Los sabios de los premios Ig Nobel: el sentido del humor de los investigadores japoneses
Los ratones trasplantados del corazón viven más con ‘La traviata’
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A la entrega de premios vestido de ratón
En septiembre de 2013, Uchiyama Masateru subía a la tarima del auditorio de la Universidad de Harvard, Boston, con una sonrisa de oreja a oreja y un disfraz de ratón. Él y el resto de su equipo de investigadores acudían a la ceremonia de entrega de los premios Ig Nobel a recibir el Premio de Medicina por una investigación en la que habían demostrado que era posible inhibir el rechazo de un órgano en ratones trasplantados del corazón estimulándolos con música de ópera.
Fue Uchiyama quien propuso que aceptaran el galardón vestidos de ratón para que resultara “lo más divertido posible”. La idea se le ocurrió al ver al popular personaje roedor que interpretaba un cómico en el programa televisivo Bakushō Mondai. Uchiyama y su ayudante Jin Xiangyua comparecieron en la entrega de premios ataviados con disfraces de una tienda de todo a 100 yenes, se colocaron a ambos lados de Niimi Masanori —profesor de la Universidad Teikyō que lideraba el equipo— y entonaron La traviata a pleno pulmón, una puesta en escena que desató grandes carcajadas entre el público. “Fuimos los más graciosos de la ceremonia de entrega de aquel año. Todos querían hacerse fotos con nosotros al terminar el acto”, recuerda con orgullo el profesor.
Aunque Uchiyama hizo gala de su faceta más despreocupada en la entrega de premios, su investigación tenía un objetivo muy serio en el campo de la inmunología de trasplantes. No en vano el científico firmó el artículo que describía los resultados del estudio junto con el jefe de su laboratorio Amano Atsushi, profesor especial de la Facultad de Medicina de la Universidad Juntendō conocido como el cirujano que llevó a cabo la operación de bypass del Emperador Emérito de Japón.
Un baño de sonidos para los ratones trasplantados
En el experimento, implantaron un corazón adicional en el abdomen de una muestra de ratones. Los especímenes a los que simplemente se les operó sin someterlos a ningún estímulo concreto experimentaron rechazo y el nuevo órgano dejó de funcionar al cabo de una media de 8 días. Los ratones intervenidos que escucharon la ópera La traviata, en cambio, conservaron el corazón ajeno durante una media de 40 días. Hubo casos en que el órgano siguió latiendo hasta 90 días. La media de supervivencia del trasplante fue de 20 días para el grupo que escuchó a Mozart y de 11 para el que estuvo expuesto a la música de la cantante irlandesa Enya.
Para corroborar la validez de los resultados, pusieron La traviata a un grupo de ratones con los tímpanos perforados. Los efectos de la ópera resultaron nulos y los corazones de aquellos ejemplares solo duraron en torno a una semana. Por lo tanto, el experimento demostró la posibilidad de que escuchar obras de música clásica como la de Verdi mejorara la resistencia inmunológica en ratones trasplantados.
La investigación surgió de un descubrimiento con el que Niimi dio de forma fortuita en su juventud, mientras estudiaba en la Universidad de Oxford. Comparando el pronóstico de ratones con el corazón trasplantado a los que se les administraban distintos fármacos, se percató de que los ejemplares que estaban en un estante con mucho trajín de gente mostraban una evolución distinta a aquellos situados en lugares más silenciosos.
Niimi consideró la posibilidad de que el sistema inmunológico de los roedores cambiara en función de su entorno, es decir, de los estímulos externos a los que se veían expuestos después del trasplante; al volver a Japón, propuso a uno de los ayudantes de su laboratorio ponerles música. Desafortunadamente, no obtuvieron datos concluyentes y abandonaron la investigación.
También probaron con ruido de obras de construcción y una única frecuencia
La investigación se reanudó hace unos 10 años. Uchiyama, que entonces cursaba estudios de posgrado en cirugía cardiovascular en la Facultad de Medicina de la Universidad Juntendō, se unió al laboratorio de Niimi en la Universidad Teikyō para formarse en el trasplante de órganos. Un compañero veterano le habló de una investigación en que exponían a ratones trasplantados a música de ópera y Uchiyama intuyó que los experimentos podían generar resultados interesantes.
Uchiyama tuvo a los ratones trasplantados escuchando música sin descanso. Empezó por ponerles La traviata, luego unas piezas de Mozart y más tarde un disco de Enya que le encantaba en aquella época. También los expuso a otros sonidos como ruido de obras, ejercicios de comprensión de inglés y frecuencias simples.
Como explicábamos arriba, los ratones con hilo musical conservaron más tiempo el corazón adicional que los que estuvieron en silencio. La traviata fue la música que resultó más efectiva, seguida de Mozart y finalmente Enya. Se decantaron por la famosísima ópera de Verdi por el empeño de Niimi, amante acérrimo de la pieza. Uchiyama no sabía nada de ópera, pero se puso a escuchar La traviata noche y día como parte de la investigación. “Reconozco que para mí fue una tortura”, comenta entre risas.
