Centenario de Shiba Ryōtarō: el escritor y su museo
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Una gigantesca estantería con miles de libros
Nos dirigimos al barrio de Shimokosaka 3-chōme, en la ciudad de Higashi Ōsaka, donde se ubica el Museo Conmemorativo Shiba Ryōtarō. Es un área de viviendas a unos 10 minutos a pie de la estación de Yaenosato, en la línea Nara de la ferroviaria Kintetsu. Allí, en medio de una arboleda, están la casa donde vivió el escritor y el museo, cuyo edificio fue diseñado por el internacionalmente famoso arquitecto Andō Tadao. En el catálogo del museo, su director, Uemura Yōkō, dice lo siguiente: “El museo nació en este espacio verde creado a imitación de esos bosques mixtos que tanto gustaban a Shiba, con sus alcanforeros, sus fagáceas como el shii, los asangos del Japón y las flores de la colza… Y en el museo, Andō ha dado forma genialmente al mundo creativo de Shiba con ese amplio arco que describe el pasillo acristalado y con estas grandes estanterías de libros que lo ocupan todo”.
La entrada principal nos conduce hacia la casa. Siguiendo al guía unos metros más llegamos al despacho del escritor, en el que la luz del sol procedente del jardín entra a raudales. Era el espacio donde el escritor trabajaba y ha sido mantenido tal como era cuando vivía, con su amada pluma y su imprescindible lupa sobre el escritorio.
El museo de Andō tiene planta en forma de arco. Avanzando por el curvo y acristalado pasillo exterior se llega a la entrada. El edificio tiene dos plantas y sótano. Una gran estantería con 20.000 volúmenes trepa por sus paredes, que llegan a los 11 metros de altura. El escritor acumuló otros 60.000 libros en su casa.
Aficionados extranjeros del escritor visitan su museo
Pasado el periodo de gran expectación que sucedió a su inauguración en noviembre de 2001, el museo viene recibiendo unas 25.000 o 26.000 visitas anuales.
“Hemos recuperado entre el 70 % y el 80 % de las visitas que teníamos antes de la pandemia”, comenta Uemura, “y tenemos un 10 % o 20 % de extranjeros entre los visitantes. Antes, muchos venían del extranjero atraídos por el edificio de Andō, pero ahora que las traducciones de los libros de Shiba han llegado a Occidente y a otros lugares como China, Taiwán o Corea del Sur, vienen también muchos lectores”.
Con motivo del centenario, en el salón del sótano se ha abierto la exposición “Sakka no michi e: Shiba Ryōtaro to Kindai setsuwa” (“Hacia el camino del escritor: Shiba Ryōtarō y la revista Kindai setsuwa”), que permanecerá hasta el 18 de febrero de 2024. La exposición nos acerca al punto de partida de la labor creativa de Shiba, pues aborda el periodo durante el cual dio el giro del periodismo a la literatura. Uemura ofreció el 12 de agosto una charla sobre ese tema y consiguió reunir a un público tan variado y numeroso que hubo que sumar algunos asientos extras a los 150 que ocupan normalmente el hall.
Impulsado por su experiencia en la guerra y por el periodismo
“Creo que Shiba tomó el camino de la literatura impulsado por su experiencia en la guerra y por sus años de periodista”, explica Uemura.
Shiba, que se había especializado en el idioma mongol en la antigua Universidad de Estudios Extranjeros de Osaka (actual Universidad de Osaka), fue llamado a filas en 1943, por lo que tuvo que graduarse provisionalmente, y fue enviado a Manchuria, donde se incorporó a una unidad de tanques. En 1945 regresó a Japón ante la inminencia de la batalla definitiva. El fin de la contienda le llegó cuando servía como alférez en la prefectura de Tochigi. Luego ingresó en el periódico Sankei Shimbun, que lo destinó a la delegación de Kioto. Allí, formó parte del club de periodistas de asuntos religiosos de los templos Nishi Honganji y Higashi Honganji, de la secta budista Jōdo Shinshū.
“Shiba Ryōtarō se preguntaba qué demonios había sido aquella guerra y se maravillaba de lo necios que habían sido los japoneses. Y después de la guerra, a través de sus reportajes de tema religioso, comprendió el importante papel que ha desempeñado la religiosidad japonesa en la historia del país. De ahí surgió una profunda reflexión sobre la esencia de Japón como país y sobre los japoneses. Ese es el punto del que parte como escritor Shiba Ryōtarō”.
