‘Sakurairo no kaze ga saku’, un filme inspirado en Fukushima Satoshi, el primer profesor sordociego
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El profesor Fukushima no nació con ninguna discapacidad; fue perdiendo la vista y el oído progresivamente: el ojo izquierdo a los tres años, el derecho a los nueve, el oído derecho a los catorce y el izquierdo a los dieciocho. Pese a haberse convertido en sordociego total, conserva en su memoria las imágenes que antes veía, y las voces y sonidos que escuchaba. No tiene ninguna discapacidad en su habla.
Tuvo, por otro lado, experiencias de pérdida muy severas, precisamente porque su discapacidad no era congénita. Las sufrió varias veces, la última durante su adolescencia, una época en la que somos muy impresionables; aquel debió de representar un dolor inimaginable para él. La película retrata el drama de un joven que supera estas dificultades y crece, y de su madre que lo cuida.
La primera mitad de la cinta muestra la angustia de Reiko (Koyuki), la madre de Satoshi, que permanece a su lado desde que comienzan a diagnosticarle su primer problema en los ojos, a los tres años, y cuando se queda ciego, a los nueve, y la segunda parte se centra en su historia cuando ya ha crecido. Satoshi acepta su discapacidad y crece activo y brillante, y deja su ciudad natal en la prefectura de Hyōgo para transferirse a una escuela para ciegos en Tokio, donde disfruta de su juventud mientras vive en un dormitorio escolar. Sin embargo, en el invierno del año en que cumple dieciocho termina por perder su capacidad auditiva, que había sido para él un verdadero salvavidas. La película describe cómo supera Satoshi ese impacto y se convierte en la primera persona sordociega de Japón en estudiar en la universidad, con el apoyo de Reiko y su familia.
El sentido de la vida, a los dieciocho
La historia se basa en un registro escrito por la propia Reiko, bajo el título Satoshi wakaru ka (“¿Entiendes a Satoshi?”; 2009, Asahi Shinbun Ed.), que en la actualidad se puede adquirir como libro electrónico. Fukushima recuerda, sobre la planificación de la película:
“Cuando hablábamos de hacer la película me dijeron que el libro de mi madre serviría como material original, así que pensé que yo no podía comentar nada al respecto. Aunque había colaborado en todos los aspectos de la elaboración del libro, había cosas que no sabía, como detalles de mi infancia. Creo que se pudo hacer la película precisamente porque partía del punto de vista de mi madre”.
Sakurairo no kaze ga saku nos muestra a una madre que cría a su hijo con discapacidades, como protagonista, lo cual la convierte en una obra con la que es fácil simpatizar. ¿Cómo se sentía el hijo acerca de su madre?
“Creo que debió de ser un gran trabajo, tener que hacer todas las tareas del hogar y cuidar además de mis dos hermanos mayores. Eso también se muestra en la película, donde además me di cuenta de que para mi madre la pérdida de mi visión fue algo aún peor que la del oído. Para mí fue por supuesto un golpe tremendo perder la vista a los nueve años, pero aún me quedaba el mundo del sonido. Pero como aún era pequeño pude adaptarme, creo”.
De hecho, en la primera mitad de la película, el niño ciego muestra una mente sorprendentemente abierta. Fukushima comenzó después a perder de forma gradual su capacidad auditiva, entre los catorce y los dieciocho años, pero en la película esto se desarrolla en la segunda mitad, centrada en el período de invierno a primavera, cuando Satoshi tenía dieciocho años.
“Nací el día de Navidad; mi audición comenzó a deteriorarse repentinamente cerca de mi décimo octavo cumpleaños, en 1980. Entre enero y marzo del año siguiente, en unos tres meses, perdí casi por completo mi capacidad auditiva”.
