‘¿Cómo vives?’, el libro de Yoshino Genzaburō para leer junto a los niños
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En Japón este gran libro publicado por primera vez en 1937 no necesita presentación. Es uno de esos best-sellers que no pierde vigencia con el tiempo. Su autor, Yoshino Genzaburō, fundaría posteriormente la colección Iwanami Shinsho dentro de la editorial Iwanami, y sería también primer redactor jefe de la revista Sekai.
En 2017 se hizo una versión en manga que alcanzó ventas totales de más de dos millones de ejemplares. Y en 2023 está a punto de estrenarse una película basada en el original y dirigida por Miyazaki Hayao, que leyó el libro con emoción siendo todavía niño.
Cuando se hizo su primera edición, eran los años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Han transcurrido desde entonces más de 80 años, durante los cuales en Japón se han sucedido tres emperadores, pasándose de la era Shōwa a la era Heisei y de esta a la actual era Reiwa. ¿Por qué un libro escrito hace tantos años sigue leyéndose hoy en día?
Ser fiel a lo que uno mismo siente
El protagonista de la historia es un muchacho de 15 años apodado Koperu (el origen de este apodo conviene descubrirlo a través de la lectura). Es alumno de segundo de secundaria en 1937, una época en la que muchos jóvenes debían abandonar los estudios al graduarse de la primaria y ponerse a trabajar. Pertenece, pues, a la elite social.
Aunque Koperu no anda mal en los estudios, es un diablillo revoltoso. Su cerebro no para de dar vueltas, y al hilo de sus muchas experiencias diarias piensa, sufre, ríe y llora. El libro tiene dos ejes: la narración del día a día de Koperu y los contenidos de un cuaderno en el que su tío le escribe cosas.
Los temas que desfilan por sus páginas son muy variados, pues van desde la percepción de las grandes diferencias económicas existentes entre las familias de sus compañeros de clase, hasta su idea de lo que es un “gran hombre”, formada a partir de la lectura de anécdotas de la vida de Napoleón Bonaparte, pasando por los sentimientos de amistad y los conflictos mentales que le crean sus amigos más íntimos.
Partiendo de la realidad tal como se refleja en los ojos de su sobrino de 15 años, con gran habilidad el tío hace una serie de cuestionamientos sobre temas abstractos que consiguen hacer pensar a su sobrino y, de paso, también al lector.
Por eso, querido Koper, te he dicho y te seguiré diciendo que tienes que ser fiel a lo que siente tu corazón, a todas las cosas que lo han conmovido. Trata de tenerlas siempre presentes y de pensar seriamente en lo que significan para ti.
Si te da por alardear de la buena vida que lleva nuestra familia, o por despreciar a los demás por ser pobres, solo conseguirás que la gente decente te desprecie a ti.
Lo que más hondamente se nos clava en el corazón y lo que arranca a nuestros ojos las lágrimas más amargas es la conciencia de los errores irreparables que hemos cometido.
En 1937 había comenzado ya la segunda guerra sino-japonesa y un año después se promulgó la Ley de Movilización Nacional. En 1939 comenzaba en Europa la Segunda Guerra Mundial y Japón estaba ya en plena deriva militarista.
En aquella época en que proliferaban los jóvenes de ambos sexos de mentalidad militar y patriótica, lógicamente había mucha gente que no veía con buenos ojos la publicación de un libro que se apartaba de la tendencia general y preconizaba la fidelidad a los propios sentimientos. Hay que considerar, pues, la hondura de los sentimientos que animaban a quienes, en aquellas circunstancias sociales tan adversas, tomaban el libro entre sus manos o lo daban a leer a sus hijos. Aunque para hacerse una idea cabal, es necesario alejarse mentalmente de nuestra época y volar hacia aquella con la imaginación.
Para leer juntos adultos y niños
En mis años de primaria, nuestro tutor usó precisamente Kimi-tachi wa dō ikiru ka, en la edición de bolsillo de la editorial Iwanami, como libro de texto en la asignatura de Dōtoku (“Moral”, “Ética”).
Creo recordar que nos hacía ir leyendo el libro hasta un determinado punto y después teníamos que debatir su contenido entre todos. Entonces yo andaba por los 10 años y, para ser sincera, tengo que decir que no logré sintonizar ni con los sentimientos de Koperu, ni con las cosas que explicaba su tío, y que solo guardo un recuerdo vagamente penoso de lo que me costaba hacer cualquier comentario inocuo para salir del paso, sin haber comprendido bien qué quería decir el libro.
Al releerlo ahora, encuentro muchas cosas con las que me identifico. Tengo la sensación de que se me han abierto los ojos, de que entiendo muy bien todo lo que sentía Koperu y todo lo que trataba de explicar su tío. Será que, ahora que soy mayor, soy capaz de comprender todos esos sentimientos que yo misma no había experimentado –o de los que no era todavía consciente– a mis 10 años, y que ahora me entran con mayor facilidad todas esas cosas que explica el tío de Koperu a lo largo del libro.
La vergüenza de haberte escabullido de tu deber, empujado por el deseo de protegerte a ti mismo.
La incomodidad que sientes al descubrir, de repente, que mirabas a los demás creyéndote superior a ellos.
La alegría al comprobar cómo una simple palabra de un amigo ha servido para dispersar toda la ansiedad que te había atormentado durante días.
Lo corto y lo precioso que es el tiempo que vas a poder pasar con los amigos, algo de lo que no eres consciente mientras estás disfrutándolo.
Cuando uno lee este libro sobre la base de la propia experiencia, todas esas “cosas correctas” de las que habla el tío convergen, con la mayor naturalidad, con todo lo que uno mismo desearía transmitir a sus hijos. Esto es lo que proyecta la popularidad de este libro a través de épocas tan diversas.
Ya sabemos que para un niño son cosas todavía muy difíciles de entender, pero también son cosas muy importantes, que nos gustaría que comprendieran. Por eso, creo que lo más apropiado sería leerlo junto a nuestros hijos.
Llevar estas cosas a la práctica es difícil también para los mayores, por mucho que asintamos con la cabeza pretendiendo haberlo entendido todo. En realidad, nuestro día a día suele ser una sucesión de quejas contra nosotros mismos por no haber hecho las cosas como deberíamos. No deberíamos tomar solo las posturas del tío. Acordémonos también de mirarlas desde la perspectiva del joven Koperu.
¿Llegará el día en que podamos responder sin vacilación a la pregunta del título, que vuelve a planteársenos al final del libro?