Paseos por la historia de Japón

Toyotomi Hideyoshi, el gran unificador: sus reformas estructurales para la estabilización

Historia

La entrega previa se centró en la figura de Oda Nobunaga. Esta lo hará en la de Toyotomi Hideyoshi, quien, tras vengar la muerte de su señor, consiguió a finales del siglo XVI unificar el país.

La unificación, un sueño hecho realidad

El 2 de junio de 1582, cuando estaba a un paso someter todo el país, Oda Nobunaga fue asesinado en el templo de Honnōji (Kioto) por su vasallo Akechi Mitsuhide. Este caería después a manos de Hashiba (Toyotomi) Hideyoshi, que vengaba así a su señor.

Aunque algunos disienten, se dice que Hideyoshi pudo haber nacido en una familia de ashigaru (literalmente, “pies ligeros”) del señorío de Owari. La subclase de los ashigaru constituía el estrato más bajo de los samuráis y en tiempos de guerra pasaba a integrar la infantería. El joven comenzó a descollar a las órdenes de Nobunaga, de quien llegó a ser uno de sus principales vasallos. Cuando este fue asesinado en Kioto, Hideyoshi hacía campaña en la región de Chūgoku, poniendo cerco mediante inundación al castillo de Takamatsu, en la actual ciudad de Okayama, que se había alineado con el linaje de los Mōri y quedado, por tanto, enfrentado a Nobunaga. Al llegarle la noticia de la muerte de su señor, Hideyoshi pergeñó un rápido acuerdo de paz con Mōri y apenas 11 días después del suceso se encontraba ya en Yamazaki, a las afueras de Kioto, donde venció en batalla a Mitsuhide. Más tarde, en 1583, se impuso también a Shibata Katsuie, principal vasallo de la casa de Oda, en la batalla de Shizugatake y ese mismo año inició la construcción del castillo de Osaka, en el mismo terreno donde se había alzado el templo de Ishiyama Honganji. Con esta obra, Hideyoshi se significaba ante todo el país como sucesor de Nobunaga. En 1585 extendió su dominio a toda la isla de Shikoku derrotando a Chōsokabe Motochika y ese mismo año fue reconocido como kanpaku (regente). Un año después, el emperador Ōgimachi le concedía el apellido Toyotomi y consolidaba su posición como máxima autoridad política también en la Corte al ser nombrado dajō daijin.

Estatua del General en la colina de Shizugatake (ciudad de Nagahama, prefectura de Shiga). (Photolibrary)
Estatua del General en la colina de Shizugatake (ciudad de Nagahama, prefectura de Shiga). (Photolibrary)

Hideyoshi estableció su régimen con el prestigio que le daba haber obtenido el respaldo de la Corte. Comenzó por prohibir estrictamente las disputas entre señores feudales y fue precisamente el incumplimiento de esta orden lo que le dio excusa para dirigir, en 1587, una expedición contra el clan Shimazu de Satsuma, lo que le permitió sojuzgar toda la isla de Kyūshū. En 1590, subyugó también a todos los señores feudales de Kantō y del resto de las regiones del nordeste del país aplastando al poderoso clan Hōjō de Odawara. Todo esto lo consiguió en apenas ocho años desde la muerte de Nobunaga.

Política dictatorial

Financieramente, el Gobierno de Toyotomi Hideyoshi se sostenía gracias a los cerca de dos millones de koku (un koku equivalía a unos 150 kilogramos de arroz) que le reportaban sus dominios directos y, en no menor medida, gracias también a la abundante producción minera de regiones como Iwami-Ōmori o Tajima-Ikuno, así como a los pagos en efectivo y en especie que recibía de las grandes casas comerciales asentadas en Kioto, Ōsaka, Sakai, Fushimi, Nagasaki y otras ciudades bajo su dominio. El poder lo ejerció autocrática y personalmente, si bien se dice que tuvo algunos “cerebros grises”, como su hermano menor, Hidenaga, o el maestro de la ceremonia del té Sen-no-Rikyū. Incluso después de haber cedido el cargo de kanpaku a su sobrino Hidetsugu, a quien prohijó, siguió ejerciendo el poder efectivo como taikō (regente retirado). Solo en sus años postreros repartió las funciones de gobierno entre cinco delegados (go-bugyō) de su entera confianza, dejando las decisiones más importantes al criterio de un consejo formado por los go-tairō (cinco próceres o señores principales).

