Japón y la OTAN: los aliados de Estados Unidos exploran nuevos vínculos
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La última cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), celebrada a finales de junio de 2022 en Madrid (España), contó con la presencia del primer ministro japonés, Kishida Fumio. Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur enviaron también a sus mandatarios. Para la OTAN, era importante escenificar su interés por la región indopacífica, especialmente por China como problema a medio y largo plazo incluso en la difícil coyuntura causada por la guerra entre Rusia y Ucrania; para Japón, fue una oportunidad para difundir su mensaje de que la política de seguridad en Europa y en el Indo-Pacífico son inseparables.
¿Cómo se han desarrollado las relaciones entre Japón y la OTAN? ¿Qué posibilidades se abren para el futuro?
El aliado más antiguo fuera de Europa
Estas relaciones se remontan a la década de 1980, cuando surgió el problema de los misiles balísticos de alcance intermedio. En la cumbre del G7 de Williamsburg (Estados Unidos) de 1983, fue el entonces primer ministro japonés Nakasone Yasuhiro el que defendió la indivisibilidad de las políticas de seguridad nacional de los países miembros. Salvando que se referían a cosas diferentes, las dos afirmaciones redundan en lo mismo.
Posteriormente, en los años 90, llegó la institucionalización de dichas relaciones. Sin embargo, en aquella época los países europeos concentraban su atención en temas como el conflicto en la antigua Yugoslavia o el proceso de integración en la Unión Europea y en la OTAN de los países de Europa Central y Oriental, y existía una conciencia muy tenue sobre la posibilidad de que las condiciones de seguridad en Asia pudieran ejercer algún influjo sobre Europa. Con Japón ocurría algo parecido y su papel en la seguridad internacional era muy limitado.
Fueron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos los que imprimieron un giro a esta situación. Japón se implicó en el problema afgano a través de su Fuerza Marítima de Autodefensa, que cumplió funciones como la de suministrar combustible a los buques de guerra norteamericanos en el océano Índico. Por su parte la OTAN comandó en Afganistán la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad a partir de agosto de 2003, con lo que se implicó profundamente en la situación de este país. Japón y la OTAN se encontraron de esta manera en el Índico y en Afganistán. Aunque Japón finalmente decidió no enviar tropas, en el campo de la ayuda civil para la reconstrucción ha colaborado con la OTAN.
Entre mediados de la primera década del siglo XXI e inicios de la segunda, las cumbres y reuniones de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN han venido acompañadas de continuas reuniones sobre Afganistán a las que se ha invitado a Japón y otros socios de la organización. Afganistán se ha convertido, pues, en un precedente. En la reunión correspondiente de la cumbre de la OTAN celebrada en Chicago (EE. UU.) en 2012 estuvo representado por su ministro de Exteriores Genba Kōichirō.
Posteriormente, además de la Declaración Política Conjunta emitida por Japón y la OTAN en abril de 2013 durante la visita a Japón de Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la organización, se han elaborado otros documentos sobre cooperación en asuntos prácticos, el primero de los cuales fue el Programa de Asociación Individual y Cooperación entre Japón y la OTAN (2014), que fue revisado en 2018 y 2020. Dicho programa afirma que Japón y la OTAN son socios “fidedignos y naturales, que comparten los valores comunes de la libertad, la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley, así como intereses estratégicos”, y proclama la necesidad de reforzar las conversaciones a alto nivel y los intercambios en materia de defensa, señalando la ciberdefensa, la seguridad marítima, la ayuda humanitaria, el salvamento y asistencia a damnificados, el control y no proliferación de armamento y la ciencia y tecnología de defensa como áreas de trabajo en las que cooperar.
La guerra en Ucrania y el desafío chino
En el campo de la cooperación en asuntos prácticos, se ha hecho un gran trabajo participando en ejercicios y seminarios, haciendo maniobras navales conjuntas y de otros muchos modos. Además, la participación de Kishida en la última cumbre ha dado ocasión a una potenciación del interés de los japoneses hacia la OTAN y hacia sus relaciones con Japón. Y todo esto ha ocurrido, obviamente, con el conflicto ruso-ucraniano como telón de fondo.
