“La música os hará libres”: la palabra de Sakamoto Ryūichi
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La música occidental, “estancada”
Este libro reúne una serie de 27 entrevistas que fueron publicadas por la revista mensual japonesa Engine entre enero de 2007 y marzo de 2009. Es un material de enorme interés para acercarse a su personalidad, pues en ellas Sakamoto rememoraba su vida con honestidad y toques de humor, y hablaba de música, por supuesto, pero también otras muchas cosas, como sus gustos en cine y literatura, o su estilo de vida, todo de una forma muy directa.
En la primera mitad del libro, lo más sabroso son sus experiencias musicales de juventud, que sazona con abundantes anécdotas. Según explica, los moldes de lo que sería su música ya estaban formados al finalizar el bachillerato, lo que llama “la era de la demolición”.
“Existía un movimiento que pretendía desmontar el sistema escolar y el sistema social, yo estaba metido en él y los compositores de aquella época trataban también, de una forma bastante radical, de desmontar el sistema establecido de la música y sus estructuras. La música occidental había llegado a un punto de estancamiento y a mí me parecía que teníamos que liberar nuestros oídos, que estaban bloqueados por la música convencional”.
“Fue un poco más adelante cuando fui capaz de darles a todos esos pensamientos una forma musical concreta, pero los planteamientos en sí mismos creo que no eran muy diferentes de los que pueda tener ahora. Yo creo que sigo en la misma línea”.
Volcado en la música étnica y electrónica
¿Pero cómo había sido hasta entonces su relación con la música? Su primer encuentro con ella ocurrió en el jardín de infancia, donde tenían una clase de piano. Allí, Sakamoto le compuso una pieza al conejo que criaban entre todos. Tras ingresar en la primaria, siguiendo los consejos de su madre, empezó a recibir lecciones de piano de un famoso profesor. Su padre trabajaba en la redacción de una editorial y su madre era una mujer “de pensamiento avanzado”. Dice que tenía, además, un tío que era un gran amante de la música y le ponía muchos discos, así que el ambiente familiar debió de ser también un factor importante.
Desde aquellos años, gracias a las lecciones de piano, aprendió a leer las partituras y educó su oído musical. Aunque también oía pop y otros géneros de música moderna, sus preferencias estaban con los clásicos, especialmente con Bach. Cuando pasó a la secundaria en una escuela pública de Tokio, a través de su profesor de piano se le presentó la oportunidad de estudiar composición con un “gran compositor y profesor” de la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio. Los Beatles y los Rolling Stones le entusiasmaban, desde luego, pero el verdadero shock le llegó cuando escuchó por primera vez un cuarteto de cuerda de Debussy. Se embebió de tal forma en aquella música que se creía él mismo “una reencarnación de Debussy”.
Ya en el bachillerato, que cursó en el Instituto Metropolitano de Shinjuku (Tokio) comenzó a frecuentar los jazz cafes y, aunque a veces participaba en las manifestaciones del movimiento estudiantil de la época, continuó estudiando composición una vez a la semana. Recuerda la visita que le hizo al compositor Ikebe Shin’ichirō, que había cursado estudios en su mismo instituto y fue luego alumno de la citada universidad.
“Me preguntó en qué estaba trabajando, así que le toqué lo que tenía y me dijo que si me presentaba al examen de admisión del Departamento de Composición Musical de la universidad podría pasarlo. ¡Lo tengo hecho!, pensé, ¡esto está tirado! Estaba en primero de bachillerato y tenía 16 años”.
El descubrimiento de la música moderna de John Cage, cuando estaba en el bachillerato, marcó el rumbo que tomaría en la música. Aunque ingresó en el Departamento de Composición, Sakamoto no era ajeno al ambiente que se había formado en torno al movimiento estudiantil, que entonces estaba en su apogeo.
Y es en ese ambiente donde surgen las declaraciones que citábamos más arriba. Con esa sensación de que la música occidental establecida había llegado a ese punto muerto más allá del cual ya no hay avance posible, Sakamoto decidió estudiar en profundidad las músicas étnicas y la música electrónica, dejó de asistir casi por completo a las clases del conservador Departamento de Composición y comenzó a dejarse ver por los teatros underground y en los conciertos de rock al aire libre que se celebraban en el céntrico parque de Hibiya.
En el tercer curso de la universidad se casó y fue padre, y esto fue un punto de inflexión en su carrera musical. Para ganarse la vida, se puso a tocar el piano y esto le permitió entrar en contacto con gente que se movía en el mundo de la música folk y pop. Fue así como conoció a músicos como Yamashita Tatsurō, Ōtaki Eiichi o Yano Akiko, así como a Hosono Haruomi o Takahashi Yukihiro que luego formarían parte con Sakamoto de la banda YMO.
De todos ellos Sakamoto hace valoraciones muy interesantes. A sus fans les encantarán las cosas que cuenta.
Kimi ni munekyun, el single más exitoso del grupo
La gente identifica a Sakamoto Ryūichi, sobre todo, con el Sakamoto de la época de YMO. La banda se constituyó en 1978. Hizo una gira mundial durante la cual recibió muy buena crítica y su popularidad se disparó también en Japón. Las mejores páginas del libro se centran en aquella época.
Sin embargo, pese a su admiración por el talento de Hosono y Takahashi, Sakamoto confiesa que sentía algo que los separaba, una incompatibilidad entre la música que ellos hacían y su propia música, que había ido formando poco a poco, desde su infancia, sobre el eje de la música clásica. Y fueron manifestándose diferencias insalvables en cuanto a qué música tenían que hacer. En 1983, Kimi ni munekyun!, un disco que exponía la línea musical kayōkyoku tomada por la banda, se convirtió en el single más vendido del grupo, pero entre los miembros existía la conciencia de que ya no tenían nada en común, de que ya no tenía sentido seguir adelante. Para ese momento, ya habían decidido poner fin a la banda, y aquel éxito fue la guinda que esperaban poner.
Fue, en realidad, la actividad individual que desarrolló Sakamoto en torno a la época en que se disolvió YMO lo que le permitió demostrar su valía. El libro dedica muchas páginas a las anécdotas surgidas entre Sakamoto y los directores de las dos películas para las que hizo la banda sonora: Ōshima Nagisa (Merry Christmas, Mr. Lawrence), y Bernardo Bertolucci (El último emperador). El lector disfrutará mucho con las relevaciones sobre los entresijos de la producción de estas películas. Es la parte más entretenida de la segunda mitad del libro.
Cuando se hicieron las entrevistas, Sakamoto había vivido 19 años en Nueva York. La Guerra del Golfo de 1991 y los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron dos sucesos muy impactantes para él y a partir de esas fechas se propuso hacer un nuevo tipo de música. Desarrolló también un fuerte interés por los problemas medioambientales, y fue este interés lo que le llevó a viajar a Groenlandia en el otoño de 2008, un viaje que, según él mismo dice, también le influyó mucho, marcando un antes y un después en su música. ¿Qué nuevos horizontes le abrió aquella experiencia, en la que entró en contacto con una poderosa naturaleza, apartada de todo lo construido artificialmente?
“Los mínimos retoques posibles, sin manipular demasiado, sin demasiado ensamblaje, ir alineando los sonidos tal como son y contemplar el resultado sin prisas. Cada vez más, mi nueva música se va haciendo de esta forma”.
Ongaku wa jiyū ni suru (La música os hará libres)
Editorial: Shinchōsha
Fecha de publicación: 1 de mayo de 2023
Edición de bolsillo Shinchō bunko: 336 páginas
Precio: 1.100 yenes (impuestos incluidos).
ISBN: 978-4-10-129122-2