Por otra parte, a partir de 1582 comenzó a hacer un catastro de tierras agrícolas en sus dominios y en los de los señores que había puesto a vasallaje. Hasta entonces, la extensión y producción de las tierras se conocían solo a partir de las declaraciones presentadas a los señores por sus vasallos locales o por los propios labradores. Hideyoshi desconfió de este sistema y envió a todos los rincones a sus inspectores, de los que obtuvo cumplidos informes in situ sobre arrozales y otros campos cultivados, extensión de los solares y su rango productivo. A efectos de inspección, Hideyoshi estableció un sistema unificado de pesos y medidas que se aplicó por igual a todo el suelo agrícola del país. Hizo también que los inspectores enviados registrasen todos los campos de cultivo en alguna de las cuatro categorías de productividad previamente establecidas. Conocida su extensión, fue posible prever también la producción que darían.

Hasta la época, no era raro que sobre un mismo terreno agrícola gravitase una pluralidad de derechos feudales, pero gracias al censo de labradores que se elaboró, los derechos de estos sobre la tierra quedaron garantizados y también sus obligaciones (tributos anuales y servicios o prestaciones personales en tiempo de guerra). Esto obró una gran clarificación y simplificación del entramado feudal. Además, se estableció un libro de registro por cada mura (aldea), quedando esta obligada a pagar colectivamente un determinado tributo anual. Se establecía, en concreto, que dos tercios de la producción se entregarían al señor, quedando el otro tercio en manos de los productores. Era, pues, un sistema muy oneroso para estos.

Pacificado y unificado el país bajo su férula, en 1591 obligó a todos los señores feudales a presentar su propio catastro acompañado de planos de todas las tierras de labor, lo que le sirvió para dar expresión numérica y económica a sus respectivos feudos. Una vez establecido el número de koku, se les asignó una determinada carga de prestaciones militares. Este sistema fue heredado por el bakufu o Gobierno shogunal de Edo, que se constituiría posteriormente.

Requisa de armas y estanqueidad social

En 1588 Hideyoshi procedió a requisar todas las armas en manos del campesinado: espadas, arcos, lanzas y arcabuces. En aquella época, los campesinos solían estar armados en previsión de ataques o de ser llamados a la guerra por su señor. Privándoles de sus armas, Hideyoshi logró cortar de raíz sus insurrecciones y limitar su actividad a las labores agrícolas. Otra medida que contribuyó a la fijación de las actividades de los diversos grupos sociales fue el decreto de 1591, por el que prohibía a los jóvenes samuráis que hacían prestaciones militares en otras casas integrarse en las clases urbanas (artesanos y comerciantes) o en el campesinado; simultáneamente, prohibía a los campesinos que participasen en los negocios y que se ofreciesen como aprendices de oficios, vetándoles así la entrada a las referidas clases urbanas. En cumplimiento de otro decreto emitido un año después por el kanpaku Hidetsugu, se hizo un recuento exhaustivo (por personas y hogares) de todos los samuráis al servicio de los señores, de los integrantes de las clases urbanas y de los campesinos, que quedaron así numéricamente fijados.

Con esta serie de medidas, se estableció en Japón un sistema de estamentos sociales basado en el oficio, impidiéndose, en principio, el libre paso de uno a otro. Además, tanto los samuráis como los comerciantes y artesanos debían tener su residencia en las ciudades, quedando el campo solo para los agricultores. Se logró así separar definitivamente a los campesinos de las actividades militares.

Política exterior: represión del cristianismo y expediciones militares a Corea

En el campo de la política exterior, al principio Hideyoshi amparó al cristianismo en Japón igual que lo había hecho su predecesor Nobunaga. Sin embargo, después de la campaña de sometimiento de la isla de Kyūshū de 1587, se enteró de ciertos hechos que le hicieron cambiar radicalmente su actitud y condujeron a la promulgación del edicto de expulsión de todos los sacerdotes cristianos que misionaban en el país. Por una parte, el daimio de Hizen, Ōmura Sumitada, había cedido a la Compañía de Jesús Nagasaki, convertida ahora en ciudad bajo administración directa de la Iglesia. Además, se decía que los cristianos estaban llevándose japoneses al extranjero y vendiéndolos como esclavos. Por si fuera poco, era un hecho que algunos templos budistas habían sido destruidos por cristianos. De todos modos, Hideyoshi continuó fomentando el nanban bōeki o “comercio con los bárbaros del sur” incluso después de la promulgación del edicto, por lo que este no fue cumplido hasta sus últimas consecuencias y los sacerdotes reanudaron sus actividades poco después. Pero en 1596, llegó a oídos de Hideyoshi que el piloto de la nao española San Felipe, llegada a la deriva hasta las costas del señorío de Tosa (isla de Shikoku), había cometido la indiscreción de decir que España utilizaba a sus misioneros como avanzadilla para expandir sus dominios. La reacción de Hideyoshi ante esta revelación fue capturar a 26 personas, entre misioneros y fieles, y conducirlas hasta Nagasaki, donde fueron ejecutadas un año después. Son los llamados “26 mártires de Nagasaki”. Esto ocasionó la ruptura de relaciones entre Japón y España.

