Los bancos de alimentos en Japón, un puente entre el desperdicio y la pobreza
Los bancos de alimentos y los congelados que se desechan por desperfectos en el embalaje
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Muy lejos de cubrir la demanda
El banco de alimentos Food Bank Kanagawa, situado en el distrito de Kanazawa de Yokohama, fue fundado por doce entidades entre las que se cuentan la cooperativa U-Coop, Pal System, Seikatsu Club, Rengō Kanagawa y Yokohama YMCA. Facilita comida a distintos organismos de ayuda mediante iniciativas como la recaudación de donativos de empresas del sector alimentario y particulares, así como la redistribución de productos que iban a desecharse a pesar de ser perfectamente consumibles.
Cuando empezó, en 2018, el banco donaba 46 toneladas al año; en el quinto año de actividad, en 2022, llegaba a las 350, un volumen más de siete veces mayor. Desde que estallara la pandemia en 2020, ha recibido ingentes cantidades de alimentos para consumir, como tetrabriks de leche de colegios que habían suspendido las clases, bandejas de comida de avión de las compañías aéreas cuyos vuelos se habían cancelado o dulces refinados de grandes almacenes que se habían visto obligados a mantener sus establecimientos cerrados.
Uno pensaría que, en aquellas condiciones, los almacenes de Food Bank Kanagawa quedaron llenos a rebosar. “No nos llega ni de lejos para satisfacer la demanda”, comenta Fujita Makoto, secretario general de la organización. Tras este desequilibrio entre oferta y demanda se halla el agravamiento de la pobreza en Japón. A las dificultades del desempleo y la reducción de los salarios de los trabajadores irregulares causados por tres años de pandemia, se suma la pronunciada subida de los precios desde 2022, por lo que la necesidad de asistencia alimentaria crece sin freno.
El arroz es un producto básico que ha visto aumentar su demanda especialmente. En el año fiscal 2022, el banco no pudo cubrir las necesidades de este alimento por parte de los organismos de ayuda a pesar de haber recibido 120 toneladas de donaciones de empresas y hogares, y se vio obligado a invertir en él más de la mitad de los 20 millones de yenes recaudados.
Un desperdicio inexplicable
Además del arroz, Food Bank Kanagawa trata con productos procesados como comida en lata, precocinados en bolsa, condimentos y dulces. Se evitan alimentos como la carne y el pescado porque se pudren o estropean con facilidad, siendo la col el único vegetal que sí se distribuye. Como esto no basta para cubrir las necesidades nutricionales de los niños de familias pobres, últimamente el banco ha empezado a centrarse en los congelados que pueden usarse para acompañar el arroz. Con ello se espera cubrir algo mejor la creciente demanda.
“Pero ¿cómo es posible?”, se escandalizó Fujita cuando en 2017, trabajando para U-Coop, el directivo de una gran empresa de alimentación le reveló que desechaban una enorme cantidad de congelados. A menudo los congelados de marcas japonesas se fabrican con productos “elaborados en Asia”, importados desde países como China, Tailandia o Vietnam. El problema es la inexplicable cantidad de mercancía que acaba desechada en la cuarentena.
Por ejemplo, cuando se saca una bolsa de una caja que contiene doce unidades para inspeccionarla, no solo se descarta para la venta la bolsa examinada, sino todo el contenido de la caja. “Solo porque la han abierto”, apunta Fujita.
El proceso de distribución nacional también genera desperdicio. En el congelador de Food Bank Kanagawa había un montón de cajas de cartón con muslos de pollo fritos congelados que se habían obtenido del fabricante porque no se podían vender. Fujita señaló pequeñas abolladuras o fisuras en las cajas: “A esto lo llaman broken (embalajes dañados) y por eso lo desechan”.
El camión frigorífico llevaba también varios paquetes de cuatro cajas de brócoli congelado atadas con cintas de plástico. Aunque solo una de las cajas estaba abollada, las otras tres también iban a acabar en la basura: otro producto broken recuperado del fabricante.
Según una fuente del sector, las empresas de distribución a veces se niegan a transportar productos con embalajes dañados por temor a cargar con las culpas a pesar de que los desperfectos no se hayan producido durante el transporte. Si el supermercado rechaza los productos dañados, es la distribuidora quien asume la responsabilidad. Este sistema genera el desperdicio de alimentos.
Reacciones exageradas
Si resulta inevitable que las cajas sufran algún que otro daño en el camino al transportarlas en contenedor hasta Japón o al descargarlas con la carretilla, ¿por qué no se cuestiona la práctica de desecharlas por ese motivo?