Kishida siempre ha planteado la respuesta a Rusia partiendo de que los países del G7 deben moverse de forma cohesionada, pero hay que recordar que, a diferencia de Japón y si exceptuamos la Unión Europea, todas las partes representadas en el G7 son países miembros de la OTAN.
La cumbre del G7 celebrada en marzo en Bruselas se hizo coincidir con la cumbre de la OTAN y tuvo lugar, además, en las oficinas centrales de esta organización. Para Occidente, el G7 no es más que la suma de los principales países de la OTAN y Japón, de modo que también desde Japón se siente que la cooperación con la OTAN es la extensión más natural de la cooperación con los países del G7.
En cuanto a la postura de Japón ante la guerra entre Rusia y Ucrania, Kishida insiste, con una viva conciencia de que la Ucrania de hoy es el Asia Oriental de mañana, en que no se puede trazar una línea divisoria entre el entorno de seguridad de Europa y el de Asia. Japón viene recalcando que los intentos por hacer variar el statu quo mediante la fuerza son inadmisibles en cualquier lugar del globo, y que no debemos emitir el mensaje equivocado de que actuaciones como una invasión pueden llegar a triunfar. Desde esta perspectiva, Japón comparte unos mismos intereses con la OTAN.
Ha sido en este contexto en el que la última cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid, ha adoptado el nuevo Concepto Estratégico, en el que, por primera vez en la historia de la organización, se alude expresamente a China, diciendo que este país está desafiando los intereses, seguridad y valores de los países de la OTAN, y expresando preocupación ante las relaciones chino-rusas en tácticas híbridas, ciberespacio y tecnología en general. Dejando un cierto margen también a la posibilidad de entablar relaciones constructivas, se dice claramente que la OTAN hará frente a China en defensa de sus valores y del orden internacional. La idea es, pues, que aunque la amenaza más inminente es Rusia, tras Rusia viene China. Esta conciencia en torno al asunto chino va a ser una importante plataforma sobre la que ir construyendo la cooperación Japón-OTAN.
Reforzamiento de la colaboración con los países de la OTAN
Cuando se habla de reforzar los lazos con la OTAN, se pregunta a menudo si, en caso de ocurrir un incidente armado en Asia, la OTAN será de alguna ayuda. En primer lugar, el mensaje que se oculta detrás de la postura de Japón ante la presente guerra es que, en caso de que en Asia ocurriera un incidente armado de gran magnitud en el que estuviera implicado China, Japón espera que tanto Estados Unidos como Europa muestren una postura cohesionada, por lo menos tan tajante como la que está mostrando ahora Japón.
Pero hay un aspecto importante, y es que si las Fuerzas de Autodefensa de Japón no van a salir en auxilio de la OTAN, sería una postura unilateral y egoísta pretender que esta organización se moviera por Japón. El Tratado del Atlántico Norte, en su Artículo 6, limita al área del Atlántico Norte situada al norte del Trópico de Cáncer el ámbito geográfico de la defensa colectiva (Artículo 5) que se ejercerá en caso de que los territorios de los miembros de la Alianza sufran un ataque armado. Se interpreta que dicha área engloba el territorio de Estados Unidos hasta su costa oeste, pero no Hawái ni Guam. Por tanto, la posibilidad de que la OTAN active sus mecanismos de defensa colectiva y se implique militarmente si se producen acciones armadas en Taiwán es extremadamente pequeña.
Pero todos estos planteamientos son los estrictamente legales. En caso de que se deje atrás la fase de guerra híbrida en Taiwán y sobrevenga un choque armado frontal entre los ejércitos regulares de Estados Unidos y China, es muy probable que también Japón quede expuesto a ataques y es razonable pensar que los aliados más estrechos de Estados Unidos, con Reino Unido a la cabeza, se impliquen directamente. Entonces, las limitaciones geográficas que impone el tratado a la defensa colectiva no representarán ningún problema, ya que el derecho a defenderse colectivamente es un derecho reconocido a los estados por la Carta de las Naciones Unidas y nada tiene que ver con las alianzas. Si Estados Unidos fuera atacado y así lo solicitase, independientemente de su pertenencia o no a la OTAN, sería posible activar la autodefensa colectiva.
