Japón y su pasado: el tratamiento de la masacre de coreanos de 1923
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Las controversias sobre cuestiones históricas suelen ser asuntos difíciles de manejar. En muchos casos, la historia, es decir, los problemas relativos al pasado, suele entenderse precisamente como cosas ya pasadas, no vinculadas directamente con nuestras vidas diarias. Es raro que de ellas pueda obtenerse algún provecho directo y a veces ocurre que, por una excesiva fijación en estos asuntos, las relaciones internacionales se resienten, perdiéndose así cualquier beneficio que pudiera haberse obtenido.
Aun así, es obvio que a veces el pasado nos importa, y mucho. Por ejemplo, para quienes han sufrido graves daños físicos o morales por cuestiones que pueden considerarse “pasadas”, en tanto siguen arrastrando todo ese dolor, dichas cuestiones son al mismo tiempo parte de su presente. Es lógico, por tanto, que quienes en el pasado sufrieron en carne propia hechos dramáticos sientan que estos hechos les privaron de la oportunidad de vivir una vida más feliz y deseen recuperar al menos una parte de ese “lucro cesante”.
Pero esto solo se da cuando quienes vivieron aquellos hechos continúan vivos y pueden seguir haciendo algún tipo de activismo, alzando sus voces. Querámoslo o no, el tiempo pasa inexorablemente y tarde o temprano todos los implicados en ciertos hechos habrán muerto. Pero incluso en este caso hay veces en el que el pasado sigue siendo motivo de escrupulosa observación, aun sabiendo que ningún beneficio material podrá obtenerse de ella.
La actitud de la prensa
¿En qué momentos o circunstancias tendemos a fijarnos más en el pasado? El gráfico que acompaña a estas líneas refleja la evolución de la frecuencia de aparición en la prensa de artículos sobre la matanza de coreanos de 1923.
A partir de estos datos pueden señalarse algunas cosas. Una de ellas es que los artículos tienden a concentrarse en los aniversarios (70, 80, 90 aniversario, etc.) del terremoto de 1923. En algunos lugares de Japón y de Corea del Sur se vienen realizando actos en memoria de las víctimas de la masacre y muchos periódicos vienen publicando especiales para la ocasión.
Pero hay algo todavía más importante, y es que este interés es suscitado a veces por cuestiones ajenas a los aniversarios. Por ejemplo, el pico que vemos en Corea del Sur en 2013, nonagésimo aniversario del terremoto, vino causado por el cuestionamiento sobre la forma en que ciertos materiales escolares japoneses trataban el tema, y el pico informativo japonés de 2017 coincidió con la repentina decisión tomada por la gobernadora de Tokio, Koike Yuriko, de no enviar una nota de pésame para ser leída durante la ceremonia en recuerdo de las víctimas de la matanza, interrumpiendo así lo que había sido una tradición entre sus predecesores en el cargo.
En 2013, con Abe Shinzō otra vez al frente del ejecutivo japonés desde diciembre del año anterior y el nuevo Gobierno de la presidenta Park Geun-hye constituido en Corea del Sur ese mes de febrero, existía un creciente interés por las interpretaciones de ciertos hechos de la historia reciente de ambos países como la utilización de ianfu (literalmente, “mujeres de solaz”, internacionalmente conocidas como “esclavas sexuales”) por el ejército Imperial japonés, y en 2017 se estaba profundizando la brecha entre ambos ejecutivos cuando Park fue sustituida por el progresista Moon Jae-in. Vemos, pues, claramente, que detrás de los picos y valles informativos están las renqueantes relaciones nipo-coreanas.
Igualmente interesante es el hecho de que 2018 y 2019, años en que las relaciones bilaterales estuvieron todavía más deterioradas, las cifras de aparición de artículos sobre el tema descienden. Pero esto puede explicarse fácilmente. A partir de 2018, el principal foco de discusión bilateral fue el problema del reclutamiento forzoso de mano de obra coreana, que volvía a ser discutido a la raíz de una sentencia emitida por el Tribunal Supremo surcoreano en octubre de ese año. A esto respondió en julio de 2019 el Gobierno japonés con la activación de un mecanismo de control que restringía las exportaciones de ciertos materiales que intervienen en la fabricación de semiconductores. El estallido de estos difíciles problemas dejó en un segundo plano el interés por las víctimas coreanas de hechos acaecidos hacía ya más de 90 años y esto se reflejó en una menor presencia en los medios de comunicación.
Una discusión que no muere con las víctimas
Si algo es claro es que, hoy en día, para las ciudadanías de Japón y de Corea del Sur, aquellos sucesos de hace un siglo son ya hechos sin protagonistas supervivientes que puedan reclamar algún tipo de socorro o asistencia. Si vuelven a suscitar interés es solo en relación con cuestiones actuales, como puede ser la revisión de los libros escolares de historia o la implicación o no de cierta autoridad en los actos conmemorativos.
A la inversa, esto significa que, siempre que no se vincule a cuestiones “actuales”, el asunto de la masacre de coreanos durante el Gran Terremoto de Kantō va convirtiéndose en algo sobre lo que podría reflexionarse con serenidad.
A diferencia de lo que ocurre con las ianfu y con la mano de obra reclutada forzosamente, de los asuntos ocurridos un siglo atrás ya no hay supervivientes y tampoco hay nadie que, por medio de sentencia firme de un tribunal, haya sido declarado heredero legal de tales derechos, al menos hasta el momento en que se escriben estas líneas.
