Grandes figuras de la historia de Japón
Kurosawa Akira, un maestro que revolucionó el cine
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Kurosawa Akira sigue siendo, más de veinte años tras su muerte, un cineasta adorado por cinéfilos de todo el mundo. Buscó nuevas posibilidades en las artes visuales, y mostró, hasta el final de su carrera como autor activo, una verdadera pasión por el cine. Fue verdaderamente hijo del séptimo arte, y su encarnación misma.
Cuando tenía ochenta años Kurosawa recibió, en la ceremonia de los Premios de la Academia en Estados Unidos, en 1990, un Óscar honorífico especial. Los presentadores eran en esa ocasión George Lucas y Steven Spielberg, dos de los directores más prolíficos de Hollywood. Kurosawa dijo, en su discurso de aceptación: “Todavía sigo sin comprender realmente el cine, pero seguiré luchando por entender su encanto”, palabras que le valieron una gran ovación. Ambos directores, que consideran a Kurosawa como su maestro, aseguran que siempre ven alguna de sus obras favoritas antes de comenzar un nuevo rodaje, regresan a su planteamiento original sobre qué es el cine, y tratan de grabar ese espíritu en sus corazones.
Un padre estricto, la mejor preparación para el camino del cine
Kurosawa Akira filmó treinta películas en medio siglo, desde Sugata Sanshirō (La leyenda del gran judo, 1943) hasta Māda dayo (Todavía no, 1993). A lo largo de ese periodo recibió grandes premios en los festivales de cine más importantes de todo el mundo. Sus obras siempre ganaron por goleada. Incluso después de terminar la que sería su última película, Māda dayo, siguió escribiendo el guion del siguiente proyecto. Continuó dibujando con mucho entusiasmo los storyboards de obras como Ame agaru (Tras la lluvia) o Umi wa miteita (El mar nos miraba), pero tuvo un accidente en el hotel Ishiwara, donde solía alojarse en Kioto y en el que se hallaba trabajando en un guion, accidente por el que sufrió una fractura múltiple. Tras tres años viviendo en silla de ruedas, murió en 1998. a los 88 años.
Kurosawa nació en Tokio en 1910, el menor de ocho hermanos. Su padre, Isamu, era originario de la prefectura de Akita, y fue alumno de la primera promoción de la Escuela Militar de Toyama. Isamu estaba interesado en la educación física; participó en la fundación de la Organización de Educación Física de Japón, la entidad predecesora de la Universidad de Educación Física de Japón, y sentía un gran orgullo por haber creado la primera piscina de natación de Japón. Era, pues, un padre estricto del ejército, pero a menudo llevaba a la familia al cine. La madre de Akira, Shima, provenía de una familia de comerciantes de Osaka.
“En aquella época mucha gente creía que ver películas no era algo demasiado bueno para la educación, pero mi padre siempre estaba dispuesto a llevar a la familia al cine, y siempre creyó que el cine podía ser beneficioso para nuestra educación, algo que, creo, marcó el rumbo de mi vida” (entre comillas, a lo largo del artículo, incluimos comentarios del propio Kurosawa).
Las únicas películas a las que lo llevaron eran películas occidentales: Kurosawa vio la mayoría de las obras que trataban de ampliar las posibilidades del arte, como las de Chaplin en el Reino Unido, Griffith en EE. UU., o Eisenstein en Rusia. Podría parecer que todas esas obras fueron una preparación para emprender su propio camino en el cine, pero en ese momento Kurosawa soñaba con ser pintor, y no tenía ningún interés en ser cineasta. Kurosawa entró realmente en el mundo del séptimo arte a la edad de 26 años, un comienzo un tanto tardío.
Venecia, el comienzo del éxito internacional
El primer paso hacia el “Kurosawa mundial” llegó con el Gran Premio en el Festival Internacional de Cine de Venecia por Rashōmon (1950). En 1951, cuando Japón aún no se había recuperado por completo de su derrota en la guerra, ese premio se convirtió en una gran noticia que sacudió a Japón. Competir a la altura de todos aquellos famosos directores occidentales, y ganar, resultaba una verdadera hazaña.
Rashōmon aporta aún una gran influencia a los cineastas de todo el mundo. “Me sentí muy atraído por aquella fantástica idea de contar la historia desde tres perspectivas diferentes”, dijo Ridley Scott, director de Blade Runner, en una entrevista con motivo del estreno de The Last Duel (El último duelo).
Rashōmon está ambientada en un Kioto devastado por la guerra de finales del periodo Heian (794-1185). La historia comienza con una fuerte lluvia en la puerta de Rashōmon, donde un monje viajero y un vendedor de leña cuentan el interrogatorio que acaban de presenciar, acerca de un asesinato, en el kebiishichō (un puesto similar al de comisario de policía, en la época). Un sirviente, que viene a resguardarse de la lluvia, se suma también a la historia. En el caso, un samurái muere en un bosque cercano, y el bandido involucrado en el incidente, la esposa del samurái y el fantasma del samurái (hablando por medio de una sacerdotisa) testifican ante el kebiishichō. Sin embargo, cada uno trata de protegerse y van soltando una mentira conveniente tras otra, y la verdad del caso permanece en la oscuridad.
