Una mirada al final de la vida en la sociedad superenvejecida de Japón

Nozu Kiyofusa, el artista de la fotografía póstuma que ha retratado a 5.000 personas

Sociedad Vida

¿Preparar un retrato para cuando uno muera es una idea típicamente japonesa? Un fotógrafo cuya vocación consiste en retratar a los difuntos ―tarea tradicionalmente considerada de mal augurio― nos explica la importancia de su trabajo. Ōnishi Naruaki, del mismo ramo, presenta este reportaje sobre el artista, que sigue desarrollando su actividad con brío a pesar de su avanzada edad.

La fotografía póstuma refleja los cambios de época

El término que designa la fotografía póstuma en japonés, iei (遺影), significa literalmente “sombra que queda después de fallecer”. Como se expone en el velatorio y el funeral, allí se asoma “la sombra de la muerte”. Por eso la mayoría de las personas prefieren no pensar en ella, si pueden.

Muchas personas nacidas en la era Shōwa (1926-1989) o antes recuerdan la imagen de sus antepasados enmarcada en el dintel del butsuma, la capilla budista doméstica. Recuerdo el miedo y el asombro que me invadían de pequeño al ver esas caras que guardaban un cierto parecido con la mía. En aquel tiempo, los retratos se hacían en blanco y negro, por lo que parecían precisamente “sombras que quedaban después de fallecer”. Verlas no era como estar ante la vívida presencia de aquellas personas, sino que creaba una adecuada sensación de distancia, como si uno tocara su sombra.

Hoy en día, los familiares eligen alguna de las fotos digitales del difunto que tienen a mano y la funeraria se encarga del resto, con lo que esa sensación de distancia ha desaparecido. Cuando, quemando incienso en un funeral, levanté la vista y vi la fotografía del difunto ampliada, cortada y pegada sobre un fondo azul, tan poco natural, sentí una pequeña punzada de dolor.

De fotógrafo publicitario independiente a retratista funerario

Nozu Kiyofusa, de 75 años, que se dedicó durante muchos años a la fotografía publicitaria para Shiseido, guarda en su memoria un recuerdo amargo: “Cuando falleció mi suegro, no teníamos ninguna fotografía suya que pudiéramos usar en el funeral. Acabamos haciendo lo que pudimos con una que le habían hecho estando de viaje no sé cuándo. Con lo bien que siempre se había portado conmigo, me quedé con el remordimiento de no haberle sacado ninguna foto. Sentí que aquello no estaba bien y que no podía dejar que sucediera lo mismo con mis padres. Así que la siguiente vez que fue a visitarlos al pueblo, en Yamaguchi, les saqué estos retratos (en la fotografía del encabezado)”.

“Le dije a mi padre: ‘Siéntese, que le saco una foto. Quiero conservar un retrato suyo con esa cara de salud que tiene ahora. Cuando llegue el momento, lo usaré en su funeral’. Y él sonrió para la cámara”.

“Al ver la foto que le había sacado, su voz resonó sorprendida (‘¡Uau!’) y la mía le respondió. Me emocionó comprobar el poder de la fotografía”.

“Trabajando en publicidad, uno tiene la increíble oportunidad de que su obra se exponga en carteles enormes en estaciones o en el periódico, pero al medio año ya ha desaparecido. En cambio, la fotografía funeraria la aprecian todos y puede que, entre hijos, nietos y bisnietos, se conserve más de 100 años. Sentí que eso era lo que quería hacer. Si no le hubiera sacado aquel retrato tan bueno a mi padre, creo que no me hubiera lanzado a dedicarme a la fotografía póstuma”.

Fue así como, a los 60 años, Nozu abrió su estudio fotográfico especializado en retratos póstumos: Sugaokan en Nakano, Tokio.

Colección de “retratos para guardar” expuestos en el aparador que da a la calle del estudio Sugaokan.

Colección de “retratos para guardar” expuestos en el aparador que da a la calle del estudio Sugaokan.

“En aquellos tiempos, solo con mencionar la fotografía póstuma, despertaba reacciones de rechazo por ser una cosa ‘de mal augurio’. Le puse a mi negocio Sugaokan (‘estudio de los rostros al natural’) porque quería captar a mis clientes con su expresión más normal. Cuando los retrato, obtengo imágenes para el recuerdo, fotografías de aquel día en que aún conservan la salud. Es al morir cuando se convierten en fotografías póstumas”.

“Por eso los llamo ‘retratos para guardar’. Tiene un doble significado: que son especiales y que se hacen para conservarse”.

