‘Tengu’, un ser mitológico que ha ascendido a la categoría de deidad
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“Últimamente se ha hecho un tengu, ¿no?”
En Japón, es común llamar tengu a personalidades que, tras ganar fama rápidamente, actúan de manera arrogante. Así se hacen arder las redes sociales. La expresión “tengu ni naru” (convertirse en un tengu) significa que alguien actúa jactándose de sí mismo y se utiliza para describir a personas soberbias.
En el imaginario japonés existe una clara imagen del tengu, pero carece de la cercanía que tienen, por ejemplo, los kappa, que incluso se han convertido en personajes populares. Factores como su rostro adusto y su relación con el culto a las montañas shūgendō, que lo convierten en una presencia semidivina, podrían ser la razón por la que mucha gente evita tratarlo a la ligera. En otras palabras, es un personaje que causa tanto atracción como miedo.
En el manga Kimetsu no yaiba, Urokodaki Sakonji, maestro del Kamado Tanjirō, el protagonista, detestaba que los ogros se burlaran de su apariencia afable, por lo que siempre usaba una máscara de tengu. En el pasado, cuando la gente se extraviaba, se decía que se había “topado con un kamikakushi” y muchas veces se creía que la desaparición había sido obra de algún tengu.
La característica principal de estas criaturas es su nariz larga. La expresión hanataka-daka, (“orgulloso”, literalmente “nariz muy larga”), se utiliza para expresar que alguien habla orgullosamente de algo sin tapujos, de aquí que se haya relacionado al tengu con la arrogancia.
La nariz del tengu es parecida a la de Pinocho, que sobresale como un poste desde el centro de la cara. Gracias a esta característica se lo puede reconocer como un monstruo y distinguirlo de los humanos. Su rostro es generalmente de color rojo y viste ropa parecida a la que usan los monjes yamabushi que viven en las montañas. De su espalda salen unas grandes alas y a veces lleva un paipái en la mano. Esta es probablemente la imagen más extendida del tengu. Debido a su característica nariz larga, la teoría de que la identidad original del tengu era un extranjero que había llegado a Japón en la antigüedad era ampliamente aceptada.
Proviene de un monstruo chino de apariencia canina
En realidad, los tengu de narices largas son relativamente recientes. Los primeros registros de estas criaturas datan del siglo VII, pero su imagen se fue transformando a través de los siglos hasta que en el periodo Edo (1603-1868) se estableció una fija.
El tengu no es un monstruo japonés, sus orígenes están en China. Su nombre, que se puede traducir como “perro del cielo”, proviene del ruido, parecido al ladrido de un canino, que hacen los meteoritos al entrar a la atmósfera. En China y Taiwán se lo sigue representando con la imagen de este animal.
En Japón se transformó de un zorro a un pájaro
El tengu llegó a Japón en el siglo VII. Según los registros históricos del Nihon Shoki, en febrero del año 637 se observó una estrella cruzar el cielo de este a oeste, acompañada de un ruido parecido a un trueno. Al respecto, un monje llamado Min dijo que no se trataba de una estrella fugaz, sino de un tengu. Min fue enviado como embajador ante la dinastía Sui y tuvo la oportunidad de estudiar en China, por lo que se cree que tenía conocimiento sobre los tengu.
En China, se aseguraba que los tengu, es decir, las estrellas fugaces o meteoritos, presagiaban los conflictos. En el mismo año, tras la mención del tengu, en el Nihon Shoki se registró el comienzo de la revuelta de Emishi. En este caso, el tengu realmente vaticinó un conflicto. Sin embargo, en Japón no se implantó la idea de que estas criaturas eran estrellas fugaces o meteoritos. En vez de eso, en el mismo libro se describía a los tengu con la traducción al japonés “zorros del cielo” y, desde el siglo X, a mediados del periodo Heian (794-1185), se los definía como “seres parecidos a los zorros que tenían la capacidad de engañar a los humanos”. En la primera mitad del siglo XI, cuando se escribió la Historia de Genji, los tengu eran criaturas que engañaban y hacían desaparecer a la gente, es decir, monstruos kamikakushi.
A partir de la última parte del periodo Heian y hasta la Edad Media de Japón, los tengu se convirtieron en aves, específicamente, en milanos negros que aparecían surcando los cielos. En la primera mitad del siglo XII se publicó la antología de cuentos Kokin Monogatari-shū. Aquí, los tengu aparecían en muchas historias con la forma de un busardo ratonero.