“Cuando terminó la guerra”, continúa Uemura, “Shiba tenía 22 años. Cuenta que hacia los 25 o 26 se propuso dedicarse a escribir novelas una vez hubiera trabajado unos 10 años en el periodismo, aprendiendo de la vida. En sus años de periodista, escribió varias novelas cortas que firmó con su verdadero nombre, Fukuda Teiichi, para la revista Buddhist Magazine (retitulada posteriormente Daijō), del templo Nishihonganji. En ellas, se perciben ya rasgos que caracterizarán al futuro Shiba Ryōtarō”.
Un simple dibujo con un sentido mensaje
Uemura sitúa el gran giro en la carrera profesional de Shiba en 1955. En septiembre de ese año, presentó con su nombre la novela Meigen zuihitsu sararīman (“Ensayos sentenciosos de un asalariado”), en la que hace una personal semblanza del asalariado japonés de la época. Esta novela volvió a ver la luz bajo el título de Bijinesu erīto no shinrongo (“Nuevas analectas de la elite de los negocios”) con la editorial Bungei Shunjū. Además, terminó de escribir también Perusha no genjutsushi (“El mago persa”), que fue la primera obra firmada con su pseudónimo y que un año después ganaría el Premio del Club Kōdan, de la potente editorial Kōdansha. Uemura era todavía un estudiante de primaria, pero asegura que recuerda vivamente aquellos hechos.
“En aquella época”, dice Uemura, “Shiba Ryōtarō venía a nuestra casa a menudo. Un día, se ofreció a pintarme algo. Con unas pinturas de cera y unos papeles de colores que teníamos en casa, me hizo un dibujo. Era bastante abstracto, pero representaba un árbol solitario en lo alto de una colina, recibiendo la luz de la luna poco antes del amanecer. Mi madre lo enmarcó y lo tenía en un cajón, que abría de vez en cuando para mirarlo. Después de que muriera Shiba, me acordé de que teníamos un dibujo suyo, lo encontré y al darle la vuelta vi algo que me sorprendió”.
Era una nota manuscrita que decía: “He dibujado un árbol de pobre ramaje que se alza en el amanecer. Con él quería representar la firme resolución que he tomado en mi vida”. El nombre de Teiichi aparecía junto a la fecha, 14 de noviembre del año 30 de la era Shōwa (1955). Quien visite la exposición actualmente abierta en el museo no debería pasar por alto este interesante dibujo.
“Supongo que sería la época en que estaba escribiendo Perusha no genjutsushi. A mí me pareció que el cuadro representaba la determinación de Shiba de hacerse novelista. Aquel momento de su vida fue el punto de partida de su carrera novelística”.
Uemura guarda otro imborrable recuerdo relacionado con el pseudónimo “Shiba Ryōtarō”. Se dice que el escritor eligió la pronunciación japonesa del apellido de Sima Quian, un famoso historiador y escritor chino de los siglos II y I a. de C. El ryō de “Ryōtarō”, cuyo significado básico es “lejanía”, aporta en este caso la idea de no estar “ni lejanamente” a la altura del historiador chino.
“Un día vino a nuestra casa. Estábamos mi madre, mi hermana y yo. Y nos dijo que se le había ocurrido como apellido para su pseudónimo ‘Shiba’, pero que todavía dudaba entre ‘Ryōtarō’ o simplemente ‘Ryō’ como nombre. Entonces mi madre le respondió que ‘Ryōtarō’ quedaba mejor. Por supuesto, supongo que las preferencias del interesado estarían también con ‘Ryōtarō’, pero, en todo caso, recuerdo muy bien aquellos momentos”.
Un diálogo con los personajes históricos a través de la documentación
Según Uemura, fue en 1957 cuando Shiba Ryōtarō sentó las bases de su actividad como escritor. Fue el año en que fundó, junto a su amigo y escritor Terauchi Daikichi, la revista Kindai setsuwa (“Narrativa moderna”), que ellos mismos publicaban.
“La idea era hacer una revista sin precedentes, sin limitaciones, en la que no hubiera reuniones ni crítica mutua, para escribir historias divertidas que representasen un regreso al origen de la narrativa”, explica Uemura.
En 1958 Shiba comenzó a publicar por entregas en Chūgai Nippō, un periódico budista de Kioto, su primera novela larga: Fukurō no shiro (“El castillo del búho”). Publicada como libro independiente en 1960, se haría acreedora al Premio Naoki. El citado Terauchi junto a Kuroiwa Jūgo, Nagai Michiko, Itō Keiichi y Kurumizawa Kōshi recibirían posteriormente ese mismo galardón.