Sesiones de fotos con sonrisas radiantes

Me entraron ganas de ver a Nozu en acción detrás de la cámara en su estudio. Quería llevar a alguien para que posara y pensé en Yoshida Hiroko, de 80 años, amiga de la familia desde hace cuatro décadas a la que conocimos porque llevábamos a nuestras hijas a la misma guardería. Enseña las artes de la ceremonia del té y del kimono, sus grandes pasiones, en su tierra natal. “¿Quieres que te saque un retrato para tu funeral?” no es algo que pueda proponérsele a cualquiera, pero estaba convencido de que ella se prestaría. Efectivamente, accedió de inmediato.

“Vivo para vestir kimono”, declara Yoshida. El kimono forma una parte tan cotidiana de su vida que su hija comentó, entre risas: “Conociendo a mi madre, seguro que ella misma se arregla el kimono que le pondrán en su funeral hasta que quede como a ella le gusta”.

Una vez peinada y maquillada, siente que “ha llegado la hora de hacerse el retrato póstumo”.

Una vez peinada y maquillada, siente que “ha llegado la hora de hacerse el retrato póstumo”.

El retrato se crea mediante la comunicación entre el fotógrafo, la modelo y la peluquera y maquilladora.

El retrato se crea mediante la comunicación entre el fotógrafo, la modelo y la peluquera y maquilladora.

Nozu lleva muchos años practicando el aikido y se lanza a inmortalizar al sujeto sintonizándose con su ki, su ánimo o espíritu.

Nozu lleva muchos años practicando el aikido y se lanza a inmortalizar al sujeto sintonizándose con su ki, su ánimo o espíritu.

“Tal como soy ahora, salgo horrible en las fotos”

Hace tres años, al ver el plácido rostro del difunto en el funeral de su profesor de pintura, Yoshida tomó conciencia, por primera vez en la vida, de que la muerte también iba a llegarle a ella. Desde entonces, de vez en cuando se dice: “¡Hiroko, tienes que asumir que algún día te vas a morir!”.

“Cuando te pones un kimono, cambias tú y cambia el entorno”, asegura. Creo que la fotografía encierra ese mismo poder. La luz estroboscópica emite un flash instantáneo y congela el momento. Y la cámara capta una verdad extraordinaria, distinta de la realidad que vemos con la luz natural del día a día.

Se comparan unas cuantas tomas y se van seleccionando las mejores tras consultar con el cliente. (Fotografía: Nozu Kiyofusa)

Se comparan unas cuantas tomas y se van seleccionando las mejores tras consultar con el cliente. (Fotografía: Nozu Kiyofusa)

“Comprobé que, de forma natural, llevaba el kimono de una manera adecuada a mi edad y mi cuerpo. Las imágenes revelaban mi ‘yo actual’ con una franqueza estremecedora. Ponerse delante del objetivo no es nada trivial: en las fotos se reflejan muchas cosas”.

Yoshida va metiendo en una caja que reza “Con Hiroko” una serie de objetos importantes que quiere que se metan en su ataúd.

Yoshida va metiendo en una caja que reza “Con Hiroko” una serie de objetos importantes que quiere que se metan en su ataúd.

Una pareja que se retrata junta en cada etapa de la vida

Saitō Takashi y Saitō Kaoruko son un matrimonio que fue a retratarse en Sugaokan por primera vez en 2008, poco después de que se inaugurara. En 2013 acudieron a una segunda sesión de fotos y este año, a una tercera. Han ido actualizando sus retratos póstumos como si con ello constataran que siguen compartiendo la vida con salud.

Takashi, de 82 años, es dueño de una clínica veterinaria y toca el bajo en un grupo de música hawaiana como afición. Kaoruko tiene diez años menos, es recepcionista en la clínica familiar y desde hace mucho ejerce el voluntariado como lectora y transliteradora.

Kaoruko opina que lo mejor de una sesión con maquillaje es “sentirse como una princesa”.

Kaoruko opina que lo mejor de una sesión con maquillaje es “sentirse como una princesa”.

“Por mi trabajo he visto perderse vidas de repente muchas veces. Es importante tener listas las fotos para el funeral”, apunta Takashi.

“Por mi trabajo he visto perderse vidas de repente muchas veces. Es importante tener listas las fotos para el funeral”, apunta Takashi.

En esta ocasión los acompaña su gata Luna. Después de retratarse por separado, lo harán en pareja.

Takashi: ¡Qué nervios!
Nozu: Estáis muy separados. ¡Juntaos!
Takashi: Nos sale así.
Nozu: ¿Os podéis dar la mano? Esto lo verán vuestros nietos, así que se tiene que ver que os lleváis bien.
Kaoruko: ¡Estás suspirando!
Takashi: Yo no suspiro.
Nozu: Bueno, bueno. Para acabar, unas fotos con Luna. ¡Decid “miau”!

Abajo, a la derecha, los retratos de hace 16 años; a la izquierda, los de hace 11 años. La pantalla de arriba muestra las fotos de la última sesión.

