El budismo primitivo en Japón como proyecto nacional
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El budismo, una prueba de pertenencia a la esfera cultural china
En el siglo VI, Japón ya había empezado a identificarse como una nación. En el seno del Gobierno central estalló un conflicto armado sobre si vivir como miembro de la esfera cultural china en términos de administración estatal, o si excluir las influencias extranjeras y actuar a la manera propia de Japón. El primer bando ganó esta disputa política y, a partir de entonces, adoptó activamente la cultura china y gestionó el Estado a la manera de los chinos.
Con ello, el budismo se consideraba un medio de demostrar diplomáticamente que Japón se incorporaba a la esfera cultural china. Al convertirse en un país budista, los principales funcionarios estatales creían que Japón podría demostrar que era un miembro legítimo de dicha esfera. Por ello, decidieron introducir el budismo como proyecto nacional.
Conviene explicar aquí la situación del budismo en China en aquella época. Desde los siglos I y II, diversas doctrinas budistas habían entrado en China a través de la Ruta de la Seda, dando lugar a una gran variedad de sectas budistas Mahāyāna, cada una de las cuales se presentaba como “las verdaderas enseñanzas de Buda”. Más tarde, hacia el siglo VI, se produjo un notable movimiento para vincular y unir varias enseñanzas tan diferentes en una sola. Aceptando todas las doctrinas de cada una de las diferentes sectas budistas, intentaron organizar la lógica de estas enseñanzas y comprender el vasto mundo del budismo de forma global. El representante de este movimiento fue la secta Tendai, una de las sectas budistas Mahāyāna. Estas enseñanzas fueron introducidas en Japón en el siglo IX por Saichō (767-822), y dieron origen a las diversas sectas del budismo japonés, pero esa historia se explicará en otro momento.
En el momento en que Japón decidió introducir el budismo, la secta Zen, un nuevo estilo de budismo nacido en China, aún no estaba activa de forma significativa, y el “budismo esotérico”, la forma final del budismo en la India, no se había introducido plenamente en China. El zen y el budismo esotérico no florecerían en China hasta un poco más tarde, y tendrían un impacto significativo en el flujo posterior del budismo japonés, del que también se hablará en entregas posteriores.
La sangha fue importada con gran dificultad
Como ya se ha mencionado, en el siglo VI Japón decidió introducir el budismo como proyecto de Estado. ¿Qué significa exactamente “introducción oficial del budismo por parte del Estado”?
La regla tradicional es que el budismo consta de tres elementos llamados: “Buddha”, “Dharma” y “monjes”. El “Buddha” es el Buda, el “Dharma” es la enseñanza del Buda, y los “monjes” son la sangha, una organización que vive según las enseñanzas del Buda. La introducción del budismo en Japón supuso la importación de estos tres elementos del continente a Japón. Se consideró que Japón se había convertido en un país budista cuando adoptó cada uno de esos elementos.
Importar los dos primeros, Buddha y las enseñanzas de Buda, fue fácil. Buddha son las estatuas de Buda y el Dharma son las escrituras, así que se bastaba con llevarlas a Japón en un barco y ya está. Sin embargo, importar el tercer elemento, la sangha, era extremadamente difícil. Una sangha es una organización formada por monjes. “Importar la sangha a Japón” significaba traer en barco al país a muchos monjes del continente.
Según las reglas del Vinayapiṭaka, que contiene los preceptos establecidos por Shakyamuni, el número mínimo de personas para formar una sangha es de cuatro. Cuatro o más hombres forman una sangha masculina y cuatro o más mujeres forman una sangha femenina. Sin embargo, según otra regla, “para que un laico se ordene monje, necesita el permiso de al menos 10 monjes”. Por lo tanto, para mantener de forma permanente una sangha en Japón, era necesario traer del continente a más de diez monjes conocedores del Vinayapiṭaka mediante viajes en barco extremadamente peligrosos. Fue una tarea muy difícil para Japón convertirse en un país budista de manera oficial.
