Los problemas de los JJ. OO. de Tokio 2020
Lecciones sobre la caída de “All Japan”: el problema de los Juegos Olímpicos de Tokio
Tokio 2020 Política Deporte- English
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2005, el año en que cambió la corriente
Recuerdo que ocurrió a principios de la primavera de 2005. Mi teléfono sonó cuando estaba ya de camino a casa, después del trabajo. “Parece que Mori ha sido elegido extraoficialmente presidente de la Asociación Japonesa de Deportes (AJD). Consigue pruebas”.
Naganuma Ken era entonces el presidente del comité a cargo de la selección de candidatos para presidente de la AJD, un exfutbolista ya fallecido. Llamé a su casa y me contestó el mismo Naganuma. “¿Para qué quieren colocar en ese puesto a un político? ¿No creen que así están permitiendo de nuevo que los políticos se inmiscuyan?” le pregunté, a lo que él me respondió que habían considerado contratar a alguien del mundo financiero, pero que no habían podido encontrar a nadie adecuado, y reconoció que casi se habían decidido por Mori.
El mundo japonés del deporte, en esa época, mantenía una cierta distancia hacia la política: aún resonaba en la mente de muchos la lección aprendida en las Olimpiadas de Moscú de 1980, en las que Japón no participó, siguiendo directrices gubernamentales.
El Comité Olímpico Japonés (COJ), que hasta entonces había permanecido bajo jurisdicción de la AJD, se instituyó de manera independiente como fundación incorporada en 1989. A partir de 1995 el antiguo presidente de Shōwa Engineering, Anzai Takayuki, se hizo cargo de la presidencia del COJ hasta marzo de 2005, cuando terminó el periodo de su nombramiento.
En aquella época la figura más influyente del mundo del deporte era Tsutsumi Yoshiaki, dueño del club de béisbol profesional Seibu Lions al mando también del grupo ferroviario Seibu Railway Co. Ltd., quien ejerció como primer presidente del COJ. Todas las decisiones importantes relacionadas con las Olimpiadas requerían la aprobación de Tsutsumi.
La sede de Kokudo, inmobiliaria en la que Tsutsumi también ejercía como presidente, se hallaba en Harajuku, Tokio. Es por eso que las personas del entorno de Tsutsumi usaban la palabra misma “Harajuku” para referirse a Tsutsumi: “¿Qué pensarán de este nombramiento en Harajuku?”. Tsutsumi, no obstante, fue detenido en marzo de 2005 bajo sospecha de haber quebrantado la Ley de Intercambios e Instrumentos Financieros, y perdió así su posición en el mundo del deporte.
Fue en ese momento cuando Mori pasó a ser presidente de la AJD, y también asumió posteriormente el cargo de director del COJ. Con la aparición de un político de peso en escena, la “torre de control” se trasladó de Harajuku a Nagatachō, uno de los barrios de la zona ministerial. En la rueda de prensa con motivo de su nombramiento le pregunté qué percepción histórica tenía con respecto a las Olimpiadas de Moscú, y Mori contestó con mucha calma que a su juicio habían sido las organizaciones deportivas las que habían decidido retirarse del evento por sí mismas, y no por presiones del Gobierno: una respuesta típica de un político, para esquivar la esencia de la pregunta.
La ideología de una nación deportista
Mori también ha ejercido como presidente de la Asociación Japonesa de Rugby, pero no ha sido ni por asomo el único miembro del Partido Liberal Democrático en liderar organizaciones deportivas en Japón. Para el mundo deportivo eso también resultaba muy conveniente de cara a recibir subsidios gubernamentales. Tras el estallido de la burbuja económica los organismos deportivos se vieron en grandes dificultades para reunir el apoyo suficiente por parte de los patrocinadores, y una larga lista de empresas del ramo se vieron obligadas a tomarse un descanso o cerrar sus puertas, con lo que muchos deportistas se encontraron también privados de su soporte económico.
Sobre todo, el deporte japonés recibió con los brazos abiertos la fundación de un Centro Nacional de Entrenamiento, que reforzaría la posición de las selecciones japonesas. Las instalaciones abrieron sus puertas en diciembre de 2007 en Nishigaoka, Tokio, justo a tiempo para comenzar a planificar los Juegos Olímpicos de Pekín, el año siguiente. Koizumi Jun’ichirō, primer ministro en aquel momento, aceleró la construcción del centro “Para poder llegar a tiempo a Pekín”, y las obras se completaron incluso antes de la fecha prevista.
