‘Tokyo Ueno Station’, un cuento para el alma de todos aquellos que no tienen adónde ir
Literatura- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
El 19 de noviembre de 2020, cuando se anunció que Yū Miri había ganado el Premio Nacional del Libro de Estados Unidos, los lectores japoneses acudieron a las librerías de todo el país y prácticamente agotaron las existencias de su novela. Se reimprimieron a toda prisa 270.000 copias de la edición de bolsillo y 17.000 copias en tapa dura, y a finales de año las ventas totales superaron los 300.000 ejemplares. El galardón norteamericano tuvo un papel decisivo en el salto de la novela a superventas seis años después de su publicación.
Con todo, el premio no es el único motivo por el que la obra ha conquistado el corazón de los lectores de todo el mundo. Así analizó su éxito la autora en una rueda de prensa celebrada en diciembre de 2020: “Mi libro no cuenta una historia nada alegre. Si, aun así, ha llegado a tantas personas, creo que es porque todos han perdido alguna vez la ‘lente de la esperanza’ al enfrentarse con dificultades y se han visto mejor enfocados por la ‘lente de la desesperanza’ que presenta el relato”.
La expresión stay home (‘quédate en casa’) se convirtió en un eslogan con la propagación del nuevo coronavirus. Pero ¿cuántos pensaron entonces en los que carecen de hogar? La novela de Yū es una historia dedicada a todos aquellos que se quedaron sin un lugar donde estar o al que volver.
El aislamiento de un hombre que perdió su lugar de origen
El protagonista de la novela comparte fecha de nacimiento con el Emperador Akihito (actual Emperador Emérito) y su hijo Kōichi llegó al mundo el mismo día que el heredero del exmonarca, el Emperador Naruhito. Su vida, sin embargo, contrasta radicalmente con la del soberano.
El año anterior a los juegos de Tokio 1964, el hombre se traslada a la capital para ganar el sustento de su familia y se pone a trabajar de peón en la construcción de las instalaciones deportivas y los alojamientos olímpicos. Todos los días se deja la piel haciendo horas extras, sin darse a la bebida, las apuestas ni los líos de faldas y consiguiendo unos ingresos mensuales equiparables a los de un oficinista con formación universitaria de la época. Solo vuelve al pueblo por el Obon y en Año Nuevo. Sus dos hijos olvidan su cara y la relación con ellos se hace cada vez más distante. Kōichi, el primogénito, fallece de repente a los 21 años.
A los 60 años, el hombre al fin deja de trabajar y regresa al pueblo, dispuesto a vivir con su esposa de los ahorros y la pensión de jubilación, pero ella también fallece de un día para otro con 65 años. Su nieta, preocupada, se traslada a su casa para que no esté solo, pero él no puede permitir que una chica soltera de 21 años se enclaustre en aquella situación doméstica, por lo que se marcha en tren a Tokio dejando una carta en la que pide que no lo busque.
Al llegar a la estación de Ueno, baja del tren, toma la salida del parque y, con unos cartones y una lona azul bajo el brazo, se dirige a un campamento de sintecho situado en una zona del parque conocida como monte Suribachi. Al final de la historia, el tsunami del 11 de marzo de 2011 engulle el pueblo del protagonista y a su nieta. Completamente despojado de un lugar donde volver, el hombre se acerca al filo de un andén de la línea Yamanote.
La escritora ha señalado que uno de los temas principales de la novela es el aislamiento, un estado en que la soledad se ahonda y se pierde todo vínculo con otras personas.
Convertirse en un endoscopio que refleje el corazón del protagonista
Yū Miri empezó a concebir su novela en 2006, cuando visitó el parque de Ueno para un reportaje de la “limpieza especial” que se lleva a cabo cuando algún miembro de la familia imperial va a visitar los museos o exposiciones de la zona y que los sintecho instalados en el parque llaman yamagari (caza del monte). Fue en aquella ocasión cuando supo que en los campamentos de sintecho abundan las personas de la región de Tōhoku que se trasladaron solas a Tokio en busca de trabajo para mantener a sus familias.
Las personas sin hogar tienen trasfondos muy diversos, pero todas coinciden en afirmar lo siguiente: “El primer lugar donde fui al llegar a Tokio fue la estación de Ueno. Y, aunque ahora no tengo una casa a la que volver, sé que puedo regresar a mi pueblo si cruzo las puertas y me subo a uno de los trenes que salen de esa estación”.
En 2011, cinco años después de que Yū fuera al parque de Ueno para el reportaje, se produjo el Gran Terremoto del Este de Japón. El día antes de que se declarara la zona de alerta en un radio de 20 kilómetros de la central nuclear, visitó los alrededores. En marzo de 2012 se estrenó como locutora en un programa de la radio dedicada al desastre del Ayuntamiento de Minamisōma (Fukushima) en el que escuchó atentamente las historias de unos 600 ciudadanos de la zona hasta el fin de la emisión, en marzo de 2018.
