Los saltos generacionales de Japón
Sociedad japonesa: los esquemas generacionales hacen agua
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Una época en la que no sabemos lo que piensa la gente
En el periodo de crecimiento económico acelerado (mediados de los 50 - principios de los 70 del siglo pasado), se promovió la idea de que la práctica totalidad de la sociedad japonesa quedaba englobada en la clase media. Nos ha llegado la imagen de que entonces todos los japoneses pertenecían a una clase media rica y homogénea, pero esto no es exacto. Fue la época del conflicto entre la tradición y la modernidad, un conflicto que ahondó las diferencias en muchos ámbitos. Produjo una brecha generacional, pero también una brecha entre clases sociales como el campesinado, el proletariado urbano, los autónomos o los empleados de oficina con educación superior, y entre los sexos, en forma de desigualdad de oportunidades para el hombre y la mujer. Se reflejó también en el ámbito de la política en forma de un antagonismo entre conservadores y progresistas en el marco de la guerra fría. Las “líneas auxiliares” para comprender la geometría de la conciencia sobre las cuestiones sociales estaban claras. La psicología de la sociedad de masas mostraba una marcada tendencia centrípeta hacia las capas intermedias, pero al mismo tiempo estaba claramente compartimentada.
Ha pasado medio siglo desde entonces. Desde la perspectiva de la investigación social cuantitativa, se nos sugiere la existencia de una tendencia suave pero persistente: la japonesa es una sociedad en la que cada vez es más difícil adivinar qué está pensando cada individuo.
Nuestro grupo lleva adelante el Proyecto SSP (Stratification and Social Psychology) en el que, partiendo de las investigaciones sociológicas realizadas a lo largo del siglo XX, hemos diseñado un tipo de estudio que permite hacer comparaciones entre diversos puntos temporales repitiendo las mismas preguntas sobre temas relacionados con la conciencia social de los japoneses contemporáneos. Tratamos temas como la pertenencia a un determinado estrato social, el grado de satisfacción, la conciencia de brecha, el grado de conservadurismo en los valores, la igualdad de género, las preferencias educativas, la incertidumbre ante las perspectivas de futuro, la confianza en los demás, los valores en lo relativo a la vida laboral y familiar, el grado de implicación en organizaciones sin ánimo de lucro o actividades cívicas, la conciencia política, la actitud frente al consumo, etcétera.
Entre los factores que inciden sobre la conciencia que tenemos en lo relativo a estos temas, está, además del sexo y la edad, toda la gama de atributos sociales, desde el estatus social, que viene dado por los estudios, la profesión o los ingresos, el origen familiar o el lugar de residencia. Se estudia, por lo tanto, la psicología de una persona en una determinada posición dentro de la estructura social. Se utiliza como base el marco de comprensión establecida desde Karl Marx, en el siglo XIX, para quien la conciencia social del individuo (subjetividad) está en función de su implicación en los sectores industriales y económicos (posición objetiva).
Sin embargo, entrado el siglo XXI, este modelo analítico que contempla la relación entre lo objetivo y lo subjetivo está empezando a perder capacidad de predicción. Así se mire la profesión, los ingresos o la edad, ya no se aprecian claros contrastes entre el perfil o la forma de pensar de la gente. Y aunque expandamos nuestro campo de observación hacia la estructura familiar, el área de residencia, la red de amistades o la experiencia de participación social, no es posible descubrir los factores que determinan la forma de pensar de los japoneses contemporáneos. En otras sociedades se citan, como factores de división social, la etnicidad, la religión o el área de residencia. Pero en la sociedad japonesa, por lo general, la influencia de esos factores no es demasiado grande.
Una sociedad de edades evanescentes
Otra tendencia más que se superpone a lo anterior es la revelada por un estudio centrado en las generaciones o grupos de edad. Tras analizar los resultados de su estudio cronológico sobre el estilo de vida que viene haciendo desde 1992, el Instituto de Hakuhōdō consideró, en su publicación de 2023, que estamos en una sociedad de “edades evanescentes”. Veamos las dos características de esta sociedad.