Al mismo tiempo se iba desarrollando el llamado “Plan para aumentar las medallas”, basado en el plan general de promoción del deporte en el país. Los deportistas japoneses habían logrado tan solo un 1,7 % de las medallas en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996; el plan estimaba que a corto plazo se debía llegar hasta un 3,5 %. La mejora en la capacidad competitiva se veía así representada como un objetivo cuantificable, y comenzó a primar una cierta supremacía de la medalla sobre otras consideraciones: “El Estado pone el dinero, así que los deportistas tienen que poner las medallas”.
Las organizaciones deportivas vieron sus presupuestos incrementados gracias a los subsidios gubernamentales e iniciativas como Loto, la lotería para la promoción del deporte, desarrollada por un cuerpo auxiliar del Ministerio de Educación, Cultura, Deporte, Ciencia y Tecnología (MEXT, por sus siglas en inglés). Sin embargo, en muchas de las organizaciones que conforman el COJ se dieron numerosos casos de uso indebido de fondos. El Gobierno comenzó a reforzar su escrutinio de dichas instituciones, con lo que una tras otra se vieron obligadas a obedecer las directrices estatales. En este sentido el mundo del deporte también posee una gran parte de la responsabilidad.
La participación del Gobierno en los deportes continuaba aumentando. En 2011 se estableció la Ley Básica del Deporte, que proclamaba “Buscar la realización de una nación deportista, y la promoción generalizada y sistemática, como política nacional, de medidas con relación al deporte”. En 2015 comenzó a funcionar la Agencia de Deportes, como entidad externa del MEXT.
Fue así como el mundo deportivo japonés fue perdiendo su independencia. El ideal de “nación deportista” que mostrara la fuerza de Japón se convirtió en el ideal mismo de expansión del prestigio nacional.
Así las cosas, en la asamblea general del Comité Olímpico Internacional de 2013, Tokio fue elegida como ciudad anfitriona para los Juegos Olímpicos de 2020, un proyecto nacional que reforzó aún más el sistema de iniciativas por parte de los políticos, en lugar de los deportistas. Aumentaron también las esperanzas de los ciudadanos de cara a lograr el fervor de los anteriores Juegos Olímpicos de Tokio, como símbolo de la recuperación de posguerra. Al mando del comité organizador, enarbolando la bandera de “All Japan”, estaba Mori.
Una larga lista de problemas, y tras ellos el miedo y la ansiedad
En la segunda página del periódico Mainichi Shinbun, el día después de que Mori anunciara que se retiraba de su puesto, se leía el titular: “Las cuatro figuras centrales de la candidatura no terminan viendo los Juegos...”; a un lado, imágenes de Mori, durante su delegación de 2013, del primer ministro Abe Shinzō, de Inose Naoki, gobernador de Tokio, y de Takeda Tsunekazu, presidente del COJ.
Abe sufría una enfermedad crónica, Inose se retiró de su puesto bajo sospechas de malversación de fondos, y Takeda estaba siendo objeto de una investigación sobre la posible existencia de sobornos con relación a sus actividades para la promoción de Tokio, con lo que terminó por dejar el puesto tras terminar el periodo establecido.
Uno no puede por menos que considerar, al volver la vista atrás, cómo estamos viviendo una época como jamás se ha visto antes: los cambios en el proyecto para el Estadio Nacional, el posible plagio del diseño del logotipo, la reubicación del maratón a Sapporo... y por supuesto el aplazamiento de los Juegos Olímpicos de 2020 debido a la pandemia del coronavirus.
El presidente del comité, viendo esta sucesión de desastres, terminó por renunciar a su puesto: esa imagen del “All Japan” que habían imaginado los responsables del proyecto había quedado reducida a pedazos. Y aún seguimos sin saber si se podrán celebrar los Juegos Olímpicos, debido al virus.
