Un paseo por la línea Yamanote

De Okachimachi a Nippori: negocios bulliciosos y tranquilidad a lo largo del nordeste de la Yamanote

Turismo

Desde joyas y comida asiática hasta templos y tejidos, el tramo de la línea Yamanote entre Okachimachi y Nippori está lleno de contrastes, y cuenta con algunas de las zonas más tranquilas y bulliciosas de Tokio. Lugares históricos, recintos sagrados, zonas traviesas… la zona noreste de la ciudad posee muchos rincones poco conocidos.

El barrio de los cazadores de joyas

Nuestro paseo entre las estaciones de Okachimachi y Nippori está lleno de sorpresas, incluyendo lugares como Diamond Avenue (la avenida de los diamantes) y Pearl Street (la calle de las perlas), en las zonas sur y este de Okachimachi.

Okachimachi ofrece un montón de gangas para los cazadores de joyas. (© Gianni Simone)
Okachimachi ofrece un montón de gangas para los cazadores de joyas. (© Gianni Simone)

Olvidemos la Quinta Avenida de Nueva York y Bond Street, en Londres. Esta es una zona sencilla y anodina de Tokio donde no encontraremos tiendas de alta gama. Sin embargo, es el barrio joyero número uno de Japón, y sus calles están repletas de docenas de tiendas donde se venden, procesan y tasan joyas.

Okachimachi ofrece un montón de buenas ofertas para los cazadores de joyas. (© Gianni Simone)
Okachimachi ofrece un montón de buenas ofertas para los cazadores de joyas. (© Gianni Simone)

Por extraño que parezca, el ambiente hortera y ostentoso de la zona se compensa con los exóticos olores que emanan de sus numerosos restaurantes indios y nepalíes, cuya embriagadora mezcla de cardamomo, cúrcuma y garam masala crea un aroma complejo y estratificado que resulta tanto reconfortante como estimulante.

Línea JR Yamanote
Las treinta estaciones de la línea Yamanote. (© Pixta)

Ueno: historia, museos, comida y mucho más

Okachimachi está conectada con Ueno por Ameya Yokochō (Ameyoko para abreviar), una calle comercial cuyos orígenes se remontan al mercado negro de los primeros años de la posguerra. Mientras que en las décadas de 1940 y 1950 se especializaba en caramelos (ame, en japonés) y productos estadounidenses (otro origen del “Ame” de su nombre, por “América”), los puestos bajo las vías venden ahora una gran variedad de productos, como artículos deportivos, ropa importada, cosméticos, alimentos secos y especias, y productos frescos.

La calle comercial Ameyoko, en Ueno. (© Pixta)
La calle comercial Ameyoko, en Ueno. (© Pixta)

Durante todo el día, las concurridas callejuelas de la zona están atestadas de turistas, pero pocos de ellos se aventuran a entrar en el edificio del Centro Ameyoko, un lugar poco conocido que representa el lado étnico de Ueno. Situada en su sótano, la calle Underground Food Street es un mercado asiático en miniatura que vende pescado fresco, hierbas, especias, condimentos, verduras y otros productos de Tailandia, India, Vietnam y China.

La calle Underground Food Street, dentro del edificio Ameyoko Center, vende comida de toda Asia. (© Gianni Simone)
La calle Underground Food Street, dentro del edificio Ameyoko Center, vende comida de toda Asia. (© Gianni Simone)

Ueno es rico en historia. En 1868, al final del periodo Edo, fue el último lugar de resistencia para unos 2.000 seguidores del régimen Tokugawa que lucharon hasta la muerte contra abrumadoras oleadas de tropas imperiales. A partir de 1883, la estación de Ueno conectó la capital con el norte de Japón, y durante mucho tiempo fue la estación más transitada del país.

Desde mediados de la década de 1950 hasta mediados de la de 1970, miles y miles de jóvenes de la región septentrional de Tōhoku llegaron a Tokio en los llamados shūdan shūshoku ressha (trenes de empleo masivo). Muchos de quienes buscaban trabajo, adolescentes recién salidos del primer ciclo de secundaria, eran etiquetados como kin no tamago (huevos de oro). Encontraban empleo en fábricas, tiendas y obras de construcción de la ciudad, contribuyendo al “milagro económico” de Japón.

En el pasado la estación de Ueno contaba con un andén especial —el 18— para esos trenes. Ese andén ya no existe, pero en la entrada del andén 15 hay un monumento a esos héroes anónimos. Lleva inscrito un poema tanka de Ishikawa Takuboku que reza: “Echo de menos el acento de mi ciudad natal, voy a escucharlo entre la multitud de la estación”. Otro monumento frente a la estación está dedicado a “Ah, estación de Ueno”, una canción de Izawa Hachirō que era popular entre los emigrantes de la época.

