Ozu Yasujirō: Cuentos de Tateshina
El guionista cómplice de Ozu Yasujirō
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Pocos conocen el papel fundamental que desempeñó el guionista Noda Kōgo en la carrera del director Ozu Yasujirō. Cuando se cumplen 120 años del nacimiento de Ozu y 60 de su muerte, nos adentramos en las montañas del centro de Japón y descubrimos el legado del autor que acompañó al célebre director: un archivo personal y documental que narra parte de la historia del cine japonés y una cómplice amistad en el Japón de posguerra.
Ozu y Noda perfilaron un método único de trabajo que derivó en un cine que ha traspasado fronteras y llega hasta nuestros días. En la última etapa de su carrera, durante los años cincuenta del siglo pasado, ambos se recluyeron en un paraje montañoso llamado los Altos de Tateshina. Aquí, los cineastas se inspiraron y establecieron una rutina compartida llena de horas de trabajo, conversaciones, paseos y mucho sake. Un lugar de creación, pero también de celebración de la vida hasta el final de sus días.
Un tándem de obras maestras
Noda Kōgo, nacido en 1893 y diez años mayor que el famoso creador del “plano tatami”, compartió los inicios de Ozu en el cine mudo y a la par llegaron al color. No solo fue un autor prolífico que contribuyó a la historia del séptimo arte nipón, sino también un buen amigo.
La imagen en movimiento los unió en Tokio en los años veinte, cuando Ozu debutó en el cine dirigiendo La espada de la penitencia (Zange no yaiba, 1927), con Noda a cargo del guion. A partir de entonces, realizarían juntos 27 películas, aunque hubo más de una década de interrupción entre La muchacha inocente (Hakoiri Musume, 1935) y Primavera tardía (Banshun, 1949).
El auge del militarismo nipón en los años treinta y el posterior estallido de la Segunda Guerra Mundial bifurca sus caminos, al mismo tiempo que el control estatal y la propaganda se estrechan sobre la industria del cine. Mientras que Ozu es movilizado a China en 1937 y enviado a Singapur en 1943 para rodar un documental en mitad de la contienda, Noda viaja en 1940 a la China central para escribir el guion de una película de corte bélico basada en la biografía del escritor Kan Kikuchi.
El reencuentro de Ozu y Noda arrancó con la trilogía de Noriko —personaje interpretado por la inolvidable actriz Hara Setsuko— que les llevó al estrellato en el país por mostrar la posguerra que vivían y la universalidad de la familia. Cuentos de Tokio (Tokyo Monogatari, 1953), la última de la serie, representó una cumbre artística para ambos.
Fuera del rodaje, sus vidas transcurrieron entre la familia, reuniones de asueto en la capital y periodos de creación absoluta. Corría el año 1952 cuando Ozu se instaló con su madre en el que sería su hogar definitivo en la ciudad marítima de Kamakura, aledaña a la capital, donde también residió Noda con su mujer y dos hijas.
Durante ese breve periodo, ambos cineastas trabajaron en una posada de la playa de Chigasaki, unos kilómetros más al sur, pero lo suficientemente cerca de los estudios cinematográficos Shōchiku, en Ofuna, y de Tokio. Codo con codo idearon tramas, escribieron diálogos y organizaron el elenco para el siguiente filme. Sin embargo, llegaron a acusar el ritmo frenético de la industria y la posada, que aloja a numerosos cineastas y escritores de la época, los expone en demasía.
Deciden escapar entonces en busca de inspiración. Noda sabe del lugar ideal: una apartada villa de montaña rodeada de bosque, donde la única compañía son las nubes. Así es como llegaron a los Altos de Tateshina, un paraje volcánico en la imponente cordillera Yatsugatake de Nagano, que se convertirá en el último retiro de ambos creadores.
Cuenta Yamanouchi Michiko, la albacea de la villa en la montaña que hoy atesora el archivo personal de Noda, que el guionista japonés visitó Tateshina en el verano de 1951. El hijo de su hermano mayor estaba muy enfermo, y era costumbre hace más de un siglo recluirse en la naturaleza para sanar. El hermano de Noda adquirió una diminuta villa, apenas una cabaña de madera rodeada de árboles, que constaba de una única estancia de tatami, la cual hacía de comedor durante el día y de dormitorio de noche. Pero el hijo no se recuperó de la enfermedad que le aquejaba y el hermano le cedió la cabaña a Noda. Este cayó rendido ante tanta calma y belleza y nunca más se separó del lugar.