La primera es que entre los individuos de edades comprendidas entre los 20 y los 69 años, que constituyen el núcleo de la sociedad, ya no son tan evidentes las diferencias generacionales que se apreciaban anteriormente en cuanto a conciencia social. Al analizar las encuestas de opinión o los estudios de mercado, solía recurrirse a etiquetas como “generación del primer baby boom”, “lost generation”, “de la glaciación del mercado laboral”, “de la educación relajada”, etcétera, pero las diferencias entre estos segmentos están empezando a borrarse.
La segunda característica es que todo lo anterior no es óbice para que dentro de cada una de esas generaciones convivan personas de muy diversa mentalidad, por lo que de ninguna manera puede decirse que la sociedad, en su conjunto, esté haciéndose más uniforme u homogénea. La diversidad de mentalidades es grande, pero ya no es tan fácil obtener una comprensión satisfactoria. Este cambio no se visibiliza a un nivel de estadística descriptiva, en forma de diferencias en los promedios o en la dispersión. Es un cambio que se produce por debajo de los nexos entre la conciencia social y la estructura de la sociedad.
Los datos que avalan estos fenómenos han emergido en los últimos años. Y el factor más importante ha sido el paulatino reemplazo que se ha dado en las generaciones que han sido objeto de estudio. Tanto teóricamente como en la práctica, las generaciones de mayor edad, entre ellas la del primer baby boom, que hasta hace unos 20 años aportaban el grueso de los datos, están terminando su vida activa. Y están siendo sustituidos por jóvenes nacidos ya en el siglo XXI.
Claro está que entre las generaciones mayores y las jóvenes no hay una clara línea divisoria. Además, cuantitativamente quienes se están retirando ahora forman un grupo muy grande, mientras que los jóvenes, debido a la mengua en los nacimientos, tienen un impacto mucho menor sobre el cómputo total. Por esta razón, los datos muestran que el esquema tradicional va borrándose solo muy poco a poco. Si hubiera que expresarlo de alguna manera, diríamos que la transformación en la conciencia social de los japoneses ocurre en torno a la generación del segundo baby boom, es decir, a los nacidos a mediados de los años 70.
De la época de ascenso a las tres décadas perdidas
Pero, ¿por qué un relevo generacional puede ser razón de que dejemos de entender las claves de la mentalidad de la gente? Podría obtenerse alguna pista comprobando los cambios ocurridos en el escenario social. Durante la segunda mitad del siglo XX, los cambios que se experimentaban implicaban un crecimiento. Sin embargo, el reventón de la burbuja económica a principios de la era Heisei (1989-2019) marcó un punto de inflexión, a partir del cual entramos en la era de la posmodernización, con el consiguiente “efecto meseta” (sensación de estancamiento en el rendimiento). Y continuamos de esta misma forma, después de más de tres “décadas perdidas”.
Si cotejamos el carácter de esta nueva era con los grupos generacionales, obtenemos lo siguiente: las generaciones mayores han experimentado la época de crecimiento. La generación del segundo baby boom es la última que ha conocido, en su infancia y época escolar, ese periodo. Hasta ahí, se mantenía un esquema en el que ser joven se relacionaba con la riqueza, lo alto o caro, lo nuevo, lo progresista, lo democrático. El empleo era fijo, los papeles del hombre y la mujer estaban claros y sus relaciones, también. Había una idea compartida de cuál era el itinerario vital más deseable. Había una clara conciencia de la existencia de este esquema aunque, personalmente, uno pudiera no compartirlo. Y frente a él, era fácil posicionarse.
Sin embargo, las generaciones más jóvenes, que han perdido ya el sentido del cambio de los tiempos, desde la que lleva el elocuente nombre de lost generation hasta la generación Z, han crecido en una riqueza sin grandes variaciones o, en todo caso, han vivido una época que marca una ligera cuesta abajo. Son generaciones que, si las comparamos con las anteriores (la de preguerra, guerra, posguerra y primer baby boom), tienen pocas diferencias cuantitativas y apenas algunas diferencias cualitativas.
