Última oportunidad para que Japón vuelva a ser potencia de los semiconductores
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Resucitar a Japón
Pese a que el gabinete de Kishida comenzó declarando que implementaría un nuevo tipo de capitalismo, el Gobierno se enfrenta a muchos riesgos geopolíticos, incluyendo la súbita depreciación del yen, la inflación, los lanzamientos de misiles norcoreanos y un conflicto militar en potencia en Taiwán. Japón es también un país que sufre “problemas de primer mundo” bajo la forma de déficits presupuestarios, la necesidad de llegar a ser emisor neutral de carbono, una tasa de natalidad en declive y una población que sigue envejeciendo.
Si el Gobierno intenta impulsar el valor del yen por medio de políticas monetarias más estrictas, se arriesga a poner a las pymes contra la pared y a crear insolvencia entre las instituciones financieras de menor tamaño. Mientras tanto, todo intento por mejorar los estándares de vida y el desempeño de la industria dañará las finanzas gubernamentales, al tiempo que los intentos de implementar el DX, la “transformación digital” (el nombre que se le da a un movimiento que pretende aprovechar la inteligencia artificial, el internet de las cosas y los macrodatos para crear nuevos modelos de negocio y reformar la cultura corporativa), y de construir más centros de datos harán que el consumo de energía se incremente. Por estas razones el Gobierno japonés se ve obligado a considerar múltiples soluciones excluyentes entre sí para múltiples retos entrelazados de un modo muy complejo. Japón se está llevando una paliza, podríamos decir.
Si queremos resolver estos retos debemos primero comprender cómo se entrelazan, y considerar la prioridad, el coste y la oportunidad de las soluciones propuestas. Tendremos entonces que seleccionar, de modo rápido y decisivo, qué iniciativas hemos de intentar y cuáles vamos a rechazar, enfocados siempre en el panorama completo y resignados a aceptar un cierto grado de sacrificio. La industria de los semiconductores será una de las piezas clave de este proceso.
Traumatizados aún por la fricción comercial
El yen se negocia en bolsa frente al dólar a los niveles más bajos que se han visto en treinta años. Hace tres décadas los fabricantes japoneses de semiconductores disfrutaban de un 50 % del mercado de los semiconductores para memoria (memoria dinámica de acceso aleatorio, o DRAM por sus siglas en inglés), y eclipsaban por completo a sus rivales tanto en términos de capitalización de mercado como de solicitudes de patentes. Como suele pasar también hoy en día en las relaciones entre EE. UU. y Japón, no obstante, los americanos se sentían amenazados por el éxito japonés, y esto generaba fricción entre ambos países. Ante la rápida valorización del yen que siguió al acuerdo Plaza de 1985 y el injusto Tratado de Semiconductores EE. UU.-Japón, los fabricantes japoneses quedaron impotentes y se vieron obligados a reubicar sus centros de producción en el extranjero, así como a invertir en investigación pura, más que aplicada. Posteriormente, Corea del Sur y Taiwán aparecieron en el horizonte con apoyo estadounidense, y la conquista lograda por la alianza Microsoft-Intel, la llamada “Wintel”, provocó una caída en las exportaciones japonesas de valor añadido, sobre todo la DRAM. Corea del Sur, Taiwán y China se hicieron con la posición de Japón como líderes del mercado.
Desde el 2000 los fabricantes japoneses de semiconductores han sido incapaces de seguir el paso de la transición, desde la integración vertical a una horizontal, que ha ocurrido en la industria, y esto ha hecho que la porción del mercado que controla Japón haya caído por debajo del 10 %. Aunque los fabricantes japoneses continúan liderando en ciertas áreas, como ponen de manifiesto la memoria flash NAND, de KIOXIA, los sensores de imagen de Sony o los semiconductores de potencia de Rohm, no se distinguen por su manufactura de chips lógicos sin fábricas, o fabless (una forma de producir según la cual un operador, sin plantas propias, subcontrata a terceras partes la fabricación, por oposición a las “fundiciones”, las plantas convencionales de fabricación de semiconductores, que fabrican por pedidos), y apenas producen ninguna de las herramientas de automatización (de ayuda en el diseño de semiconductores) que requiere la producción fabless.
Los Gobiernos de Estados Unidos, Corea del Sur, Taiwán y China han invertido fuertemente en sus industrias de semiconductores como forma de política nacional, y ofrecen también ventajas fiscales a los negocios del sector. En Japón, no obstante, el trauma de la debacle causada por las fricciones comerciales ha hecho que el Gobierno sea más sutil en su apoyo a la industria.
Si la industria de los semiconductores desapareciera de Japón serían sus usuarios nacionales los más afectados.
La escasez que asoló la industria de los semiconductores en 2022 no era nada común. Más bien, la falta de suministros y los incrementos en los precios se han convertido en la norma, y esto hace que los productos terminados, como coches y robots, con los que los fabricantes japoneses han sobresalido tradicionalmente, hayan perdido competitividad en el mercado. Los semiconductores son componentes clave que pueden desempeñar una función esencial en el éxito de estos productos de tecnología punta.