Monumento a los 26 mártires de Nagasaki, en esta ciudad. (PIXTA)
Monumento a los 26 mártires de Nagasaki, en esta ciudad. (PIXTA)

En aquella época, algunos daimios y grandes comerciantes japoneses habían extendido su presencia a Asia para fines comerciales. A esos mismos fines, en 1588 Hideyoshi trató de favorecer las condiciones del tráfico marítimo de los mercantes con otro decreto contra la piratería. Sus planes eran más ambiciosos, pues procuraba crear un nuevo orden internacional en Asia centrado en Japón, para lo que precisaba primero hacerse con el dominio de China, que atravesaba un periodo de decadencia. Hideyoshi, además, pretendió que Corea, la Goa portuguesa, la gobernación general española en Filipinas, Taiwán y otros territorios reconocieran su autoridad y le enviasen tributos. Como primer paso para atacar China, puso primero sus ojos en Corea. Utilizando al daimio de Tsushima (islas japonesas situadas en el estrecho homónimo que separa Japón de la península coreana) como mensajero, presionó a Corea para que lo secundase en su aventura expansionista guiando su avance. Corea comunicó su negativa. En 1592, Hideyoshi envió un gigantesco ejército invasor de 150.000 soldados, que puso pie en la península por el puerto de Busan.

Aunque al principio el avance de los nipones parecía irresistible, pronto la armada coreana comandada por el almirante Yi Sun-sin (japonés: Ri Shunshin) cortó las rutas de abastecimiento. Los invasores encontraron también una fuerte resistencia en el pueblo coreano, organizado en milicias. A ellos se sumaron las fuerzas chinas, que acudieron en auxilio de Corea. El ejército de Hideyoshi quedó en inferioridad y la guerra, en punto muerto. Tras decretarse el alto el fuego ambas partes entraron en negociaciones, que fueron infructuosas. En 1597, una vez más, Hideyoshi se lanzó a la invasión, movilizando esta vez 140.000 hombres con la idea de apoderarse del extremo meridional de la península. Pero la nueva contienda no fue para los japoneses menos dura que la anterior. Un año después, Hideyoshi moría y los invasores se retiraban de Corea. Estas dos campañas ocasionaron grandes daños a los coreanos pero no solo a ellos: para Japón supusieron también un enorme gasto y una gran pérdida de efectivos militares que acabaron debilitando el Gobierno de Hideyoshi.

El general japonés Katō Kiyomasa, comandante de las fuerzas japonesas que trataron de invadir Corea. (Aflo)
El general japonés Katō Kiyomasa, comandante de las fuerzas japonesas que trataron de invadir Corea. (Aflo)

Magnificencia de la cultura Momoyama y surgimiento del teatro kabuki

Japón asistió, en este periodo histórico, al florecimiento de la cultura Momoyama (literalmente “monte de los melocotoneros”), nombre que procede de la colina ajardinada donde una vez se alzó el castillo de Fushimi, en Kioto, residencia de Hideyoshi en sus últimos años. Se caracteriza esta cultura por el realismo de muchas de sus manifestaciones, que responde al nuevo statu quo derivado del debilitamiento que sufrieron las instituciones religiosas durante el periodo de Nobunaga y del declive de su influencia social. Destaca también por su majestuosidad o magnificencia y por sus toques de novedosa frescura e internacionalidad, rasgos derivados, respectivamente, de la prosperidad alcanzada por los grandes comerciantes y de la estimulante presencia de los “bárbaros del sur” en este nuevo Japón unificado en torno a la figura de Hideyoshi. Tiene también una importante faceta arquitectónica, con el desarrollo de un estilo propio en el diseño y construcción de castillos y fortificaciones, que es reflejo de las necesidades de un periodo histórico no en vano conocido como Sengoku jidai (de los “estados guerreros” o “países beligerantes). Con sus grandes recintos amurallados y espléndidos torreones, estos castillos fueron construidos por los titulares de los señoríos y muchos de ellos (castillos de Himeji, Matsumoto, Inuyama o Hikone) se mantienen en pie todavía. La ceremonia del té también tuvo su apogeo en esta época. Los daimios competían por adquirir las vasijas más refinadas, contrataban a maestros para aprender directamente de ellos y organizaban a menudo reuniones. En una de las más grandiosas, convocada por Hideyoshi en Kitano en 1587, se reunieron más de 1.000 personas. El padre de la ceremonia del té es el citado Sen-no-Rikyū, de la ciudad de Sakai. La Myōkian Taian, una minúscula construcción con un solo habitáculo de dos tatamis que el propio Rikyū construyó para celebrar la ceremonia, continúa también en pie.