De entre todas las duras pruebas que se sucedieron durante el crecimiento de Satoshi, una tras otra, a intervalos de entre cuatro y seis años, esos tres meses fueron los más dolorosos. Se ausentó de la escuela para ciegos y regresó a la casa de sus padres en Kobe, donde probó terapias de dieta y de ejercicio, pero nada funcionaba.
“Un ojo cada vez, un oído cada vez, y finalmente lo perdí todo, algo que fue un verdadero misterio para mí. Al principio, no podía evitar preguntarme por qué me estaba pasando eso y lamentarme. Pero en una carta a un amigo, el 14 de febrero, le escribí que si estar vivo tenía algún significado debíamos pensar que también había algún significado en estas dificultades. No pude superar mi inquietud tan fácilmente, pero una vez llegado a ese punto empecé a sentirme relativamente tranquilo”.
“Yo no voy a morir”
La salvación de Satoshi era leer libros en braille, escribir diarios y cartas. Y pensar. Al poco tiempo de quedarse sordociego, leyó La Metamorfosis, de Kafka, una obra que le dejó una impresión duradera; en la película también aparece una escena en la que Satoshi lee un pasaje en voz alta.
“Cuando leí la historia sobre el protagonista, que se despierta una mañana y descubre que se ha convertido en un insecto gigante, pensé que se trataba de mí, que yo era también una especie de Gregorio Samsa convertido en bicho. ¿Cómo podía seguir viviendo, entonces?”
Otro libro que lo impactó es Haguruma (Rueda dentada) de Akutagawa Ryōnosuke. Akutagawa escribió esta novela varios meses antes de su suicidio; muchos consideran que el protagonista representa al propio autor, y en ella se presentan de manera sucesiva numerosos signos de la muerte, que el protagonista siente en varios objetos a su alrededor.
“Es una historia oscura que a muchos lectores les da ganas de morir con solo leerla, pero en mi caso yo pensé que no iba a morir. Me sentí más tranquilo que si estuviera leyendo una novela de entretenimiento, alegre en apariencia. Como si te hundes hasta el fondo del mar: ahí ya no puedes bajar más. Cuando era niño fui perdiendo poco a poco mi vista y mi oído, y cuando finalmente quedé sordociego por completo sentí una especie de alivio, paradójicamente: era una especie de punto de partida desde el que no tenía más remedio que vivir”.
La historia de la película muestra a Satoshi, que pierde su oído y se ve empujado al fondo del abismo, alzándose de nuevo y logrando ser admitido en la universidad. Pero para poder llegar a ese punto la película debe, por supuesto, mostrarnos muchos días difíciles.
“En ese momento, en febrero de 1981, yo solo tenía una vaga idea: si se me había asignado una misión, tendría que cumplirla. Pensé que experimentar estas dificultades iría quizá enlazado con mi misión. En psicología llaman a esto racionalización. Creo que al intentar convencerme a mí mismo de esa idea lo que hacía era tratar de calmarme. Si no pensaba así, no podía seguir adelante”.
La luz de una nueva esperanza que se aleja
Poco después a Reiko se le ocurrió la idea de crear un braille dactilar. Se trata de un método para tocar los dedos de otra persona usando seis dedos, tres de cada mano, desde el dedo índice hasta el anular, de la misma manera que se escriben las teclas de una máquina de escribir braille. Reiko, que solía escribir braille en papel para transmitir palabras a su hijo, decidió en el acto empezar a usar este método para ahorrarse el paso intermedio. Así nació el braille dactilar, ahora consolidado como uno de los medios de comunicación para las personas sordociegas.
“Esto fue a principios de marzo de 1981. Creo que fue el 3 de marzo, pero no estoy seguro. No lo escribí en mi diario. En ese momento no pensé que fuera algo tan importante, y yo solo mostré arrogancia de mi parte: mi madre comenzó a hacer esos gestos extraños, y lo único que pensé yo fue que ya se me ocurriría a mí una manera mejor”.
