‘Kimetsu no yaiba’, una obra de misterioso poder que encaja en nuestra época
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ADVERTENCIA: este artículo incluye información sobre algunos momentos clave de la trama del manga al que hace referencia.
La última gran noticia de 2020, un año dominado de principio a fin por el imparable avance de la pandemia, llegó el día 28 de diciembre con el récord de recaudación establecido por la versión cinematográfica del manga Kimetsu no yaiba: Mugen ressha (Kimetsu no yaiba: El tren infinito), que ascendió a 32.400 millones de yenes, superando así a Sen to Chihiro no kamikakushi (El Viaje de Chihiro) y convirtiéndose en la película más taquillera de la historia de Japón. La serie de manga homónima (popularizada en España bajo el título Guardianes de la noche), que sirvió de base a la película y cuyo último número salió a la venta el 4 de diciembre, alcanzó los 120 millones de ejemplares vendidos. Ese día las librerías de las principales ciudades de Japón vieron cómo se formaban a su entrada interminables filas de ansiosos compradores.
Cuando la revista de manga Shūkan Jump (editorial Shūeisha), donde la obra se dio a conocer, entregaba el 18 de mayo de ese año su último capítulo, en las redes sociales se encendió un vivo debate sobre el desenlace de la historia. El manga terminaba cuando estaba en la cima de su popularidad y menudeaban las revelaciones (entre ellas, el hecho de que había sido obra de una mujer) que iban transmitiéndose como leyendas urbanas dentro de una gran confusión. El boom existía ya entre los aficionados al manga y el anime desde que comenzó a ser televisado en abril de 2019, y cuando saltó a la pantalla grande en octubre de 2020 la afluencia de público a las salas fue continua desde el primer momento hasta convertirse en un éxito de asistencia sin precedentes, un fenómeno de popularidad comparable a un pequeño globo que ascendiera por el cielo y fuera transformándose en un gigantesco dirigible.
En busca del secreto de este megahit
Pero, ¿qué tendrá esta creación para haber causado semejante boom? Es muy raro que un simple manga se convierta por sí mismo en un fenómeno social. En la mayor parte de los casos, es fruto del éxito obtenido por un mix mediático de su versión en anime, que se convierte en el eje central. En el caso de Kimetsu, con este nombre se designa ese mix que va del manga original al anime televisado, y de ahí a la versión cinematográfica. Es todo un movimiento que ha pasado también a ser el nombre de una marca comercial. Sin embargo, que un manga siga ese desarrollo en el mercado, más que una excepción, puede decirse que es la regla, así que no hay nada de especial en ello.
¿Estará entonces el secreto de su éxito en alguna particularidad temática, en la historia que se narra, en los personajes o en la visión del mundo que presenta? Por su género, ha sido clasificada entre las obras de batallas y aventuras dirigidas al público juvenil. En la historia, los demonios han matado a los padres del protagonista y han convertido a su hermana en uno más de los suyos. El protagonista, llamado Kamado Tanjirō, tratará de vengarse de ellos y de devolver la condición humana a su hermana, para lo que se incorpora a un equipo de “matademonios”. La historia narra cómo el joven va creciendo mientras lucha a muerte contra los malignos seres, al lado de sus compañeros de armas. Tanjirō está dotado de un olfato extraordinariamente sensible que le permite conocer las emociones y movimientos de sus oponentes solo por su olor. Es un poder muy especial, pero que no le da una ventaja clara en el campo de batalla. Corresponde, pues, al típico protagonista de manga que avanza superando las duras pruebas que se le presentan sin otra ayuda que su alto potencial. La lucha se entabla entre los polos opuestos de la justicia y el mal, personificados en el Kisatsutai (“Cuerpo de Exterminio de Demonios”), un equipo específicamente creado para ese fin, y el Jūnikizuki (“Doce Lunas Demoníacas”), grupo de humanos “demonizados” manejados por el cabecilla de los demonios, Kibutsuji Muzan.
La estructura del relato, la visión del mundo que presenta y sus personajes (la confianza que inspiran los veteranos de cada uno de los grupos entre los miembros más jóvenes, la amistad entre los de la misma hornada, la hermana demonizada como complemento de las carencias del protagonista, etc.) son todos sencillos y fáciles de entender. La historia no se aleja de las que son habituales en este tipo de manga de “batallas” para los jóvenes. Así pues, comercialmente era una creación con buenas perspectivas de éxito. No es que la obra carezca de particularidades o planteamientos propios, pero si la comparamos con otras que han alcanzado un cierto grado de éxito tampoco se acaba de encontrar en su contenido nada especialmente destacado. Porque cosas especiales pueden encontrarse en cualquier obra del género.
