La cultura japonesa a través del manga
De ‘Be-Bop-Highschool’ a ‘Tokyo Revengers’: la genealogía de los chicos malos en el manga
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De tsuppari a la era de los yankees
Que los jóvenes tengan el anhelo de ser “rudos” y “chicos malos” es una mentalidad que ha existido en cualquier época y lugar. Si se trata de una tendencia individual, estos jóvenes no pasarán de ser “los chicos problemáticos del pueblo”, pero cuando esta mentalidad llega a formar un estrato social, el anhelo de ser un “chico malo” se convierte en un movimiento grande capaz de propagarse a varias culturas.
Por ejemplo, el punk, que se extendió en Estados Unidos y Reino Unido, no se limitó a la música, sino que absorbió a jóvenes que nunca habían tocado un instrumento musical y se convirtió en un movimiento cultural con ideologías y estilos propios.
Incluso en Japón, en las décadas de 1970 y 1980, los jóvenes con tendencias antisociales comenzaron a formar un gran estrato social, y de allí nacieron una música y moda únicas. En ese momento, a los “waru” (chicos malos) se les llamaba inicialmente “tsuppari”, pero finalmente, en los años 80, se acuño el nombre “yankee”.
“Yankee” es originalmente un nombre común que indicaba a un estadounidense, especialmente a un estadounidense del norte, pero ¿por qué se convirtió en una palabra para describir a los “chicos malos” en Japón? Existen varias teorías sobre su etimología, pero se desconocen los detalles concretos. Personalmente, creo que el caso podría haber sido así: “los jóvenes pandilleros se tiñen de rubio” → “rubio” = “estadounidense” → “¡Yankee!”. La asociación de “pelo rubio” igual a “americano” es muy problemática desde la perspectiva de los valores actuales, pero en aquella época los japoneses solo tenían una pobre imagen de los países extranjeros.
Independientemente de eso, “yankee” comenzó a usarse en Osaka, la segunda metrópoli después de Tokio, y más tarde se extendió por todo Japón.
Por supuesto, el manga también ha descrito el mundo de los furyō (jóvenes pandilleros). Este mundo llegó a ocupar un género importante en el manga, y a estas obras se las conoce hoy como “yankee manga”.
Be-Bop Highschool (Kiuchi Kazuhiro, 1983) es una obra que describe la realidad de unos jóvenes pandilleros en la primera mitad de la década de 1980 y que se convirtió en un gran éxito. Los personajes principales son un dúo formado por estudiantes de instituto: Nakama Tōru y Katō Hiroshi. Los dos son muy buenos peleando.
Lo novedoso de esta obra era su realismo. Antes de Be-Bop Highschool, las obras sobre jóvenes pandilleros habían sido populares, pero a menudo sus ambiciones adoptaban un enfoque a mayor escala, con metas como “la conquista de Japón”.
Sin embargo, en el caso de esta obra, los estilos de vida y la ropa de los jóvenes pandilleros eran muy realistas. El tipo de peinado era el regent. Los uniformes escolares han sido deformados con tallas extremadamente largas o, por el contrario, cortas. Las costumbres de los tsuppari de la época están representadas de manera realista, como los voluminosos pantalones y las carteras planas de los estudiantes, etc., y su vida cotidiana también es natural.
Es, por así decirlo, un “manga de la vida cotidiana de los jóvenes pandilleros (aunque está lleno de sus inevitables peleas)”. Tanto es así que los chicos tsuppari de todo el país lo apoyaron con entusiasmo diciendo: “¡Ha dibujado nuestra vida real!”
En los años 80, aparecieron sucesivamente mangas que trataban de estos jóvenes pandilleros. Algunos títulos emblemáticos que ocuparon las portadas de las distintas revistas fueron: Shōnan Bakusōzoku (Motociclistas bombarderos de Shōnan; Yoshida Satoshi, 1982), que representa humorísticamente la juventud de una banda de moteros; Let’s Dachi kō (historia original, Tsumiki Baku, dibujo, Kimura Tomoo, 1985), cuyos protagonistas tienen la filosofía de que tras una pelea de uno contra uno, ambas partes se vuelven amigos, aunque antes fuesen enemigos; Kyō kara ore ha!! (¡Desde hoy yo!; Nishimori Hiroyuki, 1988) y Rokudenashi Blues (El Blues de los inútiles, Morita Masanori, 1988).
La estética furyō que admiraban los jóvenes
¿Por qué los jóvenes anhelaban ser furyō? En aquella época, los jóvenes pandilleros no solo arremetían con la energía propia de la juventud, sino que tenían una faceta estética en la raíz de su comportamiento.