Abajo, a la derecha, los retratos de hace 16 años; a la izquierda, los de hace 11 años. La pantalla de arriba muestra las fotos de la última sesión.

“Cuando me hacen fotos es como cuando me examina el médico: me siento desnudo. Me da vergüenza”, confiesa Takashi.

“En las fotos de las dos sesiones anteriores, miraba hacia otro lado porque me daba vergüenza, pero hoy he mirado a la cámara directamente. Es como si me hubiera vuelto más descarada. Me gusta la idea de que esta sea la última foto que los demás vean de mí”, afirma Kaoruko.

Terminada la sesión, Nozu se despide de sus clientes con la esperanza de volverlos a ver.

Terminada la sesión, Nozu se despide de sus clientes con la esperanza de volverlos a ver.

En la entrada de Sugaokan hay un muñeco que le regalaron a Nozu en un trabajo hace tiempo. “Casualmente, es clavado a mí cuando estudiaba la primaria”, dice riendo. Los clientes que vienen a retratarse seguramente se relajan sin darse cuenta cuando él los acoge con su sonrisa, su voz clara y vibrante y su conversación ligera y jovial.

En la pared, una lámina de caligrafía que expresa el deseo de que lleguen “muchas bendiciones”.

En la pared, una lámina de caligrafía que expresa el deseo de que lleguen “muchas bendiciones”.

Rezar ante la sonrisa de un difunto cuando llega el Obon

A mediados de julio, visitamos a la señora Mochizuki, vecina del barrio de Nozu. La fotografía póstuma de su marido Hiroshi, fallecido hace seis años, se la tomaron quince años atrás en el Sugaokan.

Nozu y Kimiko hablan del difunto Hiroshi frente a su fotografía. La imagen destila vida en su entorno cotidiano.

Nozu y Kimiko hablan del difunto Hiroshi frente a su fotografía. La imagen destila vida en su entorno cotidiano.

“Cuando estoy junto a su foto, lo siento más vivo que cuando lo estaba de verdad. Si lo siento más cerca de mí desde que murió, es gracias a esa imagen. Todas las mañanas, le doy los buenos días”, explica Mochizuki Kimiko, de 84 años.

Nozu reza frente a la fotografía póstuma de Hiroshi en el primer día del Obon: “Mira qué contento está. Oigo su voz aguda”.

“Qué buena cara tiene ahí mi marido, ¿verdad? Si conservan una buena foto del difunto, los supervivientes se sienten reconfortados”.

Kimiko se hizo retratar con su marido el mismo día. Eran una pareja bien avenida con un aire muy parecido.

Kimiko se hizo retratar con su marido el mismo día. Eran una pareja bien avenida con un aire muy parecido.

Aunque hay personas como Kimiko que conviven con los retratos de sus difuntos, Nozu asegura que “todavía hay un muro a superar en la fotografía póstuma”. En reuniones con otros profesionales del gremio propone fomentar este tipo de retratos y ha contactado con empresas funerarias con el fin de organizar sesiones de fotos para difundir la necesidad de preparar fotografías que queden tras fallecer la persona.

“En nuestra comunidad de vecinos, cuando cumples 80 años, te ofrecen 5.000 yenes o bien un regalo conmemorativo. He logrado que incluyan una sesión de fotos en Sugaokan entre las opciones de regalo, pero solo una de cada diez personas, como mucho, quiere retratarse”.

“Aun así, a medida que la expresión shūkatsu (‘preparación para el final de la vida’) adquiere reconocimiento, la importancia de preparar los retratos póstumos también se está difundiendo más”, asegura Nozu. Como fotógrafo, he vivido este cambio de enfoque en mis propias carnes.

Retratos póstumos donde habitan los difuntos

Fotografías expuestas en Sugaokan. Las que muestran personas vivas son fotografías de recuerdo, y las de personas fallecidas, fotografías póstumas.

Fotografías expuestas en Sugaokan. Las que muestran personas vivas son fotografías de recuerdo, y las de personas fallecidas, fotografías póstumas.

El rostro de las personas se transforma a medida que van sumando años. La cara social se difumina entre las sombras y volvemos a nuestra “cara real”, dominada por densos genes, que es la que podríamos considerar nuestra “forma original” como personas.

La palabra omokage, compuesta por los caracteres de “cara” y “sombra”, evoca un rostro o una silueta que emerge lentamente desde más allá del recuerdo. Deseo que los retratos póstumos se conviertan en imágenes que despierten el anhelo por ese rostro y el agradecimiento por el hecho de existir en estos momentos, a través de los insondables entresijos del tiempo y el espacio.

Fotografías y texto: Ōnishi Naruaki.

(Imagen del encabezado: Nozu Kiyofusa con los retratos póstumos de sus padres.)

(Traducido al español del original en japonés.)

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