Reflexionar sobre la muerte solitaria a través de reproducciones en miniatura
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La muerte solitaria: ¿un fenómeno ajeno?
Se dice que en Japón se producen unas 30.000 muertes solitarias al año. Son un problema social que aparece a menudo en la televisión y la prensa. Aunque casi todos los japoneses conocen el término que lo designa, kodokushi, suelen verlo como un suceso ajeno a su entorno vital.
Cuando, en 2014, entré a trabajar en la empresa Clean Service, las expresiones ihin seiri (recogida de objetos legados por difuntos) y kodokushi (muerte solitaria) aún no eran conocidas y casi nadie sabía muy bien a qué me dedicaba. La realidad a la que se refieren empezó a captar más el interés público hacia 2019. En nuestra empresa, los familiares de personas que han fallecido en casa nos contratan para que hagamos una limpieza especial a fondo, eliminemos los malos olores, desinfectemos y organicemos los objetos del difundo para restituir su vivienda al estado original. No nos limitamos a tirarlo todo a la basura, sino que buscamos recuerdos y objetos de valor para entregarlos al terminar el encargo. Es un trabajo noble en el que también intentamos ofrecer consuelo a familia rememorando buenos momentos que compartieron con el desaparecido, les regalamos flores y quemamos incienso.
Mi formación autodidacta en el montaje de miniaturas
Nuestra empresa participó en la feria Life Ending Industry Expo de 2015 para dar a conocer mejor la labor que llevamos a cabo. A fin de que los asistentes entendieran en qué consistían la recogida de objetos legados por difuntos y la limpieza especial, quise transmitirles la realidad de la muerte solitaria, presente incluso en un país con un nivel de bienestar como el de Japón. Expliqué que cada año hay más casos de este tipo de decesos, en los que una persona fallece en casa y no la encuentran hasta el cabo de mucho tiempo, y que no es un fenómeno ajeno sino algo muy cercano que puede suceder a nuestros familiares o incluso a nosotros mismos. Resultó que la mayoría de los profesionales del sector funerario y otros visitantes que me oyeron se negaron a creer que tal cosa existiera en su país y se declararon convencidísimos de que a ellos nunca podía pasarles.
Me invadió el miedo, ya que seguro que la mayoría de las personas en cuyas casas estuve después de que murieran también debían de creer que estaban a salvo. Aquello no podía seguir así. Tenía que hacer algo. Fue entonces cuando se me ocurrió la idea de las reproducciones en miniatura. Recreando las escenas de aquellas muertes iba a poder transmitirlas con verosimilitud. Las miniaturas me permitirían crear casas imaginarias juntando elementos de varias que hubiera visitado en lugar de reproducir viviendas concretas, con lo que también protegería la privacidad de los fallecidos y sus familiares.
No tenía ninguna experiencia montando miniaturas, pero fui aprendiendo a base de fijarme y probar, y construí desde la estructura hasta los muebles de las casas. Reproducía fielmente hasta la suciedad de la vivienda sirviéndome de productos de maquillaje como sombras de ojos. Cuando no sabía cómo hacer algo, me guiaba por los vídeos de las webs de aficionados a las maquetas. Comprando pintura que se asemejaba al material de las paredes y reuniendo herramientas, fui recreando distintas escenas de personas fallecidas en casa.
La ausencia de comunicación regular retrasa el hallazgo de los cuerpos
La primera miniatura que quiero mostrarles corresponde a la muerte solitaria de una persona de entre 50 y 60 años. Lo que quiero transmitir con ella es la necesidad de la comunicación. Los casos de muerte solitaria abundan entre personas de esa franja de edad. Son también los que tardan más en ser hallados, porque tanto ellos como sus familias asumen que, al ser todavía jóvenes, no les pasará nada. La gente del vecindario también supone que no están en la edad de sufrir muertes repentinas. Como estas personas a menudo fingen que no están en casa cuando alguien va a visitarlas, nadie se alarma aunque haga mucho que no las ven y por eso no las encuentran hasta mucho tiempo después. He visto casos en que tardaron casi medio año en encontrar el cadáver. Por eso quisiera que las personas que viven cerca fueran a saludarse a menudo. Monté esta maqueta para difundir ese mensaje.
La segunda miniatura que les mostraré es la de una muerte solitaria por heat shock. La hice para fomentar la prevención de dicho fenómeno, que suele producirse en invierno en el baño o el aseo. Al salir de un lugar cálido a uno frío como el pasillo o el vestidor, se pierde temperatura corporal, los vasos sanguíneos se contraen y aumenta la presión arterial. Si, en ese estado, el cuerpo se calienta de repente sumergiéndose en la bañera, las venas se dilatan y la presión se desploma. El corazón no puede gestionar un cambio tan brusco, por lo que la persona sufre un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular y se ahoga en la bañera. He estado en muchas casas en las que alguien había fallecido de este modo.
