‘Namibia no sabaku’: una emotiva aventura de Yamanaka Yōko, la “niña prodigio” del cine japonés
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Namibia no sabaku (“El desierto de Namibia”) es el primer largometraje profesional que dirige Yamanaka Yōko; aunque hacía ya casi siete años que la industria cinematográfica mundial esperaba una nueva película suya, desde que rodara en 2017 su primera cinta independiente, Amiko, y causara una fuerte impresión entre los críticos.
Poco después de cumplir 20 años Yamanaka presentó Amiko a la sección a concurso del Festival Internacional de Cine Pia (PFF, por sus siglas en inglés), un festival de cine independiente que sirve de puerta de acceso al éxito para jóvenes directores japoneses. Con tan solo 19 años, medio año después de graduarse en el instituto, escribió ese mismo otoño su primer guion y pasó los siguientes seis meses reuniendo el equipo, haciendo audiciones, rodando y montando la película como si el proceso entero fuera una carrera.
La película, que provoca la sensación de llevar grabado directamente en sus imágenes el rápido ritmo de su producción, obtuvo dos galardones en los premios del PFF en 2017: el Premio del Público y el Premio Hikari TV. Ese segundo premio, hay que decir, se concede a películas que se atreven con las últimas tecnologías y nuevos métodos de expresión para narrar sus historias, sin limitarse a conceptos o marcos existentes, según explica el propio festival.
Posteriormente, Amiko fue elogiada en varios festivales internacionales de cine; Yamanaka fue la directora más joven jamás invitada a participar en la sección Forum del Festival Internacional de Cine de Berlín. El difunto Sakamoto Ryūichi, que viera la película en Nueva York, fue uno de los muchos sorprendidos por aquella nueva sensación. En su momento, comentó: “Estoy impaciente por ver qué otras películas hace en el futuro”.
Aunque la presencia de la prometedora actriz Kawai Yūmi puede resultar interesante, si el espectador no ha visto Amiko quizá carezca de muchas expectativas al saber que se trata de una nueva película de Yamanaka Yōko.
La intensa brillantez en bruto que lleva una película independiente suele morir cuando se trata de repetir el éxito con un equipo y un reparto profesionales para una película comercial. Sin embargo, Yamanaka no se dejó amilanar por los desafortunados precedentes de otros directores, ni dejó de aumentar la escala y la potencia de su primera película comercial, Namibia no sabaku, que presentó en Cannes; allí fue galardonada con el Premio FIPRESCI.
Es la sexta persona nacida en Japón en ganar el premio, tras Kurosawa Kiyoshi (Kairo) y Hamaguchi Ryūsuke (Drive My Car), y la mujer más joven en recibirlo, independientemente de su nacionalidad. Es justo decir que la industria cinematográfica japonesa ha encontrado por fin a alguien que en verdad se merece el apelativo de “niña prodigio”.
Un nuevo tipo de heroína de la mano de Kawai Yūmi
Entre la directora y la actriz protagonista, que trabajan juntas por primera vez en Namibia no sabaku, había ya cierta historia. Siete años atrás Yamanaka recibió una carta de Kawai Yūmi, estudiante de tercer curso de instituto tan impresionada por Amiko que le escribía sobre su determinación de convertirse en actriz. Debió de ser algo muy inspirador para la directora ver a aquella chica cumplir su promesa unos años más tarde, y hacerse cada vez más potente en la pantalla, con el paso de los años.
Yamanaka empezó a concebir su nueva película en torno a Kawai desde la fase de planificación. El proyecto terminó por hacerse realidad, y como camaradas inseparables crearon una nueva imagen de heroína, sin parangón en el cine hasta el momento.
La protagonista es Kana (Kawai), de 21 años. Una amiga la cita en una cafetería para hablar de cierto asunto serio, pero ella se muestra distraída, reacciona a detalles que no tienen que ver con el tema en cuestión, se deja llevar por las voces que la rodean y no parece resonar en absoluto con el estado emocional de su interlocutora.
Sin embargo, cuando tras la charla la amiga le dice a la hora de despedirse que no quiere quedarse sola, Kana no es tan fría como para rechazarla. Pero aunque la lleva a un club de alterne, al cabo de un rato sale del local sin ella: había quedado con un hombre cerca de allí.
Esa relación parece no haber hecho más que empezar. Cuando se despide de ese hombre (Kaneko Daichi), con el que ha pasado un rato muy dulce, la está esperando su novio, con quien comparte piso (Kan Ichirō). Al llegar la mañana la magia de la noche anterior se ha desvanecido; Kana pedalea en su bicicleta con un cigarrillo entre los labios, y se dirige al trabajo. En el salón de belleza donde trabaja, se relaciona con los clientes según mandan los cánones y realiza cada acción sin expresión; así el día pronto llega a su fin.
Un manantial en el oasis
Habiendo visto hasta aquí los veinte minutos introductorios el espectador es ya incapaz de apartar los ojos de cada movimiento de Kana. En poco tiempo verá cómo sus relaciones se ven transformadas por una serie de acontecimientos. Cada tirón que surge de su corazón, de un momento a otro, se va clavando como si de espinas se tratara, y ya no puede desprenderse; esas espinas van desgarrando poco a poco el interior de Kana, y la historia adquiere un nuevo aspecto de suspense psicológico.
El espacio íntimo entre Kana y su novio se ve amenazado sin cesar por el mundo que los rodea. Cuando salen a la calle y se mezclan con la gente los bombardean con palabras, gestos y miradas cuyo verdadero significado no pueden leer, y al fijarse bien pueden ver signos de malicia por todas partes. Estos sucesos, aparentemente inconexos, están en realidad conectados por una lógica sutil que se percibe a través de la vida interior de Kana. Yamanaka describe con habilidad estas emociones en eterno movimiento.
El diálogo no es una simple herramienta para explicar con comodidad los pensamientos y sentimientos de los personajes. Al igual que las palabras que utilizamos en nuestra vida cotidiana, son una señal que incita a los demás a realizar alguna acción, o simplemente un medio de pasar el tiempo con ellos sin propósito concreto. Las emociones que quedan sin explicar, como en un limbo, acaban explotando en violencia.
Namibia no sabaku es una película que aborda la expresión de las emociones con extraordinaria riqueza y variedad. En comparación, muchas películas se han entregado a expresiones mediocres de los sentimientos humanos. En nuestros corazones cargamos constantemente con emociones que no pueden llegar a expresarse con lágrimas, sonrisas o gritos; Yamanaka hace que el público capte esas complejas emociones, que fluctúan como olas, mediante el uso de diálogos casuales, expresiones faciales, acciones y diversos planos.
La narración permite al espectador asomarse a las oscuras profundidades de la mente y luego se aleja con un sentido del humor único; constituye un salto refrescantemente ligero desde la impetuosa ética de la sociedad japonesa reciente, la cual hace añicos. Para algunos puede ser la mejor película de madurez que hayan visto en años. Son este tipo de obras, llenas de una misteriosa novedad, las que tienen el poder de conmover al mundo. La aparición de Yamanaka y Kawai, dos talentos con una mirada aguda sobre la época y la sociedad actuales, y con expresiones y cuerpos capaces de resistirla, debe sentirse como algo en lo que confiar.
Información de la película
- Guion y dirección: Yamanaka Yōko
- Reparto: Kawai Yūmi, Kaneko Daichi, Kan Ichirō
- Año de producción: 2024
- País: Japón
- Dirección de producción y distribución: Happinet Phantom Studio
- Página web oficial (en japonés): https://happinet-phantom.com/namibia-movie/
Tráiler
(Traducido al español del original en japonés.)