Relatos abiertos y convergentes
Volviendo a la pregunta que nos hacíamos, ¿por qué ha obtenido Kimetsu este prodigioso éxito? Mi impresión es que, por una parte, ha funcionado muy bien la estrategia comercial seguida una vez finalizada la serie en manga y, por otra, la obra ha conseguido sintonizar muy bien con un público cuyos valores se han visto afectados por la pandemia.
Por la estructura de su relato, los manga de batallas se dividen en abiertos o de etapas sucesivas, y cerrados o convergentes. Mientras que en los primeros la historia puede alargarse indefinidamente ya que los sucesivos combates con formidables enemigos van fortaleciendo al protagonista y este puede ir “reescribiendo” nuevas victorias, los segundos no son tan fáciles de extender, pues convergen hacia un fin predeterminado conforme van cumpliéndose o materializándose las prefiguraciones que han sido cuidadosamente dispuestas. El primer paradigma lo vemos claramente en One Piece o en Dragon Ball y el segundo en Ansatsu Kyōshitu (Assassination Classroom) o en Hagane no renkinjutsushi (Fullmetal alchemist). Kimetsu no yaiba pertenece también al segundo grupo y de hecho como libro independiente solo ha tenido 23 números, una cifra modesta para un manga de batallas.
Se han hecho muchas especulaciones sobre la razón de que se pusiera fin a la serie de manga Kimetsu no yaiba cuando estaba en la cima de su popularidad, pero en realidad tener en torno a las 25 entregas resulta muy apropiado para un relato convergente o cerrado. Creo que más que habérsele puesto fin en la cima de su popularidad, lo que se ha hecho es trasladar intencionalmente ese “pico” hacia el final de la obra. Un alargamiento de la historia habría permitido editar nuevos números y aumentar el total de ventas. Pero si tratamos de dar continuación a un relato convergente añadiéndole nuevas secuencias de batallas que siguen el mismo patrón, como en los relatos abiertos, se acaba debilitando la catarsis que nos produce el cumplimiento de las expectativas creadas por los elementos prefigurados y con ello la mitad del interés se pierde. Esto puede ser fatal para un relato. Y si los beneficios no vienen de un alargamiento de la obra, se requiere una estrategia, y esta ha sido, una vez finalizada la serie de entregas, dar vida independiente al relato en volúmenes separados.
Una tristeza que puede disfrutarse si es compartida
El primer break point de Kimetsu fue su emisión por televisión como anime entre abril y septiembre de 2019. Si consideramos que el manga comenzó a publicarse en la revista Shūkan Jump el 16 de febrero de 2016, transcurrió bastante tiempo hasta ese primer break point.
En el número 16 de la serie independiente de manga, que se puso a la venta durante la emisión del anime televisivo en julio de 2019, vemos que para acabar con Kibutsuji Muzan, su archienemigo, el líder de la familia Ubuyashiki, que dirige el cuerpo de extermino de demonios del que forma parte el protagonista, provoca una gran explosión en su mansión estando en su interior tanto él como su esposa y sus hijas, con lo que se inicia la cuenta atrás que dirige el relato hacia su desenlace. Quienes conocieron Kimetsu gracias a la televisión e, intrigados por la historia, leyeron de un tirón los libros de manga hasta este número 16, habrían quedado un tanto confusos ante la inminencia del fin.
Creo que muchos de esos lectores compartieron ese shock y lo difundieron en las redes sociales. Los ejemplares del manga comenzaron a agotarse en las librerías a partir del siguiente tomo, el número 17, que salió en octubre. Por cierto, en este tomo uno de los personajes principales pierde la vida en su combate con un demonio y esta pérdida de una vida joven hacía presentir también el fin de la serie. Los apenados lectores comenzaron a organizarse para participar juntos en la cuenta atrás.
