El malentendido que sobrevuela la isla
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Impasse en la devolución de Futenma y fractura en la opinión pública
Durante este último cuarto de siglo aproximadamente, discutir sobre el “problema de las bases en Okinawa” se ha convertido en una tarea muy difícil. La principal razón la constituyen las estereotipadas argumentaciones en que han caído tanto la izquierda como la derecha al tratar del tema que mejor simboliza toda esta problemática: la largamente negociada devolución del aeródromo de Futenma (ciudad de Ginowan), perteneciente a la Infantería de Marina norteamericana, para cuya devolución se ha puesto la condición de que sus funciones sean traspasadas a una nueva base en construcción en la zona marítima próxima a la base costera Camp Schwab (Henoko, ciudad de Nago), es decir, dentro de la propia isla principal de Okinawa.
Desde que en 1995 tres soldados estadounidenses violaron en Okinawa a una escolar de primaria, las negociaciones sobre la devolución de Futenma se han sucedido tanto entre los Gobiernos de Washington y Tokio, como entre este y el de la prefectura de Okinawa. En 1996 se llegó a un acuerdo entre los dos países sobre la devolución del aeródromo, que se haría sobre la premisa de que otra instalación debería heredar sus funciones, si bien no se especificó dónde se ubicaría tal instalación. A finales de 1999 se consiguió un acuerdo con los vecinos del área de Henoko para situar allí la nueva instalación, bajo ciertas condiciones. En 2006, en el momento en que se estaban concretando los planes de traspaso de las funciones de Futenma al área marítima próxima a la base Camp Schwab, los Gobiernos de ambos países rechazaron las condiciones de traslado planteadas por los lugareños, que habían aceptado anteriormente. Además, por parte gubernamental, el gabinete de Hatoyama Yukio, formado en 2009 a raíz de la victoria electoral del Partido Democrático, hizo pública su intención de conseguir que las funciones de Futenma se traspasasen a un lugar ubicado “como mínimo, en otra prefectura de Japón”, pero apenas un año después se retractó y volvió a plegarse a las condiciones del acuerdo bilateral de 2006.
Debido a los cambios habidos en los Gobierno de Japón y Okinawa, y al aumento de la actividad y de las capacidades militares de Corea del Norte y de China, Washington y Tokio han introducido continuas modificaciones en las condiciones para la devolución de Futenma y esto ha creado en Okinawa una desconfianza y una oposición cada vez mayores. Inversamente, el margen que les queda a ambos Gobiernos nacionales para hacer concesiones a Okinawa es cada vez menor.
Además, conforme Tokio y Okinawa tomaban medidas políticamente opuestas y se enzarzaban en duros choques dialécticos, el problema ha ido tomando carices ideológicos e identitarios. Si de parte de quienes apoyan al Gobierno de Japón se oyen argumentos como que los okinawenses solo se oponen para obtener más dinero, o que China está detrás del movimiento de oposición a las bases, por parte okinawense se habla de la discriminación que sufren las islas. Ninguna de las dos partes parece dispuesta a favorecer el acercamiento o las transacciones.
Por eso, dedicaré este artículo, no a juzgar la conveniencia o no de devolver Futenma, sino a indagar en la raíz del problema. En concreto, señalaré ciertos malentendidos actualmente muy comunes sobre la “eliminación de riesgos”, que es el objetivo de la devolución, para así estar en mejores condiciones de juzgar en qué consiste hoy en día el problema de esta larga discusión sobre las bases militares de Okinawa.
¿Traerá la devolución de Futenma paz y tranquilidad al vecindario?
Ocurrió en 2021, en un simposio organizado por la sucursal en Washington de la entidad privada de educación e investigación norteamericana West-East Center, con base en Hawái. Como miembro del Consejo Bankoku Shinryō (“Puente entre las Naciones”, en mención a una inscripción en una antigua campana okinawense), yo había resumido la propuesta que acabábamos de presentar al gobernador de Okinawa Tamaki Denny sobre el problema de las bases. El simposio fue online debido a la pandemia, y la diferencia horaria obligó además a iniciarlo a las 10:00 de la noche, hora japonesa. Cuando me llegó el turno de hablar, habían dado ya las 11:00, pese a lo cual oí cómo varios helicópteros militares norteamericanos sobrevolaban mi apartamento de Ginowan, a 10 minutos a pie del aeródromo de Futenma.
Los ruidos me dieron ocasión a comentar cómo era la realidad cotidiana en Okinawa, mientras seguía explicando cuál había sido nuestra propuesta al gobernador en lo relativo al acuerdo nipoestadounidense sobre el estatus de las fuerzas armadas norteamericanas en Japón. En respuesta a mis palabras, el responsable de la sección de Japón del Departamento de Defensa de Estados Unidos, Paul Vosti, manifestó lo siguiente: Si los ruidos continúan y la gente de Okinawa está perdiendo la esperanza de hallar una solución al problema, es porque el proceso de devolución del aeródromo de Futenma y otras bases situadas en la zona Centro-Sur de la isla está alargándose. Pero que se están consiguiendo avances tanto la construcción de la base de Henoko como en el traspaso a otras prefecturas de los ejercicios militares, y que si se seguía adelante con el uso compartido de las bases en la isla principal de Japón entre el Ejército norteamericano y las Fuerzas de Autodefensa de Japón, los problemas que plantea el acuerdo sobre el estatus de las tropas se solucionarían.
