Las 24 divisiones del año solar en Japón

‘Shūbun’: el equinoccio de otoño

Cultura Naturaleza

Es la temporada del jūgoya no tsukimi; o sea, la noche de la mitad del otoño en la que se puede contemplar la luna más bonita de todo el año.

El día y la noche tienen la misma duración dos veces al año, en el equinoccio de primavera y el de otoño, cuando el sol sale justo por el este y se pone exactamente por el oeste.

El equinoccio de otoño, shūbun en japonés, cae en torno al 23 de septiembre, según el calendario actual. A partir de esta jornada hay más horas de oscuridad y el período otoñal se intensifica. Además, el tiempo se vuelve más agradable con el cambio de estación; tal y como dice el refrán: “Ni el frío ni el calor se prolongan más allá del equinoccio”, un dicho que se aplica tanto a la época primaveral como a la otoñal.

Cada año el Observatorio Astronómico Nacional se encarga de calcular y determinar la posición del sol, un dato importante en la confección de los almanaques nipones sobre las estaciones, como los que incluyen las 24 divisiones del año solar y las 72 microestaciones de Japón. De hecho, el equinoccio de primavera y el de otoño ocupan un lugar importante en el calendario: ambos son días festivos en los que se admira la naturaleza y se muestra aprecio por la fauna y la flora. Además, en el equinoccio de otoño se otorga una importancia especial a honrar a los antepasados y recordar a los difuntos.

La flor del infierno (higanbana o Lycoris radiata)

La flor del infierno recibe su nombre japonés, higanbana (literalmente, flor del higan), precisamente porque florece en las mismas fechas en las que se celebra el rito budista homónimo de culto a los antepasados. De hoja perenne y originaria de China, también se la conoce como manjushage; esto es, la flor del paraíso en sánscrito. Cuentan que la plantaban en las veredas y las orillas de los arrozales para protegerlos de animales silvestres como la rata y el topo, puesto que contiene veneno, principalmente en el bulbo. Cuando se acerca el higan, el tallo se extiende en solitario, como si hubiera crecido de repente, y de él florecen unas seis flores de alrededor de diez centímetros de diámetro; a continuación, salen las hojas.

Flores del infierno. (PIXTA)
Flores del infierno. (PIXTA)

Jūgoya no tsukimi: contemplar la luna de la decimoquinta noche

Jūgoya (literalmente, la decimoquinta noche) es un término japonés que se emplea para referirse a la noche de luna llena del día 15 de agosto en el calendario antiguo. Esta luna recibe el nombre de chūshū no meigetsu; esto es, luna clara de la mitad del otoño, y cae en septiembre en el calendario actual.

La costumbre de contemplar la luna de la mitad del otoño tiene su origen en China; concretamente, en la dinastía Tang (618-907): las familias y los parientes se reunían para disfrutar juntos de dicha velada. A Japón habría llegado en el período Heian (794-1185), pero, inicialmente, era un pasatiempo del que disfrutaba únicamente una parte de la nobleza. Así pues, no se extendió entre las clases populares hasta comienzos del período Edo (1603-1868). La gente esperaba con ansias la llegada de este día, puesto que, tal y como dice la canción: “Muchos son los meses en los que se puede ver la luna, pero ninguno como este”.

En la decimoquinta noche se confecciona una especie de altar, llamado tsukimidai, y se colocan en él productos agrícolas típicos de la estación —eulalia, satoimo, castañas, caquis, etc.—, además de dango, como muestra de agradecimiento por la cosecha. La eulalia se utiliza como adorno debido a su parecido con las espigas del arroz y a la creencia de que sirve para ahuyentar el mal, puesto que en ella moran los dioses.

Adornos propios del tsukimi: dango y eulalia. (PIXTA)
Adornos propios del tsukimi: dango y eulalia. (PIXTA)

El olivo fragante (Osmanthus fragans)

El olivo fragante es, junto con el jazmín de la India y la dafne, una de las plantas que más huelen. Cuando florece, desprende un olor dulce que hace que nos demos cuenta del cambio de estación. En China secan las flores y hacen un té con ellas; también las utilizan para elaborar el vino de casia, un vino blanco en el que se introducen pétalos de flores de olivo fragante para que este asimile su fragancia mientras madura.

Olivo fragante. (PIXTA)
Olivo fragante. (PIXTA)

Sanseki no uta

Sanseki no uta son tres poemas waka sobre los atardeces de otoño que forman parte de la antología Shin Kokin Wakashū, publicada a principios del período Kamakura. Compuestos por los poetas Fujiwara no Teika, Saigyō y Jakuren, se siguen recitando incluso a día de hoy.

Atardecer de otoño. (PIXTA)
Atardecer de otoño. (PIXTA)

Matsutake

El matsutake es una seta apreciada desde tiempos antiguos por su aroma, tanto que hasta aparece en la antología de poemas Man’yōshū. Dado que crece como parásito en las raíces de los pinos rojos japoneses (akamatsu o Pinus densiflora), resulta difícil cultivarlo de manera artificial y, por lo tanto, se lo considera un alimento de lujo. En 2020 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo declaró especie amenazada, uno de los motivos por los cuales cada vez se lo considera más inalcanzable. Para disfrutar de su rica fragancia, se puede tomar asado, cocido con arroz, cocido al vapor en una tetera dobin y en sopas claras suimono, entre otros.