A fines de marzo Fukushima regresó al dormitorio de la escuela para ciegos, y esta vez ingresó al nuevo curso de su tercer año en el instituto como estudiante sordociego. Ese nuevo medio de comunicación llamado braille dactilar se había empezado a expandir, y todos lo usaban para hablar con él y darle ánimos.
“Haz lo que puedas, no te dejes vencer... Al principio con eso bastaba, pero luego ya no era suficiente. Después de hablar un rato, se iban. Y ese patrón se repetía. Era como estar en una prisión subterránea con una pequeña ventana, por la que un visitante venía a verme, y después de hablar un poco desaparecía de nuevo. No podía entender lo que se decía a mi alrededor. Tampoco podía sentir la amplia comunicación que había tenido antes. Me sentía muy solo”.
La comunicación que se expande gracias al apoyo
Algo más tarde llegó un punto de inflexión en su vida. Aproximadamente cuatro meses después del nacimiento del braille dactilar, un compañero mayor en la escuela para ciegos le mostró cómo usarlo para ayudarse durante la interpretación. En lugar de hablar directamente a la persona sorda y ciega usando el braille dactilar, el método consistía en que alguien actuara como intérprete entre ellos y se comunicara directamente. Fukushima sintió entonces que podía recuperar ese medio de “comunicación expansiva” al que había renunciado antes. Esto también afectaría el camino que Fukushima iba a hollar en lo sucesivo.
“En ese momento no sabía aún cuál era mi misión. Incluso pensaba que yo también entraría en la universidad, como mis dos hermanos. Al ingresar en la universidad tuve una época en la que no sabía muy bien qué hacer. Pero a partir de entonces tuve una serie de extraños encuentros, y comencé a pensar que quizá mi misión en la vida era facilitar las actividades de los sordociegos, y sentí que podía lograrlo; fue entonces cuando dejé de intentar huir de todo”.
En noviembre de 1981 se dio comienzo a una reunión preparatoria de la Asociación para Caminar con Fukushima Satoshi, para apoyar su ingreso en la universidad. La Asociación Nacional de Sordociegos se estableció diez años después, motivada en parte por esa reunión. Después de graduarse en la Universidad Metropolitana de Tokio en 1987 y continuar con sus estudios de posgrado, Fukushima trabajó con dicha asociación para desarrollar apoyos a la comunicación para personas sordociegas, siguiendo el modelo de apoyo que él mismo había recibido.
“Es, por así decirlo, el desarrollo de las infraestructuras; una vez se sientan las bases, la participación de las personas sordociegas en la sociedad se convierte en una realidad. Por más que te esfuerces, hay cosas que no puedes hacer; es por eso que te acompaña una persona para ayudarte. A partir de ese punto es de donde se deben disponer las medidas de bienestar, también en Japón. El punto de partida para lograr esto fue el apoyo para la comunicación que había recibido personalmente”.
Una luz de los otros en la que encontrarse a uno mismo
La gente no puede vivir sin comunicación. Esto puede parecernos obvio, pero a la edad de dieciocho años, sin imágenes ni sonido, Fukushima experimentó una sensación similar a la de ser arrojado al espacio exterior, en solitario.
“La pérdida de la comunicación es un estado asfixiante, de sed para el alma. Por supuesto es muy aburrido no poder escuchar buena música ni ver paisajes hermosos. Pero la desconexión de la comunicación no está en ese nivel: se trata de perder toda prueba de que existes en este mundo. Es solo cuando interactúas con alguien cuando puedes ‘reflejar’ la existencia de los demás, y encontrarte a ti mismo en esa luz”.
Fukushima, ahora un profesor universitario, se especializa en el discurso del mundo sin barreras y los estudios de discapacidad, mientras ha trabajado también como representante regional asiático de la Federación Mundial de Sordociegos, a la que pertenece desde hace más de veinte años; este otoño le cedió el puesto a su sucesor. Incluso desde una perspectiva global resulta dolorosamente evidente que el bienestar de los sordociegos va a la zaga respecto al apoyo a personas con otros tipos de discapacidad. Hay más de diez millones de personas sordociegas en el mundo, y al menos 14.000 en Japón.
