Ikebana: el arte japonés del arreglo floral
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Adición y sustracción
¿Cuántas personas habrá que sean capaces de enumerar enseguida las diferencias entre el arreglo floral y el ikebana o kadō?
En el arreglo floral, que sirve para decorar salas de banquetes y otros espacios colocando las flores en una espuma especial sobre la base de la simetría bilateral, priman la pompa y el volumen a la hora de llenar los espacios con elegancia. La premisa es que se pueda disfrutar de la composición se mire desde donde se mire.
En el ikebana o kadō, por el contrario, se enriquece el espacio con el menor número posible de ramas, hojas y flores de temporada y se tienen en cuenta aspectos como la armonía con el florero y el ambiente donde irá el adorno. A veces se emplean ramas secas, piedras y musgo, entre otros, y se busca que se aprecie desde una dirección en concreto. El kenzan es uno de los utensilios más característicos del ikebana. Se trata de un soporte metálico con una serie de pinchos gruesos de un centímetro de alto, aproximadamente, que sirven para fijar las flores y las ramas. Los floreros, por su parte, son de distintos materiales: cerámica, porcelana, cristal, madera, bambú, bronce, hierro, acero inoxidable...
El arreglo floral, donde prima la cantidad, se rige por el principio de la adición, mientras que en el ikebana reina la estética de la sustracción; esto es, la limitación de los elementos florales.
El ikebana y el budismo
El ikebana tendría su origen en la costumbre de ofrecerle flores a Buda (ofrendas florales ante los altares budistas), que llegó a Japón de la mano del budismo a mediados del siglo VI. Posteriormente, con el nacimiento, durante el período Muromachi (1333-1568), del shoinzukuri, un estilo arquitectónico propio de las casas tradicionales, se empezaron a colocar floreros en el tokonoma, el espacio de la habitación de tatami que coincide con el asiento de honor para invitados, y el arreglo floral se convirtió en un detalle con el que recibir a los huéspedes.
A finales del siglo XVI, el maestro Sen no Rikyū perfeccionó la ceremonia del té, una costumbre que se puso de moda principalmente entre la clase samurái, y, de este modo, surgieron también los arreglos florales específicos para tal ocasión. Denominados chabana en japonés, estos arreglos florales, con los que se adorna el tokonoma del cuarto donde se vaya a llevar a cabo la ceremonia del té, se confeccionan teniendo en cuenta elementos como la estación, el propósito de la actividad y los invitados a la misma. El propio maestro concedía importancia al hecho de que las flores conservaran su aspecto natural. Al contrario que el ikebana con fines meramente decorativos, los chabana se caracterizan por su simpleza y su simbolismo y han llegado a ejercer una gran influencia en el arte japonés del arreglo floral en su conjunto.
La constitución del ikebana o kadō
En torno a mediados del siglo XVII, surgieron una serie de maestros de un ikebana o kadō en el que se apreciaban las flores cortadas con independencia de la ceremonia del té. La escuela más antigua, Ikenobō, se remonta al período Muromachi, cuando el monje budista Ikenobō Senkei, invitado por un samurái, confeccionó un arreglo floral que le valió la fama y el monje Ikenobō Sen’ō sentó las bases teóricas de su estilo. Este último hacía hincapié en que no se trataba únicamente de apreciar las flores bonitas, como en los arreglos florales tradicionales, sino también de conocer el encanto y la elegancia de las plantas y de representar su aspecto natural, incluso empleando ramas secas en ocasiones. Esta manera de pensar la dio a conocer fuera de Japón el escritor Kawabata Yasunari cuando habló de ella en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura.
El kadō va más allá de los adornos florales, puesto que consiste en acumular una práctica y un estudio basados en la etiqueta. Además, tiene otro objetivo mediante el respeto por la vida de las flores: aumentar la espiritualidad de quien lo lleva a cabo.
En la actualidad, el kadō es más conocido como ikebana y, con el paso de los años, ha ido evolucionando hasta crear diversos estilos. El más antiguo de todos es el rikka. Luego hay otros estilos de ikebana adaptados a la vida moderna; por ejemplo, el shōka, que se puso de moda en el período Edo (1603-1868) y consiste en utilizar entre uno y tres tipos distintos de flores; el heika, que se resume en colocar los elementos de manera alargada en un cántaro largo y delgado, y el moribana, cuyo florero es una especie de plato llano denominado suiban. Además, es común servirse de piedras, musgo y creaciones metálicas con el objetivo de reproducir ciertos efectos. Para colocar las ramas y las flores como uno quiere, es necesario conocer muchos métodos de fijación, de ahí que haya quienes tomen clases de ikebana y aprendan así las distintas técnicas.
El ikebana está hecho para el deleite de los huéspedes de los hoteles y los alojamientos tradicionales, así como para el de quienes contemplan los escaparates de los distintos comercios. Por otra parte, se emplea como elemento decorativo en los hogares, tanto en el vestíbulo como en el cuarto de estar, por citar algunos ejemplos.
Las tres principales escuelas de ikebana
En Japón hay más de un centenar de escuelas de kadō. A continuación, presentamos las tres más representativas.
Ikenobō, con más de 550 años de historia y el mayor número de socios, es la más antigua de todas. Luego está la escuela Sōgetsu, que fue fundada en 1927 por el maestro Teshigahara Sōfū y aboga por la libertad creativa. Por último, tenemos la escuela Ohara, cuyo fundador, el maestro Ohara Unshin, inventó los arreglos florales moribana. Además, se ha convertido en la precursora del ikebana moderno.
Escuela Ikenobō
Escuela Sōgetsu
Escuela Ohara
Clases de prueba para principiantes
Las distintas escuelas de ikebana ofrecen cursos adaptados al nivel de los estudiantes; en ellos se enseñan los fundamentos de la disciplina y los conocimientos necesarios para obtener los títulos correspondientes. Además, hay clases de prueba aptas para los principiantes a los que les apetezca atreverse con algo nuevo. Quienes deciden continuar practicando pueden examinarse incluso y recibir un diploma que acredite su progreso. Hacen falta años para convertirse en maestro, pero, si se dispone del título pertinente, es posible impartir clases de ikebana por cuenta propia.
A día de hoy, las grandes escuelas cuentan también con sedes en muchos otros países; en ellas se afanan por difundir la cultura tradicional mediante exposiciones, talleres y conferencias, entre otras actividades.
(Traducción al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Obra del estilo shōka shōfūtai creada por el maestro Nakamura Fukuhiro. © Ikenobō Kadōkai)