Yōkai: monstruos japoneses inventados para el disfrute
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Existen elementos de este mundo que no se pueden entender simplemente por medio del sentido común. Algunos de ellos son claros misterios, como la aparición de un muerto, o de monstruos que nunca antes se habían visto, o pequeños fenómenos maravillosos en los cuales se escuchan voces de personas y se ven fuegos sospechosos en lugares en los que no debería haber nadie. Suscitan, en cualquier caso, ansiedad y miedo.
En el folclore japonés se denomina yōkai a todo aquello que provoca ese tipo de misterios. Aunque este término existe desde hace mucho, los japoneses de a pie comenzaron a usarlo en la era Meiji, cuando el filósofo Inoue Enryō (1858-1919) abogaba por el yōkaigaku (“estudios de yōkais”) y realizaba actividades educativas con las que pretendía erradicar las supersticiones del pueblo. A raíz de sus esfuerzos la palabra yōkai se comenzó a usar como término académico en el área del folclore, pero cuando el manga del dibujante Mizuki Shigeru (1922-2015) GeGeGe no Kitarō, basado en ciertas obras folclóricas, comenzó a emitirse como serie de animación en 1968, estalló el verdadero auge yōkai, y estas criaturas empezaron a ser ampliamente reconocidas como personajes de ficción. Sin embargo este fenómeno no tiene su origen en los tiempos modernos. En el periodo Edo (1603-1868) ya se daba la costumbre de disfrutar de los yōkais como personajes ficticios.
Personajes con los que disfrutar la ficción
La figura a la que hoy día llamamos yōkai se denominaba simplemente bakemono (“criatura cambiante”) en el periodo Edo. Con ese término se indicaba la presencia de criaturas como zorros o mapaches que, literalmente, cambiaban de forma y se aparecían a los humanos como fantasmas, para asustarlos, pero entre ellos había muchos ejemplos de seres con una forma fija, que no cambian, como el kappa (un ser anfibio que suele vivir en ríos y pantanos) o el rokurokubi (persona que de noche puede alargar su cuello sobremanera); pese a esa diferencia todas las criaturas se percibían como entidades diferentes a las comunes.
En el periodo Edo, la palabra bakemono estaba teñida de fuertes matices, y se solía asociar a los personajes ficticios que aparecían en el kusazōshi, un material de lectura de la época, equivalente a los mangas y libros ilustrados de la actualidad. Un proverbio de ese tiempo dice, por ejemplo: “Los catetos y los monstruos están más allá de Hakone” (pueblo al oeste de la capital). Esto denota el concepto que tenían los habitantes de Edo de que las personas inocentes y poco sofisticadas, desconocedoras de las reglas del distrito rojo de la capital eran todos unos catetos, y que ese tipo de personas, junto con los bakemonos, solo se podían hallar fuera del área cultural de Edo. Otras expresiones interesantes eran dichos como “No existe el dinero ni los bakemonos” o “En este mundo no hay hombres que no puedan tomar sake, ni bakemonos”, que demuestran esa forma de usar la idea de esas criaturas fantasmales como ejemplos de lo que no existe.
El periodo Edo premoderno se suele considerar una era de superstición pero, al menos en las grandes ciudades como Edo, la gente vivía inmersa en una atmósfera de pensamiento racional y realista. Y sin embargo una diferencia entre la gente de esa época y la de la era moderna es que ellos no abandonaron el concepto de bakemono simplemente por el hecho de que no existiera; su actitud era más bien: “Los bakemonos no existen, pero sin ellos todo es más aburrido, así que démosles vida por nuestra cuenta para divertirnos”. En otras palabras, disfrutaban de la ficción puramente como ficción.
Fue en el siglo XVIII, a mediados del periodo Edo, cuando avanzó realmente la ficcionalización del bakemono / yōkai. El trasfondo de este desarrollo fue probablemente un cambio en la conciencia de la gente sobre la naturaleza presente en la ciudad. Para los japoneses, hasta la Edad Media, la naturaleza era algo mucho más poderoso e imponente que los seres humanos. Los yōkais la infestaban por completo: montañas, ríos, mar... e incluso los límites entre las áreas donde vivía la gente y la naturaleza, y eran los yōkais quienes advertían a los humanos sobre los posibles horrores de esa naturaleza.