Sen-no-Rikyū. (Aflo)
Sen-no-Rikyū. (Aflo)

La sobriedad del estilo de Rikyū encuentra su contrapunto en la suntuosidad del estilo pictórico más celebrado en la época, sin duda influido por el carácter de Toyotomi Hideyoshi. Los interiores de los castillos, así como las puertas correderas, tabiques y biombos de los templos, quedaron cubiertos de la rica policromía del estilo damie, pródigo en contrastes tan diáfanos como el del verde sobre campo de oro.

El pintor Kanō Eitoku fusionó magistralmente las técnicas del dibujo a tinta, de larga tradición en China, y del yamato-e (“pintura de Yamato o de Japón”), llenando con sus atrevidas composiciones paneles de puertas y biombos. Entre sus numerosas obras, podemos citar Karajishizu-byōbu (“Biombo de los leones guardianes chinos”) y Rakuchū-rakugaizu-byōbu (“Biombo de la panorámica de la capital y sus inmediaciones”). Igualmente dignas de mención son las obras de su discípulo Kanō Sanraku, entre las que destacan Matsutaka-zu (“Águila posada en un pino”) y Botan-zu (“Las peonías”). Otros destacados pintores de la época son Hasegawa Tōhaku, autor de las puertas correderas pictóricas del templo Chishaku-in, y Kaihō Yūshō, famoso por su Sansuizu-byōbu (“Biombo del paisaje de montaña”).

Esta época nos ha legado también una rica artesanía, como los objetos lacados con dibujos de oro del estilo Kōdaiji-makie, por los que mostró especial predilección la esposa principal de Hideyoshi.

Las artes escénicas también se renovaron de la mano de una compañía teatral que actuó en Kioto y cuya principal figura era una mujer, Izumo-no-Okuni. La compañía se hizo famosa ejecutando un baile muy peculiar, en el que hombres de indumentaria estrafalaria y comportamiento dudoso (kabukimono) gesticulaban extrañamente como burlándose de la mujer. Es lo que se llamaría okunikabuki. Fue la primera manifestación del kabuki femenino, que alcanzaría gran popularidad. También nació y se popularizó en esta época el ningyō-jōruri (teatro de muñecos con narración musicalizada), en el que el acompañamiento se hacía con un nuevo instrumento musical de tres cuerdas, el shamisen, que se considera una evolución más refinada del sangen o sanshin okinawense, heredado a su vez de China. También tuvieron buena acogida las piezas llamadas ryūtatsu-bushi o ryūtatsu-kouta en honor a su creador, el comerciante de Sakai Takasabu Ryūtatsu, que puso ritmo a poemillas de la época.

En el vestir también hubo innovación. El kosode, en su origen una pieza de ropa interior femenina, comenzó a utilizarse independientemente, prescindiendo del hakama (especie de falda pantalón). Los cabellos anudados estuvieron en boga en ambos sexos, y esto parece relacionado con el hecho de que la vieja costumbre de transportar objetos colocándolos sobre la cabeza desapareciera. En cuanto a los hábitos alimenticios, de las dos comidas diarias se pasó a las tres. Además, al menos entre los kuge (nobles cortesanos), los bushi (guerreros) y otros grupos privilegiados, el preciado arroz se convirtió en el alimento básico habitual, mientras el pueblo llano seguía subsistiendo principalmente a base de alforfón, mijo y otros granos.

Fuera como fuese, lo indudable es que la unificación nacional obrada por Toyotomi Hideyoshi consiguió poner fin a un siglo de guerras (el referido periodo de los Países Beligerantes) y devolver la paz a la sociedad japonesa.

Fotografía del encabezado: Toyotomi Hideyoshi. (Aflo)

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