A la izquierda, el poema de Takuboku inmortalizado en la estación de Ueno; a la derecha, el monumento a la célebre canción de Izawa. (© Pixta)
A la izquierda, el poema de Takuboku inmortalizado en la estación de Ueno; a la derecha, el monumento a la célebre canción de Izawa. (© Pixta)

Si Ameyoko conserva el aroma del mercado negro de la posguerra, el Parque Ueno, bordeado de numerosos museos, tiene un aire de ciencia, arte y aprendizaje. Hay muchas formas de llegar al parque. Una de ellas es el paso libre de este a oeste, también conocido como el “puente Panda”. Se construyó en 2000 para facilitar a los habitantes del lado este de la estación, que tiene menos espacios abiertos, la evacuación al Parque Ueno, en el lado oeste, en caso de catástrofe.

Además de las habituales multitudes de familias, parejas y turistas, el parque de Ueno es uno de los raros lugares del centro de Tokio donde se hallan no pocas personas sin hogar. Veo a uno tumbado frente a la estación, donde una patrulla de policía que pasa lo deja tranquilo. Otro ha encontrado un sitio cómodo detrás de un panel informativo. Con los auriculares en los oídos, lee un libro de bolsillo.

En la parte trasera del parque suelen encontrarse muchos sintecho. En su mayoría son tipos mayores, muchos con mascarillas y gorras de béisbol, algunos de ellos desechados por la sociedad tras ser utilizados durante los años de rápido desarrollo económico.

Otro lugar que la mayoría de los turistas pasa por alto es Kan’eiji, justo detrás del Parque Ueno. Es una verdadera ironía que este templo budista, que durante el régimen Tokugawa (1603-1867) tuvo tanto poder, haya quedado hoy medio olvidado, a solo diez minutos a pie de uno de los lugares más populares y concurridos de Tokio. Vedado a la mayoría de la gente en tiempos del shōgun, ahora a nadie le importa.

Kan’eiji, completamente destruido durante la batalla que puso fin al régimen del shogunato, ocupa actualmente una fracción de su recinto sagrado original. Aun así merece la pena visitarlo. Al final de su cementerio se disfruta una extraña vista panorámica de tumbas, trenes que pasan —incluida nuestra querida Yamanote— y hoteles de mala muerte. Ésos son los contrafuertes de nuestro próximo destino.

El templo reconstruido Kan’eiji presenta una fachada tranquila entre su ruidoso entorno. (© Pixta)
El templo reconstruido Kan’eiji presenta una fachada tranquila entre su ruidoso entorno. (© Pixta)

El sonido del silencio: el valle del cetia japonés

Uguisudani encarna la teoría del psicoanalista Sigmund Freud según la cual las personas se rigen por dos fuerzas primarias: el instinto sexual o de vida (Eros) y el instinto de muerte (Tánatos). Eros se encuentra en la salida norte de la estación, cuyo entorno inmediato está dominado por uno de los principales grupos de “hoteles del amor” de Tokio. Antaño un popular barrio de geishas, esta zona se ha convertido en una auténtica ciudadela del sexo. Un lugar gris y maloliente de cafés grasientos, aseos públicos sucios (dejando de lado Perfect Days, de Wim Wenders) y tiendas de kebab, este barrio es una versión degradada, de oferta, de película de serie B de Tokio. Y pensar que Uguisudani (el “valle del uguisu”, el cetia japonés) solía estar conectado con la naturaleza y el bello canto de los pájaros.

La salida norte de Uguisudani cuenta con un gran barrio de “hoteles del amor”. (© Gianni Simone)
La salida norte de Uguisudani cuenta con un gran barrio de “hoteles del amor”. (© Gianni Simone)

Si la salida norte es animada y está bastante abarrotada, muy poca gente vive al otro lado de la estación, ya que está totalmente ocupada por el vasto cementerio de Kan’eiji. Por esta razón, Uguisudani tiene con diferencia el segundo menor número de usuarios diarios de la línea Yamanote, solo por delante de la recién creada estación de Takanawa Gateway (unos 23.000, según una encuesta de JR East de 2023).

De hecho, la zona interior desde Uguisudani hasta Nippori y más allá está repleta de templos y cementerios. Durante el periodo Edo, Nippori estaba en las afueras de Tokio. Muchos templos de madera fueron trasladados aquí desde el centro de la ciudad para disminuir el riesgo de incendios, y sus terrenos se conservaron como cortafuegos.