Está claro que las Olimpiadas no pueden realizarse sin la colaboración del Gobierno. Y no obstante, desde el punto de vista del mundo del deporte, es imposible quitarse de encima la sensación negativa que ha dejado la “era Mori”. Resulta muy atractiva la idea de un Japón cargado de medallas y grandes eventos deportivos. Ambas son imágenes que se han venido promocionando como una forma de nacionalismo de cara al mundo, para dar aún más a conocer la presencia de la nación a escala internacional. Quizá el mundo del deporte también se haya visto deslumbrado por esas expectativas.
Si posee el espíritu suficiente para recuperar su independencia, el deporte japonés debe verse libre del sistema de iniciativas políticas que ha imperado hasta ahora. Este momento caótico de preparativos para las Olimpiadas es, precisamente, el punto perfecto en el que debe plantearse su posición.
Considerar de nuevo el valor de los Juegos Olímpicos
El sexto principio fundamental de la Carta Olímpica reza: “El disfrute de los derechos y libertades establecidos en esta Carta Olímpica debe garantizarse sin ningún tipo de discriminación, ya sea por raza, color, sexo, orientación sexual, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, riqueza, nacimiento u otra condición”. Son muchos quienes han señalado que los comentarios despectivos de Mori sobre las mujeres van en contra del espíritu olímpico.
Han sido muchas las objeciones con respecto a este problema, no solo en Japón sino en otros países. La igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, así como la erradicación de la discriminación racial, son principios que comparte el mundo entero.
En 2020 Osaka Naomi, famosa tenista, acudió a un partido del Abierto de Estados Unidos con una mascarilla en la que aparecía el nombre de una víctima de la discriminación racial, una acción que generó una gran controversia. Nike, su empresa patrocinadora, decidió apoyar la acción de Osaka; además son cada vez más los patrocinadores olímpicos que han declarado estar en contra de cualquier forma de discriminación sexual.
Kawabuchi Saburō, antiguo futbolista de la selección japonesa a quien Mori sondeó como posible sucesor para la presidencia del Comité Organizador, tras decidir dejar su puesto, fue fuertemente criticado por los medios de comunicación japoneses debido a la actitud del presidente de mantener las decisiones sobre el personal de puertas hacia dentro. Y sin embargo las reacciones de algunos medios en el extranjero fueron diferentes.
Cuando se mencionó el nombre de Kawabuchi, el corresponsal en Tokio para el prestigioso periódico francés Le Monde, Philippe Mesmer, entrevistado por TV Asahi, señaló: “Kawabuchi como sucesor es una elección muy lógica, en cierto sentido; pero se trata de una persona que ha venido adoptando posturas muy capaces de causar zozobra en los países vecinos. Su conciencia histórica y su nacionalismo pueden perderlo”.
Kawabuchi ha dejado un fantástico legado en el deporte japonés, por hazañas como el establecimiento de la J-league (la liga nacional japonesa de fútbol) o el fin de las disputas internas en el mundo del baloncesto y la promoción de la B-league (liga nacional japonesa de baloncesto). Y no obstante Kawabuchi entró en la política como responsable de la campaña electoral de Inose, y se dedica últimamente a escribir en Twitter mensajes cargados de tintes nacionalistas. Los periodistas extranjeros no los dejaron pasar.
Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos no son tan solo competiciones para cobrarse medallas con las que aumentar el prestigio nacional. Otro de sus objetivos es la “promoción de una sociedad pacífica que preste una gran importancia a la preservación de la dignidad humana”; una de las bases de la eliminación de discriminación es precisamente que “la capacidad de practicar deportes es uno de los derechos humanos”. Si el gran evento ha de celebrarse en Tokio, espero que se convierta en un escenario desde el que compartir con el mundo estos valores universales.
Imagen del encabezado: enfervorizados en la ceremonia de candidatura para la sede olímpica (fila delantera, desde la derecha): Mori Yoshirō, presidente del Comité de Selección de la Sede Olímpica; Abe Shinzō, primer ministro; Inose Naoki, gobernador de Tokio; Takeda Tsuneazu, presidente del COJ. Los “cuatro responsables” han desaparecido de la escena olímpica (los cargos son del momento en el que se sacó la fotografía; Oficina Gubernamental de Tokio, 23 de agosto de 2013 –Mainichi Shibun / Aflo)
(Artículo traducido al español del original en japonés.)
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