Hiroshima ante la cumbre del G7
El grito que no cesa de los ‘hibakusha’ en un museo renovado
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Con su domo o cúpula, su cenotafio y su museo dispuestos en línea, el Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, situado en el distrito de Naka sigue siendo, sobre el papel y en la práctica, el símbolo del pasado atómico de Hiroshima. Incluso en una lluviosa mañana de un día laborable de principios de abril como la que elegí para hacer mi reportaje podía verse una cola de más de 50 metros de personas que esperaban su turno para entrar en el museo. Me sorprendió comprobar que cerca del 90 % eran extranjeros. “Hacía tiempo que no veíamos tantos turistas extranjeros”, comentó uno de los voluntarios que sirven de guías en el parque. “Los extranjeros suelen venir más en la temporada de los cerezos y luego, entre mayo y junio, tenemos más escolares en viaje de estudios”, me explicó.
Adoptar la perspectiva de los hibakusha
La renovación de la exposición del museo de 2019 fue la más importante desde su creación en 1955. Su subdirector, Tōya Toshihiro, explica sus motivos: “Se trataba de poner en el centro las prendas y otros objetos que quedaron de las víctimas mortales, y las numerosas fotografías tomadas inmediatamente después de la explosión atómica del 6 de agosto, para hacer de esta forma un enfoque más centrado en las personas que sufrieron los daños, en los hibakusha. Nosotros solemos usar la expresión “hibakusha no jissō” (“la verdad de las víctimas del bombardeo atómico”), es decir, la verdad sobre el horror que se desarrolló aquel día bajo el hongo atómico”.
Al pensar en el bombardeo atómico de Hiroshima, la imagen que con más facilidad acude a la mente es la de la gigantesca nube de hongo que nos mostraban los fotogramas de la película tomada desde el aire por los militares estadounidenses. Y al describir el bombardeo se suele acudir a datos sobre la devastadora fuerza explosiva de la bomba utilizada. Pero tras la renovación, el museo sigue la directriz de adoptar básicamente la perspectiva de los hibakusha, centrándose sobre todo en los daños humanos.
Por esta razón, se modificó la ruta de visita. “El promedio del tiempo de permanencia de los visitantes japoneses es de entre 40 y 45 minutos. Antes, toda la primera parte de la visita se dedicaba a las explicaciones sobre la fabricación de la bomba y el proceso que se siguió hasta su lanzamiento, y a mucha gente no le quedaba suficiente tiempo para ver con detenimiento los objetos dejados por las víctimas y el resto del material sobre la radiación”, explica Tōya.
Ahora, la exposición introductoria consta solo de una serie de fotografías panorámicas de Hiroshima antes y después del bombardeo, y unas imágenes de computación gráfica que representan los momentos del lanzamiento y de la explosión de la bomba. De esta forma, los visitantes acceden antes a la zona donde se exponen los daños reales.
Todo para dar la imagen más vívida del horror del 6 de agosto
“La perspectiva de los hibakusha”. La parte del museo que mejor simboliza este enfoque temático es el panel fotográfico, situado a la entrada del edificio principal del museo. Allí pueden verse las dos famosas imágenes de las cercanías de puente de Miyuki, a 3,2 kilómetros del centro de la explosión, captadas por Shigematsu Yoshito hacia las 11 de la mañana de aquel 6 de agosto, es decir, apenas tres horas después del brutal estallido. En ellas se ven personas con los cabellos encrespados por el fuego y el cuerpo cubierto de quemaduras, sobre un fondo de edificios con los tejados volados y las ventanas reventadas. La escala de reproducción de las fotografías permite a los visitantes tener una sensación muy real de aquellas dantescas escenas. Las fotografías del hongo nuclear que pueden verse a continuación están todas tomadas desde tierra. Se han excluido deliberadamente las tomadas por los militares estadounidenses, para transmitir aquellas escenas tal como las vieron las víctimas.
Otra sección muy especial es la exposición miscelánea, que da una idea de cómo la ciudad quedó destruida en un instante. Incluye materiales de considerable tamaño expuestos “en crudo”, como secciones de muros de ladrillo y paredes con fragmentos de cristales clavados procedentes de los edificios afectados, vigas de hierro retorcidas, masas de metales que se fundieron durante los incendios desatados, etcétera. A su alrededor vemos también dibujos hechos por las víctimas, que expresan el horror de su experiencia. En la vitrina central se exponen, como si estuvieran desperdigados entre los escombros, ropas, enseres y otros muchos objetos, cerca de una treintena, que pertenecieron a un grupo de escolares de secundaria que murieron a consecuencia de las radiaciones recibidas durante los trabajos de demolición preventiva de edificios que realizaban para evitar que los bombardeos causasen nuevos incendios. Se ha preferido no acompañar estos objetos de explicación alguna de forma que el visitante pueda preguntarse por su origen y significado y trate de encontrar las respuestas por sí mismo.
