
‘37 Seconds’: el primer largometraje de la directora Hikari deslumbra a Hollywood
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El ascenso hacia el éxito
La directora de cine Hikari, una de las cineastas japonesas que más atención está captando entre los cinéfilos a nivel mundial, debutó realmente en su país natal en 2019. Hikari estudió cine y dirección en la Universidad del Sur de California, alma máter de George Lucas. Como trabajo de fin de carrera dirigió un cortometraje ambientado en el Japón de posguerra, en el cual narró la historia de amor homosexual de una mujer basada en su propia abuela. Tsuyako (2011), de 23 minutos de duración, ha sido proyectada en más de cien festivales por todo el mundo, y ha logrado más de cincuenta premios. Tras el éxito del cortometraje Hikari también ha recibido premios por diversas obras audiovisuales, y su fama internacional en el mundo del cine ha seguido creciendo.
“Para cuando terminé de rodar Tsuyako me di cuenta de que en realidad me gustaría haber hecho un largometraje. Pero para rodar una película de posguerra se necesita bastante dinero; yo no quería hacer las cosas a medias. Quizá otra historia, con más atractivo para el público general, que pudiera rodar por poco dinero (risas). Pasé varios años muy ocupada, pero también escribía un guion al año, más o menos”.
37 Seconds, el primer largometraje de Hikari ©37 Seconds filmpartners
Uno de esos guiones se convertiría en 37 Seconds, su primer largometraje. Hikari participó en un taller del programa de ayuda a cineastas independientes de la mano del Sundance Institute y la cadena NHK, y bajo la supervisión de expertos pudo perfeccionar el guion.
“Creo que al final todo consiste en ir paso a paso. Un día me di cuenta de que ya había echado a andar, y era capaz de seguir por mí misma”.
En abril de 2017 Hikari ya había logrado la suficiente confianza como para empezar a preparar en serio el rodaje del largometraje. Sin embargo, por mucho que partiera de un presupuesto barato, reunir la financiación necesaria no iba a resultar sencillo.
“Había completado el guion y llegado a reunir el equipo, pero en la fase de búsqueda de fondos me topé con una pared. En Estados Unidos es difícil que te escuchen, si aún no has dirigido ni un solo largometraje y además tu proyecto no está en inglés. Tras cerca de medio año decidí que la única forma de conseguir el dinero era volver a Japón, con la firme decisión de no regresar a Estados Unidos hasta haber completado el proyecto. Pensé que, si la película no iba bien, abriría un puesto de okonomiyaki (tortillas a la japonesa) en Los Ángeles (risas)”.
No quería hacer un drama lacrimógeno
Hikari coprodujo la película con Yamaguchi Shin, alguien en quien la cineasta deposita una gran confianza por haber participado en un gran número de coproducciones internacionales de presupuesto grande o limitado, así como por contar con una gran experiencia en proyectos internacionales en Los Ángeles. Finalmente la directora logró el apoyo de la NHK, cuya ayuda había conseguido anteriormente para completar su guion en el taller, cadena que le proporcionó además fondos en calidad de producción conjunta internacional.
“No quise formar un comité de producción para la película porque no quería que los inversores tuvieran voz y voto sobre las decisiones creativas. Contar esta historia con una actriz que realmente sufre una discapacidad era mi punto de partida más esencial para el proyecto, y si me lo hubieran negado no habría tenido sentido rodar la película. Shin tampoco se sentía cómodo con la idea, pero lo convencí para que creyera en mí”.
