La crueldad de las redes sociales: una falsa indignación que corroe la sociedad
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En internet se suceden los incidentes de calumnia y difamación. Uno de los más recientes que el lector quizá recuerde fueron las graves calumnias, durante la pandemia, enviadas a través de las redes sociales (o SNS, por sus siglas en inglés) contra médicos que habían hecho un llamamiento al autocontrol y a la vacunación contra el nuevo coronavirus. Además de mensajes que criticaban el contenido de esas declaraciones, también hubo casos en los que recibieron insultos por su aspecto físico, y se les enviaron respuestas (réplicas directas a mensajes) extremas, e incluso amenazas de muerte.
Personas que dicen estar “del lado de la justicia”
El profesor Kutsuna Satoshi, de la Universidad de Osaka, el profesor Oka Hideaki, de la Universidad Médica de Saitama, y otros profesionales que fueron objeto de tremendas calumnias mientras trataban de proporcionar información útil sobre el coronavirus en la red, solicitaron a los tribunales la divulgación de información sobre los remitentes de esos mensajes. Dicha solicitud fue aceptada y se identificó a algunos de esos remitentes, los cuales tuvieron que pagar una indemnización.
Sin embargo, las teorías de la conspiración en torno a la vacunación y los grupos de cuentas que afirman que la epidemia del coronavirus no existió siguen vivos y activos, y da la impresión de que el mencionado dictamen y el castigo del tribunal no surtieron efecto. ¿Por qué no cesan las calumnias en la red, a pesar de que se ha señalado su ilegalidad y ha aumentado la crítica social hacia ellas?
Quienes reinciden en sus calumnias no reconocen ser “cobardes calumniadores”. Al contrario, creen estar del lado de la justicia, y opinan que quienes cometen actos socialmente inaceptables (a su juicio) deben ser llevados ante esa justicia. Para ellos, “los médicos que promueven vacunas mortales y provocan malestar social causando pánico sobre la presunta crisis del coronavirus” deben ser objeto de sanciones.
Es decir, que la suya es una “indignación justa”. Y es por eso que no los conmueve ningún llamamiento a dejar de calumniar. Sus actos se basan en esa “indignación justa”, ya que la justicia social no se lleva a la práctica como debiera, y que por tanto las críticas no se aplican a ellos.
“La ira es más dulce que la miel”
Sin embargo, esto por sí solo no explica por qué abunda la calumnia en la sociedad moderna. La razón, más bien, es que la indignación y la ira son emociones humanas esenciales. La Ilíada, el famoso poema épico escrito por Homero en el siglo VIII a.C., describe la emoción de la ira como algo “mucho más dulce que la miel”. La ira ya era un tema importante en el mundo del espectáculo hace unos 2.800 años.
Antes los japoneses solían considerarse personas apacibles, y no expresaban sentimientos como la ira tan fácilmente.
El dramaturgo Mitani Kōki escribió una obra titulada 12 nin no yasashii nihonjin (“Doce japoneses gentiles”), una adaptación ambientada en Japón en tono de comedia del clásico de Sidney Lumet, Twelve Angry Men (Doce hombres sin piedad), de 1957. La obra imaginaba un futuro con juicios de jurado, y uno de esos jurados formado por un grupo de “japoneses demasiado bondadosos e indecisos para emitir un veredicto severo”; fue llevada a la gran pantalla en 1991.
Sin embargo, cuando se introdujo el sistema de juicios con jurado en Japón en 2009, quedó claro que la obra reflejaba una completa ilusión. Se fue haciendo evidente una creciente tendencia a que las sentencias fueran más duras en los juicios con jurado que aquellos donde solo dictaminaban los jueces, y hubo una sucesión de sentencias en juicios con jurado que superaban las penas solicitadas por la acusación. Lejos de ser “bondadosos e indecisos”, los japoneses demostraban poseer una cierta crueldad hacia los demás.
Podría decirse que la expansión de las redes sociales ha facilitado la difusión de información, y esta crueldad se ha hecho más patente. No hay que olvidar que Japón no es el único país donde se ha producido recientemente un aluvión de calumnias y difamaciones en línea. La situación es similar en todo el mundo, y es necesario tener en cuenta otros factores además del mero carácter nacional.