Según Fujita, no es porque a los fabricantes les guste tirar productos a la basura, sino porque minoristas como los supermercados son muy exigentes. Después de un incidente ocurrido en 2008 en que saltó la sospecha de que unas gyōza (empanadillas) congeladas hechas en China que se importaron a Japón las habían contaminado con insecticida, las empresas de venta al por menor se volvieron aún más estrictas con los productos que han sufrido daños en el embalaje.
Aunque Fujita comprende que la culpa es de las personas que actúan de mala fe y que es lógico que los minoristas se preocupen, opina: “Fue un incidente desafortunado. Pero los fabricantes, que son los responsables de la seguridad de los productos, hacen sus inspecciones. Cuando el banco de comida recibe los alimentos del fabricante, pasa a hacerse responsable de ellos. Si el embalaje solo tiene algún ligero desperfecto, no debería haber ningún problema”.
Para tratar con productos congelados, hay que contar con instalaciones que permitan conservarlos a -18 grados. Food Bank Kanagawa se procuró un camión frigorífico con una subvención del Gobierno. Como las organizaciones que reciben los alimentos también requieren congeladores para guardarlos, adquirió 29 congeladores para prestárselos.
Una relación de beneficio mutuo
Las empresas son la mayor fuente de suministro de alimentos de Food Bank Kanagawa. Resulta esencial cooperar con ellas para cubrir mejor la demanda, por poco que sea. Maruha Nichiro empezó a ofrecer gratuitamente cajas de productos con embalaje dañado en abril de 2022 y Yamazaki Baking también comenzó a donar unos 100 panes diarios en junio del mismo año. Se espera que otros grandes fabricantes de alimentos sigan el ejemplo.
Maruha Nichiro se ha fijado el objetivo de gestión a medio plazo de reducir el desperdicio de comida a la mitad para el año fiscal 2030 respecto al volumen de 2020. Shimura Haruka, del Grupo de Fomento de la Sostenibilidad del Departamento de Planificación Corporativa de la empresa, explica así la decisión de virar hacia la reducción del desperdicio de productos alimentarios: “Uno de los factores en los que se fijan los inversores es en si, mediante la actividad empresarial, se contribuye a solucionar los problemas sociales y medioambientales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y otras iniciativas. Obviamente, también tenemos en cuenta la aportación a la sociedad y la reducción del coste de desecho”.
El secretario general de Food Bank Kanagawa también cree que es posible establecer una relación de beneficio mutuo con los fabricantes de alimentos. Sin embargo, Shimura Haruka afirma: “Tomamos todas las precauciones posibles en los controles de seguridad, por lo que es importante que podamos vender los productos a pesar de que tengan desperfectos en el embalaje”. ¿Cómo se podrían comercializar esos artículos en lugar de donarlos todos a los bancos de alimentos? Shimura insiste en que la Administración debe mediar para que fabricantes, distribuidores y minoristas debatan y lleguen a un acuerdo mutuo sobre cómo gestionar la mercancía con embalajes defectuosos.
Las colectas de alimentos
Otra importante fuente de suministro de comida, aparte de las empresas, son las colectas de alimentos, en las que las familias llevan productos que no han consumido. A finales de febrero participé en una sesión práctica en la que clasifiqué los productos de un almacén. Había una montaña de alimentos donados por familias que habían llegado desde los puntos de recogida.
Al ver aquello, me di cuenta de que mi familia también podía aportar muchos artículos. Seguro que teníamos unos cuantos ingredientes olvidados en el fondo de la despensa, como fideos y latas que nos regalaron en verano o a finales de año. Hace tiempo, limpiando la casa, encontré una colección de tubos de wasabi que había comprado pensando que no nos quedaba suficiente.
Según el libro Fūdo banku to iu chōsen (El reto de los bancos de alimentos), de Ōhara Etsuko, el primer banco de alimentos del mundo se creó en 1967 en el estado de Arizona. Este tipo de organizaciones se extendieron rápidamente en Estados Unidos, respaldadas por la cultura de las actividades de beneficencia de las iglesias. En Japón, en cambio, tienen una historia breve, ya que no llegaron hasta 2002.
En la sesión práctica del almacén, hubo participantes que comentaron cosas como “No sabía que existía” o “Me gustaría colaborar, pero no sé cómo”. El banco de comida, por ejemplo, no recolecta alimentos sin consumir directamente de los hogares; los puntos de recogida están en los supermercados Ito Yokado y en las cooperativas, entre otros lugares. ¿Hasta qué punto lo sabe la gente? Si se informa bien, con el interés latente en ayudar que albergan algunas personas, los bancos de alimentos podrían darse a conocer mucho más ampliamente.
Fotografía del encabezado: Muslos de pollo frito congelados que no iban a ponerse a la venta por la pequeña fisura de la caja de cartón exterior. (Fotografía del autor)