Una mirada al final de la vida en la sociedad superenvejecida de Japón
Descansar rodeados de madera natural: el innovador diseño funerario de Inori Orchestra
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¿Qué hacemos con los restos?
Al adentrarnos en la vejez, de repente empezamos a oír los “pasos de la muerte”. Estamos destinados a perecer y a que nos incineren hasta quedar reducidos a huesos. ¿Qué quiero yo que se haga con mis restos cuando me muera? ¿O qué deseo hacer con los de mis seres queridos?
Nací en las montañas de Nara, en una casa con techo de paja. Apenas conservo en un rincón de la memoria la imagen de cuando en mi familia les cambiábamos el agua a nuestros viejos altares budista y sintoísta, les ofrendábamos flores y alimentos de temporada, encendíamos incienso y cantábamos sutras ante ellos.
Ahora que mi hermano mayor es el encargado de velar por las tumbas y el altar budista, es cierto que siento que la conexión con mis padres, parientes y antepasados se está diluyendo. Y diría que tiene que ver con el hecho de que los altares budistas hayan dejado de estar presentes en nuestra vida cotidiana.
El altar budista es una maqueta del Paraíso
En esta época en la que predomina cada vez más la familia nuclear y el entorno familiar se ha transformado radicalmente, el porcentaje de hogares que conservan altares budistas va a la baja.
Los butsudan son pequeños templos que representan el Paraíso. Su aspecto ha cambiado mucho y ahora los hay de distintos tipos: integrados en un mueble, de estilo moderno, de diseño, etc.
Siguiendo esta tendencia de los altares, se están popularizando un tipo de recordatorios funerarios en los que parte de los restos o las cenizas del difunto se conservan en casa o en otros lugares cotidianos. A medida que se abandonan las tumbas y los altares domésticos, aumenta notablemente la cantidad de personas que buscan su propio estilo de recordatorio. El problema llega a la hora de decidir qué hacer con el recipiente de restos y cenizas y en qué “hogar” deben conservarse.
Butsudan que dejan pasar el aire
Cuando buscaba una solución para honrar la memoria de mis difuntos acorde a mis gustos, descubrí por internet los altares budistas y otros artículos funerarios de diseño de Inori Orchestra y me impactaron muchísimo. “¡Eso es precisamente lo que quiero!”, exclamé eufórico. Me invadió la urgencia de ir a verlos en persona de inmediato y acudí a la sede del fabricante, INBLOOMS, situada en Shizuoka, para entrevistarme con ellos.
Sencillos, concisos, austeros, pulcros y carentes de detalles accesorios. Con una presencia simple y potente. A diferencia de los altares budistas tradicionales, repletos de un enfoque solemne de la religión, estos altares son un simple marco, un espacio desnudo, “vacío”. Es el minimalismo más absoluto. Un viento que no se sabe ni de dónde viene sopla a través de ellos como el tintineo de una campanilla.
Al adaptar el estilo de los tradicionales altares budistas a la vida moderna y reducirlos a la medida de un folio A4, el espacio de plegaria se transforma drásticamente. Es una de las obras maestras de Inori Orchestra.
Una madera atractiva que dan ganas de tocarla continuamente: la madera natural no resulta fría al tacto porque se halla en su estado original, tal como sale del tronco. Al sostenerla en la mano durante un rato, adquiere la temperatura de la piel.
Atraído por la magia de una colección de artículos que activan los sentidos y revelan visiones desconocidas, me concentré para captarlos con mi cámara como si los acariciara.
Las tablillas mortuorias Mori no Ihai
Las tablillas mortuorias (ihai) se colocan en el altar con el nombre y la fecha de la muerte del difunto. Se dice que es donde habita su espíritu. Si bien antiguamente resultaba impensable pintarlas con algo que no fuera tinta negra, las Mori no Ihai ofrecen una impresionante variedad de opciones. Para su lanzamiento comercial, se elaboraron con más de 200 tipos de madera natural. Cada ejemplar, cuidadosamente trabajado, es como una joya del bosque.
Lo que hace que estas tablillas sean únicas en el mundo es la posibilidad de otorgarles un significado emocional más profundo personalizándolas al difunto; por ejemplo, eligiendo la madera de manzano para una madre a quien le encantaba la fruta.
Las Mori no Ihai ganaron el premio Good Design en 2018 por su “diseño que ofrece nuevas opciones para expresar la personalidad del difunto en función del tipo de madera”. Las series de productos de Inori Orchestra, que no se constriñen al formato de otros artículos más tradicionales, se han llevado el galardón en siete ocasiones y gozan de un reconocimiento excelente.
Kikuchi Naoto, presidente de IBLOOMS y motor de la creatividad de la firma, comenta: “Inori Orchestra bebe del espíritu del mobiliario nórdico, en el que se fabrican artículos buenos que sirven durante mucho tiempo”.
