La abdicación del Emperador: cómo Akihito reformó el sistema de la casa imperial
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La abdicación protagonizó el titular más destacado de la Casa Imperial en la era Heisei
Hace treinta años, cuando me hallaba en el Palacio Imperial para asistir al instante que iba a dar comienzo a la era Heisei, de ningún modo hubiera podido imaginar que esta finalizaría con la abdicación del Emperador. Según una encuesta de opinión llevada a cabo en otoño de 2018 por el periódico Yomiuri Shinbun, la aprobación de la Ley Excepcional de Abdicación encabeza la lista de noticias relacionadas con la Casa Imperial en el ranking de los diez acontecimientos nacionales más emblemáticos de la era Heisei, un dato que refleja claramente el impacto que representó para la ciudadanía la aprobación de la abdicación del Emperador como medida excepcional.
Hasta que se aprobó la ley excepcional arriba mencionada en 2017, la Dieta había debatido la cuestión de la renuncia al trono imperial en múltiples ocasiones desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los motivos que esgrimían el Gobierno y la Agencia de la Casa Imperial para rechazar dicha medida eran los siguientes: 1) la coexistencia del emperador en activo y su predecesor podía crear conflictos como ya sucedió en tiempos del sistema Insei, en que el emperador abdicado retenía parte de su poder; 2) podía darse la abdicación forzada del emperador, en contra de su voluntad; 3) el emperador podía decidir abdicar de forma unilateral, sin ningún tipo de consenso. No son pocos los ciudadanos que se posicionan en contra de que el emperador abandone el trono por estos tres motivos.
A pesar de la oposición, el Emperador Akihito anunció su voluntad de abdicar en su hijo Naruhito mediante un mensaje de vídeo en agosto de 2016, el vigésimo octavo año de su mandato. El discurso, dirigido a través de los medios de comunicación a toda la ciudadanía para buscar su comprensión, se convirtió en la “emisión estrella” de la era Heisei. El hecho de que, a diferencia de las respuestas a las deliberaciones de la Dieta emitidas por el Gobierno y la Agencia de la Casa Imperial, fuera el Emperador en persona quien hablara, dejó a muchos japoneses confundidos.
El “mensaje estrella de la era Heisei” convenció a los japoneses
El mensaje de Akihito, basado en su trayectoria como emperador simbólico para los japoneses, resultó muy convincente. Estos fueron algunos de los fragmentos más destacados del discurso:
“Los efectos físicos y mentales del envejecimiento (en aquel momento el Emperador tenía 82 años) me impedirían seguir desempeñando mis funciones de emperador simbólico con la máxima dedicación, como hasta ahora.”
“Si el emperador pierde la salud y cae en un estado grave, la sociedad puede paralizarse y los ciudadanos pueden sufrir los efectos en sus vidas.”
“He expresado mi voluntad considerando la prolongada historia del trono imperial en nuestro país y con el deseo de que en adelante la Casa Imperial siga apoyando a la ciudadanía (…) y la función del emperador simbólico se perpetúe de forma ininterrumpida y estable.”
Su Majestad afirmó que el emperador no tiene autoridad política según la Constitución, mostrando así su precaución para que el mensaje no se interpretase como el desencadenante de una reforma legal o el establecimiento de una nueva ley y fuera rechazado por considerarse anticonstitucional. Con todo, sus palabras sostenían la idea de que, si deseaba abdicar en lugar de seguir en el trono hasta el final de su vida, era precisamente por el bien de la ciudadanía. Las encuestas de opinión de los periódicos mostraron que un apabullante 90 % del público estaba a favor de la abdicación y la coronación del nuevo emperador.
La abdicación se abolió en el periodo Meiji
El Emperador Akihito ha desempeñado su papel de emperador simbólico de una forma muy activa, visitando las zonas damnificadas por desastres y las tumbas de los fallecidos en la guerra. También se implicó en la solución del problema de la presencia excesiva de las fuerzas del orden, entre muchas otras cuestiones. Creo que la reforma del sistema imperial fue su última misión, a pesar de que al principio del mensaje Su Majestad declarase “Como emperador, quiero expresar lo que pienso personalmente, absteniéndome de referirme de forma concreta al sistema imperial en vigor”.
El Emperador Akihito ha expresado frecuentemente la idea de que la imagen tradicional del emperador es la de un soberano simbólico que trabaja para el pueblo, implicándose poco en la política. Lo que rompió con la tradición fue la época posterior a la Restauración Meiji, cuando Japón se apresuraba hacia la modernización y asignó al emperador un poder sin precedentes. La abdicación fue uno de los rasgos originales del sistema imperial que se eliminó durante aquella era, con la aprobación de la Constitución del Gran Imperio Japonés y de la antigua Ley de la Casa Imperial.