Y lo que hoy ocurre con el asunto de la masacre de 1923, ocurrirá en un futuro próximo con el resto de los problemas históricos.
Tanto en el asunto de las ianfu como en el de los otros trabajadores reclutados forzosamente, la existencia de afectados vivos, incluyendo entre ellos a los familiares de los ya fallecidos, es el motor que sigue moviendo la discusión. Pero algún día estas personas saldrán de escena. El asunto es qué ocurrirá entonces.
En el de las víctimas coreanas de la masacre de 1923, ya se ha llegado a ese punto. El problema es que, pese a ello, continúa siendo objeto de debates y causando tensiones entre Tokio y Seúl. Dicho de otro modo, es evidente que estamos fallando en la gestión de los problemas históricos de los que ya no quedan supervivientes. Y como ya he dicho, detrás de esta situación están asuntos actuales como la modificación de los contenidos de los libros escolares o el cambio de actitud de cierto cargo público, lo que indica a las claras que lo que llamamos problemas de visión o interpretación histórica ya no son los problemas sobre hechos del pasado propiamente dichos, sino los de personas actuales que utilizan el pasado con diversas intenciones.
La matanza, un hecho histórico innegable
Por ello, cambiando nuestra realidad actual podemos cambiar también la atmósfera que rodea estos problemas históricos. No hay que olvidar que existen numerosos testimonios y documentación histórica que prueban que la masacre de coreanos de 1923 es un hecho histórico imposible de negar. Lo que sigue siendo objeto de discusión no es el hecho de la masacre en sí, sino el grado de implicación de los poderes públicos japoneses y en qué responsabilidades pudieron incurrir. Personas que, bajo el dominio colonial, se trasladaron a la metrópoli para ganarse la vida fueron cruelmente masacradas por elementos locales que en la vorágine de aquel gran desastre se dejaron llevar por sospechas infundadas. Detrás de esta desconfianza estaba el recuerdo del movimiento Primero de Marzo, una revuelta de los coreanos ocurrida cuatro años atrás. Sabiendo que los coreanos se negaban a aceptar el dominio japonés, se temían que aprovechasen la confusión del cataclismo para rebelarse(*1).
Lo indudable es que las personas asesinadas no tenían culpa alguna y, al margen de cuál pueda haberse sido la implicación del Gobierno y de los poderes públicos, fue un suceso de brutalidad extrema causado por los japoneses del pasado. Y precisamente por eso, en muchos puntos de la región de Kantō que resultaron afectados por el terremoto se han elevado lápidas y se siguen realizando actos recordatorios.
Honrar a las víctimas como responsabilidad propia
En ciudades como Washington o Londres existen grandes monumentos dedicados a los soldados procedentes de las colonias que fueron movilizados con ocasión de una guerra. La gente se reúne ante ellos para expresar su reconocimiento por su sacrificio y esfuerzo. Pero en Japón apenas pueden encontrarse lugares similares ni se realizan oficialmente actos recordatorios. En ese sentido, las lápidas en memoria de los coreanos masacrados en 1923, junto a la elevada en Hiroshima en honor de las víctimas coreanas de la bomba atómica y en el Parque Conmemorativo de la Paz de la colina de Mabuni (Okinawa) en recuerdo de los coreanos y taiwaneses que murieron en la Segunda Guerra Mundial, son expresiones muy valiosas. Además, se encuentran entre los escasos recordatorios específicamente dedicados a las víctimas oriundas de los territorios colonizados por Japón que se alzan en Tokio, capital del país.
Que, independientemente de los pronunciamientos del poder judicial, los japoneses expresen su reconocimiento y hagan honras fúnebres a las personas movilizadas durante aquella guerra llevada a cabo por y para Japón, y a las víctimas de los trágicos hechos ocurridos durante el periodo en que zonas como la península coreana o Taiwán estuvieron bajo dominio japonés es algo perfectamente natural. Por eso, el tratamiento que se dé a las víctimas de aquella masacre podría ser la piedra de toque que nos permita saber cómo vamos a enfrentarnos los japoneses con nuestro pasado y con las víctimas que produjo. Por ejemplo, cuando el Gobierno surcoreano no se implique, o cuando los tribunales no emitan sentencias al respecto. Cuando, con libertad y bajo nuestra entera responsabilidad, podamos elegir nuestra propia postura. Y si de esa elección libremente hecha se derivan problemas, nosotros seremos los únicos responsables. Porque dejar verdaderamente atrás el pasado es algo que solo nos corresponde a nosotros.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: una mujer hace una ofrenda floral ante el monumento dedicado a las víctimas de la masacre de coreanos ocurrida con ocasión del Gran Terremoto de Kantō de 1923. Fotografía tomada el 1 de septiembre de 2020 en Sumida-ku, Tokio. Kyōdō Press)
(*1) ^ Sobre este punto, véase mi artículo “Fuketsu to Osore: un ensayo sobre la forma en la que las obras literarias reflejan la imagen que los japoneses tienen de Corea del Sur”, en Kindai Nihon no Ajiakan (“Visiones de Asia en el Japón moderno”), edición dirigida por Okamoto Kōji (Minerva Shobō, 1998), pp. 103-120.
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