Grandes figuras de la historia de Japón
Mori Ōgai: el genio polifacético que lideró la modernización literaria de Japón
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En Japón, todos sabemos que Mori Ōgai fue un escritor famoso por novelas como Maihime (publicada en español como La bailarina), Sanshō dayū (ídem, El intendente Sanshō), o Takasebune (La barca del río Takase). Pero ¿cómo fue la vida de este médico militar y funcionario que cubre con su obra las eras Meiji y Taishō y de quien recordamos ahora el centenario de su deceso?
Hombre polígloto, de amplia cultura
Mori Ōgai, pseudónimo de Mori Rintarō, nació en 1862 en el seno de una familia que durante generaciones había ocupado el puesto de médico de los señores del feudo de Tsuwano. Desde niño, se esperó de él que siguiera la tradición familiar dedicándose a la medicina y para ello se le dio una educación propia de un superdotado. Se formó, en primer lugar, en las enseñanzas confucianas. Desde los cinco años tuvo un profesor particular y desde los siete cursó estudios en la Yōrōkan, escuela instituida por el feudo para los hijos de los samuráis, donde estudió los preceptivos Cuatro Libros y Cinco Clásicos de la tradición confuciana. Pero también se acercó desde pequeño a los saberes occidentales, cuyos rudimentos aprendió de su propio padre, Shizuo. Este, como médico, se había empapado de los rangaku o “estudios holandeses”, como se llamaba entonces a ese conjunto de saberes.
En 1872, a los 10 años, se mudó con su padre a la capital y poco después toda la familia se establecía en Tokio. Justo en aquellos años, Alemania comenzaba a sustituir a Holanda como fuente de saberes médicos para los japoneses. Ōgai estudió alemán en una escuela privada y a los 11 ingresó a la que, un año después, se convertiría en Escuela de Medicina de Tokio y, en 1877, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tokio. Las clases en dicha facultad se daban en alemán, pero satisfecho con ellas, Ōgai complementó su educación recibiendo lecciones de poesía clásica china de un experto, con el que también leyó los libros de la medicina tradicional de aquel país. Por si fuera poco, contaba con otro experto en la tradición japonesa que le introdujo en el mundo de la poesía waka. Así, entre su adolescencia y juventud, Ōgai consiguió un buen dominio de cuanto podían ofrecer intelectualmente Japón, China y Occidente a un japonés de la época, alcanzando al mismo tiempo fluidez en varias lenguas.
Conocer y relativizar lo japonés y lo occidental
Ōgai deseaba ardientemente continuar sus estudios en el extranjero. Pero en 1881, cuando se disponía a graduarse, sufrió una racha de sucesos desafortunados, entre ellos la pérdida de sus apuntes de clase en un incendio, y no consiguió obtener buenas calificaciones en los exámenes finales, lo cual le impidió optar a alguna de las becas que ofrecía el Ministerio de Educación. Después de muchas dudas, Ōgai eligió la carrera de médico militar en el Ejército de Tierra, que le permitía también seguir sus estudios en el extranjero. Dio el paso a los 19 años y en 1884, a los 22, vio hecho realidad su sueño de estudiar en Alemania. Durante sus cuatro años en Alemania, además de investigar los sistemas de higiene y sanidad, que era su principal campo de estudio, leyó con gran interés la literatura y la filosofía alemanas y visitó teatros y museos, donde absorbió con avidez el arte y la cultura de Europa.
Todos los libros que se trajo de Alemania al regresar a Japón en 1888 no le fueron suficientes, pues siguió solicitando que le enviasen nuevas ediciones, periódicos y revistas, y estuvo siempre pendiente de la actualidad cultural europea. Su periodo en Alemania le permitió conocer bien las dos culturas y relativizarlas, siendo un “intelectual bípedo”, como dice él mismo en su ensayo Teiken sensei. Y esta privilegiada posición se reflejaría después tanto en su obra como en sus muchas actividades.
