La serie ‘Detective Galileo’, un éxito potenciado por la sinergia entre literatura y cine
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La pasión de un científico impasible
Sagaces reveladores de enigmas los ha habido siempre en el escenario mundial de la novela de misterio, pero si, ciñéndonos a los japoneses de hoy en día, hubiera que elegir al más conspicuo, sería sin duda Yukawa Manabu, el protagonista de la serie Detective Galileo, de Higashino Keigo. Desde 1996, cuando apareció en una revista literaria el primer título de la serie, Moeru, hasta 2021, año de publicación del último, Tōmei na rasen (La espiral transparente), son ya 25 los años que lleva Yukawa resolviendo casos.
¿Por qué es tan querido? ¿Cómo ha conservado el favor del público lector durante un cuarto de siglo?
Yukawa es a todos los efectos un científico antes que un detective.
En su primera aparición en la serie, se nos lo presenta como un profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias e Ingeniería de una ficticia “Universidad de Teito” que en sus años de estudiante ha demostrado un talento rayano en la genialidad. En el transcurso de la serie, es promovido a profesor titular.
El alias de Galileo le viene de su metodología de resolución de casos, basada en sus sólidos conocimientos científicos y en el celo con el que considera todos los indicios sin despreciar ninguno. Muchos de los episodios de la serie comienzan cuando Kusanagi Shunpei, antiguo compañero de Yukawa del club universitario de bádminton y actual investigador de la Primera División de Investigaciones de la Jefatura Superior de la Policía Metropolitana, se acerca al despacho de Yukawa en la Universidad de Teito en busca de orientación para resolver algún caso.
De esbelta figura y tez blanca, el rostro de Yukawa, que tras sus gafas de montura negra deja traslucir una inteligencia privilegiada, apenas ha cambiado desde su época estudiantil. Su estilo de peinado, con un cuidado flequillo ligeramente por encima de la línea de las cejas, sigue siendo también el mismo.
Desde el momento en que entra en escena en Moeru, Yukawa exhibe ya el tono seco que seguirá empleando al dirigirse a su viejo amigo Kusanagi. Ese acaloramiento por el que se dejan llevar otros detectives al afrontar un nuevo caso criminal no forma parte de su estilo; muy al contrario, Yukawa no tiene reparo en decir que el asunto con el que le viene su amigo no le merece opinión alguna, que no sabe, o que no descarta ninguna de las posibilidades concebibles. Siempre distante, no es raro que acabe echando a su amigo de su despacho. Pero luego, picado por la curiosidad, comienza a moverse hacia la resolución del caso: reúne información por su cuenta y riesgo, se presenta en el lugar de los hechos, escucha a los implicados… Y si unas veces lo hace en abierta colaboración con la policía, otras veces se mueve subrepticiamente.
Los trucos a los que se enfrenta son de lo más variado: la supuesta clarividencia con la que una chica de alterne cautiva a sus clientes, un asesinato planificado con uso de un arma de riel (magnética) de fabricación casera, la telepatía establecida entre dos gemelos… asuntos todos enrevesados y difíciles de tratar. Algunos superan las capacidades de los investigadores policiales, obligándolos a desistir; en otros, se hace patente que las investigaciones seguían un cauce equivocado. Pero incluso entonces Yukawa procede con científico desapasionamiento y firmeza de convicciones, desenredando progresivamente el enigma.
Frío en su trato con los investigadores, Yukawa se entrega con fervor a la persecución de la verdad. Y aunque logre coronar su empeño con el éxito, lejos de adoptar la pose del héroe, hace mutis discretamente. Uno diría, contemplando su figura al alejarse, que debería estar bien contento pero… quién sabe. Así es Yukawa, y ese interesante “desfase térmico” es precisamente lo que cautiva al lector.
Una compenetración muy fructífera
Otro de los pilares que sustentan la popularidad de la serie Detective Galileo es su paso a la pantalla pequeña en 2007. Todo fue a raíz del gran éxito editorial de uno de los títulos de la serie, Yōgisha X no kenshin (traducida al español como La devoción del sospechoso X) que vendió cerca de tres millones de ejemplares. Encarnó a Yukawa el actor y cantante Fukuyama Masaharu.
En los libros, Yukawa no es descrito como un hombre particularmente guapo. Es original y atractivo, ciertamente, pero ante todo es el típico científico encerrado en su mundo y bastante asocial. Anda siempre envuelto en su bata blanca de laboratorio y portando su inseparable taza, deslustrada por el uso, que le regalaron en algún lugar. Diríase que no se preocupa demasiado de su aspecto ni de su indumentaria.