En su momento se consideró admitir la posibilidad de abdicar del emperador, pero se excluyó del borrador de la Ley de la Casa Imperial por la oposición de Itō Hirobumi, primer hombre en ocupar el cargo de primer ministro de la era Meiji. Itō rechazaba la idea porque temía la inestabilidad que comportaría a Japón, como nuevo Estado moderno, si se producía una abdicación por presiones de personas poderosas o si la Casa Imperial se fracturaba como consecuencia, y opinaba que, si el emperador contraía un estado de salud grave e incurable, la solución era nombrar a un regente que ejerciera sus funciones. Así fue como se abolió esta figura de sucesión imperial y nació el sistema del trono vitalicio.
Como consecuencia de la reforma del sistema de sucesión, cuando el Emperador Yoshihito (de la era Taishō) cayó gravemente enfermo, su sucesor Hirohito (Emperador de la era Shōwa, anterior a Heisei) ejerció como regente durante cinco años. Esta situación creó precedente en Japón, y muchos de los ciudadanos se convencieron de que nombrar un regente era una buena solución cuando el emperador era demasiado anciano para seguir desempeñando las obligaciones derivadas de su cargo.
Afrontar un problema que solo el emperador puede resolver
En la Constitución japonesa que entró en vigor tras la Segunda Guerra Mundial, la figura del emperador recuperó el talante original, quedando limitada a un símbolo sin autoridad política, pero otros temas tan esenciales como el sistema de la Casa Imperial y el problema de la abdicación para la sucesión se dejaron sin resolver. Más entrada la posguerra, sin embargo, el debate sobre la abdicación del Emperador Hirohito devino problemático y el tema quedó aparcado. Pasaron los años, pero la cuestión seguía resultando difícil de tratar, tanto por parte de los políticos como entre la ciudadanía. Finalmente el Emperador Akihito, con su prolongada experiencia en el trono y en la vida, se percató de que él era quien podía desencallar la situación. Pienso que por eso se decidió a dirigirse al pueblo directamente, de forma excepcional.
En el vídeo, el Emperador se declaró contrario a la medida de nombrar a un regente, afirmando que ello implica que “el emperador sigue ocupando el trono hasta el final de su vida, aun cuando no es capaz de cumplir con sus obligaciones como emperador”. Así expresó Su Majestad su propia visión sobre la función simbólica del emperador, que no adquiere sentido tan solo por la existencia del emperador, sino que este debe dedicar todas sus fuerzas a servir al pueblo mientras ocupa el trono y, cuando ya no es capaz de hacerlo, debe renunciar. Esta profunda reflexión acabó con el sistema del trono vitalicio, una anomalía en la prolongada historia del imperio nipón.
La reforma de los ritos funerarios imperiales
El Emperador efectuó otra reforma antes de atajar la cuestión de la abdicación. En 2013, tres años antes de la emisión del mensaje de vídeo, la Agencia de la Casa Imperial publicó un mensaje en que expresaba los deseos de los emperadores respecto a los mausoleos y los ritos funerarios imperiales de cara al futuro, que se resumen en dos tipos de reformas: 1) construir las tumbas del emperador y la emperatriz una al lado de la otra, reduciendo su superficie respecto a las de emperadores pasados, y 2) practicar la incineración para simplificar las tumbas.
La cuestión de la incineración del Emperador provocó un gran impacto en los japoneses. Fue una decisión que partía del hecho de que en la actualidad es la práctica funeraria más común en la sociedad y el de que históricamente los ritos funerarios para emperadores y emperatrices han alternado esta opción con la de la sepultura. Respecto a la reforma de los funerales, ni que decir tiene que se trató de una decisión que solo el propio emperador podía tomar, y que Su Majestad lo hizo pensando en aliviar la carga económica que imponen esos actos sobre los ciudadanos.
Un chambelán que trabajó muchos años para el Emperador Hirohito me explicó que la máxima función del emperador es “legar a su sucesor el trono que heredó de su predecesor”. Puede parecer algo totalmente obvio, pero constituye el secreto de la continuidad del imperio más antiguo del mundo. El Emperador Akihito será el quincuagésimo noveno soberano en abdicar, de los ciento veinticinco que ha visto la historia de Japón hasta la fecha. El hecho de que casi la mitad de los emperadores anteriores cediesen el cargo en vida demuestra que, a pesar de ser algo excepcional, esta práctica constituye un sistema perfectamente válido para asegurar la perpetuación del trono.
Seguramente son muchos los japoneses que esperan con impaciencia observar la trayectoria del Emperador Akihito en la nueva era, una vez retirado. Estoy convencido de que, al entregar el relevo del trono, recuperando un proceso que no se ha utilizado en doscientos dos años, es perfectamente consciente del esfuerzo que le exigirá asumir su nuevo papel de ahora en adelante.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: el Emperador Akihito, acompañado por la espada y la joya, dos de los tres tesoros imperiales, visita el Santuario de Ise en la prefectura de Mie el 18 de abril de 2018 para informar sobre su abdicación a las deidades ancestrales de la familia imperial. © Jiji.)