Una vez en Japón, Ōgai hizo su debut en el mundo de las letras al tiempo que trabajaba como médico militar. En 1889 publicó la selección de poemas de autores europeos Omokage y un año después su novela Maihime. En la revista mensual Shigarami-zōshi, que fundó en 1889, se destacó también como crítico y articulista, promoviendo muchos debates literarios en los que lucía sus conocimientos sobre la literatura y el arte alemanes. A través de estas actividades en las que adoptó una actitud de “ilustración militante” o “de batalla”, fue uno de los grandes impulsores de la literatura moderna japonesa, que en aquella época vivía su despertar.
Con las traducciones de Ōgai un soplo de aire fresco penetró en el mundo literario japonés. “La canción de Mignon”, de Goethe, incluida en la referida colección Omogake, El Improvisador de Andersen o el Fausto de Goethe ejercieron una fuerte influencia sobre muchos poetas y escritores.
Maihime, la novela más popular de su periodo inicial, está protagonizada por Ōta Toyotarō, burócrata de la elite japonesa que es enviado a Alemania. Toyotarō, que a lo largo de su experiencia berlinesa ha tomado conciencia de su libertad individual, vive una historia de amor con Elise, una bailarina pobre. Pero los hechos abocan a Toyotarō a una situación en la que debe elegir entre continuar su romance con Elise o volver a su país, donde le espera una promisoria carrera profesional. Después de debatirse angustiosamente entre ambas opciones, abandona a Elise, embarazada, y regresa a su país. Esta novela, que describe el choque cultural y los conflictos mentales que desencadena, está escrita de una manera muy personal, en un estilo de escritura híbrido, que aúna el kanbun-kundokutai (estilo culto utilizado en leyes y edictos imperiales de la era Meiji), el gabuntai (estilo cultivado arcaizante) y el ōbun-hon´yakutai (estilo de traducción, que reproduce los esquemas expresivos de las lenguas europeas).
Por otra parte, un año después de su regreso a Japón Ōgai comenzó a publicar dos revistas de tema médico: Eisei shinshi y Iji shinron, en las que mostró una vez más la “militancia ilustradora” con la que pugnó por preparar el terreno para el desarrollo de la medicina moderna en Japón. En 1897, junto a Koike Masanao, creó otra publicación sobre higiene, Eisei shinpen, que es el primer libro de texto sobre esa materia escrito por un japonés.
Prolífico novelista sin desatender su trabajo
En el aparato sanitario del ejército, Ōgai siguió una carrera hacia el liderazgo. En las guerras Sino-Japonesa (1894) y Ruso-Japonesa (1904-1905) sirvió como director del Departamento de Sanidad; de 1899 a 1902, fue destinado a la XII División de Kokura (Kitakyūshū) con un cargo similar. Este destino no le satisfizo, pues entendió que pasaba a ejercer un cargo de inferior categoría. Supuso que sus superiores mirarían con escepticismo su pretensión de compaginar su carrera en el ejército con su vocación literaria, así que durante su periodo en Kokura no realizó actividades propiamente literarias. Pero aprovechó muy bien su tiempo, ya que aprendió de un sacerdote francés que vivía en la región este idioma, del que llegó a tener un buen dominio, y de un monje zen el pensamiento del yuishiki (sánscrito: vijñapti-mātratā). Fue, pues, un periodo de acumulación de conocimientos y maduración de su filosofía vital.
En 1902, a los 40 años, Ōgai volvió a recibir un destino en Tokio, esta vez como director del Departamento de Sanidad de la I División del ejército de tierra. Cinco años después alcanzaba la cima de su carrera militar: la Superintendencia de Sanidad de dicho ejército, que llevaba equiparado el cargo administrativo de director del Departamento de Sanidad del Ministerio del Ejército de Tierra. No teniendo ya superiores de cuyas intenciones preocuparse, fue publicando una tras otras nuevas obras, sin descuidar nunca las muchas obligaciones de su cargo. Una de ellas, Vita sexualis (1909), en la que el protagonista rememora sus experiencias sexuales, es un análisis introspectivo de esa faceta de la vida, cuya venta fue prohibida por las autoridades. Con motivo del desbaratamiento de un supuesto complot para terminar con la vida del emperador, el Gobierno reforzó sus restricciones a la libertad de expresión en la literatura y en todo el mundo académico. Ōgai criticó este hecho en Chinmoku no tō (La torre del silencio, 1910). Fue una época en la que Ōgai escribió muchas novelas de temas de actualidad, con un fuerte contenido de crítica social y de civilización.