A medida que escuchaba a los entrevistados, sintió que su marco personal se desencajaba y que iba integrando en sí la pena y el sufrimiento que estos albergaban. Un sintecho en el parque de Ueno le dijo “Por más que se lo expliques, los que tienen casa no pueden entender a los que no la tienen”. Aquellas palabras se le habían quedado clavadas como una espina en el corazón, pero ahora sentía que se la desclavaban: “Es cierto que los que tienen un hogar no pueden entender a los que carecen de él pero, al leer una novela, el lector se introduce en la psique de los personajes. Así que no se trata de seguir la trayectoria del protagonista desde fuera, sino de convertirme en una suerte de endoscopio y reflejar todo lo que siente, incluidas la pena y la desesperanza. La novela permite lograrlo”.
Así fue como nació un relato que es como una bisagra que confronta y une la angustia de aquellos que se vieron obligados a vivir como refugiados porque el tsunami arrasó su casa con la angustia de los sintecho que se marcharon para ganarse la vida y se quedaron sin el hogar al que un día debían regresar.
Tokio 2020: ¿las “olimpiadas de la recuperación”?
En la época en que el protagonista de la novela vive como sintecho en el parque de Ueno, Japón está en plena campaña de candidatura para las olimpiadas de 2020. El personaje ve dos carteles en el parque:
“Aspirando al Patrimonio Mundial. El Museo Nacional de Arte Occidental ha sido nombrado candidato a Patrimonio Mundial de la UNESCO.”
“Lo que Japón necesita ahora es la potencia de este sueño. Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, ¡en Japón!”
El recinto del parque se ha vuelto irreconociblemente “limpio” y los sintecho se han visto restringidos a una zona limitada. Ante el panorama, el protagonista susurra: “Para los extranjeros de los comités que evalúan las candidaturas a Patrimonio Mundial y a las olimpiadas, ¿ver las chabolas de los sintecho restará puntos?”.
El libro se publicó medio año después de que Japón fuera oficialmente elegido como país anfitrión de los Juegos. Yū apunta en el epílogo: “Precisamente porque la mayoría ven estas olimpiadas para dentro de seis años a través de una lente de esperanza, yo me fijo en aquello que la lente no termina de enfocar, lo que hay más allá de su emoción y su entusiasmo”.
Las dudas de la novelista se confirmaron cuando el comienzo de las obras olímpicas se tradujo en un encarecimiento de los materiales de construcción y una carencia de mano de obra que obligó a atrasar la reconstrucción de los hogares de muchos damnificados por el terremoto y el tsunami. Las olimpiadas que supuestamente debían simbolizar la recuperación, en realidad, la frenaron.
La intención de una siguiente novela titulada JR Jōbansen Yonomorieki
En 2015 Yū Miri se trasladó de su residencia en Kamakura (Kanagawa) a Minamisōma, donde ahora compagina sus actividades de documentación y escritura con la gerencia de un café de lectura.
El barrio donde vive, Odaka, contaba con 7.053 habitantes el 30 de noviembre de 2020. El 28 de febrero de 2011, antes del accidente nuclear, eran 12.834. Casi la mitad de los residentes que regresaron tienen más de 65 años y se teme que el envejecimiento se acelere aún más en el futuro. Al parecer, las muertes solitarias (kodokushi) van en aumento con la pandemia.
Por otro lado, entre el personal que trabaja en la descontaminación y la demolición de edificios en los alrededores de la central nuclear, abundan las personas de Okinawa y los jornaleros de Nishinari (barrio de Osaka) que cobran el salario mínimo. A veces los trabajadores se quedan sin contrato y terminan viviendo como sintecho. Algunos que fallecieron por enfermedad o accidente no tenían allegados o usaban un nombre falso. Hay cadáveres que nadie reclama, de los que se hacen cargo los monjes de los templos de la zona.
Yū Miri declara que quiere escribir otra novela titulada JR Jōbansen Yonomorieki (La estación Yonomori de la línea JR Jōban) que sea la contrapartida de su obra premiada y refleje lo que “se destapó” con el nombramiento de Tokio como sede olímpica y con la pandemia del nuevo coronavirus: “No hay nadie que no experimente pérdidas durante su vida. Y todos perdemos la vida al final. Pero creo que aquello que perdemos no desaparece en la nada. La existencia de una persona y lo que vivió deja un eco después de su muerte. El trabajo del novelista consiste precisamente en prestar oído a ese eco posterior a la pérdida”.
Fotografía del encabezado: Yū Miri ante el Club de Prensa de Japón. (Imagen de Kawade Shobō Shinsha)
JR Uenoeki Kōenguchi
Autora: Yū Miri
Editorial: Kawade Shobō Shinsha
Extensión: 192 páginas
Precio: 1.400 yenes (sin impuestos)
Fecha de publicación: 19 de marzo de 2014
ISBN: 978-4-309-02265-9