La era nuclear no ha concluido: los ‘Cuadernos de Hiroshima’ de Ōe Kenzaburō
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El escritor Ōe Kenzaburō viajó por primera vez a Hiroshima para investigar en 1963. No cabe duda de que la situación social y el entorno internacional respecto a Hiroshima se han transformado en los últimos 60 años. En primer lugar, la posición de los hibakusha, aquellos que sobrevivieron a la bomba atómica, ha cambiado. Según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, a finales de marzo de 2023 quedaban alrededor de 110.000 hibakusha. Su edad promedio supera los 85 años.
Ōe describe la ciudad en su libro Hiroshima nōto (traducido al español por Ogihara Yoko y Fernando Cordobés con el título Cuadernos de Hiroshima) como un lugar en el que cada día la vida de los jóvenes, que deberían haber disfrutado de una buena salud, se ve interrumpida de forma violenta por la “enfermedad de la bomba atómica” incluso casi 20 años después del bombardeo. Ōe escribió al respecto que “Hiroshima es como una herida abierta y expuesta infligida a toda la humanidad”. Hoy, no obstante, podemos decir que las heridas de Hiroshima se han “encostrado”, lo que es, a fin de cuentas, algo bueno.
¿Se ha desvanecido la amenaza de las armas nucleares desde entonces? Es obvio que la respuesta es “no”. Por fortuna las armas nucleares no han vuelto a ser utilizadas desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, pero el riesgo de que sean usadas de nuevo es demasiado real. Rusia, que continúa con su invasión ilegal de Ucrania desde la primavera de 2022, ha amenazado en repetidas ocasiones con su predisposición a usar armas atómicas, lo que vuelve a materializar este peligro. En su libro, Ōe critica a aquellos que, como el jefe de la sede en Tokio de una agencia de noticias estadounidense que en una discusión con hibakusha arguyó a favor de usar armas nucleares durante la Guerra de Corea, encarnan la estupidez o la decadencia moral, así como la persistente ideología de la disuasión nuclear entre las principales potencias.
La era nuclear no ha concluido. De hecho, a medida que la gravedad de la tragedia se desvanece, las advertencias y la esperanza que Ōe puso en su libro podrían también caer en el olvido si no hacemos nada.
La santidad de la vida en la era nuclear
Ōe no solo llenó su libro con imágenes de un “infierno nuclear”. La primera muerte de una persona con nombre y apellido en el libro aparece en el prólogo, titulado “Hacia Hiroshima”. Es la de Haraguchi Kikuya, un hibakusha de Nagasaki y poeta que se quitó la vida. Ōe incluye una carta de un médico de Hiroshima que pregunta: “¿Deben todos los supervivientes de la bomba atómica hallar una muerte trágica provocada por los efectos secundarios de la radiación?”. Ōe incluye la carta y también un artículo al respecto escrito por el mismo médico, ya que se trata de una respuesta crítica a su propio texto. El médico explica: “Quería que su vida terminase como la de una persona cualquiera, como las demás, que no tiene nada que ver con la bomba atómica. Lo que buscaba era evitar ser contado entre las víctimas de la bomba atómica que son agrupadas de forma impersonal e inhumana”.
Ōe describió los suicidios de algunas otras personas y nunca condenó esos actos. Los relató de tal manera que cada individuo pudiera conservar o recuperar su dignidad.
De hecho, puso como contraste una muerte que aparece en la mitad del primer capítulo, ‘Mi primer viaje a Hiroshima’. En él habla del óbito de una niña en un hospital para víctimas de la bomba atómica en Hiroshima una mañana de agosto. Ōe observó cómo su cuerpo era transportado al edificio de la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica del Gobierno estadounidense en Hijiyama, un distrito de Hiroshima, donde fue desechado como datos en unas instalaciones de investigación inhumanas y demasiado iluminadas.
Esta es la brutalidad de las armas nucleares, que privan al ser humano del derecho a morir con dignidad como personas con un nombre. Que esto ocurriera incluso apenas 20 años después de la tragedia queda claro en esta comparación.
Un clásico y una advertencia para el presente
Hay una sorprendente brecha entre la inhumanidad de las armas nucleares y la intolerable inactividad de los políticos. Aun existiendo esa brecha, Ōe mantiene la esperanza en el sentido moral o el humanismo de aquellos que no se quitan la vida o en las intenciones de crear las visiones claras de la aspiración humana en la era nuclear, dilucidando los extremos de la miseria humana. Esta postura parece coincidir con la de la sociedad civil contemporánea que trata de fortalecer el reconocimiento de la comunidad internacional sobre la inhumanidad de las armas nucleares para que no vuelvan a ser utilizadas. También promueve con ello la adopción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.
Algunas partes del libro parecen desfasadas, como los párrafos sobre las disputas políticas en el movimiento por la prohibición de la bomba y sus referencias a los ensayos nucleares de China. La prosa de Ōe, no obstante, refleja la verdadera y persistente esencia de las armas nucleares y la bomba atómica.
Aquellos que se unieron al movimiento por la paz después de experimentar los bombardeos insistían en lo mismo: “No debemos permitir que otros sufran las penurias que nosotros estamos experimentando”.
El libro concluye con unas declaraciones de Ōe en solidaridad con la “verdadera” gente de Hiroshima. El autor falleció en 2023, pero esas “personas verdaderas” de Hiroshima permanecen en la historia. No obstante, los ideales de su libro no son algo del pasado. Es un texto para quienes vivimos en la era nuclear, para retrotraernos a hace 60 o incluso 80 años y sentir esa solidaridad. Por tanto, el libro continúa siendo una advertencia para el presente pese a ser también un clásico de su tiempo.
Hiroshima nōto
(traducido al español como Cuadernos de Hiroshima)
literatura japonesa Hiroshima Nagasaki bomba atómica Ōe Kenzaburō