Esto muestra que para Japón la relación con la OTAN, siendo una relación con un organismo plurinacional, es al mismo tiempo una relación con los países que integran la organización. La OTAN es un espacio en el que ahondar las relaciones entre sus miembros y Japón.
Una red de aliados que llegue de Europa al Indo-Pacífico
No conviene infravalorar lo que representa la OTAN como espacio plurinacional. Y es que la organización lleva más de 70 años coordinando las estrategias y los planes de sus miembros y esto representa una importante praxis.
La defensa de Japón se ha venido planteando principalmente en un contexto de alianza bilateral con Estados Unidos. Aunque este esquema básico se va a mantener en el futuro, si dejamos a un lado el supuesto de un ataque exclusivamente sobre Japón, en cuyo caso se activaría el Artículo 5 del Tratado de Seguridad entre Japón y Estados Unidos, que estipula la defensa de Japón dentro de la alianza bilateral, entre los choques armados high-end que impliquen combates entre ejércitos regulares, lo más probable sería una situación en la que, además de Estados Unidos, quedasen directamente implicados Taiwán, Australia o Reino Unido.
En un caso como este, la clave estaría en la cooperación entre los países, incluyendo a Japón entre ellos. Se exigiría entonces capacidad de urdir estrategias y de planificar entre países, y a esos efectos la OTAN servirá de modelo incluso a Estados Unidos. Habrá que ver, en adelante, cómo acoplar a los aliados europeos miembros de la OTAN, como Reino Unido o Francia, en la red de aliados de Estados Unidos en el área indopacífica, donde cuenta ya con Japón, Australia y otros países. Esto debería hacerse sobre la base de relaciones bilaterales como la cooperación existente entre Estados Unidos y Reino Unido. Para ir ampliando esa esfera, las relaciones entabladas dentro de la OTAN resultan muy útiles.
Dicho en otras palabras, sería como vincular la OTAN con la alianza nipoestadounidense.
La Estrategia para el Indo-Pacífico hecha pública por la administración Biden este febrero alude también a que se tenderán puentes entre esta zona del mundo y el Euro-Atlántico.
Desde este punto de vista, cobra todo su sentido el hecho de que en la última cumbre de la OTAN en Madrid estuvieran presentes los cuatro socios pacíficos de la organización, que son también aliados de Estados Unidos: Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur, que son llamados ya en inglés Asia-Pacific 4, o AP4. Porque, aunque existen ya el grupo Japón-Estados Unidos-Australia, al que se le suma India (los llamados Quad, Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), si excluimos las relaciones bilaterales, los acuerdos-marco entre aliados de Estados Unidos son todavía escasos en el Indo-Pacífico. Por otra parte, está el acuerdo AUKUS alrededor del suministro de submarinos nucleares a Australia entre este país, Reino Unido y Estados Unidos, que es un acuerdo-marco que ha conseguido Estados Unidos con dos importantes aliados, uno europeo y otro del Indo-Pacífico.
Cuando situamos las relaciones de Japón y la OTAN en este contexto, vemos las posibilidades de ampliación que encierran. Desde la perspectiva de los avances en un diálogo y una cooperación sustanciales, además de la ciberseguridad, la seguridad marítima y otros campos señalados en los planes de cooperación de las diferentes asociaciones entre países, es imprescindible seguir discutiendo también en aspectos militares high-end como la respuesta a los dispositivos defensivos A2AD (antiacceso y negación de área) y a los misiles de alcance intermedio de que disponen China o Rusia. Al mismo tiempo, otro reto es cómo ir elevando hacia formas más pragmáticas el nivel de las maniobras amistosas conjuntas que se vienen haciendo. Se precisa una planificación estratégica al mismo tiempo que se sigue adelante con las formas concretas de cooperación.
Fotografía del encabezado: De izquierda a derecha, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, su homólogo japonés Kishida Fumio, el secretario general de la OTAN, el general Jens Stoltenberg, la primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern, y el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, posan para una fotografía de grupo poco antes de iniciarse las reuniones del grupo Indo-Pacífico durante la cumbre de la OTAN, en el Centro de Congresos Ifema de Madrid, el 29 de junio de 2022. (Fotografía de Pierre-Philippe Marcou / AFP)