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‘Drive my car’: actuaciones íntimas, delicadeza y ‘carpe diem’

Cine Cultura

Basada en una historia de Murakami Haruki, Drive my car es una película dirigida por Hamaguchi Ryūsuke con un enfoque único para recrear una historia de pérdida y esperanza en la gran pantalla. Miura Tetsuya, investigador cinematográfico, nos explica de dónde viene el atractivo universal de esta película y cómo la dirigió Hamaguchi.

¿Cómo ha logrado Drive my car (2021), de Hamaguchi Ryūsuke, unas críticas mundiales tan excelentes? Comenzando por los cuatro laureles obtenidos en el Festival Internacional de Cine de Cannes, incluido el primer premio al guion logrado por un japonés, se ha producido una verdadera avalancha de premios: los Globos de Oro y los Premios de la Federación Nacional de Críticos, y el 8 de febrero la película fue finalmente nominada en cuatro categorías de los Premios de la Academia de EE. UU. 

¿Cuáles son los motivos de este avance arrollador? Me gustaría explicar, en primer lugar, lo que me viene a la mente al volver la vista atrás hacia las obras pasadas de Hamaguchi.

©2021 Comité de Producción de Drive my car
©2021 Comité de Producción de Drive my car

Un digno homenaje a Río Bravo

La razón por la que Hamaguchi es elogiado por fanáticos del cine, críticos y colegas de todo el mundo es, en primer lugar, su respeto hacia el diverso acervo acumulado en la historia del medio expresivo cinematográfico y cómo lo incorpora audazmente en sus creaciones.

Antes de entrar al lugar de rodaje Hamaguchi recuerda, dice, Río Bravo (1959), de Howard Hawks, una obra maestra del western en la que se elimina todo aquello que podría sobrar, y cada escena está realizada con gran delicadeza. Drive my car, por supuesto, no lo imita directamente. Sin embargo, incluso en las escenas en las que, por ejemplo, el protagonista, Kafuku Yūsuke, interpretado por Nishijima Hidetoshi, y su chófer, Watari Misaki, interpretada por Miura Tōko, se comunican entre sí, Hamaguchi no les permite hacer nada fuera del guion. Misaki sostiene firmemente el encendedor que le ha lanzado Yūsuke y se enciende un cigarrillo en silencio. Pero se transmiten, de este modo, muchas cosas. La película posee reminiscencias de la sobriedad y sofisticación del clásico de Hawks.

Una producción compacta consiste en aprender de las técnicas de los maestros del pasado y utilizarlas de manera efectiva en la producción de nuevas películas. Hawks es solo uno de los ejemplos. En cuanto al cine de Japón, Hamaguchi aprendió de Ozu Yasujirō, Mizoguchi Kenji, Naruse Mikio, Masumura Yasuzō, Sōmai Shinji o Kurosawa Kiyoshi, quien fue también profesor en la Universidad de Bellas Artes de Tokio. Debe de haber algo en ellos que agita la imaginación de los cinéfilos de todo el mundo. Hamaguchi es un artista como se ven pocos, en estos últimos años, que afronta a su manera la historia de la expresión cinematográfica, la digiere y se atreve a dar el siguiente paso.

“¿En qué consiste una buena actuación?”

Las películas de Hamaguchi son a la vez entretenidas y llenas de la frescura del viento. Gūzen to sōzō (La ruleta de la fortuna y la fantasía, 2021) es similar, pero es más ligera, y está repleta de una sensación pop. Considerando que fue producida a base de un estudio intensivo de la historia de la expresión cinematográfica uno podría esperar un rollo dogmático o un autismo artístico que solo un maniaco del cine podría entender; pero en realidad las películas de Hamaguchi son exactamente lo contrario: abiertas a todos. ¿A qué se debe?

