Los sabios de los premios Ig Nobel: el sentido del humor de los investigadores japoneses
¿Las palomas distinguen entre Picasso y Monet?
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Fue Mark Abraham, director de una revista estadounidense que presenta investigaciones científicas curiosas, quien en 1991 fundó los Ig Nobel para descubrir y difundir al resto del mundo estudios que hacen reír y reflexionar.
En el palmarés de los premios figuran los nombres de investigadores conocidos y respetables como el de Watanabe Shigeru, profesor emérito de la Universidad Keiō que recibió el premio Yamashina Yoshimaro por sus excelentes labores de investigación y conservación de las aves en 2020.
Adiestrando a las palomas para que memoricen los estilos pictóricos de Picasso y Monet, aprenden a distinguir de cuál de los dos artistas es una obra, aunque sea la primera vez que la ven. Corría el año 1995 cuando Watanabe, que venía trabajando en el campo de la ciencia cognitiva comparativa para dilucidar las capacidades cognitivas de los animales, recibió un Ig Nobel por su investigación. Por aquel entonces esos galardones eran todavía desconocidos y el investigador de Shiseido que fue el primer japonés en hacerse con uno por “identificar las sustancias químicas que provocan el mal olor de pies” en 1992, un año después de inaugurarlos, tardó casi diez años en enterarse de que se lo habían concedido.
Veinte días de adiestramiento con comida para acertar
Cuando Watanabe recibió noticia de que había ganado el premio, no le dio ninguna importancia, lo tildó de una simple “broma” de estudiantes de Harvard y ni siquiera asistió a la ceremonia de entrega. En cambio, cuando lo invitaron a la exposición de premios Ig Nobel del mundo que tuvo lugar en septiembre de 2018 en Tokio, participó encantado tanto en la exposición como en las charlas. “Allí pude ver las investigaciones únicas de todos los premiados juntas. Fue una exposición interesantísima”, declaró.
A Watanabe, con su sonrisa que irradia inocencia, se le ocurrió la peculiar idea de que las palomas podían ser capaces de reconocer la obra de Picasso y Monet. El experimento empezaba separando a las aves en dos equipos y mostrándoles diez obras de cada artista en una pantalla. A un equipo se le daba de comer cuando picoteaba un cuadro de Picasso y no cuando hacía lo mismo con uno de Monet; en el otro equipo, pasaba lo contrario. A los 20 días de adiestramiento, ambos equipos prácticamente lograban distinguir siempre las obras de uno y otro pintor.
Cuando probaron con pinturas de otros artistas impresionistas y cubistas para asegurarse, hallaron los mismos resultados. Es decir, que las palomas identificaban el estilo pictórico, no al pintor en concreto. “Eso sí, las palomas no disfrutan contemplando las pinturas: eligen las que tocan porque se les da comida cuando aciertan”, apunta el científico. “Distinguen las obras como algo vinculado con la alimentación”.
Las capacidades cognitivas de las palomas y el concepto de familia de Wittgenstein
El experimento no terminó ahí. Las palomas también fueron capaces de identificar la obra de Monet y Picasso en blanco y negro, así como desenfocada. Distinguieron los cuadros incluso en un experimento en el que los partieron en trozos como las piezas de un rompecabezas y los mezclaron a conciencia. Así pues, no identificaban elementos concretos, sino distintos tipos de información en su conjunto.
“Igual que en el concepto de familia de Wittgenstein, no se trata de una clasificación simple que permita identificar a los miembros del clan familiar porque tengan la misma nariz” sugiere Watanabe. En su libro Investigaciones filosóficas, el filósofo Ludwig Wittgenstein definió el concepto de parecido familiar, que propone que una característica en común no decide si una persona es miembro de un grupo que comparte ciertas características. Pues bien, las capacidades de las palomas van en la misma línea. Qué interesante resulta establecer una relación entre las capacidades cognitivas de las aves y el pensamiento de un filósofo.
Pájaros con ojo crítico para el arte
El afán de saber de Watanabe no conocía límites. “Lo que pretendía en realidad era descubrir si las palomas diferencian entre un cuadro bueno y uno malo”, explica. Una investigación retadora conlleva ciertas dificultades. En este caso, costaba hacerse con cuadros esencialmente mediocres. “Le pedí a un conocido que investiga en bellas artes que me facilitara ‘obras malas’, pero me dijo que era difícil. Terminamos eligiendo pinturas hechas por niños”. Watanabe visitó una escuela primaria cercana a la universidad y fotografió un gran número de dibujos como muestra. Varias personas los evaluaron y eligieron los malos.
Al adiestrarlas con el mismo método que con las obras de Picasso y Monet, las palomas aprendieron a discernir entre cuadros “buenos” y “malos” en un porcentaje bastante elevado de ocasiones. Sin embargo, al partir los cuadros y mezclarlos, la proporción de aciertos cayó en picado.
