Kuroyanagi Tetsuko vuelve a asomarse a la ventana de Totto-chan
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“Quería escribir sobre la guerra mientras la recordase.”
Noviembre de 2023. El moderador le preguntaba por su libro Zoku-Madogiwa no Totto-chan (“Continuación de Madogiwa no Totto-chan”), y así respondía Kuroyanagi Tetsuko, a sus 90 años. Tenía 12 cuando terminó la guerra.
Una continuación que llega 42 años después
Kuroyanagi Tetsuko publicó en 1981 sus recuerdos de adolescencia bajo el título Madogiwa no Totto-chan (traducido al español como Totto-chan: la niña asomada a la ventana), que en su momento fue presentado en Japón como “el primer best seller escrito por una mujer”, una precisión que hace sentir el paso del tiempo. El libro fue traducido a muchos idiomas y se convirtió en un gran éxito editorial, con más de 25 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.
Recuerdo que me enfrasqué en su lectura cuando me lo regaló mi padre en mis años de primaria. Narraba el vibrante día a día de Totto-chan, que comienza una nueva vida en la escuela de Tomoe después de haber sido expulsada (¡!) de la suya cuando estaba en el primer curso. Con sus ropas hechas trizas de tanto colarse por debajo de alambradas y trepar a los árboles, los días de excursión el arroz lo hacen en puchero de aluminio sobre una hoguera, al estilo militar. Un día, incluso, llega a caerse en una letrina. Acabé prendada de aquella niña tan intrépida, tan espontánea, tan curiosa, y traté de verme en ella, fantaseando con que quizá mañana también yo pudiera vivir aquellas mismas aventuras. Al final de la historia, comienza a presagiarse la guerra por medio de pequeños detalles: el conserje de la escuela, por el que Totto-chan siente una gran simpatía, es llamado a filas; en los piscolabis se comen patas secas de calamar, y la escasez de alimentos se plasma en comidas cada vez más pobres en ingredientes.
El lector se preguntará qué fue de aquella niña y la continuación de la historia viene a responder a esta interrogante. Se describe su vida en Tokio durante el conflicto y su experiencia en Aomori, prefectura norteña a la que fue evacuada. La historia continúa después de la guerra, hasta que comienza su estrellato en la radiotelevisión pública NHK, todo en la jugosa y bienhumorada prosa que la caracteriza.
Uno de los pasajes que mejor describen aquella época de privaciones es el de los quince granos de soja que fue todo lo que pudo encontrar un día para llevar a la escuela, exigua ración que despachó a toda prisa, incapaz de contenerse. Entre los recuerdos de la guerra, está el de cómo se enrojecía el cielo durante los bombardeos, pero también el de su familiarización con el dialecto de Tsugaru hablado por la gente de Aomori, que al principio se le resistió pero que llegó a dominar rápidamente, sin olvidar la historia del negocio que se montó su madre, que había empezado ofreciendo bolas de arroz comprimido a los soldados que volvían del frente.
En sus primeros tiempos como investigadora de la radio de la NHK no siempre le era fácil obtener lo que se le pedía y a veces quedaba excluida de las grabaciones, pero su peculiar voz pronto llamó la atención y le dio el pase a la radionovela Yanbō, Ninbō, Tonbō. De la noche a la mañana se convirtió en una solicitada actriz.
42 años separan la primera parte de la segunda, pero el personaje de Totto-chan se perfila en esta última con toda su frescura y viveza, evolucionando poco a poco hasta convertirse en la Kuroyanagi Tetsuko que todos conocemos.
Voluntariosa, guerrera, justiciera, espontánea, dulce, buena amiga, despistada, parlanchina…
En la Kuroyanagi Tetsuko que seguimos viendo en ese programa televisivo de entrevistas que ha entrado en el libro Guinness de los récords por su permanencia en antena a cargo de un mismo presentador siguen vivos todos los rasgos que caracterizaban a aquella Totto-chan.
El trabajo de transmitir el sufrimiento de los niños
La frase “quería escribir sobre la guerra” se justifica en gran parte por la vida que ha seguido Totto-chan. En el epílogo, dice Kuroyanagi:
“A los actores que traigo a Tetsuko no heya (“La habitación de Tetsuko”, programa que presenta), les pregunto sin falta sobre la guerra. Lo hago porque siento que, si no aprovecho la oportunidad, mucho de lo que vivieron estos actores durante la guerra acabará olvidándose”.
Ikebe Ryō (1918-2010), Minami Haruo (1923-2001), Awaya Noriko (1907-1999)…, los recuerdos de la guerra que todos ellos nos cuentan siempre llevan aparejada una gran tristeza.
Pero esa guerra de la que habla Kuroyanagi no es solo la que protagonizó Japón. Desde 1984, como embajadora de buena voluntad de la Unesco, casi todos los años ha visitado naciones como Somalia, Mozambique o diversos países balcánicos, que han sufrido muchos conflictos.
Desde su designación, ha venido mostrando el sufrimiento de los niños a todo el mundo.
“Cuando tomé en mis brazos a un niño africano que había quedado huérfano y corría peligro de morir, pensé que abrazado por alguien, aunque se tratara de mí, ese niño tal vez pudiese sentir algo de paz”.
El conflicto ruso-ucraniano no da señales de terminar, y en Gaza e Israel siguen perdiéndose muchas vidas todos los días. Aunque Japón no lo esté sufriendo ahora, en todo momento hay, en algún lugar del mundo, guerra y personas que sufren.
En el libro, Totto-chan siempre parece estar pasándoselo bien. La imagen que tenemos de Kuroyanagi Tetsuko es también la de una persona jovial. En los largos años que unen a aquella Totto-chan con esta mujer, siempre ha tenido a su lado a personas sonrientes.
Apuesto a que Totto-chan es la persona a la que más le gusta la sonrisa de la gente.
Apuesto a que es la persona a la que más le disgusta ver a la gente sufrir.
Es el mensaje que encierra este libro. Ojalá este mensaje se difunda una vez más traspasando las fronteras del mundo.
Zoku-Madogiwa no Totto-chan
Editorial: Kōdansha
Fecha de publicación: 3 de octubre de 2023.
Formato: 788 x 1091 mm, 256 páginas.
Precio: 1.650 yenes (impuestos incluidos)
ISBN: 978-4-06-529671-4
(Artículo traducido al español del original en japonés.)