Todos los hibakusha tienen su relato personal
Siguiendo adelante, el visitante encuentra una sección que invita a dedicar un momento a pensar, a través de la contemplación de los objetos personales y de las fotografías de las víctimas, en cómo habían sido sus vidas antes de la explosión. Esta sección, bautizada “Tamashii no sakebi” (“Grito del alma”), logra transmitir de una forma muy directa a través de estos objetos y de las anécdotas narradas todo el dolor que soportaron las víctimas y sus familiares.
Entre estos objetos, hay algunos que han adquirido fama en todo el país ya que aparecen en ciertos libros ilustrados dirigidos al público infantil. Presentamos aquí algunos de ellos.
El museo tiene también un espacio dedicado a la “lluvia negra”, llena de sustancias radiactivas que cayó sobre la ciudad poco después de la explosión, y otro en honor de Sasaki Sadako, que murió de leucemia a los 12 años de edad, 10 años después de haber recibido la radiación, y cuya historia está detrás de la construcción del Monumento a la Paz de los Niños.
Una colección que sigue creciendo casi 80 años después
La colección del museo está integrada por cerca de 20.000 piezas. Además de piedras, tejas y partes de edificios que recibieron la radiación, objetos que pertenecieron a las víctimas y dibujos de estos que dan testimonio de la bomba atómica, se guardan también otros muchos objetos, entre ellos material médico de la época e incluso muestras de piel humana con queloides y otras lesiones. Por sorprendente que pueda parecer, todavía hoy en día, cuando han pasado ya casi 80 años desde el bombardeo atómico, el museo sigue recibiendo cada año un promedio de 50 o 60 donaciones de material de las familias del área.
Muchos hijos o nietos de las víctimas entran en conversaciones con el museo para hacer una donación cuando sienten que los recuerdos que guardan de sus familiares fallecidos podrían perderse al desaparecer la presente generación. Entre los casos más interesantes figura el de la familia de un barbero cuyos seis miembros perecieron sin excepción, pero de la que se ha podido tener noticia gracias a un álbum fotográfico familiar muy completo. El barbero era un gran aficionado a la fotografía y tenía una colección muy grande. Preocupado por que el álbum pudiera resultar quemado en un incendio, lo confió a unos parientes.
“Si exceptuamos algunos casos en que concurren circunstancias muy especiales, en general se aceptan todas las donaciones después de haber obtenido toda la información pertinente de la familia que desea donar. Nos gustaría poder exhibir tantos materiales como sea posible para que la memoria de los daños causados por la bomba atómica siga viva eternamente”, concluye Tōya.
Lo que se espera de los políticos
Durante la última cumbre del G7 celebrada en Japón, la de 2016, Barack Obama se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en ejercicio en visitar Hiroshima. Obama pronunció en el Parque Conmemorativo de la Paz un discurso de 17 minutos y expresó su convicción de que los países en posesión de armas nucleares, entre los que se encuentra el suyo, tienen que abandonar la lógica del miedo y armarse de valor para aspirar a un mundo desnuclearizado.
¿Qué sentirán los principales mandatarios del mundo al llegar a Hiroshima para la próxima cumbre del G7? ¿Qué mensaje dirigirán al mundo? Shiga Kenji, actual profesor invitado del Instituto de Biología y Medicina de la Radiación de la Universidad de Hiroshima, quien cuando Obama visitó la ciudad era director del Museo Conmemorativo de la Paz, recuerda aquel histórico momento, pero reconoce que lo que le ha dejado un recuerdo más vivo fueron las conversaciones a nivel de ministros de Exteriores que se mantuvieron en la cumbre del G7 de aquel año.
Entonces el jefe de la diplomacia japonesa era Kishida Fumio, actual primer ministro de Japón.
Precedidos por Kishida, los ministros de Exteriores del G7 visitaron el museo antes de dirigirse al cenotafio para hacer una ofrenda floral. “Kishida encabezaba el grupo”, recuerda Shiga, “y yo iba a la cola. Pero el secretario de Estado norteamericano [John] Kerry y el ministro británico de Asuntos Exteriores [Philip] Hammond fueron quedándose atrás. Se veía que la exposición del museo les había atraído y que estaban viendo los objetos de las víctimas y el resto de las piezas de la colección con un interés puramente personal”.
Además, Kerry se salió de la ruta de visita prevista para acercarse más al domo o cúpula, lo que causó revuelo entre los servicios de seguridad. Luego contó ante los medios con mucha pasión la impresión que le había dejado su visita al museo.
“Aquel día, tratando a Kerry, pensé que Obama vendría a Hiroshima sin falta, porque no tenía duda de que Kerry apoyaría esa iniciativa. Estos objetos dejados por las víctimas y todas estas piezas llegan al corazón de la gente cuando uno se acerca a ellos con una actitud de humildad. Ojalá los mandatarios del G7 puedan visitar el museo con tiempo. Me gustaría mucho que luego compartiesen con toda franqueza sus impresiones con los medios de comunicación de sus respectivos países”.
(Las explicaciones sobre los objetos dejados por las víctimas están basadas en las indicaciones que se dan en el catálogo general del museo.)
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: La exposición miscelánea, en la que se muestran ropas de los alumnos de una escuela de secundaria de la ciudad que murieron víctimas de las radiaciones. Fotografía: Dōune Hiroko)