Y dado que el periodo de estancamiento ha sido más largo que el ciclo generacional, que los hijos tengan mejor formación académica, mejor posición laboral, más poder económico y una vida más placentera ha dejado de ser algo normal. Las reglas del juego que permitían aspirar a una mejor posición y a un avance han perdido vigencia. Para las generaciones jóvenes, los esquemas sociales que en otros tiempos se creían comunes a todos ya no sirven como referencia y, en la misma medida, ahora es mayor que nunca la variabilidad dentro de cada generación.
Una juventud más individualizada
Si tomamos como ejemplo la participación en la política, para las generaciones que llegan hasta la del segundo baby boom ir a votar era un juego en el que, en principio, todos participaban, consistente en elegir entre conservadores y progresistas. Todavía pervive esta política de estatus, típica del siglo XX, según la cual una persona, por ejemplo, se posicionaba frente a la Constitución de Japón o frente a la política internacional de una determinada manera en razón de su pertenencia a un sindicato o asociación. Pero para las nuevas generaciones, hay que empezar por decidir si votar o no votar. Y en cuanto al sentido del voto, suele ser fruto de una decisión personal y momentánea
Aunque el grado de alfabetización política es elevado, predominan los electores que no se identifican con ningún partido, de voto fluctuante. En pocas palabras, ya no se sabe qué piensa cada uno de ellos.
Podríamos decir que, mientras que las generaciones mayores compiten en deportes de equipo, como el béisbol o el fútbol, las generaciones jóvenes miden fuerzas individualmente en deportes que tienen reglas completamente diferentes, como el breakdance, monopatín o el surf.
La división entre el colectivo del siglo XX, formado por generaciones dentro de las cuales hay mucho en común y entre las cuales hay grandes contrastes, y el del siglo XXI, con su rica dispersión de mentalidades, no es un simple antagonismo intergeneracional en cuanto a los valores. Si recopilamos los datos en un conjunto, la impresión general es de incoherencia.
Hay que decir, de todos modos, que lo anterior no significa que en las nuevas generaciones el individuo esté aislado de la sociedad. La psicología del individuo está expuesta, como ha ocurrido siempre, a diversas fuerzas sociales. Pero no hay ninguna etiqueta que encaje si lo que queremos es describir acertadamente el rumbo que ha tomado la sociedad en su conjunto. Ya no es posible encontrar identidades compartidas dentro de categorías sociales como “las mujeres”, “los ancianos”, “los empleados de cuello blanco”, “los habitantes de las áreas urbanas”, “los que tienen estudios universitarios”, “los hogares de altos ingresos”, etcétera. Por eso, ya no podemos hablar de “sociedad de clases”, “sociedad de ingresos progresivos por antigüedad (en la cultura empresarial japonesa del siglo XX)”, ni de “sociedad de género”.
Al mismo tiempo, podemos decir también que ya no funcionan las visiones estereotipadas sobre cómo se posiciona la gente frente a la sociedad. Hay tantas formas de conciencia social como individuos. En sociología lo llamamos individualización. Anthony Giddens afirma que durante el siglo XX el individuo estuvo sepultado en la sociedad. Pero en la sociedad posmoderna, el individuo se libera y experimenta su individualización.
En el Japón contemporáneo, la individualización se está acentuando de la mano de las generaciones jóvenes, crecidas durante los “años perdidos”, que se están sumando a la sociedad de los adultos. En esta “sociedad de las edades evanescentes”, en la que las diferencias entre los grupos de edad ya no son tan importantes, al mismo tiempo tampoco es fácil discutir en términos de diferentes entre géneros, entre clases sociales o entre regiones. Ahí radica la dificultad de hacer una radiografía del Japón actual.
Fotografía del encabezado: PIXTA.
(Traducido al español del original en japonés.)
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