Aunque el Gobierno japonés se ha concentrado hasta ahora en mantener positivo su balance de pagos, el sector energético y el de computación en la nube podrían declarar pérdidas de billones de yenes para 2030, algo que devaluaría aún más el yen. De ocurrir esto, la industria de los semiconductores sufriría también un déficit comercial de billones de yenes. Pese a que la diferencia en tasas de interés entre Japón y Estados Unidos ha contribuido al yen débil actual, creo que la causa real es la competitividad industrial en declive de Japón, su sociedad envejecida y su productividad laboral en continuo descenso, algo que provoca la lentitud de la nación en adoptar la transformación digital.
Cambiar la actitud de Estados Unidos
Hasta la fecha, más que construir sus propias fábricas de semiconductores, los fabricantes de Estados Unidos se han concentrado en servicios financieros, diseño de software y plataformas, y otros servicios relacionados con el diseño y la planificación que se caracterizan por poseer un alto valor añadido, al tiempo que dependen de Taiwán y China para los servicios manufactureros de bajo valor añadido.
Sin embargo, la China del presidente Xi Jinping ha hecho progresos significativos tanto en el mercado de software como en el de plataformas. China ha mostrado también interés en las finanzas, y el yuan digital amenaza ahora la hegemonía científica y tecnológica de Estados Unidos. Y lo que es más, los sistemas móviles de comunicaciones 5G que fabrica Huawei, el mayor fabricante de equipamiento de comunicaciones del mundo, representan también una amenaza para la seguridad nacional de otros países.
Como medida para reducir su dependencia de China, Estados Unidos considera ahora Japón como posible centro de manufactura para sus industrias de tecnología punta. El actual conflicto Oriente-Occidente ha hecho que las naciones occidentales lo tengan demasiado difícil para seguir usando China como centro de producción. Si llegara a darse un conflicto armado en Taiwán, cuyos fabricantes apoyan las industrias fabless de semiconductores para smartphones y ordenadores de todo el mundo, la cadena global de suministro se vería interrumpida por completo, paralizando eventualmente la capacidad de las naciones occidentales de participar en guerras.
Pese a que el porcentaje del mercado global de dispositivos electrónicos que Japón controla ha caído, los fabricantes japoneses siguen siendo fuertemente competitivos en los sectores del equipamiento de fabricación y de materiales. A medida que la industria se mueve desde el paradigma Moore de una miniaturización cada vez mayor de la silicona plana (en referencia a la Ley de Moore, la observación en 1965 de Gordon Moore, uno de los miembros fundadores de Intel, de que el número de transistores en un circuito integrado se duplica cada dos años, más o menos) hacia avances en las tecnologías de fabricación que son “más que Moore” (gracias al diseño tridimensional de chips y otras tecnologías nuevas), esto representa la mayor oportunidad hasta la fecha de que la industria japonesa de los semiconductores pueda regresar con fuerza.
Será, además, su última oportunidad. Ante todo, si la industria de los semiconductores quiere renacer necesitará ingenieros con talento, sobre todo aquellos con cuya presencia cuenta Estados Unidos en la manufactura. No obstante muchos de esos ingenieros, que han supervisado la construcción de múltiples plantas japonesas y saben cómo funcionan, ya se han ido a trabajar a China, Corea del Sur o Taiwán. Hay que ofrecerles motivos, pues, para regresar a Japón. Sin embargo el tiempo apremia: esos trabajadores son cada vez más mayores. En segundo lugar, tampoco hay tiempo que perder para afrontar los riesgos de un conflicto militar en Taiwán. Y en tercer lugar: si los fabricantes quieren regresar al mercado con un sistema de comunicaciones de nueva generación, capaz de competir con Huawei, deben plantearse como objetivo la exposición de Osaka de 2025. Teniendo en cuenta estos hechos, queda claro que si Japón no logra establecer una infraestructura tecnológica moderna entre 2025 y 2030 Estados Unidos perderá las expectativas que le quedan sobre Japón, y Japón a su vez perderá su oportunidad.
La vía gubernamental
El Ministerio de Economía, Comercio e Industria ha comenzado a formular una hoja de ruta para la renovación de la industria de los semiconductores, hoja que incluye el anuncio, en junio de 2021, de una nueva estrategia para la industria digital y la de los semiconductores. Esta estrategia central comprende específicamente tres pasos: el establecimiento de bases de fabricación, la formación de alianzas entre Japón y Estados Unidos de cara a tecnología de nueva generación, y el desarrollo de tecnologías que cambiarán las reglas del juego. Como parte del primer paso el Gobierno ha animado al fabricante de semiconductores más grande del mundo, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, a que abra una sede en Kumamoto y establezca una empresa mixta con Sony-Denso bajo el nombre Japan Advanced Semiconductor Manufacturing, cuya nueva fábrica abrirá sus puertas en 2024.
La colaboración entre Japón y Estados Unidos llevará a cabo el diseño y establecimiento de los semiconductores de nueva generación (que contarán con nodos de procesamiento de menos de 2 nanómetros y tiempos de entrega reducidos) para la segunda mitad de esta década.