A la izquierda, matsutake fresco; a la derecha, arroz cocido con esta seta. (PIXTA)
A la izquierda, matsutake fresco; a la derecha, arroz cocido con esta seta. (PIXTA)

Satoimo (Colocasia esculenta)

Los orígenes del satoimo se remontan al período Jōmon y son más antiguos incluso que los del cultivo del arroz. Se lo considera un símbolo de las cosechas abundantes y la perpetuación de la descendencia debido a su peculiar forma de reproducirse: los retoños y los tubérculos terciarios crecen alrededor del tubérculo madre. La ciudad de Yamagata alberga cada septiembre el Mejor Festival de Imoni de Japón, una celebración otoñal en la cual se emplea una olla de 6,5 metros de diámetro y 4 toneladas de peso para cocer a fuego lento satoimo, carne de vacuno y konjac en salsa de soja, plato que luego se sirve de manera gratuita entre los asistentes; en total, se preparan 30.000 raciones de este imoni.

Imoni cocido a fuego lento en salsa de soja. (PIXTA)
Imoni cocido a fuego lento en salsa de soja. (PIXTA)

El Día del Tofu

El Día del Tofu, que se celebra cada 2 de octubre, surgió a raíz de una iniciativa impulsada por la Asociación de Tofu de Japón. La fecha elegida tiene su origen en un juego de palabras con la pronunciación de los números diez y dos, “tō” y “fu”, respectivamente. El tofu es rico en proteínas vegetales y ácido linoleico —este último presente en la grasa—, por lo que ayuda a reducir el colesterol; esto lo convierte en el alimento perfecto para prevenir las enfermedades relacionadas con el estilo de vida. Hay numerosos tipos de tofu, recetas y alimentos procesados, entre los cuales han cobrado popularidad los dulces como el flan de tofu.

Tofu frío en bloques. (PIXTA)
Tofu frío en bloques. (PIXTA)

La nuez de ginkgo

Cuando las hojas del Ginkgo biloba empiezan a tonarse amarillas, sus frutos, redondos y maduros, caen al suelo. El mayor atractivo de la nuez de ginkgo reside en la combinación formada por su textura pegajosa y su gusto ligeramente amargo. Aunque su olor peculiar hace que tenga tanto adeptos como detractores, suele servir de ingrediente en platos como el chawanmushi o mezclado con el arroz cocido, siempre y cuando primero se le quite la cáscara y luego se tueste o se hierva. Por muy rica que resulte, conviene recordar que el consumo excesivo de nuez de ginkgo es perjudicial para la digestión, de ahí que la cantidad recomendada para las personas adultas sea de unas diez unidades al día.

A la izquierda, dos hileras de Ginkgo biloba; a la derecha, nueces de ginkgo tostadas. (PIXTA)
A la izquierda, dos hileras de Ginkgo biloba; a la derecha, nueces de ginkgo tostadas. (PIXTA)

El cacahuete

Cuentan que fue el explorador Cristóbal Colón quien dio a conocer el cacahuete en todo el mundo. A Japón llegó a través de China en el período Edo, motivo por el cual uno de sus nombres en japonés es Nankin mame (literalmente, legumbre de Nankín). Aunque abunda la creencia errónea de que es un fruto seco que crece en un árbol, lo cierto es que se trata de una legumbre cuyas flores florecen sobre la tierra y se convierten en vainas debajo de esta. Por norma general, los cacahuetes se dejan secar y luego se comen tostados; sin embargo, cada vez gustan más los crudos hervidos en agua con sal.

A la izquierda, cacahuetes recién desenterrados; a la derecha, cacahuetes con cáscara. (PIXTA)
A la izquierda, cacahuetes recién desenterrados; a la derecha, cacahuetes con cáscara. (PIXTA)

La paparda del Pacífico

El nombre japonés de la paparda del Pacífico, sanma (literalmente, pez katana de otoño), tiene su origen en la forma fina de este pescado, similar a la de una espada nipona, y en el hecho de que se come en otoño. Las clases populares la consumían mucho en la antigüedad debido a que, además de llevar mucha grasa, que la hace deliciosa, se vendía a precios asequibles. Por si esto fuera poco, contiene muchos nutrientes que la convierten en un alimento vigorizante, de ahí que exista un refrán que podría traducirse como “cuando hay paparda del Pacífico, los masajistas se retiran”. Aunque suele tomarse asada a la parrilla tras haberla sazonado en sal, el desarrollo de las técnicas de refrigeración y congelación que se ha producido en los últimos años ha permitido que también se comercialice para disfrutarla cruda.

Paparda del Pacífico asada a la parrilla tras haberla sazonado en sal. (PIXTA)
Paparda del Pacífico asada a la parrilla tras haberla sazonado en sal. (PIXTA)

Elaborado bajo la supervisión de Inoue Shōei, profesora de sintoísmo. Inoue imparte clases en la Universidad Tōhoku Fukushi y confecciona calendarios, materia sobre la que también investiga. Además, se dedica a dar charlas y a escribir.

Imagen del encabezado: Flores del infierno en los arrozales en terrazas Ōyama, situados en Kamogawa (Chiba) (PIXTA).

(Traducción al español del original en japonés)

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