Incluso en ese periodo quienes vivían en aldeas agrícolas, pesqueras o en la montaña se hallaban en contacto directo con amenazas naturales, por lo que experimentaban los yōkais como presencias aterradoras, pero las vidas de los urbanitas se desarrollaban, claro, lejos de la naturaleza. Todos los productos naturales que comían, como el pescado o las verduras, los obtenían por medio de dinero, sin verse abrumados por malas cosechas o pesca. Dado ese ambiente, su asombro ante la naturaleza iba también disminuyendo de forma proporcional. Al mismo tiempo se perdía la realidad de los yōkais, símbolo de lo natural.
La revolución yōkai del periodo Edo
El siglo XVIII fue también una época en la que se desarrolló la historia natural. Como parte de las políticas de promoción de la industria de producción, impulsadas por el octavo daimyō, Tokugawa Yoshimune (1684-1751), se realizaron encuestas de productos de todo el país y, según los datos recabados se desarrollaron los estudios denominados honzōgaku (de hierbas medicinales). El honzōgaku presenta características similares a la historia natural occidental, y su propósito era describir las peculiaridades y la eficacia de varias especies naturales como medicamentos, además de diferenciarlos y clasificarlos. Como resultado, se crearon muchos libros ilustrados de animales y plantas. También se llevó a cabo una concienzuda recolección de especímenes de flora y fauna, los cuales se exponían en lugares denominados yakuhin’e, similares a museos naturales.
En esas circunstancias se consideraba también a los yōkais como una especie de ser vivo, e incluso llegaron a aparecer representados junto a seres vivos reales en enciclopedias que describían todo tipo de especies naturales. Esto refleja, nuevamente, la transformación de la percepción misma de la naturaleza, en ese momento. Lo natural había pasado de ser algo impresionante a convertirse en objeto de observación científica. Al mismo tiempo se perdía el misterio de los yōkais, y su figura se iba convirtiendo en presencias similares a las de los animales inferiores a los seres humanos, existencias extrañas pero suficientemente controlables. El autor denomina a este fenómeno “revolución yōkai del periodo Edo”.
Después, en la segunda mitad del siglo XVIII, comenzaron a producirse enciclopedias de yōkais, como la obra de Toriyama Sekien (1714-1788) Gazu Hyakki Yakō (Libro ilustrado de las actividades nocturnas de cien demonios, 1776), y comenzó así a cambiar de manera decisiva la forma de estas criaturas.
Originalmente, los yōkais servían para explicar fenómenos misteriosos difíciles de entender, por lo cual sus características visuales, no tan importantes en este sentido, eran algo secundario. Sin embargo, con el advenimiento de las “enciclopedias yōkai”, estas criaturas comenzaron a verse caracterizadas según su nombre y figura visual. Al ser identificados de esta manera se podrían considerar similares a los Pokémon modernos.
El origen de Pokémon: cartas de fantasmas
A finales del periodo Edo algunos nishikie para niños (grabados en madera, con abundante color), también conocidos como omochae (pinturas de juguete), llevaban títulos como Bakemono zukushi (amigos de los bakemonos). Ese, en concreto, consistía en varios bakemonos dibujados en una imagen, y tenía el sabor característico de uno de los tipos de enciclopedias yōkai.
La idea del bakemono era también el tema principal de otros juguetes: en el caso del sugoroku, la versión japonesa del juego de mesa “Serpientes y escaleras”, cada criatura se correspondía con una casilla, y existían también karuta, cartas, con yōkais, con las que se jugaba agarrándolas cuando se cantaba el nombre correspondiente a cada uno. Del mismo modo que ocurría con los juguetes, esas cartas ilustradas poseían también un estilo similar al de las enciclopedias yōkai.
El juego Pokémon tiene como objetivo explorar un mundo ficticio, coleccionar una amplia variedad de criaturas y, en última instancia, crear una pokédex (enciclopedia pokémon) completa. En ese sentido se puede decir que es un legítimo sucesor de los juguetes al estilo de las enciclopedias yōkai del periodo Edo. La mejor prueba de esto es que algunos de los pokémon están basados en yōkais, como Kyūkon (Ninetales), basado en el zorro de nueve colas de la mitología japonesa.
Hay sin embargo una diferencia decisiva entre los bakemonos y Pokémon: en las criaturas del periodo Edo no se aprecia en absoluto ese elemento de ternura que se puede encontrar en el caso del videojuego. Los japoneses del periodo Edo las consideraban bromistas graciosos, pero jamás habrían pensado que eran seres bonitos. Los yōkais modernos, por otro lado, se representan a menudo con formas tan graciosas como las de los personajes de Pokémon, como en el caso del kappa y el tengu. Poseen, después de todo, características que dan sensación de modernidad.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Hyakki yakō emaki, Museo de Historia de la Prefectura de Hyōgo.)