Los principios del judo en Francia: el legado de Kawaishi Mikinosuke
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Kawaishi Mikinosuke, el “padre del judo francés”
Kawaishi Mikinosuke nació en 1899 en la aldea de Tegara (distrito de Shikama, prefectura de Hyōgo), que actualmente pertenece la ciudad de Himeji. Fue el quinto hijo varón de una familia que fabricaba sake. De ahí que eligieran los kanji de “sake” y “fabricación” para su nombre, Mikinosuke (酒造之助). Desde temprana edad practicó el judo. Estudió en la escuela secundaria de Himeji (actualmente el Bachillerato Himeji Nishi) y la Universidad de Waseda. Tras terminar sus estudios universitarios fue funcionario del Ayuntamiento de Tokio (actualmente el Gobierno Metropolitano de Tokio) y, tras ser miembro del cuerpo de ingenieros del Ejército Imperial, se trasladó al extranjero. Primero fue a Estados Unidos con la intención de continuar sus estudios, pero comenzó a dar clases de judo. Luego de viajar por Sudamérica fue al Reino Unido, donde siguió su labor de dar a conocer este arte marcial. En 1935 decidió afincarse en Francia, donde se puso al frente de la gestión de un club de judo con el fin de enseñarlo.
Método Kawaishi, con cinturones de siete colores
Kawaishi pensó que sería difícil la difusión de este deporte si se utilizaba el estilo japonés, sin adaptarlo a otros países. Esto lo llevó a idear un sistema en el que los principiantes practicaran siempre con una meta y la intención de mejorar, para lo que propuso un sistema de cinturones de siete colores. Dependiendo de la edad y el nivel, los cinturones cambiaban de color: blanco, amarillo, naranja, verde, azul, café y negro. En Japón, existían, en principio, solo blancos y negros.
Además, renombró las técnicas para que los franceses las pudieran comprender más fácilmente. La sede del judo, el Kōdōkan, ya había establecido nombres para cada técnica, pero Kawaishi las clasificó y les asignó un número. Por ejemplo a la ōsotogari la llamó técnica 1 de pierna, y a la seoinage la renombró técnica 2 de hombro.
Su estilo era conocido como Método Kawaishi. No solo no se aferraba a las tradiciones, sino que tampoco le disgustaba cambiar las formas originales para que personas de otros países pudieran comprenderlas. Su filosofía se puede entender a través de uno de sus comentarios: “El judo es como el arroz o el trigo, tiene que ajustarse a la tierra donde se siembra”.
La confrontación entre la escuela Kawaishi y Kōdōkan
Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial obligó a Kawaishi a suspender sus actividades. Durante el conflicto, Alemania ocupó Francia. Sin embargo, el Ejército aliado, liderado por Estados Unidos y el Reino Unido, logró dar un vuelco a la situación. Debido a que Japón era parte de las naciones del Eje, entre las cuales también estaba Alemania, Kawaishi corría el riesgo de ser retenido como prisionero de guerra. Huyó de París con destino a Berlín, llegó hasta Siberia y cruzó Manchuria para, finalmente, volver a Japón.
Mientras tanto, los discípulos que Kawaishi había formado en Francia siguieron divulgando el judo. Kawaishi se estableció temporalmente en Himeji, su lugar de origen, y en 1948 volvió a París para comenzar de nuevo.
Por otra parte, profesores de la escuela Kōdōkan de Japón también llegaron a Francia. Esto ocasionó una confrontación con Kawaishi, ya que su método era diferente a la forma tradicional de enseñanza del judo en Japón. Además, el club de judo de Kawaishi cobraba elevadas mensualidades a sus miembros para pagar a los profesores. En contraste, la escuela Kōdōkan señalaba que era un deporte aficionado. Estas posturas opuestas hicieron que la Asociación de Judo Jiujitsu de Francia, establecida apenas en 1946, estuviera al borde de una división.