Kyōko (Kanno Misuzu) es madre soltera, y cuida a su hija Yuma (Kayama Mei), de 23 años ©37 Seconds filmpartners
Yuma, la protagonista de 37 Seconds, tiene 23 años. En el momento de su nacimiento, durante tan solo 37 segundos, su respiración se detuvo, y eso le provocó una parálisis cerebral. Tras crecer y convertirse en una mujer adulta, continúa viviendo con su madre, una mujer demasiado protectora. Yuma, dependiente de su silla de ruedas para moverse pero bendecida con una fértil imaginación y una gran habilidad para dibujar, logra un poco de dinero trabajando como dibujante fantasma para un shōjo manga (manga orientado a un público formado por chicas jóvenes). La cara de la dibujante ante el mundo la pone en su lugar su amiga Sayaka, tan hermosa que podría ser una idol. A Yuma le gustaría poder darse a conocer al mundo con su propio nombre, pero aunque trata de presentarle una de sus obras, de corte más adulto, a una editora, esta la rechaza aduciendo una falta de “realismo sexual”. Decidida, Yuma llama a una profesional del sexo una noche y va con ella a un love hotel...
Itaya Yuka (izquierda), en el papel de editora de la revista de cómics para adultos ©37 Seconds filmpartners
Kayama Mei, la actriz elegida para dar vida a Yuma, sufre parálisis cerebral desde su nacimiento. Tiene el certificado de trabajadora social ©37 Seconds filmpartners
Siguiendo los deseos expresos de Hikari, la audición para la protagonista requería a mujeres que tuvieran realmente discapacidades físicas, y reunió a cerca de cien posibles actrices. Kayama Mei, la chica seleccionada para el papel, carecía de ningún tipo de experiencia ante la cámara. El día de la prueba, al comenzar con unas simples palabras, todo el equipo de la audición quedó impactado por su pureza y la fragilidad de su voz. Tras encontrar a Kayama, la directora decidió reescribir una buena parte del guion. La protagonista sufría, en la versión anterior, una lesión en la médula espinal a consecuencia de un accidente de tráfico, de modo que Hikari la cambió por una mujer nativa con parálisis cerebral, algo que alteró profundamente el desarrollo de la historia.
“Mei aparenta tener solo quince años. Pensé, dado su aire inocente, que la historia no podía centrarse en el sexo por mucho que comenzara por ahí. Yo quería contar una historia en la que ella se embarcara en un viaje para buscarse a sí misma, y al hacerlo descubriera y se diera cuenta de todo tipo de cosas. Por eso reescribí casi un 30 % del guion”.
Hikari modificó la historia original, que había tardado casi dos años en finalizar, y finalmente completó el guion en su versión definitiva, la cual cuenta una historia aún más emotiva. Sin embargo, Hikari tenía algo claro desde el génesis del guion.
“Ante todo, yo no quería hacer una película lacrimógena. Lo cierto es que se hace muy duro ver películas en las que aparecen personajes con discapacidades, ¿no? Yo no deseaba que el público llorara por ver a una persona con una discapacidad, sino que la animara por dentro al verla luchar pese a su discapacidad. Incluso aunque no se tratara de una persona con discapacidad: la protagonista es una chica que desea lograr ciertas cosas, tiene muchos problemas en su familia, se enfrenta a todo tipo de dificultades y avanza con optimismo. La historia que yo quería contar era la de ese camino abierto ante ella”.
Y, tal como asegura la directora, la película es un cuento lleno de luz, y el corazón abierto de las diferentes mujeres con las que Yuma se va encontrando en su viaje lo llenan de encanto. La editora de la revista de cómics para adultos o la chica de compañía especializada en servicios sexuales a clientes con discapacidades, por ejemplo, lejos de tratar a Yuma con lástima la consideran una compañera más joven en el juego de la vida, y la animan a continuar en su camino.
“Yo misma he tenido muchas experiencias en la vida, desde momentos muy duros hasta otros felices; por eso creo que es necesario poder reír con las cosas pequeñas, y añadí ese tipo de elementos a varias escenas y diálogos. Quería también retratar a las mujeres que rodean a Yuma como fuertes mujeres trabajadoras, capaces de hacer bien cualquier trabajo. Yo también quiero ser así, de modo que intenté crear una imagen femenina que las jóvenes puedan identificar como modelo”.