“Los artesanos que crean estas sillas dedican mucho tiempo a cada artículo. Las fabrican con materiales excelentes y con muchísimo esmero. La idea es que, si se rompen, se arreglen y se sigan usando. En Japón antes también producíamos así. En los países nórdicos, los familiares se pelean por heredar la silla favorita del abuelo. La silla se convierte en el abuelo. Los productos de Inori Orchestra pretenden ser artículos que se puedan colocar al lado de un mueble nórdico sin desentonar. Cuanto más simples los hacemos, más destaca lo importante”, explica Kikuchi.
La artesanía de los muebles de madera de Shizuoka
Su tío era carpintero del santuario Sengen de Shizuoka y Kikuchi aprendió de él carpintería desde la secundaria, así que no es de extrañar que tenga tal afición por la madera.
En la década de 1800, el Gobierno Tokugawa llamó a carpinteros de todo Japón para que construyeran el santuario Sengen. Los descendientes de aquellos artesanos empezaron a fabricar Suruga sashimono, un tipo de mobiliario que incluía muebles de almacenaje montados sin clavos, tocadores con espejo minuciosamente elaborados y altares budistas.
La industria local está deslocalizando la producción a otros países donde les sale más barata. Kikuchi, que espera estimular el desarrollo regional de Shizuoka con su negocio, declara: “En adelante quiero seguir haciendo pedidos que obliguen a los artesanos a pulir sus habilidades y crear un producto bueno de verdad”.
Visitamos a Yasuda Masahiro, un carpintero que se encarga de muchos de los artículos de Inori Orchestra: “El trabajo para Inori Orchestra es tan exigente que a veces dudo de mis capacidades. Por un lado, pienso ‘¿Cómo me piden eso?’, pero, por el otro, me empeño en terminarlo cueste lo que cueste. Si me sale bien, ya tengo otra obra en la cartera y me encargan la siguiente. Kikuchi me transmite lo que el cliente quiere en cada caso, así que no puedo hacer cualquier chapuza”.
Hablando con el artesano, entendí a qué se refería Kikuchi cuando decía: “Quiero que las cosas que me gustan las haga gente que me guste”.
Los inicios de Inori Orchestra
Después de terminar sus estudios de agrimensura en Nagoya, Kikuchi trabajó para una empresa constructora en la que se encargaba del diseño y la construcción de cementerios verdes. Fue entonces cuando empezó a fijarse en los funerales y las prácticas conmemorativas actuales.
Luego regresó a Shizuoka, empezó a trabajar de comercial para Volkswagen ―su marca de coches favorita del momento― y en su cuarto año se erigió como el mejor comercial de la empresa de todo el país.
En aquella época, una empresa suiza que elaboraba diamantes a partir de restos humanos se estableció en Shizuoka y Kikuchi decidió virar de rumbo en su carrera, convencido de que así solucionaría el problema de las tumbas en Japón. Abrió su propio negocio y desarrolló Ash in Jewelery, un colgante que contiene cenizas o restos de los difuntos y que se convirtió en un superventas.
Han pasado ya 18 años desde entonces. Hoy en día lleva la empresa un reducido y selecto grupo de socios de confianza. Kikuchi desempeña una amplia gama de funciones, desde el desarrollo de productos y la definición de conceptos, hasta la fotografía, el diseño, el embalaje y el transporte: “Nos llegan muchas cartas de agradecimiento y reconocimiento por parte de los clientes. Son ellos quienes me han permitido crecer y llegar hasta aquí. Ahora que existen más productos como los de Inori Orchestra, siento que por fin el nuevo género que propusimos ha arraigado”.
“Siempre he querido ser como Apple, un innovador que aportara nuevos aires al sector. Me haría feliz que, una vez yo ya no esté, lo normal fuera que los butsudan tuvieran forma de casa y la gente no supiera ni quién los diseñó, como pasa con las perchas, por ejemplo”, confiesa el emprendedor.
Kikuchi encargó la elaboración de la urna de cristal que ofrece su firma, fascinado por la artesanía de su creador. Kimiya Kōshi, sacerdote principal del templo Ryūun-ji (Hamamatsu, prefectura de Shizuoka), también quedó encandilado por la belleza del recipiente.
Un pabellón mortuorio luminoso
Visitamos el templo Ryūun-ji, del que se dice que posee el Sutra del Corazón de mayores dimensiones del mundo.
En el pabellón mortuorio que tiene el Sutra del Corazón de fondo, centelleaban 266 urnas de cristal, una por cada carácter de la escritura sagrada.
Vi a una persona que visitaba el pabellón después del atardecer y me impresionó que se quedara tanto tiempo allí, como si se resistieran a marcharse.
Espíritus que vibran en la misma frecuencia
Rezar y rendir culto a los muertos es, en definitiva, pensar en ellos, sentir su presencia y vibrar en su misma frecuencia.
Uno ilumina con la irradiación del sol y el otro recibe con la reflectividad de la luna.
Las dos manos se juntan con cuidado y nace una plegaria silenciosa.
Fotografías y texto: Ōnishi Naruaki.
Fotografía del encabezado: El altar Inori no Ouchi con otros artículos funerarios, elaborados con madera natural.
(Traducido al español del original en japonés.)