Noda fundó Unkosō, su villa de descanso e inspiración creativa. “Las montañas llaman a las nubes como las nubes a la gente”, decía. Por ella pasaron familiares, amigos y artistas de la época, entre ellos los actores Sada Keiji y el mítico Chishū Ryū. Durante el verano nunca faltaron las visitas. Hacían excursiones por los alrededores o se juntaban por las noches alrededor del fuego. Aunque su residencia habitual estaba en Kamakura, el cineasta pasaba largas temporadas en Tateshina con su mujer Shizu y su hija Reiko. Fue también aquí donde dejó su legado.
Reiko creció entre cineastas y se convirtió en la mano derecha de su padre. Después de la guerra, era ella quien se encargaba de pasar a limpio todos los guiones que Noda escribía. Es más, durante el proceso de creación, Ozu y Noda le preguntaban a menudo su opinión, por lo que no es de extrañar que se convirtiese en otra guionista bajo el pseudónimo de Tachihara Ryū, tal y como cuenta Yamanouchi, su heredera. A pesar de la fuerte oposición inicial que mostró su padre Reiko se casaría con otro guionista, Yamanouchi Hisashi. Este episodio familiar inspiró el guion de Flores de equinoccio (Higanbana, 1958), la primera película a color de Ozu.
Los Diarios de Tateshina
Guiado por su guionista, Ozu llega a Tateshina por primera vez el miércoles 18 de agosto de 1954, cuando el verde de los bosques estaba en su apogeo. En esa época las noches son frescas y, al estar a unos 1.200 metros de altura, el calor se atenúa. Ese mismo día deciden dar cuenta de los hechos y comienzan los Diarios de Tateshina, una crónica del retiro.
Toman un cuaderno de color beige, de finas hojas de papel washi, y narran día tras día la rutina compartida. Dibujan y bromean. También participan en el registro las visitas. Empieza una etapa de creatividad y disfrute en tándem que solo la muerte interrumpirá. “Sale tardía la luna en las nubes bajas, vaga y lejana, la vista es verdaderamente hermosa y disipa la mundanidad cotidiana”, escribió Ozu tras su primera luna. Dejaron 18 cuadernos de anécdotas manuscritas a lápiz.
La rutina de ambos establecía levantarse pasadas las nueve, darse un baño y almorzar con dos o tres go de sake, una medida de arroz equivalente a una jarra de 180 ml. Después se sentaban sobre el tatami a trabajar y por la tarde, si el tiempo acompañaba, salían a pasear por el bosque. Se internaban en un camino por el que serpenteaba un río hasta alcanzar una loma donde se erigía un cerezo y divisaban todo el valle. En las ocasiones especiales visitaban los baños termales de la zona al caer la tarde.
Alternaban los platos caseros de Shizu con un círculo de creación y recreo en la naturaleza regado de Daiya Kiku, el sake preferido de Ozu. Tal y como dejó dicho Shizu y mencionan testimonios, hubo un episodio en el que el proceso creativo requirió de 100 botellas de sake, que iban quedando apiladas a la entrada de la villa durante los tres o cuatro meses que les llevó armar la trama, escribir el guion y organizar el rodaje.
Entonces abandonaban los Altos de Tateshina y se ponían en acción con el elenco. Nunca rodaron en estos lares, pero el barbero que solían frecuentar inspiró una escena de Hierba errante (Ukigusa, 1959), según cuenta Fujimori Mitsuyoshi, originario de la región y quien hoy se encarga de enseñar la otra villa de trabajo de Ozu.
Mugeisō, una villa de película
Ozu se enamoró del lugar y de la calidad del sake de esta región arrocera. Siguiendo los pasos de su buen amigo, en 1956 decide alquilar otra villa e instalar el centro de operaciones a un paseo por el bosque. La bautiza Mugeisō, un nombre que combina el arte y la nada en su significado, y que en realidad será el lugar donde Ozu y Noda tramarán seis películas más, hasta filmar juntos El sabor del sake (Sanma no aji, 1962), su última obra.
Hoy la villa permanece intacta y con los portones abiertos. Sobre el tatami y junto al fuego, el guía Fujimori traslada al visitante a las noches de Ozu y Noda con otras personalidades del cine; a sus cenas alrededor del fuego y un caldero de hierro con sukiyaki de ternera y verduras, que el propio Ozu preparaba para sus huéspedes. Allí conversaban sobre cine y se divertían bebiendo.
Mugeisō hospedó también a algún amor de Ozu. Los Diarios de Tateshina dan cuenta de la visita en 1956 de Murakami Shigeko, la acordeonista que interpreta una pieza en una escena de Cuentos de Tokio. “Todos sabían que era la novia de Ozu”, dice Fujimori. Otros testimonios también confirman que ambos mantuvieron una estrecha relación. Durante su estancia en la villa y según el diario, su acordeón amenizó una reunión nocturna.