La historia original es la novela de Akutagawa Ryūnosuke Yabu no naka (En los matorrales). El original termina en una completa misantropía por parte de los tres personajes, pero Kurosawa decidió agregar una nueva parte al final, para que la historia no fuera tan negativa.
El leñador, el monje viajero y el sirviente, que se refugian de la lluvia, son también misántropos.
“Es una historia aterradora... ¡Si no puedes creer en nadie, este mundo es un infierno!”, dice el monje.
En ese momento, el sonido de la lluvia se mezcla con el llanto de un bebé. El sirviente corre tras la puerta de Rashōmon; le arrebata el kimono al bebé y se aleja.
El vendedor de leña le tiende sus manos al monje, que sostiene al bebé desnudo.
“Tengo seis hijos, pero no hay mucha diferencia entre criar seis o criar siete”.
“Gracias a ti puedo volver a creer en la gente”, dice el monje, tendiéndole el bebé.
El vendedor de leña carga con el bebé, y se aleja de la puerta en cuanto deja de llover.
“Creo que Yabu no naka es una mentira que nos cuenta Akutagawa. Repite que no cree en los seres humanos, pero lo cierto es que no podemos vivir sin creer. Eso es lo que quería expresar en Rashōmon. No es verdad que queramos apartarnos de los demás”.
Rashōmon fue aclamado en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Italia también se vio incendiada por los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial, sufrió terribles desastres y cayó en la misantropía general. Hasta allí llegó el mensaje de Kurosawa: “creamos en los seres humanos”, y generó una gran simpatía.
Un héroe nacional con un feroz sentido de la justicia
Después de la Segunda Guerra Mundial, Kurosawa creó héroes que se sobreponen a la adversidad en el Japón abrasado por la derrota. Escribió en su cuaderno:
“Me voy a encargar yo. Aunque haya grandes personas, nunca se convierten en héroes nacionales, y eso no está bien. Creo que necesitamos lograr que esas personas parezcan héroes”.
Kurosawa se había entusiasmado con la idea de darle la espalda a las tendencias decadentes de la posguerra, y de cambiar la realidad en la dirección correcta. Al final de la guerra Kurosawa tenía 35 años; los héroes que representaba no eran seres humanos antisociales, capaces de degradarse a sí mismos. Tenían más bien un feroz sentido de la justicia, odiaban el mal y tenían el coraje y la energía necesarios para combatirlo. Esos héroes le dieron al público, desolado por la guerra, una imagen vívida de una vida mejor.
Nace así una obra en cuatro partes de la posguerra. Subarashiki nichiyōbi (Un domingo maravilloso, 1947), Yoidore tenshi (El ángel ebrio, 1948), Shizuka naru kettō (Duelo silencioso, 1949) y Nora inu (El perro rabioso, 1949). Sanada, el médico alcohólico de Yoidore tenshi, el doctor Fujisaki de Shizuka naru kettō y el detective Murakami de Nora inu son los tres protagonistas movidos por el amor, y los nuevos “héroes nacionales” de los que habla Kurosawa.
La mirada cargada de amor de Kurosawa hacia el ser humano
Kurosawa estaba muy influido por la literatura rusa, especialmente por Dostoievski, por influencia de su hermano Heigo. En 1951 adaptó al cine El idiota.
“Por mucho que seamos amables, la nuestra es una amabilidad que nos lleva a apartar la mirada cuando vemos, por ejemplo, algo muy miserable. En esos casos Dostoievski mira sin apartar los ojos y sufre con esas personas. En ese sentido tiene, creo, una cualidad casi divina, más que humana”.
El filósofo Umehara Takeshi fue el primero en reconocer a Kurosawa como un autor movido por el amor: “Parece amar más a los humanos que cualquier autor literario. Los personajes de sus obras son practicantes del acto más vivo de amar”.
En la obra maestra de Kurosawa Ikiru (Vivir, 1952), Watanabe Kanji, el personaje principal, sabe que no le queda mucho tiempo de vida debido al cáncer y lucha contra los gruesos muros de las oficinas municipales para poder crear un pequeño parque para niños.
En su grandísima Shichinin no samurai (Los siete samuráis, 1954), Kurosawa cuenta la historia de siete guerreros que protegen una aldea, luchando para ello contra un salvaje grupo de samuráis sin señor.
La culminación del amor humano en la obra de Kurosawa viene con Akahige (Barbarroja, 1965), una magnífica obra coral con personajes como el propio Akahige, que dedica su vida a los pobres en un centro de salud y el joven médico decidido a vivir con amor en ese hospital, abandonando para ello un puesto oficial de médico en el shogunato.
“Creo que siempre pregunto lo mismo, como autor: por qué los seres humanos no podemos vivir con más armonía, unos con otros, más felices y con mejores intenciones”.
El dinamismo de la imagen es uno de los grandes atractivos de las películas de Kurosawa, un director que representó en ellas el amor de diversas formas. Su método de filmación, que tardó muchos años en pulir del todo, era el de rodar cada escena con una toma, con múltiples cámaras. Tras muchas repeticiones y minuciosos ensayos aparecían de una vez, sin cortes, vibrantes emociones. El realismo y el poder de las imágenes creadas de esta manera no tienen parangón.
Una película con la que mostrar que el mundo es uno
“El cine desempeña un papel muy importante en esa comprensión mutua con la que podemos superar fronteras. Las películas son la mejor manera de entendernos unos a otros. A medida que nos adentramos en esta ‘era planetaria’, en la que se requiere una comprensión mutua global, las películas son cada vez más importantes. La función del cine es también cada vez mayor para que las personas puedan vivir en paz sobre la Tierra”.
Kurosawa dirigió durante sus últimos años una de sus obras maestras: Yume (Sueños, 1990). En ella representa la importancia de convivir con la naturaleza en un mundo en el que la Tierra se va viendo cada vez más contaminada por la radiación. Había también una escena a la que llamó “sueño maravilloso”, en la concepción inicial de Yume. Sin embargo la escala de la producción era tan grande que finalmente decidió no rodarla. La presentamos ahora.
La escena comienza con un locutor de televisión que grita: “La paz finalmente ha llegado. ¡La paz, tan esperada, ha llegado!”
Los líderes de todo el mundo han firmado unánimemente un tratado de paz mundial.
Muchas armas quedan amontonadas en el centro de la gran plaza de una ciudad.
Se apilan allí tanques, cazas y cañones, y todo tipo de personas de muchos países bailan en múltiples círculos, a su alrededor.
Los gritos de alegría se alzan sobre la plaza.
Un dirigible flota en el cielo, y muchas doncellas lanzan pétalos al aire.
Ese torbellino de deleite es el clímax de la película.
Kurosawa escribió en su cuaderno de Yume:
Soñemos.
El sueño más hermoso, el más grande, el más maravilloso.
Un mundo, una Tierra.
¿Es realmente un sueño?
Aunque solo sea un sueño, es bueno.
Para Kurosawa, el objetivo del cine no debe ser la máxima expresión del artista, sino la realización de ese sueño: un mundo, una Tierra.
Las 30 obras de Kurosawa Akira (en negrita las que aparecen en este artículo)
Año | Título | Edad |
---|---|---|
1943 | Sugata Sanshirō (La leyenda del gran judo) | 33 |
1944 | Ichiban utsukushiku (La más bella) | 34 |
1945 | Zoku Sugata Sanshirō (La nueva leyenda del gran judo) | 35 |
Tora no o wo fumu otokotachi (Los hombres que caminan sobre la cola del tigre) | ||
1946 | Waga seishun ni kuinashi (No añoro mi juventud) | 36 |
1947 | Subarashiki nichiyōbi (Un domingo maravilloso) | 37 |
1948 | Yoidore tenshi (El ángel ebrio) | 38 |
1949 | Shizuka naru kettō (Duelo silencioso) | 39 |
Nora inu (El perro rabioso) | ||
1950 | Shūbun / Sukyandaru (Escándalo) | 40 |
Rashōmon | ||
1951 | Hakuchi (El idiota) | 41 |
1952 | Ikiru (Vivir) | 42 |
1954 | Shichinin no samurai (Los siete samuráis) | 44 |
1955 | Ikimono no kiroku (Crónica de un ser vivo) | 45 |
1957 | Kumonosujō (Trono de sangre) | 47 |
Donzoko (Los bajos fondos) | ||
1958 | Kakushi toride no san akunin (La fortaleza escondida) | 48 |
1960 | Warui yatsu hodo yoku nemuru (Los canallas duermen en paz) | 50 |
1961 | Yōjinbō (El mercenario) | 51 |
1962 | Tsubaki Sanjurō (Sanjuro) | 52 |
1963 | Tengoku to jigoku (El infierno del odio) | 53 |
1965 | Akahige (Barbarroja) | 55 |
1970 | Dodesukaden (Dodes’ka-den) | 60 |
1975 | Dersu Uzala (El cazador) | 65 |
1980 | Kagemusha (La sombra del guerrero) | 70 |
1985 | Ran | 75 |
1990 | Yume (Sueños) | 80 |
1991 | Hachigatsu no kyōshikyoku (Rapsodia en agosto) | 81 |
1993 | Māda dayo (Todavía no) | 83 |
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: retrato de Kurosawa Akira – Roland Grant Archive / Mary Evans / Kyodo Images)