En 1912 murió el emperador Mutsuhito, cuyo reinado coincide con la era Meiji, y Japón entró en la era Taishō. La transición estuvo marcada por el sonado suicidio del famoso general Nogi Maresuke, quien quiso acompañar al Emperador al otro mundo. La muerte de Nogi fue un fuerte shock también para Ōgai, quien respondió con su novela Okitsu Yagoemon no isho (1912), para la que se documentó acerca de suicidios similares ocurridos en los primeros años del periodo Edo (1603-1868). Con esta novela se abre una nueva etapa en la narrativa de Ōgai, que comienza a escribir novelas históricas bien documentadas. A este ciclo pertenecen Saigo no ikku (Última estrofa, 1915) y Takasebune (La barca del río Takase, 1916), pasajes de las cuales siguen apareciendo en los libros de texto de lengua.
Ōgai se retiró del ejército a los 54 años, en 1916. Es hacia esta fecha cuando se orienta más claramente hacia las pesquisas históricas, centrándose en documentalistas (investigadores de la historia) de la segunda parte del periodo Edo, de quienes estudió sus vidas y sus logros intelectuales, y escribió biografías críticas. En 1916 publicó Shibue Chūsai, y entre 1917 y 1920 Hōjō Katei. Ambas son una lograda fusión de investigación histórica fundamentada y literatura, y representan un nuevo estilo que rompió con las ideas establecidas sobre la novela. Los intelectuales tratados en estas obras eran al mismo tiempo médicos, funcionarios y grandes entendidos en literatura y arte. Así pues, puede decirse que Ōgai escribió sobre personajes que le antecedieron en su propio modo de vida.
En 1917, a los 55 años, Ōgai volvió a obtener un cargo en un ministerio, esta vez en el de la Casa Imperial, donde fue al mismo tiempo Director de Museos y de Bibliotecas Imperiales. Como alto funcionario del ministerio y ante la inminencia de un nuevo cambio en el Trono del Crisantemo, Ōgai tenía la convicción de que asuntos como el nombre póstumo que recibía el emperador fallecido o el nombre con el que se bautizaba la nueva era debían ser fijados a partir de datos bien fundamentados desde el punto de vista académico y para ello se dedicó a la investigación histórica en cuerpo y alma. Su obra Teishikō (1921) es un estudio explicativo sobre el origen de los nombres póstumos impuestos a los emperadores a lo largo de la historia. Seguidamente dirigió su atención hacia los orígenes de los nombres de era y comenzó a escribir Gengōkō, que dejó inconcluso debido a problemas de salud (padecía de nefroesclerosis y tuberculosis). Murió el 9 de julio de 1922, a los 60 años.
Un gigante en el saber, un padre atento en el hogar
Mori Ōgai fue un intelectual de vastos conocimientos y dueño de un saber muy “transversal”, pues se extendía por muchos campos: se empapó de lo japonés, lo chino y lo occidental, se especializó en medicina, investigó la estética y la historia y trabajó al más alto nivel como médico militar y como burócrata. En la literatura cultivó la novela, la crítica, el teatro y la poesía en todos sus estilos y formas. Y publicó obras de vanguardia, que incluían importantes cuestionamientos.
¿Qué cara mostraba en el hogar familiar? Era un padre amantísimo, entregado a sus hijos. Los cuatro que tuvo de sus dos esposas, Toshiko y Shige, se hicieron escritores tras la muerte de Ōgai y dejaron constancia en sus escritos del amor que recibieron de su padre y del que le profesaron. Chichi no bōshi (El sombrero de mi padre, 1957, de la primogénita y novelista Mori Mari, y Bannen no chichi (Mi padre en sus últimos años, 1936), de su siguiente hija, la ensayista Kobori Annu, aportan retratos muy vívidos de las escenas más íntimas del escritor, a quien cariñosamente llamaban pappa.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Mori Ōgai fotografiado en 1912. Museo Mori Ōgai de Bunkyō-ku.)