Bienvenidos al ‘haikai’ clásico
Deshójase la peonía / y superpuestos en tierra / dos, tres pétalos caídos (Buson)
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牡丹散(ちり)て打(うち)かさなりぬ二三片 蕪村
Botan chirite
uchikasanarinu
nisanpen(Poema escrito por Buson hacia 1769 e incluido en la colección Buson kushū)
Deshójase la peonía
y superpuestos en tierra
dos, tres pétalos caídos.
La peonía es una planta que abre sus grandes flores hacia principios de mayo. Llamada la “reina de las flores” por su regio porte, los pintores de todos los tiempos han gustado de representarla en sus obras. La originalidad de este poema de Buson reside en que se acerca a la esplendorosa belleza de las peonías desde el ángulo de sus pétalos ya caídos. “Inadvertidamente, esa peonía que hace bien poco estaba en la cúspide de su lozanía ha empezado a deshojarse. Dos o tres pétalos yacen ya amontonados”, viene a decirnos. Los pétalos recién caídos conservan todavía toda su frescura. Y sobre ellos, en una de las ramas bajas de la planta, vemos una gruesa y apretada flor que parece a punto de deshacerse y caer a tierra.
En el manuscrito de Buson el verbo “deshojarse” aparece escrito no en kanji (ideogramas de origen chino, que no transmiten una determinada pronunciación) sino en el silabario hiragana y esto nos permite saber que su autor quería que se leyera chirite y no chitte, que sería la lectura más normal hoy en día. Esto convierte el verso de cinco sílabas en un verso de seis, y así el salto a las siete sílabas del verso siguiente se hace todavía más suave, casi tan imperceptible como el silencioso adiós del pétalo a la flor. Kitō, uno de los discípulos de Buson, veía además un bello equilibrio entre el primer verso, dominado por la palabra de origen chino botan (peonía), y el último, donde la expresión “dos o tres pétalos”, leída también al estilo chino, se hace eco de la anterior. Para conseguir este efecto, en medio habría plantado el largo verbo compuesto uchikasanarinu (“ha ido cayendo uno encima de otro”). De ser así, en este caso el poema de Buson no sería fruto inmediato de una impresión visual, sino de meditados y minuciosos cálculos.
¿Y de qué color deberíamos imaginar la flor? Nunca puede descartarse que se trate del virginal blanco, pero… Al parecer, las peonías de Buson son rojas mientras no se demuestre lo contrario. En materia de flores, sus preferencias estaban con ese avasallador color. Tenemos un buen ejemplo en otro de sus poemas, de una genialidad inimitable, en el que las rojas fauces de Enma, el pavoroso rey de los infiernos que decide el destino de las almas, escupen precisamente peonías. Una imagen sobrecogedora.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: PIXTA.)