Verdades y mentiras del ‘sankin-kōtai’
Las mansiones de los daimios en Edo, centros de difusión cultural
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Una ciudad solitaria en tiempos de Iemitsu
En el tomo 62 del Tokugawa Jikki (“Crónica de hechos de los Tokugawa”), que narra la historia oficial de la época, Yoshimune, octavo shōgun de la dinastía, hace este comentario sobre la costumbre del sankin-kōtai, que obligaba a los señores feudales del país a repetir visitas a Edo y residir periódicamente en la metrópolis: “Hasta la época del Taiyūin [nombre póstumo del tercer shōgun, Iemitsu], Edo era una ciudad solitaria con escasa apariencia de capital. [Instaurar el sankin-kōtai] fue una estrategia urdida por sus ministros y asesores para dar vitalidad a la urbe”. El libro plasma perfectamente la idea que Yoshimune tenía de la ya arraigada costumbre.
Llamados a Edo, los daimios recibían una mansión y terrenos en los que debían residir periódicamente. Congregando así alrededor del castillo de Edo a lo más selecto de la clase samurái de todo el país, fue posible dotar la metrópoli de esa vitalidad que se echaba en falta.
No menos importante es el detalle de que se hacía venir a los daimios con sus esposas e hijos, además de con sus vasallos, lo que hacía necesario disponer de varias mansiones. Según las funciones que desempeñaban y su cercanía al castillo, las mansiones se dividían en tres niveles (alto, medio y bajo) y algunos daimios tenían mansiones en los tres. Las mansiones tenían el tratamiento de residencias oficiales administrativas del bakufu (Gobierno del shōgun), pero los familiares de los daimios eran algo así como “rehenes” del régimen y, como tales, sometidos a permanente vigilancia.
Con tan gran número de daimios, y familiares y vasallos de estos, es lógico que también muchos comerciantes se establecieran en Edo y que la ciudad recibiera un gran impulso económico. Se crearon así muchos puestos de trabajo que atrajeron a grandes masas de personas de las clases sociales inferiores y Edo adquirió por fin todo el aspecto y dinamismo de una capital.
No se sabe a ciencia cierta que Iemitsu instaurase conscientemente la costumbre del sankin-kōtai con la intención de que sirviera de motor al desarrollo de Edo, pero es significativo que uno de sus sucesores lo interpretase así.
Edo, fuente de información y actualización de conocimientos
Además, con tantos samuráis yendo y viniendo entre su tierra y Edo, se creó un flujo informativo continuo entre la urbe y la periferia. Las mansiones de los daimios funcionaban como verdaderas “estaciones repetidoras” desde las que se “radiaban” a los respectivos feudos las últimas novedades en todas las ramas del saber.
Es conocido que los han (feudos, señoríos) regentaban hankō (escuelas para educar a los hijos de los samuráis), pero el hecho de que establecieron algunas escuelas también en Edo no lo es tanto. Tal fue el caso del han de Hirosaki, que a la escuela existente en su territorio sumó una segunda en Edo en 1797 a la que llamó Kōdōkan (distíngase de la homónima formada por el han de Mito) para dar formación a los jóvenes del feudo residentes en Edo. Otro han, el de Matsushiro, en Shinano, si bien no estableció formalmente una escuela, se tiene constancia de que organizaba seminarios en la mansión del daimio, a los que invitaba a maestros confucianos del bakufu para que impartieran sus enseñanzas.
El octavo señor del han de Matsushiro fue Sanada Yukitsura, hijo del impulsor de las reformas de Kansei, Matsudaira Sadanobu, y biznieto del shōgun Tokugawa Yoshimune. A los 25 años, fue adoptado por los Sanada, que no tenían quien heredase su feudo. Era, pues, por linaje, un señor feudal aperturista y amigo del saber. Bajo el liderazgo de personas como él, muchos samuráis residentes en Edo retornaban a sus señoríos de origen con una buena cosecha de conocimientos y experiencias.
Asimismo, la costumbre del sankin-kōtai abrió también a la elite de los jóvenes samuráis de todas las regiones de Japón las puertas de la Shōheizaka Gakumonjo, una prestigiosa institución educativa del bakufu situada en el barrio capitalino de Yushima, donde se formaron muchas generaciones de líderes. Uno de ellos fue Fujino Kainan, hijo de un samurái del señorío de Matsuyama, en Iyo, que a su regreso de Edo se hizo cargo de la escuela del han. El han de Matsuyama tenía una relación muy estrecha con el bakufu, pues el linaje de sus señores emparentaba directamente con Matsudaira Sadayuki, quien a su vez era sobrino de Ieyasu, fundador de la dinastía Tokugawa. Cuando los líderes del nuevo Gobierno Meiji iniciaron las hostilidades contra el ejército del bakufu en la batalla de Toba-Fushimi (1868), todo hacía pensar que el han de Matsuyama apoyaría al bakufu. Sin embargo, paradójicamente, el olfato político y la visión de futuro que Fujino había adquirido precisamente en aquella institución escolar creada por el bakufu inclinó a los dirigentes del feudo a tomar el bando del nuevo Gobierno Meiji, que a la postre fue el vencedor.
Ejemplos de elementos culturales transmitidos a las regiones
La transmisión de elementos del centro a la periferia se observa también en otros muchos aspectos de la vida cultural japonesa. Tenemos, por ejemplo, la receta gastronómica del tsukudani, una forma de conservar el pescado que nació en Tsukudajima, barrio situado en la desembocadura del río Sumida, que vierte a la bahía de Edo. Los pescadores locales crearon esta receta para conservar y poder consumir lentamente los pescados de pequeño tamaño que no lograban comercializar. Su fama se extendió rápidamente por Edo y de allí, como souvenir portado por los daimios y samuráis que iban y venían en el sankin-kōtai, por todo el país.
A finales del siglo XVIII el volumen de pesca en Tsukudajima comenzó a reducirse y algunos pescadores del área se mudaron a otras zonas costeras del país, siguiendo en muchos casos a los daimios y samuráis estacionados en Edo. Estos pescadores continuaron produciendo tsukudani con los pescados y mariscos de sus regiones de adopción, producto que en muchos casos era vendido en Edo. Es un buen ejemplo de cómo el sankin-kōtai contribuyó a ampliar el área geográfica de ciertos elementos de la gastronomía.
Los daimios y samuráis que participaban en el sankin-kōtai conocieron muchas cosas nuevas también a lo largo de sus desplazamientos y cabe pensar que muchos de los usos y costumbres vigentes en las localidades donde pernoctaban, así como algunos elementos de la cultura local de estos pueblos y ciudades, se transmitieran a otras zonas.
En la siguiente entrega trataremos el tema de los caminos que unían Edo con las provincias y de las posadas y estaciones de postas que los jalonaban.
Fotografía del encabezado: Grabado Kagatobi no zu, de Utagawa Toyokuni, que representa a una cuadrilla de constructores contratada en Edo por el han o señorío de Kaga. Al fondo, una de las mansiones en Edo del han, que servía de base intermedia en el camino recorrido por la comitiva del daimio en sus idas y venidas entre Edo y el señorío. La puerta de la mansión es la actualmente famosa Akamon de la Universidad de Tokio. (Colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta)