Paseos por la historia de Japón
Significación histórica de la Constitución Meiji: democracia y militarismo
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Caluroso recibimiento popular
La Constitución prusiana (alemana), que concedía grandes atribuciones al emperador, fue la principal referencia del Gobierno a la hora de diseñar una constitución moderna para Japón.
En la Constitución Meiji la soberanía residía en el Emperador y era él quien decidía sobre la guerra, la paz, los tratados y los nombramientos de altos cargos civiles y militares, ostentando el mando supremo de los ejércitos. El Artículo 1 presentaba a Japón como un país gobernado a lo largo de los siglos por una línea dinástica ininterrumpida de emperadores y el Artículo 3 sacralizaba su figura y garantizaba su inviolabilidad. La propia constitución era más que una concesión que el Emperador hacía al pueblo japonés.
Aun así, cuando se dio a conocer que la nueva constitución se promulgaría el 11 de febrero de 1889, el pueblo recibió la noticia con gran entusiasmo. Desde varios días antes, la ciudad de Tokio estaba envuelta en un ambiente de fiesta. Multitudes dando vítores tomaban las calles, cruzadas por carrozas y llenas de odori-yatai (pequeñas plataformas de baile ambulantes), y engalanadas con flores y todo tipo de adornos. En muchas tiendas las banderas nacionales se agotaron pronto y los fabricantes de linternas de papel, que trabajaban día y noche, no daban abasto. Los precios de estos artículos iban subiendo día a día. Los restaurantes y casas de geishas también vivieron buenos tiempos.
Contemplando el jolgorio, uno de los especialistas extranjeros contratados por el Gobierno, el médico alemán Erwin von Bälz, escribió en su diario que resultaba un tanto ridículo ver a todas esas personas que se alborozaban sin siquiera conocer el contenido de la constitución. Se decía, incluso, que mucha gente había confundido “kenpō no happu” (“promulgación de la constitución”) con “kenpu no happi” (“blusa de fiesta hecha de seda”) y pensaba que el Gobierno se disponía a repartir estas preciadas prendas.
Intentos de Itō por reforzar el gabinete
Lo interesante es que, en esta alegre celebración, a las masas populares se sumaron también los activistas del movimiento en pro de los derechos cívicos, que al parecer no tenía nada que objetar al texto pese a haber sido muy críticos hasta entonces con el Gobierno. Y es que la recién promulgada constitución resultó ser mucho más democrática de lo que se había pensado.
Aunque los poderes reservados al Emperador eran ciertamente muy amplios, dentro de los límites marcados por la ley se reconocía la libertad de residencia y desplazamiento, de credo, de expresión, publicación, reunión y asociación, y se protegían el secreto de correspondencia y la propiedad privada.
La separación de poderes también era clara, con un poder judicial independiente del ejecutivo, y se establecía también una Dieta (parlamento) Imperial con poder para deliberar sobre proyectos de ley y sobre los presupuestos del Estado. Específicamente, se reconocía a la Cámara de Representantes (Baja), formada por parlamentarios democráticamente elegidos, la capacidad de proponer leyes y el derecho de precedencia en la discusión de los presupuestos. Así, el camino hacia la participación popular en la política quedaba expedito.
Este diseño reflejaba en gran medida el pensamiento de Itō Hirobumi, principal artífice de esta constitución. Itō maniobró para limitar las atribuciones del Emperador y concentrar en el gabinete el poder ejecutivo. Durante las discusiones mantenidas en el Consejo Privado del Emperador insistió en que la política constitucional debía limitar el poder del soberano y proteger los derechos del pueblo. Cabe pensar que era ya consciente de que, en un futuro cercano, Japón debería poner la política en manos de los partidos, sobre la base de una democracia parlamentaria. De hecho, en 1900 fundó el partido Rikken seiyūkai (“Sociedad de Amigos del Gobierno Constitucional”) y encabezó el cuarto gabinete de Gobierno como presidente de dicho partido.
Aunque se tiende a creer que la Constitución Meiji fue una afirmación del dominio dictatorial del Emperador y, por tanto, una ley antidemocrática, no es una crítica justificada. Dependiendo de cómo se interprete, puede abrir la puerta a formas muy democráticas. Itō debió de ser consciente de esa flexibilidad.
Emperador como órgano del Estado o como soberano
Esta perspectiva tuvo su continuidad en el pensamiento del profesor de la Universidad Imperial de Tokio Minobe Tatsukichi, quien en la era Taishō (1912-1926) conceptualizó al Emperador de Japón como un órgano del Estado.
Según esta teoría, el Estado sería una entidad con personalidad jurídica y, por tanto, con sus deberes y derechos. Es el Estado el depositario de la soberanía y esta es ejercida por el Emperador, órgano superior del Estado, dentro de los límites de la constitución.
La idea se comprenderá mejor si añadimos que Minobe entiende el Estado como una colectividad de personas que comparten unos mismos objetivos, incluyendo tanto al Emperador, como a los representantes políticos del pueblo, como a este mismo. El Estado los une y organiza teniendo al Emperador como órgano superior que necesariamente debe llevar a cabo una política acorde a los intereses del conjunto de la organización.
Minobe rechaza el modelo autocrático, en el que el Emperador limita los derechos del pueblo y exige de él obediencia absoluta, y se posiciona a favor de un sistema de partidos, en el que son estos los que forman el gabinete.
Frente a estas ideas se alzó el también profesor de la Universidad Imperial de Tokio Uesugi Shinkichi, acérrimo defensor del poder ilimitado del Emperador, al que ve como soberano absoluto y depositario de la soberanía del Estado.
Finalmente fueron las ideas de Minobe y su “Emperador como órgano del Estado” las que se impusieron y las que sirvieron de fundamento teórico para la política de partidos, haciendo así una importante contribución a la continuidad de los gabinetes de Gobierno formados por partidos durante los años finales de la era Taishō y los primeros de la era Shōwa (1926-1989).
División y dura controversia
En 1930 se originó un duro debate en torno al mando supremo de las fuerzas armadas que la Constitución Meiji atribuía explícitamente al Emperador. En enero de ese año, el Reino Unido había convocado a Londres a las potencias militares marítimas del mundo para conversar sobre la necesidad de favorecer un desarme mutuo. En abril, Japón, Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Italia firmaron el Segundo Tratado Naval de Londres, por el cual redujeron el tonelaje total de los buques auxiliares (cruceros, destructores y submarinos). El tratado asignaba a Japón un tonelaje de buques auxiliares equivalente al 69,75 % del asignado al Reino Unido o a Estados Unidos. Esta proporción era ligeramente superior al 60 %, con respecto a los mismos países, para acorazados y portaaviones obtenido por Japón en el Tratado Naval de Washington de 1922 y se acercaba mucho al 70 % que aspiraba a conseguir. Sin embargo, tuvo que volver a ceder ante los anglosajones en cruceros de gran desplazamiento, para los que solo logró un 60 %.
Los cruceros se sitúan entre los acorazados y los destructores, siendo más rápidos que los primeros y más dinámicos en batalla y marineros que los segundos. Y estamos hablando de cruceros de gran desplazamiento, comparables a los acorazados. El Gobierno de Japón firmó este tratado pese a las fuertes protestas que desató en el mando de la Armada (Marina de Guerra). En la delegación plenipotenciaria que representó a Japón en la conferencia de Londres estaban el ex primer ministro Wakatsuki Reijirō y el ministro de la Armada, Takarabe Takeshi.
La firma del tratado causó una gran división en la Armada, formándose dos facciones que fueron bautizadas “facción de la Flota” (opositores) y “facción del Tratado” (defensores). El Gunreibu o mando general de la Armada se convirtió en punta de lanza de los primeros. Este órgano, que controlaba todos los aspectos operativos (estratégicos y tácticos) de la Armada en tiempo de guerra, rendía cuentas directamente ante el Emperador. En el ejército de Tierra tenía su equivalente en el Estado Mayor.
Tanto el partido opositor Rikken Seiyūkai, deseoso de hacer caer el gabinete, como el conservador Consejo Privado, se aliaron con los opositores al tratado. Lo mismo hicieron todos los sectores derechistas del país. El Gobierno comenzó a recibir ataques de todos los frentes y a ser acusado de extralimitarse y socavar la autoridad imperial sobre los ejércitos. La Constitución Meiji establecía que el Emperador tenía el mando militar supremo y en su Artículo 11 especificada que, al dirigir la Armada, contaba como órgano auxiliar con el Gunreibu. Además, establecía que al decidir el tamaño de los ejércitos, el Emperador sería auxiliado por el gabinete. Esto significaba que en tiempos de guerra el gabinete no podía dar órdenes a los ejércitos y que el Gunreibu de la Armada y el Estado Mayor del Ejército eran los que urdían las estrategias, una vez obtenido el beneplácito del Emperador. Al gabinete le quedaba únicamente la potestad de decidir sobre el tamaño de los ejércitos. Nada podía objetarse, pues, a la firma estampada por el Gobierno en el Segundo Tratado Naval de Londres.
Lo que complicaba la situación era un punto de los reglamentos del Gunreibu según el cual al establecer el número de efectivos de la Armada, debería contarse con el visto bueno del mismo mando general. Escudándose en esta disposición, los contrarios al tratado atacaban al gabinete y acusaban al primer ministro Hamaguchi Osachi de haber aceptado el desarme unilateralmente, sin haber contado con la aprobación del Gunreibu y vulnerando la prerrogativa del Emperador.
El primer ministro Hamaguchi, asesinado por los derechistas
Hamaguchi no se doblegó ante los ataques y plantó cara a los contrarios a la firma del tratado, priorizando siempre la armonización con Estados Unidos y el Reino Unido.
