Los saltos generacionales de Japón
¿Es conservador el Partido Comunista? Así ven la política las generaciones más jóvenes
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Generaciones con ideas muy distintas sobre los partidos políticos
Cuando hablamos de diferencias generacionales en temas políticos, la conversación suele derivar hacia la cuestión del índice de participación en las elecciones. Es sabido que los jóvenes votan en menor medida que los mayores y este declive en la participación se ve como un grave problema. En las generales de 2021, por ejemplo, entre los veinteañeros dicho índice solo llegó al 36,50 %, poco más de la mitad del 71,43 % alcanzado por los votantes de entre 60 y 69 años.
Resulta muy preocupante que en Japón se esté instaurando una especie de “silver democracy”, una democracia “de las canas” que refleja las preferencias de los mayores en mayor medida que las de los jóvenes, algo que por otra parte no es tan sorprendente si pensamos que los políticos tienden a priorizar los intereses de aquellos sectores o grupos sociales que más votos les reportan. A esta menor participación de los jóvenes en las elecciones hay que sumar el peso relativo cada vez menor que tiene este grupo en la pirámide poblacional del país, por lo que cabe pensar que la influencia que ejerce sobre la política la población de más edad continúe creciendo.
De todos modos, no disponemos de muchas “pruebas empíricas” para saber hasta qué punto dicha influencia existe. En realidad, aunque al hablar de “democracia de plata” se parte de la premisa de que entre mayores y jóvenes existen importantes diferencias políticas, ni de mis estudios de opinión sobre puntos de debate político ni de la investigación empírica sobre valores del profesor de la Universidad de Dōshisha Yoshida Tōru puede extraerse concluyentemente que dicha premisa se cumpla. En su teoría sobre las “edades evanescentes”, el profesor de la Universidad de Osaka Kikkawa Tōru expresa parecidas dudas sobre esa supuesta premisa.
No obstante, en la psicología del votante existen ciertamente algunas brechas generacionales, sobre todo respecto a la imagen que se tiene de cada partido en cuanto a su ideología. Como hemos venido señalando, nuestros estudios revelan que la imagen de los partidos varía según se pregunte a jóvenes o a mayores y, debido a eso, es muy posible que estos dos grupos perciban los antagonismos entre partidos políticos de forma muy divergente.
Constitución y defensa, grandes ejes del “régimen de 1955”
La discusión política en el Japón surgido de la Segunda Guerra Mundial se articulaba sobre el eje del antagonismo ideológico entre conservadores y progresistas. A diferencia de los países occidentales, en los que el debate se centraba fundamentalmente en las políticas económicas, lo característico de Japón es que este antagonismo se viene plasmando en las diferentes posturas ante la Constitución y en la forma de entender la seguridad nacional. Los conservadores apostaban por la reforma constitucional y el fortalecimiento del tratado de seguridad establecido entre Japón y Estados Unidos; los progresistas, por su parte, querían preservar la Constitución y se oponían a la alianza con Washington. Dentro del llamado “régimen de 1955”, el conservadurismo ha estado representado por el Partido Liberal Democrático (PLD) y el progresismo por el Partido Socialista de Japón (PSJ) y el Partido Comunista de Japón (PCJ). Esta ha sido la percepción más generalizada.
Desde la primera mitad de la década de 1990, cuando el fin de la Guerra Fría acarreó también la disolución del régimen de 1955, comenzó a hablarse de “conservadores y liberales” en referencia a este antagonismo, pero sin que esto supusiera un cambio sustancial en el esquema. Aunque las numerosas fusiones y escisiones ocurridas durante las décadas de 1990 y 2010 produjeron una recomposición del escenario político, a los ojos de la ciudadanía este seguía teniendo en los dos polos ideológicos opuestos a los liberal-demócratas y a los comunistas.
El PLD y el Nihon Ishin no kai en el nuevo eje conservador-progresista
Sin embargo, hoy en día solo la mitad del electorado sigue compartiendo esquemas de pensamiento similares. Desde la década de 1980, los politólogos vienen encuestando a los electores, preguntándoles cómo sitúan al PLD, al PCJ y al resto de los partidos dentro del eje conservador-liberal, dada una escala de 0 a 10 puntos que otorga a los más progresistas 0, a los centristas 5 y a los más conservadores 10. Es una forma de conocer mejor cómo entienden los electores el antagonismo entre partidos.
Tomando los promedios de respuesta por cada grupo de edad, se advierte un fenómeno de gran interés. La ilustración refleja los resultados del análisis de datos de una encuesta de opinión online realizada poco después de las elecciones generales de 2012. En el eje horizontal vemos la escala ideológica de 0 a 10, que deja a los progresistas en la parte izquierda y a los conservadores en la derecha.
Los electores de entre 60 y 69 años consideran al PLD claramente conservador, dándole 7,8 puntos, y al PCJ claramente progresista, dándole 3,4 puntos. La distancia es clara, reflejo de esquemas mentales coherentes con la forma tradicional de entender las ideologías. En la banda entre los 50 y 59 años, estos dos partidos aparecen ligeramente desplazados hacia el centro, pero la posición antagónica de ambos se sigue manteniendo. Sin embargo, entre los menores de 50 años se aprecia un notable cambio. El PLD da un nuevo paso hacia el centro, pero el PCJ se acerca todavía mucho más, hasta el punto de que, entre los menores de 40 años, traspasa el punto central y entra ya ligeramente en el campo conservador. Simultáneamente, el partido que ocupa la posición más progresista en la escala es el Nihon Ishin no kai (Partido de la Innovación de Japón). Es decir, que entre los menores de 50 años el antagonismo conservador-liberal se plasma en el antagonismo PLD-Nihon Ishin no kai, un hecho que choca frontalmente con la forma tradicional de entender las ideologías.