Si bien las entregas a Shūkan Jump finalizaron en mayo de 2020, para quienes seguían la historia en los volúmenes separados la cuenta atrás todavía se prolongaba, pues el vigésimo tercero y último número de la serie no llegaría hasta diciembre. El vigésimo se ponía a la venta el 13 de mayo y cinco días después finalizaban las entregas a la revista. El vigésimo segundo y penúltimo salía el 2 de octubre, y el 16 del mismo mes se estrenaba la película que batiría todos los récords. Hasta la salida del vigésimo tercero y último libro el 3 de diciembre, pudo disfrutarse compartiendo ese exaltado sentimiento de lástima por la historia que terminaba. ¿Qué habría pasado si la serie hubiera continuado? ¿Se habría podido provocar ese mismo entusiasmo si, ante la popularidad conseguida por el anime, se hubiera optado por alargar la historia, aun a costa de restarle intensidad? Mediante la estrategia de “invitar” a nuevos lectores a la cuenta atrás para disfrutar juntos del final no solo se consiguió aumentar las ventas, sino contribuir a, gracias a la corta vida del manga, elevar Kimetsu a la categoría de marca.
La compañía de los muertos y el deseo transmitido
Kimetsu no yaiba es una historia macabra. La gente atacada por esos seres irracionales va siendo asesinada cruelmente y quienes luchan en el cuerpo de exterminio van cayendo también en combate. ¿Qué es lo que ha hecho que la gente se identifique con ella o sienta empatía?
Cuando el protagonista y del resto de los luchadores ven cercana la muerte y sus ánimos flaquean, sus familiares y amigos que han muerto víctimas de los demonios bajan al mundo del inconsciente y los alientan para que sobrevivan. Los seres queridos continúan a nuestro lado, dándonos su apoyo, incluso después de muertos. Esta cercanía de los muertos tiene una clara relación con el tema de la historia: la transmisión. Supongo que puede interpretarse como una herencia psíquica que permite a la vida reiniciar su ciclo y así obtener la inmortalidad. La existencia de una persona que heredará nuestro sentimiento vital es lo que nos permite sacrificar nuestra propia con abnegación. El receptor, a su vez, hará lo propio con la misma abnegación. La cercanía de los muertos, su compañía, viene a simbolizar todo eso. Los muertos visitan también a los humanos de aciago destino que se han convertido en demonios. Y estos, gracias al apoyo de aquellos, logran recuperar su humanidad antes de extinguirse. De esta forma el lector se siente también redimido. Lo que en esta historia es objeto de transmisión no es más que ese deseo de proteger a los seres queridos. Y como es ese sentimiento tan conocido para todos lo que se convierte en motivación, en motor argumental de la historia, al lector el resulta fácil meterse dentro, implicarse en ella. Yo creo que podemos decir que esta empatía que despierta es lo que ha conseguido llegar a mucha gente que habitualmente no consume manga ni anime.
Hay unas palabras muy simbólicas que el malvado Muzan dirige a Tanjirō, el protagonista: “Piensa que morir a mis manos es como hacerlo en una hecatombe”. Ante esto, todos nosotros pensamos en los repetidos desastres que hemos padecido, en los terremotos, inundaciones y tifones, en las grandes nevadas del invierno y ahora, especialmente, en esta pandemia que nos ha robado todo lo que creíamos asegurado. Conscientes ya de nuestra debilidad como seres humanos, ahora, en esta vida de encierro que llevamos, nos hemos visto obligados a revisar nuestro código de valores. Ahora que, lejos de la animación de la calle, nos sentimos solos, nos asombra ver lo convencidos que estábamos de que llevábamos vidas satisfactorias porque podíamos participar en todos aquellos actos y eventos que se celebraban como la cosa más natural del mundo. Todos nos habremos planteado qué es lo realmente importante en nuestras vidas. ¿Qué apoyo anímico podemos encontrar en este túnel sin fin? Identificándonos con Tanjirō y con el resto de quienes luchan contra los inhumanos demonios, quizás lo que estemos haciendo sea buscar una respuesta a esa cuestión. En esta época en que hemos perdido el norte y nos vemos obligados a formarnos una nueva escala de valores, el espanto y la abnegación presentes en el planteamiento de esta obra nos han venido como anillo al dedo.
Fotografía del encabezado: Portadas de los libros de la serie de manga Kimetsu no yaiba, una obra de Gotōge Koyoharu editada por Shūeisha en 23 tomos (5 de diciembre de 2020, Jiji Press).