Hamaguchi parte de la premisa, interesante para cualquiera, de preguntarse en qué consiste una buena actuación y poner esa cuestión en primer plano, convirtiéndola en un pilar sólido de su creación fílmica. Aquí reside su mayor singularidad. Vemos a personas actuando en películas y en televisión todos los días. A veces resultan conmovedoras, pero a veces su intención es demasiado evidente. ¿Qué es, entonces, una buena actuación? ¿Es posible expresar lo insustituible de la existencia humana y sus complejas emociones, tan difíciles de verbalizar, a través de la actuación? ¿Cómo se puede lograr? Las películas de Hamaguchi nos llevan a estas preguntas esenciales. Eso hace que su obra sea universalmente atractiva.

Para responder a la pregunta de si una actuación es buena no podemos valernos de engaños. Si se la confiamos al público, lo notará. Por mucho que se conformen las teorías, no se puede hacer nada si la actuación que registran las cámaras no es contundente. Esa gravedad hace que la emoción que siente el público venga, por fin, de ingentes cantidades de ensayo y error.

Cómo mostrar sentimientos verdaderos

Se dice que Hamaguchi decidió convertirse en director de cine debido a una película: Husbands, de John Cassavetes (Maridos, 1972). Se trata de una obra menor que no se llegó a estrenar ni distribuirse digitalmente en Japón. Cassavetes criticaba el cine convencional de Hollywood por convertir a los seres humanos, criaturas complicadas, en seres bidimensionales y aburridos, y mientras trabajaba como actor comenzó a reunirse con amigos de ideas afines, en vacaciones o por las noches, con el objetivo de crear una película completamente nueva en su propio estilo, sin ayuda. Muchos espectadores del momento quedaron confundidos por la novedad de la cinta y, aunque no se vieron bendecidos con un gran éxito comercial, sí lograron un buen número de entusiastas seguidores.

Hamaguchi Ryūsuke ©2021 Comité de Producción de Drive my car
Hamaguchi Ryūsuke ©2021 Comité de Producción de Drive my car

Tomando a Cassavetes como modelo, Hamaguchi ha buscado con tesón, desde el comienzo de su carrera, formas de provocar emociones verdaderas en los actores que trabajan frente a la cámara. Los resultados son películas como Passhon (Pasión, 2008), Shinmitsusa (Intimidad, 2012) y Happy hour (2015). Para esta última, ambientada en Kobe, tardó cerca de dos años en completar la producción, mediante una larga serie de talleres realizados con participantes que no tenían experiencia alguna en actuación. La duración total del metraje es de cinco horas y catorce minutos. Hamaguchi afirma que la dirigió como una versión femenina de Husbands (el título provisional de Happy hour era Brides, “Novias”).

Con Drive my car Hamaguchi se pregunta de nuevo qué es la actuación y cómo puede registrar con delicadeza la cámara las emociones complejas de cada persona. Lo que sucede en la historia es, desde luego, muy denso, y está lejos de la bidimensionalidad. Resulta justa, por otro lado, su actitud de tratar de compartir esta difícil pregunta con el público. No trata de ofrecer respuestas, ni lo convierte en un misterio. También es de reseñar otra postura que toma, denominada en Japón “amigable con el público”: anima a la audiencia a confiar y pensar juntos.

En esta obra, Nishijima Hidetoshi, actor que interpreta a Kafuku Yūsuke, director de teatro, se muestra a sí mismo en un franco proceso de exploración de lo que significa la actuación. El método por el que se dio vida a Kafuku es, en cierto sentido, idéntico al que el propio Hamaguchi probó con Happy hour y otros proyectos. Es algo realmente audaz, pero como resultado el director logra compartir con el público tanto lo que se preguntan como lo que exploran.

Diversidad y uso del tiempo

Otra razón por la que Drive my car ha ganado reconocimiento internacional puede hallarse en la tendencia actual a considerar cada vez más urgente el elogio de la diversidad. Se debate sobre qué se puede hacer en el ámbito del cine contra la exclusión y la xenofobia que campan a sus anchas por todo el mundo. En el drama dentro de Drive my car se han reunido actores con diferentes lenguas maternas, y se ha creado un único escenario a partir de varios idiomas. Algunos de ellos utilizan incluso lenguaje de signos. No es difícil imaginar que esta obra dentro de una obra, que trata de extraer fuerza de la diversidad, haya sido vista con buenos ojos por parte de muchos críticos.