En 1951 se fundó la Asociación Internacional de Judo y las agrupaciones que existían en el interior de Francia se vieron obligadas a reformarse. Finalmente, las escuelas de Kawaishi y Kōdōkan se unieron y también se integraron otras artes marciales como el kendō o la naginata, para crear una nueva organización. Unos años después, Kawaishi se retiró de la enseñanza, pero, cuando el judo se convirtió en una disciplina olímpica en los Juegos de Tokio en 1964, este deporte comenzó a ser más conocido a nivel internacional.
La filosofía seiryoku zenyō jita kyōei
La filosofía del judo cautivó a los franceses. Kanō Jigorō, fundador de este arte marcial, estableció como uno de sus principios la frase seiryoku zenyō jita kyōei, que significa que utilizar la fuerza física y mental de forma efectiva permite obtener beneficios para uno mismo y los demás. Originalmente fue el jiu-jitsu el arte marcial que había sido adoptado fuera de Japón como un estilo de defensa personal, pero los franceses también fueron comprendiendo que el judo, además de ser un estilo de defensa personal, requiere de cierta espiritualidad.
Otro de los principios del judo es jū yoku gō wo seisu, es decir, que las personas que tienen flexibilidad pueden conseguir la victoria gracias a esa cualidad y superar a quienes tienen una gran fuerza. Se puede entender también que incluso las personas pequeñas pueden lanzar por los aires a personas más grandes y hacerse con la victoria.
En una ocasión, antes de la Segunda Guerra Mundial, Sugimura Tarō, embajador de Japón en Francia, fue invitado al club de judo de Kawaishi para participar en una demonstración para los franceses. Sugimura había practicado judo desde los 12 años en Kanōjuku, un internado administrado por Kanō y también fue capitán del equipo de judo de la Universidad Imperial de Tokio (actualmente la Universidad de Tokio). También es conocido porque, posteriormente, junto con Kanō, fue miembro del Comité Olímpico Internacional (COI).
Después de la demostración en la que Kawaishi y Sugimura se enfrentaron vistiendo el uniforme de judo, este último fue entrevistado por la reconocida revista francesa Figaro, a la que declaró:
“La flexibilidad vale más que la fuerza. La flexibilidad lo es todo. La flexibilidad es precisamente una condición básica para la paz”.
Sugimura, un diplomático, confiaba en que dar a conocer los principios del judo tendría un efecto positivo en la materialización de la paz mundial. Estaba convencido de que las guerras en las que se enfrentaban las fuerzas armadas de los países se podían apaciguar con la flexibilidad del diálogo.
Coincidencias con el espíritu olímpico de Pierre de Coubertin
El aristócrata francés Pierre de Coubertin (1863-1937) fue el fundador de los Juegos Olímpicos modernos. Su filosofía y la del judo coincidían parcialmente.
Coubertin creía que los deportes no solo eran diversión y entretenimiento, sino que también tenían valor educativo. Esta idea nació tras la derrota de Francia en la Guerra franco-prusiana (1870-1871). El país quedó devastado y sumido en una atmósfera depresiva. En ese tiempo, Coubertin viajó al Reino Unido y se sintió conmovido al ver los deportes en las public school, colegios privados exclusivos. En su mente comenzó a rondar la idea de que una educación a través de los deportes era necesaria para motivar a los jóvenes franceses.
A las public school del Reino Unido asisten jóvenes que reciben una educación de alto nivel. Ellos mismos establecen las reglas de los deportes, cumplen las disciplinas, al mismo tiempo que respetan a sus compañeros. Al ver esto, Coubertin comprendió el valor educativo que albergaban los deportes. Se forman jóvenes bien educados, que posteriormente se convertirán en la fuerza que impulsa la sociedad y construyen una paz en conjunto con personas de muchos lugares del mundo. Aquí reside el espíritu del Olimpismo.