Replicar los diarios, recuperar un pasado
Noda y Ozu se despidieron definitivamente un frío 12 de diciembre de 1963 en un hospital de Tokio, el día que el director falleció, justo cuando cumplía sesenta años. Un Noda apenado escribió en su diario personal los últimos momentos del director, una lectura que fue descifrada en 2023 por la investigadora Miyamoto Akiko, de la Universidad Dōshisha.
“Ozu-kun posó sus pupilas y me miró fijamente a la cara, como si de algún modo lo entendiera”, registró Noda, sintiendo la necesidad de dejar por escrito los últimos días de su amigo.
A pesar de la muerte del director, Noda no interrumpió los Diarios de Tateshina que compuso junto a Ozu durante los retiros artísticos. Cinco años más tarde, la muerte lo sorprendió en la madrugada del 23 de septiembre de 1968 en su villa de montaña, y será Shizu quien abra el último cuaderno y registre el hecho, dando cierre a estos diarios de amistad y creación. Después, guardó los 18 tomos en algún rincón de la casa del bosque sin sospechar que dos generaciones más tarde el deseo de preservar la historia y la tecnología se aliarían para recuperarlos.
En 1990, el terreno donde se alzaba la villa en el monte fue adquirido por una empresa y Reiko levantó para Shizu una nueva villa, lo suficientemente cerca para mantener el espíritu y legado de la original, con el testimonio documental de Noda y Ozu en su interior. Shizu viviría cien años y hasta su fallecimiento en 2001 conservó intactos los numerosos diarios, así como los guiones originales de Cuentos de Tokio o de Bakushū (El comienzo del verano, 1951), entre otras muchas más curiosidades de esta historia de una amistad.
Entre los archivos aparecieron un día unos filmes en 8mm. Rodados por el dúo, muestran en blanco y negro los años que pasaron en Tateshina. Ozu grababa a Noda y viceversa. También documentaron a los lugareños y el entorno. En la película, Ozu juega al golf en yukata y calzado con geta en el monte para romper con el sedentarismo de la invención.
A principios de este siglo, fueron Reiko y su marido Yamanouchi Hisashi quienes tomaron el relevo de la villa del bosque. En 2013 se publicó una edición limitada de los diarios, aunque se trata de una ínfima parte de la obra. Tras el fallecimiento de Reiko en 2012, sus herederos adoptivos, Yamanouchi Chiaki y Michiko, pensaron que era un legado demasiado valioso para conservarlo en privado. En 2016 abrieron la nueva Unkosō y establecieron el Museo Kōgo Noda - Centro de Estudios de Guion de Tateshina que pone a disposición de los amantes del cine e investigadores todo el patrimonio documental.
Sin embargo, la fragilidad del papel de arroz de los cuadernos, sumada al paso del tiempo, impedía que el público pudiera acceder al material. La interpretación de la letra y los ideogramas a mano eran otra dificultad para la lectura. Entonces apareció Fuji Xerox, una empresa de imágenes de Kioto que, con su tecnología de procesamiento e impresión, se embarcó en un proyecto para rescatar los preciados Diarios de Tateshina.
El 19 de septiembre de 2020 fue un día de fiesta en la villa de Noda. A pesar de las restricciones de la pandemia, Yamanouchi Michiko engalanó el camino con arreglos florales para recibir al presidente y a los técnicos de Fuji Xerox, al alcalde de Chino, a la investigadora Miyamoto y a unos pocos amigos y personalidades del cine. Watanabe Chiaki, también guionista, no pudo ocultar su emoción. En petit comité conmemoraron la recuperación de los diarios: Unas réplicas del color y tamaño exacto de las originales se alineaban en el porche bajo las nubes del bosque.
“Si Noda y Ozu estuviesen aquí, bromearían sobre haber convertido esto en un lugar para la investigación de la historia del cine y le quitarían importancia”, afirmó Yamanouchi. Trabajadores incansables de una era dorada del cine, pero amantes de la broma y frugales en la celebración de la vida, su paso amigo por Tateshina permanece intacto en este bosque blanco sembrado de abedules.
Entrevistas y texto: Carmen Grau Vila.
Fotografías: Kodera Kei.
Entrevista con la autora disponible en el podcast de nippon.com en iVoox y Spotify.
(Fotografía del encabezado: Ozu Yasujirō, a la derecha, pasea por un camino de los Altos de Tateshina junto al guionista Noda Kōgo, a su izquierda, y a Shizu. © Museo Kōgo Noda - Centro de Estudios de Guion de Tateshina.)