Escenas olímpicas de un famoso locutor japonés: recuerdos con deportistas y sucesos detrás de cámara
Recuerdos de un locutor: las enfermedades que han puesto en vilo a los Juegos Olímpicos en el pasado
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Una barrera legal insuperable
Las competiciones ecuestres de los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 nos regalan un ejemplo de cómo las enfermedades pueden afectar de alguna manera los encuentros deportivos. Según la legislación de cuarentena de Australia, para que los caballos extranjeros pudieran ingresar en el país, tenían que haber pasado más de seis meses en Reino Unido, Irlanda o Nueva Zelanda, lo cual ocasionó oposición por parte de otros países.
Las embajadas australianas aseguraban que esta medida se tomaba teniendo en mente principalmente a la ganadería, la industria principal del país, así como la protección medioambiental de flora y fauna particulares, por lo que en un principio las opiniones se dividieron entre eliminar las competiciones ecuestres de esos Juegos Olímpicos o que estas se celebraran en otra ciudad. A pesar de las diversas reuniones que se llevaron a cabo, no se logró que se flexibilizara la legislación australiana para Melbourne 1956.
Al final, las competiciones de equitación se llevaron a cabo en Estocolmo, Suecia, en junio, y las demás disciplinas de los Juegos Olímpicos se celebraron en Melbourne en otoño de 1956. En esa ocasión, el Comité Olímpico Internacional (COI) se enfrentó a una división, pero hoy, desde el momento en el que las ciudades presentan su candidatura, se estudia y se toman las medidas necesarias para que las legislaciones nacionales no obstaculicen las competiciones.
También en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964
La propagación del cólera empezó a generar preocupación antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, hace 56 años. Esta enfermedad bacteriana era conocida desde la década de 1800, y en 1964 no solo ya se contaba con un tratamiento sino que también se realizaba una campaña de vacunación.
Sin embargo, antes de los Juegos Olímpicos fue noticia un brote de esta enfermedad e incluso se registraron contagios dentro de Japón. El entorno higiénico no era lo suficientemente avanzado y tanto el nivel de los sistemas sanitarios como el conocimiento de las patologías y las condiciones de salud de las personas eran diametralmente diferentes a los de ahora. Aproximadamente dos meses antes de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 el comité organizador empezó a vacunar a cerca de 12.000 personas implicadas en la competición, pero incluso poco después de la inauguración se registraron casos de pacientes de cólera en la prefectura de Shizuoka. Esto generó preocupación entre las personas involucradas, pero el Ministerio de Salud y Bienestar dio por terminado el brote durante el periodo de los Juegos Olímpicos, por lo que estos pudieron continuar sin afectaciones importantes.
Sida
El sida no contaba con un tratamiento médico establecido y causaba mucha preocupación entre las personas. El protagonista de este caso era el jugador más representativo del baloncesto estadounidense, Magic Johnson. En el otoño de 1991, año anterior a los juegos olímpicos, dio a conocer que se retiraría de la NBA, la liga profesional de baloncesto de Estados Unidos, por padecer sida. El hecho de que una estrella de su nivel se hubiera contagiado hizo temblar al mundo del deporte.
Sin embargo, antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona, que se celebrarían al siguiente año, expresó sus deseos de participar como miembro del seleccionado estadounidense y el COI decidió otorgarle el permiso. Los medios de comunicación se hicieron eco de las declaraciones del médico del equipo de baloncesto de Australia, que aseguró que evitarían enfrentarse a Estados Unidos por temor a contagiarse con el VIH.
Como consecuencia, la asociación de medicina de Estados Unidos respondió de inmediato. Declaró que el VIH se transmitía principalmente por contacto sexual o por compartir agujas contaminadas, por lo que la posibilidad de contagiarse en un partido de baloncesto era extremadamente baja. El equipo estadounidense, conocido como el dream team, arrolló a otras selecciones y consiguió la medalla de oro.
El gran reto para los Juegos Olímpicos de Tokio
Algo más reciente es lo sucedido antes de los Juegos Olímpicos de Río 2016 con la fiebre del Zika, transmitida por mosquitos. Causaron revuelo los casos de mujeres embarazadas en Brasil que se contagiaron y después dieron a luz a niños con microcefalia de los que informó el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas. Fue tanta la inquietud que incluso seleccionados de golf y tenis dijeron que se retirarían de las competiciones por el Zika.
Sin embargo, estas enfermedades que en el pasado han amenazado a los Juegos Olímpicos tienen una diferencia sustancial con el nuevo coronavirus. Hasta el momento no se ha encontrado un tratamiento y los esfuerzos se centran en aliviar los síntomas. Además, el tráfico tanto interior como exterior de cosas y personas se expande en un amplio ámbito con una velocidad sin precedentes.
Como resultado, a nivel mundial se están tomando medidas que limitan las actividades para poder reducir la propagación del virus, algo que está repercutiendo severamente en la economía y hasta en la vida diaria. Aunque se comprende la importancia que tienen estas medidas también es necesario que se empiece a buscar una forma de reanudar las actividades protegiendo al máximo la seguridad. La preparación para los Juegos Olímpicos de Tokio, aunque se han postergado un año, está muy relacionada con la victoria contra el nuevo coronavirus.
Fotografía del encabezado: la griega Anna Korakaki, primera en el relevo de la antorcha olímpica, entrega la llama a Noguchi Mizuki, medallista olímpica de oro en Atenas (Jiji).