Es importante tomar medidas para evitar someter al cuerpo a cambios repentinos de temperatura, por ejemplo poniéndose las zapatillas para salir al pasillo o instalando un pequeño calefactor en el vestidor y el aseo. También es aconsejable aclimatar la sala de baño dejando salir agua caliente de la ducha antes de entrar. Procuren que el agua de la bañera no supere los 40 grados y usen una funda o un asiento calefactable para el inodoro. Cuántas personas quizás aún conservarían la vida si hubieran prevenido el heat shock.
La tercera miniatura que quiero presentarles es la de una muerte solitaria en una vivienda con basura acumulada. El síndrome de Diógenes, precisamente, es un problema que puede afectar a cualquiera. Esta maqueta lleva el mensaje de que todos estamos expuestos a él. Casi todos los que la ven reaccionan diciendo cosas como “A mí no me pasará porque soy una persona muy limpia”. Sin embargo, aquellos que viven rodeados de basura no es porque fueran descuidados de nacimiento. Cualquiera puede acabar acumulando basura bajo ciertas circunstancias. La mayoría de quienes que presentan este problema perdieron las ganas de vivir y la capacidad de seguir encargándose de las tareas cotidianas a raíz de experiencias tan dolorosas como un divorcio o un desengaño amoroso, un despido, un caso de acoso, un trabajo muy estresante, la muerte de un ser querido o un animal de compañía o un trastorno mental. Sabiendo esto, ¿podemos asegurar que a nosotros no vaya a pasarnos?
Las muertes verdaderamente solitarias son pocas
En tiempos recientes, con la pandemia, muchas personas han pasado a teletrabajar o han perdido el empleo, por lo que hay más familias que se encargan ellas mismas de recoger los objetos personales de los parientes fallecidos. Por eso tenemos menos pedidos para ese tipo de servicio, pero, en cambio, nos encargan más limpiezas especiales de muertes solitarias. Este año acudimos a más escenas de defunciones de causa desconocida.
Nadie sabe cuándo ni dónde le encontrará la muerte. Si hay alguien cerca cuando ocurra, se descubrirá el cadáver antes, pero eso no garantiza que vayan a darse cuenta de inmediato. Aunque la mayoría de las personas piensan que están a salvo porque están casadas o tienen hijos, la gente como ellos también muere sola. He lidiado con un gran número de muertes solitarias y, en casi todas, no se trataba de personas que estuvieran aisladas en la vida, no estuvieran casadas o no tuvieran hijos.
A veces, personas ajenas a la familia del difunto espetan a los parientes cosas tan crueles como “Lo abandonasteis” o “Lo dejasteis morir solo”. No se confundan: la muerte solitaria no siempre es algo negativo. Fallecer en la comodidad del propio hogar es más bien un privilegio.
El problema está en la expresión muerte solitaria. La palabra solitaria hace que muchos se compadezcan de “esa pobre persona que murió en soledad”. En realidad, sin embargo, muy pocos viven en soledad toda la vida. Casi todos tenían familia, un buen número de amigos y viajaban a menudo. Algunos quizás no tenían amistades, pero disfrutaban la vida consagrándose a sus aficiones, o habían recibido la visita de hijos y nietos pocos días antes de morir. La mayoría llevaban una vida considerablemente feliz y para nada “solitaria”.
Por eso entiendo que usemos la expresión muerte solitaria para referirnos a personas que estaban realmente solas, pero no me parece correcto meter en el mismo saco a otras solo porque fallecieran en su hogar. Creo que cambiar la terminología y adoptar expresiones como muerte en casa ayudaría a que el concepto calara mejor. El aumento de noticias sobre la muerte solitaria que se observa en los últimos tiempos quizás haya concienciado al público de que el fenómeno puede afectar a sus allegados o de que no deben dejar sin atender a los familiares que viven solos, porque se ha reducido el tiempo que pasa desde que se produce la defunción hasta que se halla el cuerpo.
Ahora que han leído el artículo, quiero decirles que, si tienen a alguien que les importa y quieren hacer algo por esa persona, no vacilen y háganlo antes de que sea demasiado tarde. Y hagan lo que quieran por ustedes, también. La muerte nos llega a todos. Métanse esa idea en un rincón de la mente y vivan cada día de modo que al final no se arrepientan de lo que les quedó por hacer. Ese es el deseo que me acompaña mientras me dedico a ordenar lo que dejaron atrás aquellos que ya no están aquí.
Fotografías del artículo: Kojima Miyu.
Fotografía del encabezado: Miniatura de una muerte solitaria de una persona que tenía muchas cosas en casa.
(Traducido al español del original en japonés.)