La llegada de Ganjin y sus discípulos convirtió a Japón en un país oficialmente budista
Aunque el príncipe Shōtoku (577-662) desempeñó un papel decisivo en la introducción del budismo en Japón, en su época aún no era posible importar la sangha. Solo se podían importar estatuas y escrituras budistas. Posteriormente se erigieron muchos templos por todo Japón y se llevaron a cabo diversos rituales budistas para la seguridad nacional, pero la sangha formal permaneció sin introducirse durante mucho tiempo después. No fue hasta el año 754 cuando se resolvió esta última dificultad y Japón se convirtió oficialmente en un país budista.
Ganjin (688-763), que entonces gozaba de gran renombre en China, respondió a una petición de Japón y decidió ir con aspiraciones misioneras. Como especialista en la secta Ritsu, en la que investigan y practican los preceptos, y sumo sacerdote que había adquirido un amplio conocimiento del pensamiento budista, contaba con un gran número de discípulos y podría haber traído consigo a más de diez monjes. Pero, por desgracia, Ganjin y sus discípulos sufrieron naufragios y otros percances en su viaje, y finalmente lograron llegar a Japón en su quinto intento. Para entonces se había quedado ciego.
La corte Yamato de Nara recibió a Ganjin y su delegación como invitados de Estado. Más de diez monjes, entre ellos Ganjin, actuaron como maestros de ceremonias y convirtieron a los japoneses en monjes budistas uno tras otro. Este fue el momento del nacimiento de la sangha oficial en Japón, y el momento en que Japón se convirtió en un país budista.
El budismo debuta como religión de Estado
Sin embargo, la actitud de la Corte Imperial que siguió a esto no siempre estuvo en consonancia con los deseos de Ganjin. Lo que los japoneses querían era la importación de la sangha como requisito para convertirse en un Estado budista oficial, y el primer punto de partida para ello era la llegada de diez o más monjes a Japón. Una vez cumplido este requisito y capaces de producir sus propios monjes formales, su intención era utilizar el budismo como medio para dirigir el Estado.
Por lo tanto, naturalmente, los dioses que habían sido ampliamente venerados en Japón antes de la introducción del budismo fueron aceptados como objetos de culto y no fueron sustituidos por el budismo. La aceptación como objetos de fe tanto de los antiguos dioses japoneses como de los budas recién llegados del continente condujo finalmente a una fusión de ambos. El resultado fue la creación de una visión exclusivamente japonesa de la religión, que sostenía que los mismos seres trascendentes aparecían en diferentes formas en el mundo. Esta visión religiosa del “sincretismo sintoísmo-budismo” aún persiste en la sociedad japonesa. Se trata de aceptar tanto el sintoísmo como el budismo sin ninguna sensación de incomodidad.
Ganjin y su delegación llegaron a Japón con la esperanza de que el budismo se extendiera por todo el país con ellos como base. Sin embargo, la Corte Imperial quería que el budismo fuera útil en la gestión del Estado y formara parte de la estructura de poder. Los sacerdotes encargados de esta misión eran los conjuradores oficiales de la seguridad del Estado y los diplomáticos responsables del intercambio cultural con el continente.
A los monjes, que ocupaban una posición similar a la de los funcionarios del Estado, no se les habría permitido formar una sangha por su cuenta y tener una organización autónoma basada en el Vinayapiṭaka. En otras palabras, el principio de Shakyamuni de “transformarse uno mismo a través de una vida de práctica dentro de la sangha” no se entendía en absoluto. Además, los monjes no tenían derecho a reconocer a nuevos monjes, y el Estado tenía derecho a hacerlo. La vida cotidiana de los monjes no estaba regulada por el Vinayapiṭaka, sino por las leyes del Estado. El primer budismo de Japón, que arraigó en Nara, era una religión dirigida por y para el Estado. Este es el punto de partida del budismo japonés. En el próximo artículo veremos cómo se transformó este budismo japonés.
Fotografía del encabezado: Estatua de Ganjin consagrada en la Sala Conmemorativa de Ganjin en el templo Daimeiji de Yangzhou, provincia china de Jiangsu. La sala se diseñó para conmemorar el 1.200 aniversario de la muerte de Ganjin, refiriéndose a la Sala Dorada del templo Tōshōdaiji de Japón. (PIXTA).