La Carta Olímpica señala: “El Olimpismo es lo que asocia el deporte con la cultura y la educación, y busca crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo de ser buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto a los principios éticos fundamentales universales…”. Su objetivo es “poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del ser humano, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”.
A través del embajador de Francia en Japón, Coubertin solicitó a Kanō Jigorō que aceptara ser miembro del COI. En el año de 1909, Kanō aceptó la importante misión de ser el primer miembro del COI originario de Asia. En el acuerdo de las competencias clasificatorias a los Juegos Olímpicos Internacionales quedó plasmada como razón para su elección lo siguiente: “De igual manera que los antiguos griegos construyeron el espíritu de los Juegos Olímpicos, armonizar el sentir y pensar de personas de diferentes partes del mundo representa un beneficio para la civilización y paz mundiales”.
Kanō, quien también se desempeñó como director de la Escuela Normal Superior de Tokio, comprendía no solo la importancia del judo, sino el valor educativo de los deportes en general. Durante el periodo en el que se celebraban los Juegos Olímpicos, un ritual sagrado en la antigua Grecia, se acostumbraba a suspender las guerras entre ciudades-Estado. Coubertin retomó esta idea para enlazarla con la materialización de la paz mundial. Un pensamiento que coincidía con la filosofía de Kanō.
En momentos en los que la paz mundial es especialmente necesaria
En la actualidad, el número de judocas franceses supera por mucho a los japoneses, con un total de 500.000. No es exagerado decir que Francia es una potencia del judo. En el sitio web de la Asociación de Judo Francesa su código moral se representa con ocho palabras:
Respeto, formalidad, amistad, humildad, sinceridad, honor, autocontrol y valor.
Se respeta a los contrincantes y a las demás personas sin engreimiento. Se controlan los sentimientos propios y se toman acciones sin dudar, siempre del lado de la justicia. En otras palabras, esta filosofía corresponde al “juego limpio”: Los principios del judo, que llegaron de Japón a Francia, sobrepasaron el valor de los deportes como diversión y se enraizaron en el corazón de los franceses.
Los Juegos Olímpicos de París, lugar de origen de Coubertin, se celebrarán en medio de los conflictos que parecen no tener fin en Ucrania y la Franja de Gaza. La paz es necesaria ahora más que nunca, esta es una oportunidad para retomar la filosofía de los Juegos Olímpicos y los principios del judo.
A causa de una enfermedad, en sus últimos años, Kawaishi padeció parálisis en la parte derecha del cuerpo, lo que lo obligó a internarse varias veces. Murió en París el 30 de enero de 1969 a los 69 años. Como muestra de respeto y agradecimiento por sus aportaciones, la Asociación de Judo Francesa le otorgó el jūdan, el nivel más alto en este deporte, seis años después de su muerte.
Fuentes
- Sekai ni kaketa nanairo no obi Furansu judō no chichi Kawaishi Mikinosuke den (Biografía de Kawaishi Mikinosuke, el padre del judo francés y creador de los cinturones de siete colores que llegaron a todo el mundo. Yoshida Ikuko, editorial Surugadai)
- Furansu jūdō to ha nani ka kyōiku gakkō supōtsu (¿Qué es el judo francés? Educación, escuela, deportes, editores: Hoshino Utsuru, Nakajima Tetsuya e Iso Naoki, editorial Seikyūsha.
- Kanō Jigorō Orinpikku wo Nihon ni yonda kokusaijin (Kanō Jigorō, el hombre internacional que llevó los Juegos Olímpicos a Japón. Sanada Hisashi, editorial Ushiobunko).
- Nihon no judō Furansu no JUDO (El judo de Japón y el judo de Francia. Mizoguchi Noriko, editorial Kōbunken).
Fotografía del encabezado: Kawashi Mikinosuke (centro) observa al campeón Jean de Herdt, durante la entrega de reconocimientos de la competición europea de judo en 1951. ©Wikimedia Commons
(Traducido al español del original en japonés.)