Irónicamente, las ubicaciones originales de los templos alrededor del castillo de Edo ardieron hasta los cimientos en varias ocasiones, mientras que las zonas alrededor de la estación de Nippori no solo nunca han sufrido incendios importantes, sino que también se salvaron tanto del Gran Terremoto de Tokio de 1923 como de los bombardeos estadounidenses al final de la Guerra del Pacífico.

Yanaka es uno de esos lugares. Situado dentro del circuito Yamanote, este barrio histórico ha conservado gran parte de su encanto y arquitectura del viejo mundo. Yanaka, que data del periodo Edo, floreció como ciudad-templo, y con los años se ha convertido en un santuario para muchos artesanos, comerciantes y artistas.

Jōmyōin, justo al oeste de Uguisudani, es uno de los secretos mejor guardados entre los templos de Tokio. (© Gianni Simone)
Jōmyōin, justo al oeste de Uguisudani, es uno de los secretos mejor guardados entre los templos de Tokio. (© Gianni Simone)

Desde Uguisudani entramos en el cementerio de Yanaka (uno de los tres principales de Tokio) casi por error, debido a la falta de muros o puertas. La gente lo utiliza como atajo por el barrio, y no es raro ver a corredores y viajeros en bicicleta. Paseando por sus tranquilas callejuelas, encuentro alguna que otra lata de cerveza e incluso un parque infantil en los límites de la zona. Una vez más, los vivos y los muertos comparten espacio y un mínimo de tranquilidad.

En Uguisudani, Eros y Tánatos quedan separados solo por las vías del tren. (© Gianni Simone)
En Uguisudani, Eros y Tánatos quedan separados solo por las vías del tren. (© Gianni Simone)

Este cementerio es una especie de espacio liminal suspendido entre mundos completamente distintos. Es un laberinto tan vasto (unas diez hectáreas que contienen 7.000 tumbas) que es fácil perderse, y la única forma de orientarse es seguir el ruido retumbante de los trenes que pasan cerca del pie de la colina, fuera de la vista.

Yanaka ofrece mucho más que tumbas. Abundan los verdes y marrones de la naturaleza. Huele a tierra, a flores y a hojas nuevas, y los únicos sonidos que se oyen son las campanas de los templos y el viento que agita las tablillas votivas junto a las tumbas. Debe de ser uno de los barrios más tranquilos del centro de Tokio. La calle comercial Yanaka Ginza y el Museo Asakura son lugares que hoy en día están en la lista de cualquier turista, pero creo que las sinuosas callejuelas que los rodean son aún más interesantes.

Si el visitante no está cansado de templos debe visitar Tennōji, fundado hace más de 700 años, donde le dará la bienvenida un Buda de bronce sentado, y Kyōōji, cuyas puertas de madera aún muestran agujeros de bala que datan de 1868, otro recordatorio del sangriento final del régimen Tokugawa.

Los agujeros de bala de Kyōōji recuerdan el dramático final de la era premoderna de Japón. (© Gianni Simone)
Los agujeros de bala de Kyōōji recuerdan el dramático final de la era premoderna de Japón. (© Gianni Simone)

Nippori, un barrio para creadores de moda

Terminamos este paseo cruzando las vías en la estación de Nippori. En la parte exterior del bucle recordamos que, por desgracia, Tokio tiene muy poco verde. Los datos muestran que los 23 distritos centrales de la metrópoli de Tokio están cubiertos de asfalto y hormigón en un 82 % (en comparación, Londres tiene un 62 % de zonas urbanas y un 30 % de parques).

El lado este de Nippori es todo superficies duras, edificios grises y el asfalto en el que están incrustados. La sensación general es de un ambiente impersonal, tan solo roto por los vivos colores de Nippori Sen’igai (la “ciudad textil”), donde encontrará toneladas de telas, botones, cintas y herramientas para confeccionar el vestido de sus sueños.

La ciudad textil de Nippori, paraíso de sastres y modistas, atrae a turistas aficionados a la artesanía de todo Japón y del mundo entero. (© Gianni Simone)
La ciudad textil de Nippori, paraíso de sastres y modistas, atrae a turistas aficionados a la artesanía de todo Japón y del mundo entero. (© Gianni Simone)

(Artículo traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: Jōmyōin es uno de los secretos mejor guardados entre todos los templos de Tokio - © Gianni Simone.)

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