Los datos corresponden a una encuesta online hecha tras las elecciones generales de 2012, pero otra encuesta realizada por un equipo de la Universidad de Tsukuba posteriormente a través del correo postal arrojó resultados muy parecidos. Una tercera encuesta, realizada justo antes de las elecciones generales de 2017 conjuntamente por el periódico Yomiuri Shimbun y la Universidad de Waseda, también mediante correo postal, optó por hablar de eje “conservador-liberal” en vez de “conservador-progresista”, llegando también a resultados similares. En otras encuestas en las que el eje se denominó “izquierda-derecha”, invariablemente el PCJ y el PLD ocuparon sus respectivos extremos, pero esta etiqueta plantea el problema de que produce la respuesta “No sabe” en proporción más alta.
Premisas socavadas de los discursos políticos
Entre quienes reciben estos datos con sorpresa, habrá muchos que se sientan tentados a deplorar la falta de cultura política de los jóvenes. Pero merece la pena aclarar antes algunos puntos importantes. En primer lugar, este fenómeno no es solo patente entre los más jóvenes, sino, en general, entre los menores de 50 años. Estamos hablando de una nueva mentalidad que quizás no llegue a abarcar al 50 % de todo el electorado, pero que en todo caso supera el 40 %. No se limita, pues, a una única generación.
En segundo lugar, hay que decir que existe un mecanismo, que llamamos “socialización política”, que es una de las claves para entender cómo se ha llegado a esta “torsión” en la percepción política. Se trata del proceso por el que, entre la pubertad y la primera mitad de la veintena, los jóvenes van desarrollando poco a poco una actitud o conciencia política influidos por el entorno y por los sucesos que ocurren, conciencia que mantendrán sin grandes cambios a lo largo de su vida.
Quienes en la década de 2010 andaban por los cuarenta, habían accedido a su periodo de “socialización política” alrededor del fin de la Guerra Fría. Fueron unos años en que el antagonismo ideológico iba perdiendo razón de ser en el ámbito internacional. Además, en Japón, en la década de 1980 la posibilidad de un gran acuerdo entre las fuerzas progresistas para tomar el poder se desvaneció. Si comparamos aquella época con la que le tocó vivir a la generación anterior en su etapa de maduración política, la visión propiamente ideológica estaba pasando a un segundo plano y es posible que esa sea la razón de esa gran ruptura que se aprecia en la forma de entender las ideologías.
En tercer lugar, en relación con lo anterior, está el hecho de que después del derrumbe del régimen de 1955 los antagonismos entre los partidos políticos japoneses dejaron de ser tan claros. La causa fue la gran mutabilidad política que se experimentó en Japón durante la década de 1990, con una larga sucesión de fusiones y escisiones. Pero todavía más claros han sido los efectos surtidos por la reforma del sistema electoral. Bajo el actual sistema, en el que gran parte de los escaños se elige en circunscripciones unipersonales (distritos por los que un solo candidato es elegido, originándose un gran porcentaje de voto perdido), para conseguir el mayor número de votos los partidos se ven obligados a acercar sus programas a patrones centristas y esto hace que las distancias entre las políticas propuestas se acorten, resultando muy difícil a los electores mantener los criterios ideológicos de elección tradicionales.
Esta “torsión” a la que aludíamos no es un fenómeno reciente. Ha venido acentuándose poco a poco a lo largo de más 30 años. Aunque los propios partidos políticos, los medios de comunicación y los investigadores continúen manejando los patrones ideológicos tradicionales, el hecho es que el porcentaje de electores que los comparte no llega ni siquiera al 60 %. Sin que nadie lo advirtiera, las premisas que sostenían los discursos políticos han sido socavadas.
La palabra clave es ‘reforma’
¿Sobre qué eje se articula entonces, en el caso de las generaciones jóvenes, la forma de entender los antagonismos políticos? Los investigadores venimos señalando la posibilidad de que la mayor o menor disposición a hacer reformas esté sustituyendo como criterio a las etiquetas ideológicas tradicionales. Desde la década de 1990, la política japonesa ha estado inmersa en la “era de las reformas”. Después de las que condujeron al derrumbe del régimen de 1955 y de la reforma del sistema electoral, se discutieron y sacaron adelante la reforma de la administración del Estado, la reforma para transferir competencias a los entes territoriales (descentralización) y las “reformas estructurales” del primer ministro Koizumi Jun’ichirō, entre otras. Es dentro de este contexto como se ha empezado a interpretar el antagonismo entre partidos a partir de las respectivas propuestas reformistas para cambiar la realidad política. A partir del segundo mandato del primer ministro Abe Shinzō, ha resurgido el antagonismo ideológico al nivel de los partidos políticos y cuando informan sobre las elecciones los medios de comunicación recurren más que antes a los argumentos ideológicos para explicar lo que ocurre, pero si deseamos comprender el comportamiento electoral de los actuales votantes no debemos olvidar que se está produciendo esa “torsión” intergeneracional en la percepción de las diferencias entre partidos y que a consecuencia de ello existen muchas limitaciones en la capacidad del electorado para adoptar una visión propiamente ideológica de la política.
Fotografía del encabezado: Un momento en el debate organizado por el Club de la Prensa Nacional de Japón (Chiyoda-ku, Tokio) el 21 de junio de 2022 con miras a las elecciones a la Cámara de Consejeros. De izquierda a derecha, Kishida Fumio, primer ministro y presidente del Partido Liberal Democrático; Yamaguchi Natsuo, líder del partido Kōmeitō; Shii Kazuo, presidente del Comité Central del Partido Comunista de Japón; Yamamoto Tarō, líder del Reiwa Shinsengumi, y Tachibana Takashi, líder del Partido NHK.
(Traducido al español del original en japonés.)