Los distintos actos a lo largo del año en Japón
‘Kannazuki’: octubre
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El primer día del jabalí y el kotatsubiraki
El primer día del jabalí —gencho— de octubre era también el día del kotatsubiraki (literalmente, la apertura del brasero); esto es, la jornada en la que se sacaban los utensilios relacionados con la calefacción y, por lo tanto, el inicio de los preparativos para recibir el invierno. Según el calendario actual, en 2024 cae el 1 de noviembre. A pesar de que Japón no es un país muy septentrional y, por consiguiente, habrá quienes piensen que es pronto para usar el brasero durante el decimoprimer mes, en el período Edo (1603-1868) la estación invernal llegaba temprano y ya hacía frío a esas alturas del año.
En la antigua China todo se dividía en dos: el yin y el yang. Según la teoría del yin yang y los cinco elementos —madera, fuego, tierra, metal y agua—, el jabalí se clasificaba bajo esta última. En aquel entonces el brasero se calentaba introduciendo carbón en él, de ahí que se convirtiera fácilmente en un foco para los incendios. Así pues, se consideraba que sacar el brasero el primer día del jabalí traía buena suerte, dado que el agua tenía la capacidad de prevenir el fuego.
Asimismo, con el objetivo de rezar por la buena salud y una descendencia numerosa, existía la costumbre de comer un dulce llamado inokomochi. Las hembras de jabalí parían muchas crías, de modo que la gente quería gozar de la misma dicha. A día de hoy las tiendas de dulces tradicionales con muchos años de historia siguen vendiendo los pastelillos inokomochi, decorados con unas rayas que recuerdan al pelaje de los jabatos.
Por otra parte, los niños disfrutaban golpeando el suelo con haces de paja, entre otros materiales. El objetivo de este juego era despertar la fuerza de la tierra. Según cuentan algunas personas, esto motivaba a los vecinos de la zona a darles inokomochi. Esta práctica, que recuerda a los festivales relacionados con las cosechas, tiene un cierto parecido con Halloween que resulta sumamente interesante.
Ebisu-kō: los festivales en honor a Ebisu para que los negocios gocen de prosperidad de cara al final del año
En octubre las deidades sintoístas de todos los santuarios del país se congregan en el Gran Santuario de Izumo, de ahí que este mes se denomine Kannazuki (literalmente, el mes en el que los dioses están ausentes). A decir verdad, son pocos los santuarios sintoístas que celebran festivales durante estos 31 días.
Entonces, ¿quién se encarga de proteger al pueblo en el día a día durante este período de ausencia divina? Dicha tarea le corresponde a Ebisu, de ahí que el 20 de octubre se celebren festivales en su honor, los llamados Ebisu-kō.
Los comerciantes sentían un fervor especial por estas celebraciones, dado que se creía que Ebisu era la deidad de los negocios. Consecuentemente, organizaban estos festivales en honor al dios e invitaban a su clientela a participar en ellos. Al darle a Ebisu pargos japoneses como ofrenda, los asistentes se dividían en dos grupos —vendedores y compradores— y se llevaban a cabo muchos intercambios comerciales entre ambos. Si un trato de compraventa se zanjaba a un precio elevado, los presentes armaban un gran alboroto. Así pues, podría decirse que este acto de carácter anual tenía por objetivo que los negocios gozaran de prosperidad de cara al final del año. Cuando se acerca el último período anual, los comerciantes y los maestros artesanos llegan al cenit de su ajetreo, por lo que estos festivales se convertían en una celebración previa a dicho trajín.
Aunque existen diversas teorías sobre los orígenes de Ebisu, fue alrededor del período Muromachi (1336-1573) cuando se empezó a pensar que este guardaba relación con Hiruko, deidad que aparece en el Kojiki (Crónicas de hechos antiguos).
Según el Kojiki, cuando Izanagi e Izanami crearon Japón, nació Hiruko. Como este tenía una discapacidad física, lo subieron a bordo de una barca de caña y lo echaron al mar desde la isla de Onogoro (supuestamente, la isla de Awaji). El oleaje arrastró la embarcación hasta la actual Nishinomiya (Hyōgo), donde construyeron un santuario para consagrar a su pasajero. El santuario de Nishinomiya se considera el principal lugar de culto a Ebisu de todo el archipiélago nipón.
Dado que la deidad arribó arrastrada por las olas, se la tiene por un yorigami; esto es, un dios que llegó por vía acuática procedente de otro lugar, de ahí que se lo considere el dios del mar. De hecho, sorprende que en algunas zonas de Japón se lo venere como el dios de la pesca. Por otra parte, con el desarrollo del comercio, se convirtió en una deidad portadora de buena suerte en lo relacionado con la prosperidad de los negocios; los Ebisu-kō surgen precisamente de esta transformación.