La telerrealidad provoca ataques en las redes sociales
Otro caso a tener en cuenta es la luchadora profesional Kimura Hana, que se quitó la vida a los 22 años, en 2020. Kimura había aparecido en el programa de telerrealidad Terrace House de Fuji Television, y fue objeto de fuertes calumnias en internet debido a sus palabras y su comportamiento en el programa, algo que al parecer le causó gran angustia.
Terrace House seguía una estructura que se ha convertido en un formato habitual en los últimos años, en la programación de la televisión japonesa. El contenido principal consistía en imágenes que documentaban la vida amorosa de los hombres y mujeres que vivían en una casa compartida, con un subcontenido de imágenes de ciertos artistas observando y criticando la situación desde el estudio, intercaladas entre las imágenes principales.
Aunque muchos de los participantes en el contenido principal eran personas ajenas al mundo del espectáculo o aún poco conocidas, los comentarios de las personalidades de ese contenido secundario que iban dirigidos a ellos eran ofensivos, muy críticos y ridiculizantes. En una escena del contenido principal en la que una mujer salía a cenar con un hombre, los artistas del estudio hacían comentarios sobre la mujer: que parecía acostumbrada a que la invitaran a copas, o que parecía una chica de cabaret. También dirigieron palabras desconsideradas hacia Kimura, que salía en el contenido principal. Se cree que esto puede haber radicalizado las calumnias en línea contra ella.
Esa plaga de palabras insultantes por parte de artistas que incitan a la calumnia en internet viene influida por la avalancha de información a la que vivimos expuestos.
En esta era de internet, el volumen de contenidos ha aumentado de manera espectacular, y esto ha modificado la forma en que los consumimos. Hemos pasado de un consumo lento y pausado, en el que se disfrutábamos de una sola película, libro u obra musical, a otro en el que se disfruta de una variedad de contenidos de forma transversal e instantánea, al igual que se cambia de un canal de televisión a otro. La comprensión de un único contenido por parte del espectador se vuelve naturalmente superficial. Para compensar este problema se ha generalizado en la televisión la adición de subcontenidos explicativos, como en Terrace House. Se podría considerar algo muy adecuado para una época en la que los contenidos se consumen a una velocidad tan vertiginosa. Y sin embargo, como demostró la tragedia de Kimura, también crea un problema: se pierden las diversas formas de interpretar una historia y los espectadores solo aceptan una única versión.
Una estructura negativa en común
Esta estructura se aplica no solo a los programas de televisión, sino a toda la distribución de información en internet. En mi libro Kyurēshon no jidai (“La edad de la selección”, 2011) expliqué que, en esta era en la que experimentamos un diluvio tal de información, es necesario un sistema de selección para recopilar y organizar grandes cantidades de contenidos, así como para ofrecer un nuevo valor con ellos a la gente.
Aunque la validez de este argumento no se ha perdido, los aspectos negativos de una selección como esa también se han venido haciendo aparentes en la última década: cuando los seleccionadores que se encargan de esa tarea comparten información con valores negativos, como “está bien atacar a las personas malvadas”, se pueden generar interpretaciones negativas y provocar la difamación.
Las redes sociales basadas en texto, como X (antigua Twitter), pueden difundir fácilmente calumnias porque no vemos la cara del remitente. Las calumnias que no pueden expresarse cara a cara se lanzan con facilidad en cualquier intercambio de texto. La función de reenvío de X, en particular, permite que la información cargada de sentimientos negativos se difunda y se propague a un ritmo alarmante.
¿Es posible crear una red social que evite la difamación?
Es difícil evitar la propagación de las calumnias y la difamación en las redes actuales. Dado que no resulta muy probable que internet y las redes sociales desaparezcan, la única forma de resolver este problema es esperar a que surjan nuevas plataformas y servicios de redes sociales que superen las deficiencias existentes, redes que dispongan de mecanismos que impidan la aparición y propagación de intenciones maliciosas.
A diario disfrutamos de la comodidad de internet, al tiempo que nos vemos arrastrados por su violencia incontrolable. La historia demuestra, no obstante, que la humanidad siempre ha estado a merced de las nuevas tecnologías, pero ha sabido adaptarse a ellas con el paso del tiempo, y sobrevivir.
Lo mismo debería ocurrir con las tecnologías de la información y la comunicación. internet lleva en nuestra sociedad unos treinta años, y las redes sociales solo existen desde hace unos veinte. Llevará tiempo controlar estos sistemas, pero creo que terminaremos por ver el momento en que se encuentre una solución.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: PIXTA.)