En la exitosa canción de 1982 Otoko no kunshō (La medalla de un hombre; Shima Daisuke), se cantaba cosas como “Mostrarse firme es la medalla del hombre”. “Tsupparu” significa “mostrarse firme”, etc. Los chicos malos “tsuppari” de la época se mostraban firmes sin modificar su propia “estética”, pero lo que realmente se enfrentaban estos era la “gran narrativa nacional”.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los países avanzados occidentales trasladaron a la producción su sistema de movilización total en tiempos de guerra y lograron una prosperidad sin precedentes en la historia de la humanidad. Es lo que el historiador inglés Eric Hobbsbaum llama la “edad de oro”.
Japón y Alemania también lograron un “alto crecimiento económico” con retrasos, pero el economista Noguchi Yukio señala en su libro El sistema de 1940: Adiós a la economía en tiempos de guerra que el prototipo de ese sistema social también existía durante la guerra en Japón.
Había una “sensación de unidad” en la sociedad de la época, porque originalmente era el sistema de tiempos de guerra. Pero, dicho con otras palabras, “unidad” significaba convertirse en uno de los engranajes de la comunidad. A medida que la sociedad se iba haciendo más próspera, empezó a producirse una reacción en contra de dicha sociedad, especialmente entre los jóvenes, y se extendió una rebelión en la que la gente decía que no quería ser un engranaje más de la rueda, o un oficinista mediocre, etc.
Para los jóvenes, una “comunidad” era una entidad que les quitaba la libertad e imponía la estabilidad. La primera línea de esa “comunidad” eran los padres en casa y los profesores en la escuela. En aquel momento, entre los jóvenes pandilleros existía una fachada de ser rebeldes puros que rechazaban agresivamente la estabilidad impuesta por esos adultos y buscaban la libertad hasta el final.
Los adultos de la época también se mostraban tolerantes con esos jóvenes, diciendo: “yo también solía ser un chico malo” y “es preferible que sean un poco traviesos”. Los chicos malos también se convirtieron en policías, profesores o políticos en su vida posterior adulta, y la carrera profesional de estar del lado del mantenimiento del orden se consideraba algo habitual en muchos yankee.
Sin embargo, esta actitud transgresora de los “chicos malos” pronto se vio sacudida de raíz. Tras el estallido de la burbuja económica, fue Japón el que empezó a empeorar.
La transformación de la cultura furyō
Los yankee manga aparecieron en un momento crucial en la sociedad y se convirtieron en grandes éxitos, con ejemplos como Kamereon (Camaleón, Kase Atsushi, 1990) y Kaze densetsu bukkomi no Taku (La leyenda de la ráfaga – El ataque suicida de Taku; historia original, Saki Hiroto, animación: Tokoro Jūzō, 1991). Los personajes principales de estas dos obras no son nada malos en un principio, sino niños acosados que acaban de ingresar en un instituto.
Kamereon está ambientada en la prefectura de Chiba. El personaje principal es Yazawa Eisaku. No tiene ni fuerza ni valor, sino solo fanfarronería y buen sentido del humor. No parece nada imponente, pero tiene éxito debido a su persistencia en el último minuto y a su asombrosa suerte para las fechorías. Su personaje crece hasta adoptar un carisma tan malo que sorprende a los yankees de todo el país.
Asakawa Taku, el protagonista de Kaze densetsu bukkomi no Taku, era originalmente un niño acosado que tras conocer a Narukami Hideto, un miembro de la pandilla de moteros “Yokohama Gedō”, siente la necesidad de hacerse más fuerte.
Cuando Taku se traslada a su nueva escuela, se convierte en miembro de una banda de moteros llamada Bakuon kozō (Los chiquillos ruidosos), y es reconocido misteriosamente por los grandes, lo que permite que florezcan sus ocultos talentos de “chico malo”. A pesar de que era débil físicamente, tenía el poder de defender a sus camaradas y obrar milagros. La historia, ambientada en Yokohama, retrata la pasión por la llamada Edad de Oro de los chicos malos de quienes tenían esa visión del mundo.
Ambos mangas tienen una tirada acumulada de más de 30 millones de ejemplares, y son obras legendarias que siguen atrayendo a nuevos lectores. Sin embargo, para cuando la serie terminó, la sociedad también cambió drásticamente.
Un país que en el pasado tuvo un Gobierno protector pasó a tener un Gobierno impotente. La sociedad perdió estabilidad y se transformó en un lugar donde reina la libre competencia. Lejos de decir “no me gustan los oficinistas mediocres, etc.”, entramos en una era en la que es difícil incluso obtener esa mediocridad.