Al año siguiente, Shiba dejó su trabajo en el Sankei Shimbun y comenzó a vivir como novelista. Entra, a partir de ese momento, en una etapa marcada por novelas históricas como Ryōma ga yuku (traducida al inglés con el título de Ryoma!), publicada en 1963, o Moeyo, ken! (“¡Arde, espada!”) en 1964. Saka no ue no kumo (“Nubes sobre la pendiente”) comenzó a aparecer en un periódico en abril de 1968 y continuó haciéndolo hasta agosto de 1972, cuando Shiba cumplió los 49 años. ¿Cómo entendía Shiba el género de la novela histórica? El acercamiento de Uemura resulta de gran interés.
“Shiba Ryōtarō disfrutaba contemplando la historia desde su propia óptica. Sobre los personajes que acaban de morir es difícil formarse un juicio, pues sobreviven todavía muchas personas que lo conocieron y a cada una le merece un juicio diferente. Pasados 100 años desde su fallecimiento, los sentimientos individuales desaparecen y solo quedan los documentos históricos. Shiba decía que disfrutaba mucho el tiempo que dedicaba a fantasear y cavilar sobre la vida de ese personaje, a la luz de la documentación”.
“¿Sirve, entonces, cualquier cosa, con tal que sea historia? No. A él le interesaban los momentos históricos en que se desatan las tensiones. Fueron los momentos vividos por personajes como Sakamoto Ryōma, Hijikata Toshizō o Kawai Tsuginosuke. Pero la mirada de Shiba no es una mirada parcial. Primero observa al personaje y al hecho acercándose a ellos tanto como le es posible. Luego, por un momento, se desplaza hacia el techo. Adoptaba una óptima múltiple, observando al personaje, a la gente de su entorno y el conjunto de la época. Así iba dándole forma a su personaje, sacando el mayor partido posible a los documentos históricos. Yo diría que Shiba Ryōtarō, a través de los documentos, era capaz de dialogar a su antojo con los principales personajes históricos”.
Obras leídas también por los hijos y por los nietos
“Cuando tenía 30 o 40 años, Shiba Ryōtarō solía decir que para escribir novelas históricas había que investigar concienzudamente y que esto implicaba un gran desgaste físico. Suponía que a partir de los 60 comenzarían a faltarle las fuerzas y temía que eso afectase a la calidad de sus obras. Creo que esa fue la razón de que en sus últimos años fuera especializándose en escribir ensayos sobre la teoría de la civilización como Kono kuni no katachi (“La forma de este país”) o Kaidō wo yuku (“Por la carretera”)”.
Uemura lleva 20 años intercambiando opiniones con visitantes de su museo, que le han transmitido su forma de leer a Shiba.
“Las obras de Shiba se leen más de una vez. En la juventud, en la madurez. Y la impresión que dejan en cada momento es totalmente diferente. Muchos me han dicho que en la relectura suelen reparar por primera vez en muchas cosas que les habían pasado desapercibidas. También hay muchos lectores que dicen que son libros que dan ánimos cuando dudas o cuando estás con la moral baja. Y son también obras que se leen en una familia a lo largo de dos o tres generaciones. Que si tienes los libros de Shiba en la estantería familiar los leerán tus hijos y tus nietos”.
“El año pasado hice una encuesta en la que pedí a los lectores que escribieran algo sobre sus obras favoritas. Obtuve respuestas de casi 1.600 personas. Un 80 % compartieron sus impresiones de lectura mostrando un gran entusiasmo. Espero que las obras de Shiba continúen leyéndose en el futuro”.
La encuesta reveló que las tres obras más populares del autor son, en orden de preferencia, Sakano ue no kumo, Ryōma ga yuku y Moeyo, ken!
En el Museo Conmemorativo Shiba Ryōtarō se respira un ambiente de tranquilidad. Si nos detenemos un momento ante la estantería repleta de libros y nos trasladamos mentalmente a alguna de sus obras, descubriremos que es un lugar ideal para reflexionar en silencio sobre la “forma” que tiene este país, el carácter de los japoneses y otras muchas cosas que planteó Shiba en sus obras.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: El escritor Shiba Ryōtarō durante la rueda de prensa convocada tras haber sido declarado Persona de Mérito Cultural, importante reconocimiento del Gobierno de Japón, el 25 de octubre de 1991 en el hotel Ōkura de Akasaka, Tokio. Jiji Press)