Para juzgar la calidad de una obra, es importante contar con la imagen completa. “Una parte de la percepción de las palomas es muy similar a la de las personas”, apunta Watanabe. Dejando de lado el hecho de que las palomas reciben pienso como recompensa, no solo captan el estilo de los maestros, sino el talento de los cuadros, aunque se trate de dibujos infantiles. Es una capacidad muy humana.
Watanabe mantuvo a unas 100 palomas cuidadosamente adiestradas en el laboratorio durante su investigación, tarea que se demostró harto difícil cuando algunos ejemplares huyeron y otros contrajeron enfermedades infecciosas. En una ocasión, al comprobar la excelente conducta de unas palomas que le había prestado un distribuidor de animales para laboratorios, descubrió que algunas de ellas ya habían sido utilizadas en otros experimentos.
Las ratas tienen empatía y se estresan si lo pasan mal solas
¿Cómo es que todo un doctor en psicología como Watanabe viene dedicándose a investigar las capacidades cognitivas de los animales? “Justifico mi investigación con la premisa de que, para entender la evolución de la cognición humana, debemos partir de otras especies. Pero en realidad yo solo quería estudiar el comportamiento de los animales”, confiesa.
La biología molecular, campo que se centra en el nivel más detallado de la biología, es una disciplina cada vez más estudiada y conocida. Watanabe ama a los animales desde que tiene uso de razón. En su trayectoria académica, se dio cuenta de que no podría dedicarse a su investigación ideal si se decantaba por la rama de biología, por lo que ingresó en la Escuela de Posgrado de Sociología de la Universidad Keiō, donde se desarrollaban los experimentos de psicología con animales. “Creo que elegí bien”, corrobora.
Los experimentos psicológicos con animales empezaron a llevarse a cabo con ratas, pero estas tienen poca visión y no servían para establecer comparaciones con los humanos. Así pues, en la década de los años 50, se empezaron a usar palomas, que tienen una vista excelente, y se fueron estableciendo como especie más común en este tipo de estudios.
Con todo, Watanabe eligió a las ratas para un peculiar experimento acerca de la empatía. Estos animales poseen grupos de células grasas especializadas en la espalda que generan calor cuando se estresan. Centrándose en esta característica, el científico encerró ejemplares de estudio en un tubo y observó si generaban calor o no al cambiar de entorno.
“Cuando encierras a una sola rata en el tubo y dejas que las demás campen a sus anchas, la espalda de la que está encerrada genera calor. En cambio, si encierras a varios ejemplares juntos, emiten menos calor. Es decir que el estrés se reduce cuando están acompañadas. Sienten algún tipo de empatía”.
Las personas también se irritan cuando solo ellas están ocupadas y los que las rodean parecen estar a la sopa boba, pero, cuando están todas manos a la obra, les nace un sentimiento de solidaridad. Quizás las ratas sienten lo mismo.
El “desantropocentrismo”, objetivo último de su investigación
El espíritu investigador de Watanabe se fijó también en las anguilas, a las que quiso relacionar con el “misterio de la memoria” usándolas para estudiar el aprendizaje espacial en los animales.
Metieron en una piscina unos recipientes parecidos a las trampas para peces que usan los pescadores en el río y adiestraron a las anguilas para que recordaran la ubicación de un único tubo en el que podían introducirse. El estudio no halló que estas tuvieran un sistema especial para recordar los lugares que las diferenciara de las muchas especies que presentan la capacidad de aprendizaje espacial. Las anguilas para consumo humano suelen pescarse en estadio de alevín en el mar y se crían en piscifactoría. En cambio, las nacidas en piscifactoría no saben nada del mar. Watanabe se plantea estudiar la estructura cerebral de estos tipos de anguila de distintos “orígenes” en un futuro.
¿Cuál es el horizonte hacia el que el científico lleva medio siglo avanzando, con la ayuda de palomas, ratas, anguilas, cuervos y muchos otros animales?
“Es el desantropocentrismo. Tendemos a pensar que los humanos estamos en la cima en cuestiones emocionales, aunque no estamos en la cima del proceso evolutivo según el árbol filogenético. Y no es así. La finalidad de mi investigación era romper esa jerarquía lineal y poner de manifiesto la diversidad de capacidades cognitivas de los seres vivos”.
Nada más y nada menos que eso: abandonar el antropocentrismo. En la base de su espíritu investigador yace el respeto que ha tenido por los animales desde niño: “Cuanto más los estudiaba, más humilde me volvía. Ha sido un baño de modestia de medio siglo”. Lo dice con una sonrisa tímida, pero los resultados de su esforzada investigación han abierto muchas puertas. A ver qué capacidades y qué animales investigará en adelante.
Reportaje y texto: Hamada Nami y el equipo editorial de Power News
Fotografía del encabezado: equipo editorial de Power News
(Traducido al español del original en japonés.)