“Hay personas que necesitan mucha ayuda en sus vidas, y las medidas de apoyo básicas sirven para que puedan cumplir con los requisitos fisiológicos: comer, hacer sus necesidades, bañarse. Y lo que es igualmente importante es comunicarse, obtener información y salir a la calle libremente. Esto resulta de especial dificultad para las personas con sordoceguera, porque si no pueden lograr esos mínimos es como si estuvieran en la cárcel, por así decirlo. Hay mucha gente inocente que está en esta cárcel, y me gustaría poder liberarlos, de algún modo. Me gustaría que se adoptaran las mejores medidas públicas para conseguirlo”.
En el caso de Japón, el apoyo a las personas con discapacidad en general, y no solo a las personas sordociegas, también va a la zaga con respecto a otros países desarrollados. Fukushima cree que la causa principal es la falta de progreso de las mujeres en la sociedad.
“Estos dos problemas tienen la misma raíz. A menos que eliminemos la discriminación contra las mujeres y mantengamos un equilibrio adecuado de género, no podremos crear una sociedad en la que puedan convivir con las diferentes minorías que forman parte de ella, incluidas aquellas con discapacidades. En este sentido, según datos del Foro Económico Mundial, Japón ocupa el puesto 116. La mitad de la raza humana es femenina, y su totalidad nace de las mujeres; y sin embargo existe un gran desequilibrio de género. Así no se puede eliminar la discriminación hacia las personas con discapacidades, que representan tan solo el 10 % de la población total. Si Japón continúa siendo una sociedad de ‘señores mayores’, las personas con discapacidades no podrán recibir ayuda adecuada”.
Estos ‘señores’ pronto estarán en condiciones de recibir ayuda económica como pensionistas. Al final de Sakurairo no kaze ga saku, resuena un pasaje del poema Inochi (La vida), de Yoshino Hiroshi, que Fukushima cita a menudo. “Nuestra vida / carece de algo / que los demás completan para nosotros”. Junto con las palabras Fukushima, el poema nos recuerda claramente la providencia de este mundo en el que nada es simplemente un asunto ajeno.
“Es importante apuntar hacia una sociedad en la que todos podamos convivir sin importar si tienen o no discapacidades, y creo que contar con mucha diversidad conducirá a una sociedad más tenaz y flexible, en la que se mezclen personas con diversas posiciones, valores y condiciones, e incluso si a primera vista nos parece ineficiente será una sociedad capaz de adaptarse a diversos entornos”.
Interpretación por manos: Haruno Momoko, Maeda Atsumi.
Imágenes de la entrevista: Hanai Tomoko.
Texto: Matsumoto Takuya (Nippon.com)
(Artículo traducido al español del original en japonés)
Información de la película
- Reparto: Koyuki, Tanaka Taketo, Yoshizawa Yū, Yoshida Mikako, Yamazaki Ryūtarō, Satsunai Kōta, Inoue Hajime, Asakura Aki / Lily Franky
- Producción y dirección de producción: Yūki Takafumi
- Dirección: Matsumoto Junbei
- Guion: Yokomaku Tomohiro
- Música: Kosemura Akira
- Cooperación: Fukushima Reiko, Fukushima Satoshi
- Canción final: Tsujii Nobuyuki, “Sonata para piano número 8, op. 13, II – Adagio cantabile, Beethoven”
- País de producción: Japón
- Año: 2022
- Duración: 113 minutos
- Distribución: Gaga Corporation
- Seleccionada por el Ministerio de Educación, Cultura, Deporte, Ciencia y Tecnología (para jóvenes y adultos)
- Página web oficial (en japonés): https://gaga.ne.jp/sakurairo/
- En cines de todo el país