Como puede verse, el caso de Ebisu es peculiar, pues se trata de una deidad multifacética: es un dios protector de la pesca y los negocios, una de las siete deidades de la buena fortuna… Además, la cara de Ebisu, representada con los ojos rasgados y una sonrisa en la boca, se ha vuelto muy popular entre la gente de a pie.
Por si esto fuera poco, el 19 de octubre, víspera de los Ebisu-kō, el santuario Takarada Ebisu, situado en un barrio de Edo llamado ōdenmachō (Nihonbashihonchō en la actualidad), albergaba un mercadillo. Llamado Bettaraichi (mercado del bettara), a veces se lo considera un Ebisu-kō en sí.
El bettara es un encurtido que se elabora con daikon. Para ello, primero se sala este tipo de rábano y luego se encurte con komekōji (arroz cocido al vapor inoculado con el hongo kōji) y azúcar. Según el Libro ilustrado sobre las costumbres de Edo, el día del mercado los varones jóvenes caminaban sacudiendo los rábanos daikon encurtidos, que llevaban sin cortar y atados con una soga. Entretanto, sus contrapartes femeninas evitaban las aglomeraciones, dado que no querían tocar los posos del komekōji: al parecer, temían que estos se pegaran al kimono. Esto, a su vez, dio lugar a que el mercado recibiera también el nombre de Bettariichi, que podría traducirse como “mercado pegajoso”.
Sumo para recaudar fondos en el templo Ekō
El templo Ekō (Ryōgoku) albergaba dos veces al año —en primavera y otoño— un torneo de sumo con el objetivo de recaudar fondos (kanjin zumō en japonés); cada edición duraba diez días y la otoñal solía llevarse a cabo a finales de octubre. Este templo se convirtió en sede de la competición en 1833. Hasta entonces se organizaba en los santuarios Tomioka Hachiman y Shiba Shinmei, entre otros lugares.
El sumo para recaudar fondos es el prototipo de los grandes torneos de esta disciplina que se celebran en la actualidad. El kanjin de “kanjin zumō” tiene el mismo significado que el del vocablo “kanjinchō”, un ardid al que recurrió Musashibō Benkei durante la huida a ōshū del grupo de Minamoto no Yoshitsune, y hace referencia al acto de recaudar fondos para financiar la construcción y la reparación de templos budistas y santuarios sintoístas. En otras palabras, el objetivo de los torneos de sumo era donar la colecta a estos lugares de culto religioso. Además, la persona encargada de controlarlos era el comisario del shogunato responsable de los templos budistas y los santuarios sintoístas.
Los hombres eran los únicos que podían presenciar los combates: las mujeres lo tuvieron prohibido hasta la era Meiji (1868-1912). Sin embargo, a día de hoy siguen sin poder pisar el ring. Al público masculino le hervía la sangre al ver cómo se enfrentaban los luchadores, de grandes dimensiones. Consecuentemente, el templo Ekō era un crisol de pasiones.
Algunos de los luchadores que gozaron de mayor popularidad durante los períodos Tenmei (1781-1789) y Kansei (1789-1801) fueron Tanikaze, Onogawa y Raiden, mientras que en el período Ansei (1855-1860) destacó Shiranui. Por otra parte, se cree que las 48 técnicas para derrotar al rival que se conocen en el sumo actual ya se habían asentado en torno al período Genroku (1688-1704).
Como hemos visto, la historia y las tradiciones de los grandes torneos de sumo se remontan a tiempos antiguos. La pasión con la que el público aplaude los esfuerzos de los luchadores sigue viva.
Bibliografía
- Libro ilustrado de las costumbres de Edo a través del ukiyo-e, supervisado por Satō Yōjin y editado por Fujiwara Chieko (editorial Kawade Shobō).
- Adaptación a la lengua moderna del libro ilustrado sobre las costumbres de Edo, de Kikuchi Kan’ichirō (Utagawa Hiroshige IV) y Kobayashi Shōjirō (editorial Kadokawa Sofia Bunsho).
- Enciclopedia de los dioses de Japón (editorial Kōsaidō).
Imagen del encabezado: Luchadores subiendo al ring en la edición de 1849 del torneo de sumo que se celebraba en el templo Ekō en Ilustración de la entrada al ring durante un gran torneo de sumo para recaudar fondos, propiedad de los Archivos Especiales de la Biblioteca Central Metropolitana de Tokio.
(Traducción al español del original en japonés)