Un experimento interesante, pero difícil de publicar
Cuando Uchiyama logró recopilar los datos necesarios para redactar un artículo, lo más difícil aún estaba por llegar. El profesor Amano Atsushi, entonces jefe del laboratorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Juntendō, reconoció que se trataba de un experimento interesante, pero vaticinó que iba a costar que le aceptaran un artículo con los resultados. En efecto, Uchiyama envió su trabajo a un buen número de revistas científicas y todas se lo rechazaron sin siquiera someterlo a revisión. Fue la revista británica Journal of Cardiothoracic Surgery (JCTS) la que al fin se dignó a revisar el artículo y lo publicó en marzo de 2012, un año y medio después de que el autor lo enviara.
“Es que era un experimento en que afectaban mucho los factores ambientales”, apunta Uchiyama. Resultaba complicado que superara la criba de las revisiones porque las diferencias entre La traviata, Mozart, Enya y el ruido de la obra no se podían presentar como pruebas científicas y objetivas.
Después de la tormenta, siempre sale el sol: el equipo investigador supo que le habían otorgado el Ig Nobel el año después de que les publicaran el artículo en el Journal of Cardiothoracic Surgery (JCTS). Como muchos otros científicos antes, al principio Niimi y Uchiyama creyeron que les tomaban el pelo, pero cuando se informaron bien y comprobaron que iba en serio, se llevaron una gran alegría.
“Me llegó al corazón que alguien que no me conocía valorara la originalidad de mis ideas”, declara el científico, que admite que recibir aquel premio hizo que confiara más en los resultados de las investigaciones que le parecían importantes.
¿Qué conclusiones sacamos si aplicamos los resultados del experimento de los ratones a la medicina humana? En una entrevista que mantuvo después de la entrega de premios, Niimi declaró que eran “resultados que ponían de relieve la importancia de la esperanza, el tesón y el apoyo de la familia”. Su investigación corroboró la existencia de “algo” capaz de influir en el sistema inmunológico a través del cerebro que la medicina occidental no logra explicar cuando se topa con casos en que pacientes a los que los médicos solo dieron meses de vida acaban sobreviviendo durante años y otros en que personas que parecían tener buena salud fallecen de repente.
Uchiyama cuenta que hay pacientes que están al tanto de su premio y le preguntan qué deben escuchar para acelerar su recuperación. Él les aconseja que se traten como dicta la medicina occidental y que escuchen cualquier música que les guste.
Recomendar tres temas de investigación a las próximas generaciones
Uno podría preguntarse si la originalidad de Uchiyama ya brillaba desde pequeño, pero él explica que era un niño muy tímido que se ruborizaba a la mínima. En bachillerato vio que “así no iba bien por la vida” y en la universidad decidió buscarse un trabajo por horas como tutor de clases extraescolares con el que superó su problema a la fuerza. ¿Quién iba a pensar que aquel niño retraído de mayor iba a cantar una ópera disfrazado de ratón en el auditorio de la Universidad de Harvard? Es increíble cómo llega a cambiar la gente.
Cabe apuntar que Uchiyama siempre fue de convicciones fuertes. Por consejo de sus padres, ambos profesores, estudió la secundaria en un centro asociado con la Universidad Ritsumeikan. Pero, en lugar de elegir el camino fácil para acceder a dicha universidad, decidió por su cuenta examinarse para entrar en la Facultad de Medicina. No fue fácil prepararse para los exámenes de ingreso en un centro de bachillerato en que más del 90 % del alumnado accedía a la universidad matriz por la vía de la admisión interna. Pidió a los profesores que lo ayudaran a estudiar biología e inglés después del horario lectivo y se saltó las clases que consideraba “innecesarias”. “Los compañeros me tildaban de raro”, recuerda.
Uchiyama recomienda a los estudiantes de posgrado bajo su tutela que elijan tres temas de investigación. El primero debe ser un tema convencional del que sea fácil sacar artículos. El segundo, un tema que el alumno desee continuar estudiando durante toda la vida si va a dedicar su carrera profesional a la investigación. El último ha de ser “un tema excéntrico que nadie más investigue”. En su caso, el experimento de los ratones trasplantados estaba en la tercera categoría.
Al preguntarle por qué sugiere elegir precisamente un tema de investigación “excéntrico”, responde con una analogía de montañismo: “El primer tema es como subir un monte de altura moderada en un día despejado. El segundo es como el ascenso al Everest, que es alto y largo, pero se ve la cima. El tercero es como escalar una montaña de la que desconoces la altura y el camino, por lo que te las tienes que ingeniar con el equipo e irte adaptando sobre la marcha. Aunque te pasas el camino diciendo ‘Pero ¿esto qué es?’, al final te aguarda la emoción de descubrir algo muy interesante”. Así pues, aquellos que se curten con la investigación por el “camino oficial” son los que luego pueden recorrer senderos vírgenes para descubrir paisajes que nadie ha visto antes.
“La preparación que importa como investigador es la que va a permitirte reaccionar con libertad de pensamiento y flexibilidad ante los obstáculos propios de la investigación para alcanzar los objetivos con un enfoque lógico y constructivo. Eso es lo que hace que desarrolles tu potencial”. Ojalá que muchos sigan embarcándose en ese viaje en busca de nuevos paisajes. Lo espero de corazón.
Reportaje y texto: Hamada Nami y el equipo editorial de Power News.
Todas las fotografías son cortesía de Uchiyama Masateru.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Uchiyama en la Universidad Teikyō, situada en el distrito tokiota de Itabashi, en marzo de 2023.)