Finalmente, para poder hacer realidad esa producción en masa de semiconductores de nueva generación, Japón está adoptando una estrategia doble, que aúna el establecimiento del centro LSTC (siglas en inglés: Centro de Tecnología de Semiconductores de Vanguardia), que abrirá este 2023, y Rapidus, un nuevo fabricante de microchips fundado en agosto de 2022.
El LSTC es una instalación para la investigación y el desarrollo de plataformas abiertas, y se puede describir como la versión japonesa del Centro Nacional de Tecnología de Semiconductores (NTSC, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos. Además de procurarse la colaboración de investigadores y técnicos japoneses de primera fila de Sansōken (el Instituto de Ciencias Industriales y Tecnologías Avanzadas), Riken y la Universidad de Tokio, el LSTC también está afiliado con el NSTC, las instalaciones de investigación y desarrollo de IBM en Albany, Nueva York, y con el Centro Interuniversitario de Microelectrónica, institución internacional de investigación con sede central en Bélgica.
Rapidus, que fabricará los chips, ha reclutado a la federación Keidanren para realizar la dirección externa, y cuenta con grandes corporaciones japonesas como accionistas, entre ellas Toyota y NTT, las cuales serán también usuarias de los chips finalizados. La empresa está estableciendo centros de fabricación junto con LSTC, gracias a 70.000 millones de yenes que recibe de NEDO (por sus siglas en inglés: Organización de Desarrollo de Tecnología Industrial y Nueva Energía) y a un tercio del presupuesto nacional de 1,3 billones de yenes que se destinara a la industria de los semiconductores en el segundo presupuesto suplementario del año fiscal 2022 para el desarrollo tecnológico. La empresa planea iniciar la producción en pleno para 2027.
Aunque el paso final no se dará hasta al menos 2030, NTT planea cambiar las reglas del juego, bajo su concepto IOWN (siglas en inglés: red innovadora inalámbrica y óptica), con una revolucionaria tecnología fotónica de circuitos integrados que utiliza tanto fotones como electrones. La tecnología fotónica utiliza tanto luz como electricidad de manera energéticamente eficiente para realizar cálculos. El significativo potencial de esta tecnología para ahorrar energía la convierte en el vehículo perfecto para mostrar al mundo las contribuciones medioambientales de Japón.
Estas políticas son significativamente diferentes de aquellas adoptadas por otros proyectos gubernamentales anteriores, ya que más que apoyar directamente a la industria el Gobierno adopta una perspectiva de usuario al tiempo que colabora con fabricantes extranjeros.
Visión a largo plazo
Si empleamos las redes de comunicación y la infraestructura digital basada en semiconductores seremos capaces de revitalizar la avejentada infraestructura existente y rescatar a muchas corporaciones al borde de la quiebra. Además, la estrategia de plataformas creará un corpus de historias de éxito y estudios de casos por región y corporación que permitirá estandarizar la experiencia obtenida. Gracias al débil yen actual, Japón podrá exportar su historia de éxito como ejemplo de un país con “problemas de primer mundo” que ha logrado implementar con éxito una transformación digital. Pese a que las cuentas del Gobierno sufrirán a corto plazo, a largo plazo la iniciativa tendrá un efecto positivo. Podríamos compararla a reparar un edificio de apartamentos; hay problemas que se pueden solucionar con un presupuesto modesto, pero si la situación se deja como está durante mucho tiempo, el edificio entero tendrá que ser derribado y construido de cero, algo con un coste muy superior.
Tal y como yo lo veo, el nuevo tipo de capitalismo de Japón necesita enfocarse en la seguridad, tranquilidad, estabilidad, seguridad geopolítica y creación conjunta. En lugar de dejar que el mercado se arregle solo, el Gobierno debe probar un enfoque más intervencionista, también en lo que respecta a la seguridad nacional, basándose en acuerdos entre el sector privado y el público y en una evaluación a largo plazo del equilibrio general de los diversos factores en juego. Como hiciera hace cincuenta años, Japón debe responder de nuevo a las expectativas de Estados Unidos aprovechando su débil yen, y reinventarse como país exportador, con la industria de los semiconductores como modelo.
El yen débil es hoy día una fuente de problemas, y durante unos años Japón va a ser pobre por ello. Sin embargo, más allá de ese dolor existe una recuperación económica. Esto es algo que puede decirse no solo de la industria de los semiconductores, sino también de la manufactura japonesa (y de hecho de la industria japonesa) en su conjunto. Esta es nuestra mayor, y quizá última, oportunidad.
(Imagen del encabezado: el primer ministro japonés Kishida Fumio, a la derecha, y el presidente de Estados Unidos Joe Biden se dan la mano en la cumbre de dirigentes Japón-EEUU, tras decidir que ambos países cooperarán más estrechamente en la investigación, desarrollo y producción de semiconductores, y que Japón proporcionará a Estados Unidos acceso a semiconductores en caso de haber una crisis militar, el 23 de mayo de 2022, en la Casa de Huéspedes Estatales de Akasaka, Tokio. © Jiji Press)