En la película aparecen el drama multilingüe Dyadya Vanya (Tío Vania, de Antón Chéjov, izquierda) y dos miembros de su elenco. Desde la izquierda, Janice (Sonia Yuan), de Taiwán, y Yoon-a (Park Yu-rim), de Corea del Sur, intérprete de lenguaje de señas. ©2021 Comité de producción de Drive my car
En la película aparecen el drama multilingüe Dyadya Vanya (Tío Vania, de Antón Chéjov, izquierda) y dos miembros de su elenco. Desde la izquierda, Janice (Sonia Yuan), de Taiwán, y Yoon-a (Park Yu-rim), de Corea del Sur, intérprete de lenguaje de señas. ©2021 Comité de producción de Drive my car

Me gustaría enfatizar, sin embargo, que esta obra celebra la diversidad no solo porque presenta esos contenidos de “película multilingüe”. Para poder establecer ese tipo de obra se requería previamente un entrenamiento para lograr escuchar las diversas voces del cuerpo. Eso implica reformar la manera de dirigir y actuar a un nivel muy profundo. De hecho, para llevar a cabo Drive my car incluyendo la mencionada “obra dentro de una obra” fue necesario, dice Hamaguchi, replantearse drásticamente con el productor y el ayudante de dirección el sistema de producción, y en especial el uso del tiempo (en ocasiones en oposición a las costumbres fuertemente arraigadas en la forma de proceder que se estila en las producciones japonesas).

Como resultado se demuestra que existen diversas formas de hacer una película (sobre todo en lo que atañe la manera de colaborar con los actores), más allá de que la diversidad en sí se narre como tema de la historia. El hecho de que Drive my car elogie esa diversidad es en ese sentido muy profundo. Quizás haya sido este aspecto lo que ha asombrado más a los cineastas de todo el mundo. La diversidad puede existir en la propia actuación, y en la dirección. Cambiando el proceso de producción se puede crear un cine diferente.

Los temas de la película: colapso y recuperación

Consideremos, por último, cómo ha surgido Hamaguchi, el autor, en el Japón actual. Para ello debemos pensar también en las personas relacionadas con él, en su trasfondo. Hamaguchi nació en 1978. Cuando se graduó en la universidad y salió al mundo laboral, la recesión ya se había hecho crónica. Ha visto dos terremotos, el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji en 1995 y el Gran Terremoto del Este de Japón en 2011. Pertenece a una generación que, podríamos decir, ha asistido al proceso de derrumbe del andamiaje cotidiano que había existido hasta entonces. También es de notar que Hamaguchi filmó tres documentales en Tōhoku después del terremoto de 2011, Nami no oto (El sonido de las olas, 2012), Nami no koe (La voz de las olas, 2013) y Utau hito (Los que cantan, 2013). Quizá esto se deba a que ha hecho suyos los temas del colapso y la recuperación. En el proceso de recuperación del colapso del mundo cotidiano debemos reconsiderar nuestra forma de vida desde lo más básico, y explorar otras posibilidades. Hamaguchi ha mostrado esa esperanza actual en sus obras; Drive my car representa lo alcanzado por el momento.

Como el director ha enfatizado en numerosas ocasiones, esta obra debe mucho al atractivo universal de la historia sobre la curación que se encuentra en el relato original de Murakami Haruki. Sin embargo esto resuena con los temas sobre los que Hamaguchi lleva mucho tiempo profundizando, en el horizonte después del terremoto, y fue precisamente por eso por lo que logró finalizar su visión como obra audiovisual: la cuestión de cómo vivimos y qué podemos esperar después de que algo haya terminado. Además, esta pregunta debe resonar con más urgencia en los corazones de todos y cada uno de los espectadores del mundo debido a la difícil situación actual de pérdida continua de la vida cotidiana debido al coronavirus.

Drive my car no solo resulta una excelente muestra de expresión cinematográfica, sino que será recordada por la profundidad con la que explora la realidad de la era misma en la que vivimos.

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Nishijima Hidetoshi, a la izquierda, y Miura Tōko durante el rodaje ©2021 Comité de Producción de Drive my car)

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