mucho amor por parte de sus abuelos y otras personas de su entorno. La vecina de delante lo llamaba siempre que lo veía por la calle y le hacía de canguro después del colegio cuando no estaban los padres. “Ahora que soy adulto me doy cuenta de lo importante que es recibir amor incondicional de pequeño. Quiero ayudar a los niños que no lo han tenido a vivir esa experiencia a partir de la edad que sea, para que luego la recuerden cuando tengan algún problema o pasen por un mal momento en el futuro”, explica el joven.
Los tres miembros de los Ishii que gestionan el hogar de acogida en familia opinan que los niños los cría tanto la familia como la comunidad. Sachiko y Atsushi vienen participando activamente en los clubes deportivos infantiles, la asociación de padres, madres y tutores de los colegios, la gestión de la asociación de familias de acogida, etc. Sachiko recibe consultas sobre crianza por parte de familias de acogida novatas y padres que han adoptado niños a través de entidades privadas. “Quiero transmitir el mensaje, tanto a las familias de acogida como a las biológicas, de que no se queden aisladas con sus problemas y aprovechen al máximo los recursos sociales de su zona”, comenta Atsushi.
Los desafíos de la family home, puente entre las instituciones de acogida y un hogar familiar
En Japón el cuidado público de menores desamparados ha recaído durante muchos años en instalaciones especializadas como los centros de cuidado de bebés y los de acogida infantil. La enmienda a la Ley de Bienestar Infantil que el Gobierno puso en vigor en 2016 prioriza el cuidado de los menores en familia y los Gobiernos locales han reforzado la educación y la formación para aumentar el número de familias de acogida. El porcentaje de niños en familias de acogida era del 13,5 % a finales del año fiscal 2011 y aumentó hasta el 22,8 % a finales del año fiscal 2020. El número de family homes se duplicó, pasando de 218 en octubre de 2013 a 427 a finales del año fiscal 2020. El 20 % del total de niños en acogida viven en family homes.
Mientras que las políticas apuntan cada vez más alto, sigue habiendo ciertos desafíos. Según una encuesta llevada a cabo por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar en 2020, la proporción de niños con discapacidades físicas o psíquicas era del 24 % entre los que vivían con padres de acogida, del 36 % entre los de centros de acogida infantiles y el 46 % entre los de los hogares de acogida en familia (family homes), mientras que el porcentaje de menores víctimas de malos tratos era del 38 % entre los que convivían con padres de acogida y del 53 % entre los de family homes. Estos datos indican que los niños con mayores necesidades de cuidados suelen destinarse a estos últimos hogares.
Fujii Yasuhiro, que era jefe de la sección encargada del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar cuando se aprobó la ley y ha sido padre de acogida de más de diez niños, afirma: “Las family homes se crearon con la expectativa de ofrecer un apoyo sólido a los padres de acogida con experiencia y fomentar la crianza en familia de acogida. No se preveía que aumentaría el número de niños con problemas complicados. Las dificultades que se presentan al abordar trastornos de apego y desarrollo no se pueden resolver solo con la experiencia de criar a hijos propios. El cuidado en familia de acogida no resulta viable sin un sistema que ofrezca una ayuda especializada a los padres”.
Fujii, que formó parte del comité de investigación de la Nippon Foundation que trabajó en el sistema de las family homes, opina lo siguiente: “Aunque la responsabilidad de criar a los hijos recaiga inequívocamente en los padres biológicos, los padres de acogida o los responsables de los centros de acogida, todos los miembros implicados de la comunidad tienen también un papel a desempeñar. La crianza requiere que los adultos cooperen entre ellos”. En octubre de 2020, el comité investigador recomendó que el número de menores alojados en cada family home pasara de 4 a 6 en lugar de 5 o 6 y que se creara un sistema a nivel comunitario para ofrecer una crianza de calidad aprovechando los recursos sociales de las guarderías y los centros de apoyo, y con la coordinación entre los distintos actores sociales.
Edición: equipo editorial de Power News.
Fotografía del encabezado: PIXTA.
(Traducido al español del original en japonés.)