Junto con estos cambios, los “chicos malos” también perdieron su antigua fachada de rebeldes puros y se convirtieron en seres que simplemente se vuelven locos por el deseo. Los temas de las obras de entretenimiento hablan menos de la rebelión contra la sociedad adulta y más sobre el deseo de ser aprobado para ser visto más. De hecho, la expresión moe surgió como una manifestación de ese carácter. Yankee y moe empezaron a coexistir en la revista Young Magazine.
El cantante Ozaki Yutaka, que gozó de una gran popularidad, incluyó un pasaje sobre robar una motocicleta y correr en la canción de 1983 15 no yoru (La noche de los 15). Pero los jóvenes de ahora no entienden esta idea y se leen críticas como: “Está mal robar las cosas de la gente”. Especialmente en las áreas urbanas, los yankees se están convirtiendo rápidamente en algo del pasado, un síntoma de la creciente madurez y del refinamiento de la sociedad.
Anhelo por el apogeo de los yankees
En la actualidad, aunque ahora que los “chicos malos” ya no se consideran geniales, ha aparecido el exitoso manga TokyoRevengers (Wakui Ken, 2017), en cuya historia se habla de “crear una era de chicos malos”.
Este manga es una obra que conecta el pasado, donde antes brillaban los “chicos malos”, con el presente, en el que se está perdiendo algo importante, y el recurso argumental que lo hace posible son los “saltos temporales”. El personaje principal, Hanagaki Takemichi, tenía la habilidad de retroceder en el tiempo a su yo pasado manteniendo sus recuerdos actuales.
¿Acaso no nos arrepentimos todos de algo que hemos hecho en el pasado? Pues Takemichi también lo hace. En su caso, alcanzó el mejor momento de su vida cuando era un descarado estudiante de segundo de la escuela secundaria, y a partir de ahí empezó su declive. En la actualidad, con 26 años, pasa monótonamente sus días como empleado de un videoclub. Un día se entera de que su antigua novia, Tachibana Hinata, ha muerto involucrada en peleas de una organización antisocial llamada Tokyo Manjikai. Más adelante, Takemichi es empujado desde el andén de una estación y, cuando despierta, es el mismo de 12 años atrás.
Concretamente, en el año 2005. En el pasado, conoció a Sano Manjirō, el carismático líder del Tokyo Manjikai, que le dijo: “¿No es esta una época en la que se dice que los chicos malos son rudos?”. Sin embargo, durante la época del hermano mayor de Manjirō, que era 10 años mayor, es decir, en los años 90, había muchas bandas de moteros y todos se peleaban entre sí. “¿Qué tienen ellos de rudos?”, se pregunta Manjirō.
Y proclama: “Justo por eso voy a crear una nueva era de chicos malos”.
Sus palabras estaban inspiradas por un ideal. Sin embargo, el Tokyo Manjikai del futuro es una organización atroz capaz de cometer cualquier delito, incluido el asesinato, sin dudarlo. ¿Por qué cambió? ¿Quién es la persona clave? ¿Cómo se podría salvar a Tachibana Hinata? Takemichi decide cambiar el futuro y convertirse en el jefe del Tokyo Manjikai.
Aunque las peleas no son lo suyo, Takemichi defiende a sus amigos y su futuro, y es por ello reconocido por Manjirō y sus amigos.
Tokyo卍Revengers ha sido adaptado al anime y al cine en una época en la que la imagen de “los chicos malos” no es tan positiva y ha vendido más de 70 millones de ejemplares (en enero de 2023).
Este manga no es en absoluto una obra que elogie la violencia. En la historia, se describe una cadena de actos violentos que va atrapando a las personas y las sumerge en una mayor oscuridad. Y su trama hace que nos planteemos todo el rato qué cosas son realmente importantes para las personas.
Sin embargo, también es cierto que las historias de “chicos malos” teñidas de sangre, violencia, amistad y traición han capturado a los lectores actuales. ¿Qué significa ese hecho? Hoy han surgido nuevas formas de maldad, como las organizaciones criminales llamadas hangure (muchos de los cuales proceden, al parecer, de bandas de motoristas) y los rincones más oscuros de internet. ¿Qué ha perdido la sociedad actual y qué es lo que busca? Puede que en el futuro, dentro de 12 años, quede claro el significado del gran éxito de esta obra.
¿Volverá a resurgir el género del yankee manga? La evolución del “mundo de los chicos malos” también es importante para observar las tendencias del futuro de la sociedad japonesa.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Una pandilla de motoristas (bōzōzoku) cuyo apogeo fue durante la década de 1980. A menudo se habla de ellos como sinónimo de “chicos malos” y “yankees”, pero en sentido estricto su modo de vida es diferente. Fotografía cortesía de la Policía de la Prefectura de Hiroshima / Jiji Press)