Y ha tenido que ser precisamente Fukuyama Masaharu, un actor piropeado siempre por su belleza física, el que le diera vida.
La elección fue recibida con sorpresa. Algunos fans de Galileo dijeron, incluso, que no encajaba en la imagen que tenían del detective. Aun así, resultó un gran acierto. El promedio de audiencia de sus episodios superó el 20 % y la gente identificó enseguida al actor con el detective. En 2008, la obra dio el salto a la pantalla grande con el mismo reparto, consiguiendo un éxito similar. Posteriormente se ha pasado por televisión una nueva serie de capítulos y una edición especial, y al cine han llegado otros dos títulos: Manatsu no hōteishiki (Ecuación estival, 2013) y Chinmoku no parēdo (El desfile del silencio, 2022).
Que una obra literaria interesante pase a la televisión y al cine es algo que ocurre a menudo. En el caso de la serie Detective Galileo, asistimos a un modélico “círculo virtuoso”, pues la imagen de Fukuyama ha encajado perfectamente en el engranaje de la obra literaria y gracias a su llegada a la pantalla se han ganado nuevos lectores para los títulos de la serie.
Es un buen ejemplo de cómo la letra impresa y la imagen móvil urden conjuntamente un relato seductor que llega al corazón primero del público japonés y después del de otros muchos países.
Y los ecos de su onda expansiva están llegando al propio autor de la historia, Higashino Keigo.
En un diálogo entre Higashino y Fukuyama publicado por la revista Bungei Shunjū bajo el título de “El secreto de Galileo”, el autor reconoce que ahora escribe con la imagen del actor en la cabeza. “Fukuyama va cumpliendo años”, comenta, “y va cambiando. Viendo ese proceso y reflejándolo en la escritura de Yukawa, puedo conseguir un efecto más natural. Así evito el recurso a métodos poco naturales, o a ponerlo en situaciones forzadas”. Fukuyama dice también que le está resultando muy fácil adaptarse.
El autor es plenamente consciente de que, con las series televisivas y las películas que se han hecho, ahora incluso los lectores de sus novelas deben de manejar la imagen de Fukuyama. “Sería estúpido, además de inútil, pretender que mis lectores aparten de su cabeza la imagen de Fukuyama al leer mis libros. Consecuentemente, ahora escribo aprovechando al máximo esa imagen ya creada. Y evito todo lo que siento que no encaja en esa imagen”.
“He leído todas las novelas [de la serie]. Para mí es un lujo poder hacerlo y ser, además, el primero en poder leer cada nueva entrega. Lo hago consciente de que soy la única persona en este mundo que puede representar el papel de Yukawa y me ilusiona descubrir cómo va a ser mi nuevo yo”, comenta Fukuyama riendo.
Lejos de trazar una línea de separación entre su obra original y las series y películas que se han hecho sobre ella, el autor se implica en ese mundo de la imagen móvil desdibujando los límites entre el papel y el celuloide, de forma que los desarrollos literarios de Galileo van dando origen o desarrollos en la pantalla.
Hemos conocido muchos casos de personajes de obras literarias (James Bond, Kindaichi Kōsuke, etcétera) que han encontrado trasuntos cinematográficos perfectos. Pero lo que diferencia a Galileo de esos ejemplos es la coetaneidad de autor y actor, y la forma en que, ya desde la fase de escritura de las nuevas secuelas literarias, el autor tiene en cuenta para qué actor está escribiendo.
Las obras van formándose y completándose así conforme ese ser vivo con movimiento propio que es ya Galileo-Fukuyama va resolviendo los casos. Esta afortunada sinergia entre autor, obra literaria y obra cinematográfica, aporta unos grados más a la fiebre de sus incondicionales, que se preguntan con ilusión qué nuevas sorpresas les depararán estas obras. Y todo indica que la historia no se detendrá aunque Yukawa cumpla los 50 o los 60 años. Estos son los presagios cuando se cumple el hito de los 10 títulos de la serie Galileo.
Fotografía del encabezado: Portadas de tres de los libros de la serie Detective Galileo: Yōgisha X no kenshin (izquierda, 2008), Manatsu no hōteishiki (centro, 2013) y Tōmei na rasen (derecha, 2021).
(Traducido al español del original en japonés.)