La determinación con la que Hamaguchi defendía sus posturas procedía del gran apoyo popular obtenido por su partido en las elecciones generales de febrero de ese año, en las que logró ampliar su arco parlamentario en 100 escaños y hacerse con la mayoría absoluta en la Cámara Baja. Con dicha mayoría, Hamaguchi entendía que estaría en condiciones de mantener a raya al opositor Rikken Seiyūkai. Además, tanto los medios de comunicación como la opinión pública estaban a favor del desarme y apoyaban al gabinete.
Con este ambiente favorable y basándose en las ideas de Minobe sobre la naturaleza orgánica de la institución imperial, el gabinete de Hamaguchi acalló a los contrarios al tratado dejando entrever que estaba dispuesto incluso a destituir al presidente y al vicepresidente del Consejo Privado. Pero el 14 de noviembre de 1930 fue atacado por un derechista en la estación de ferrocarril de Tokio y murió al año siguiente debido a las heridas recibidas.
Dos años después, cuando estalló el incidente de Mukden (Manchuria), la ciudadanía se posicionó con los militares. El militarismo se expandió rápidamente y la época de los gabinetes constituidos por partidos políticos llegó a su fin con el asesinato del primer ministro Inukai Tsuyoshi en mayo de 1932, a manos de jóvenes oficiales de la Armada.
Derrota de la teoría del Emperador como órgano del Estado
Con el auge del militarismo, la teoría de Minobe, que en la era Taishō había contado con amplia aceptación y había servido de apoyo a los gabinetes de partido, se convirtió en blanco de los ataques a partir de 1935. El primero, muy duro, provino del miembro de la Cámara de Pares (Alta) Kikuchi Takeo, de extracción militar, quien la presentó como una idea intrínsecamente antijaponesa o antipatriótica. La derecha lo secundó.
La campaña fue radicalizándose. Primero se pidió que Minobe, que entonces era profesor honorario de la Universidad Imperial de Tokio y miembro también de la Cámara de Pares, fuera desposeído de su escaño; luego, que sus libros fueran prohibidos y que todos los profesores universitarios y funcionarios que apoyasen sus ideas fueran igualmente separados de sus puestos. El objetivo era erradicar completamente sus ideas.
Al principio, el nuevo gabinete de Gobierno, dirigido por Okada Keisuke, se posicionó a favor de la teoría del Emperador como órgano del Estado, pero su resistencia cedió en cuanto comenzó a ser blanco de los ataques de los militares y enseguida procedió a prohibir los libros de Minobe, quien finalmente fue obligado a renunciar a sus cargos. Simultáneamente, emitió un comunicado en el que decía que dicha teoría debía ser suprimida pues era contraria a la institución imperial, y que la soberanía residía en el Emperador. Desde ese momento, los militares impusieron la idea de que la Constitución Meiji establecía la soberanía imperial y la manejaron a su conveniencia, dando un nuevo impulso al militarismo.
En 1936 se hizo patente el antagonismo dentro del Ejército de Tierra entre los defensores de la prerrogativa imperial (extremistas partidarios de la acción directa), y los más moderados. Un grupo de jóvenes oficiales extremistas movilizaron el 26 de febrero a cerca de 1.400 soldados y los colocaron alrededor de los barrios de Nagatachō y Kasumigaseki, donde se hallan los ministerios y el edificio de la Dieta. Los soldados entraron violentamente en la Oficina del Primer Ministro, en los ministerios y en la Policía Metropolitana de Tokio y asesinaron, entre otros, al ex primer ministro y a la sazón titular de Interior Saitō Makoto, el también ex primer ministro y titular de Hacienda Takahashi Korekiyo y al inspector general de Educación Militar Watanabe Jōtarō.
Uno de los personajes que más influyeron en esta rebelión fue el derechista Kita Ikki, nacido en la isla de Sado (prefectura de Niigata). Kita, un pensador que no pertenecía al ejército, situaba la figura del Emperador por encima de la Constitución. En su libro Nippon kaizō hōan taikō (“Esbozo de una propuesta para la reconstrucción de Japón”) Kita defiende que el Emperador debería usar su prerrogativa para suprimir la Constitución, decretar la ley marcial y reconstruir el país.
El militarismo llevó a Japón primero hacia la Segunda Guerra Sino-Japonesa y después a la Guerra del Pacífico, todo lo cual terminó en derrota. Poco después de finalizar este último conflicto, en octubre de 1945, el Cuartel General del Mando Supremo Aliado dio instrucciones al gabinete comandado por Shidehara Kijūrō para que promoviera una gran reforma constitucional que abriera las puertas a una constitución democrática.
Fotografía del encabezado: La gente celebra la promulgación de la Constitución Meiji el 11 de febrero de 1889. Un periódico de la época aseguraba que Kioto vivía un ambiente comparable al del gran matsuri (fiesta tradicional) de Gion. La fotografía es obra de Suzuki Shin’ichi, pero se desconoce la fecha y el lugar. (Biblioteca de la Universidad de Nagasaki / Kyōdō News Images)
(Traducido al español del original en japonés.)
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