Un indicio de la caída del Gobierno Kamakura
Al mismo tiempo que el tengu se transformó en un ave también se le añadió la imagen de un demonio enemigo del budismo. Cuando Buda estaba a punto de alcanzar la iluminación debajo de un árbol de tilo, un demonio llegó a tratar de impedirlo. El tengu fue tomando el carácter del mismo tipo de criatura que aquel demonio que obstaculiza la formación de los monjes.
Al mismo tiempo, también se lo asoció con un gran monje que perdió una lucha de poder y que se convirtió en tengu al morir albergando dentro de sí un profundo odio. En general, se considera que los monjes han logrado superar los deseos y controlar los sentimientos, pero este monje murió estando preso de las pasiones mundanas. En otras palabras, fue un fracaso para el budismo. Un monje de imagen pura descendió a las tinieblas, como si se tratara de un ángel caído, y se convirtió en tengu.
Durante el periodo Nanbokuchō (1337-1392), después del siglo XIV, la situación política era inestable, lo que ayudó a fortalecer la idea de que los tengu auguraban los conflictos. De esta manera se retomaba el significado original de los tengu en China, la criatura volvía a sus raíces. En la epopeya histórica Taiheiki hay un paisaje que relata que unos tengu se aparecieron frente a Hōjō Takatoki, último regente del Gobierno Kamakura, y le dijeron que les gustaría ver la estrella siniestra yōreiboshi sobre el templo Tennōji. Esta estrella aparece cuando hay inestabilidad en la tierra. Poco después comenzó una revuelta en los alrededores del Tennōji, algo que se convertiría en el presagio del fin del Gobierno Kamakura. Los tengu relacionados con estrellas siniestras es otro elemento que estaba presente en sus orígenes chinos. Además, en esa época, los sucesos extraños se explicaban como obras de los tengu. Por estas razones, se puede decir que entre los siglos XIV y XVI en Japón, era una criatura representativa del mundo de los yōkai.
En el periodo Edo casi alcanza la divinidad
El tengu sufrió cambios importantes durante el periodo Edo. Evolucionó de un ave a la imagen más extendida en nuestros tiempos: con una nariz larga. No se conoce con certeza qué fue lo que ocasionó esta transformación. Según un mito, el pintor Kanō Motonobu (1476-1559), que vivió su esplendor en el periodo Muromachi, fue el primero que pintó un tengu de nariz larga. Se dice que Motonobu padeció al recibir el encargo de la pintura porque jamás había visto un tengu. Sin embargo, una noche, un ser misterioso se le apareció en sueños y decidió utilizarlo como modelo para el monstruo. Gracias a esto pudo cumplir con el encargo. Aunque queda la pintura que se dice que dibujó Motonobu, es imposible comprobar esta teoría. Es un hecho que las artes que utilizan máscaras de narices largas existen desde la antigüedad y, aunque no se tratan de tengu, pudieron haber servido como inspiración para la imagen de esta criatura.
También en el periodo Edo, el tengu, más que un monstruo, empezó a ser visto como una criatura cercana a la divinidad. Lo más relevante es que, además de ser considerado como una deidad de la montaña, también se le pedía protección contra los incendios. Por ejemplo, el monte Akiha (ciudad de Hamamatsu, prefectura de Shizuoka) está consagrado a Akiha Gongen, una deidad conocida por otorgar protección contra el fuego. “Akiha Gongen” es la raíz etimológica del topónimo Akihabara (Tokio), lugar conocido como la meca de los fanáticos del manga y el anime, y se identificaba con el tengu llamado Sanjakubō. El tengu era un demonio que causaba incendios y por lo mismo se pensaba que tenía poderes para prevenirlos.
El folclorista Yanagita Kunio tenía la teoría de que los monstruos yōkai eran deidades caídas que perdieron la fe, pero en el caso del tengu el proceso fue inverso: pasó de monstruo a deidad. Es decir, esta criatura no se ajusta a la hipótesis de Yanagita. En el periodo Edo, el tengu, más que un ser engreído y monstruoso, advertía sobre la arrogancia de los humanos. La mayoría de las veces se lo representaba como una muestra de lo que no debía de hacerse. Es decir, el tengu del periodo Edo tenía una gran nariz, pero no era tengu (en el sentido de “engreído”).
Fotografía del encabezado: el tengu de Kurama que habita en Sōjōgatani en la profundidad del monte Kurama (distrito de Saikyō, ciudad de Kioto). Es conocido por haber enseñado las técnicas de espadachín a Minamoto no Yoshitsune. (PIXTA)