¿Dónde reside el problema en estas declaraciones de Vosti? En el hecho de que él parece pensar que si se retiran las bases o se traspasan los ejercicios de las zonas densamente pobladas a otras más despobladas, el problema de los ruidos se solucionará. Podría haber tenido razón en 1996, cuando Futenma era un punto de apoyo clave para Estados Unidos, pues era el lugar de llegada de las tropas de refuerzo que se enviaban en previsión de un incidente armado en la península de Corea, donde se conseguían suministros y donde se realizaba el mantenimiento de los equipos.
Sin embargo, hoy en día las aeronaves de transporte MV-22 Osprey, que están en Futenma desde 2012, disponen de 69 pistas de aterrizaje en la prefectura de Okinawa y son utilizadas todos los días para hacer ejercicios sobre la isla principal. Por ejemplo, cuando se dirigen hacia la parte norte de la isla desde Futenma, que está en la parte central, pueden utilizar las pistas de bases como la de Camp Hansen, o la de Camp Schwab (adonde se pretende traspasar las funciones de Futenma), así como las del Área de Entrenamiento de Kim Blue Beach, o incluso el aeródromo de la cercana isla de Iejima. Es decir, que están siendo utilizadas en ejercicios de despegue y aterrizaje en las pistas que ofrecen instalaciones situadas en todos los puntos de la isla y cercanías. Sobrevuelan también diariamente las áreas urbanas del sur (Naha, Urasoe, etc), tras lo cual regresan a Futenma. Aunque las funciones del aeródromo de Futenma se traspasen a la zona marítima próxima a Camp Schwab, en el norte, las mismas aeronaves que ahora están en Futenma podrán seguir sobrevolando el centro sur de la isla como hasta ahora.
Además, para responder a las crecientes capacidades de China en materia de misiles, la Infantería de Marina norteamericana prioriza, desde 2017, las operaciones con unidades pequeñas, geográficamente dispersas y no dependientes de bases de gran tamaño, todo ello dentro de un nuevo concepto operacional para responder a China denominado EABO (Expeditionary Advanced Base Operations). Con este tipo de operaciones, pequeñas unidades militares son diseminadas por islas apartadas estratégicamente situadas, donde construyen bases provisionales para misiles o aeronaves a fin de impedir el avance enemigo en áreas marítimas o afianzar el control sobre el mar. Para implementar estos planes, se están construyendo centros de entrenamiento por todo Okinawa y por todo Japón, con lo que se espera conseguir una mejora cualitativa y cuantitativa de dichos entrenamientos y una mayor extensión geográfica.
Los soldados estacionados en la base de Kadena, de la Fuerza Aérea norteamericana, que se extiende por el municipio de Kadena y zonas circundantes, utilizan también para sus entrenamientos el aeródromo de Futenma, dentro de planes ACE (Agile Combat Employment), también orientados a hacer frente a China, y esta es una de las causas del aumento experimentado en la frecuencia de vuelos militares internacionales en Futenma.
Zonas como las islas Kerama, situadas al oeste de la isla principal, o el cabo Hedo, en el extremo norte de la isla, son sobrevoladas a baja altura por aeronaves para misiones especiales del modelo MC-130, causando inquietud entre los pobladores.
Así pues, trasladar bases de un lugar a otro de las islas ya no es una solución para el problema del ruido, ya que estamos en una situación en la que, para responder a los cambios que se están dando en las condiciones de seguridad del área Asia-Pacífico y de conformidad con las nuevas estrategias militares de Estados Unidos para dicha área, el conjunto de la prefectura de Okinawa se ha convertido en campo de entrenamiento para sus efectivos independientemente de la existencia o no de bases en una determinada zona.
Los acuerdos del Comité Conjunto Japón-EE. UU.
Pero hay algo que sí que podría hacerse ahora mismo para aliviar el problema de los ruidos. Conseguir que la parte norteamericana respete los acuerdos sobre los movimientos de efectivos obtenidos en el Comité Conjunto Japón-EE. UU.
En el acuerdo bilateral sobre el estatus de las tropas norteamericanas en Japón no hay ninguna disposición sobre entrenamientos realizados fuera de las bases militares. Sin embargo, se está dando cobertura legal los entrenamientos aéreos fuera de las bases considerándolos “traslados” de aeronaves de una base a otra, lo cual queda amparado en el Punto 2 del Artículo 5 de dicho acuerdo. Por lo que respecta a las bases de Yokota (Tokio), Atsugi (Kanagawa), Futenma y Kadena, existen reglamentos sobre ruidos establecidos por el Comité Conjunto Japón-Estados Unidos que limitan los despegues, los aterrizajes y los vuelos a baja altura durante horarios nocturnos y de madrugada. Sin embargo, estos reglamentos no son de obligado cumplimiento para Estados Unidos, que se limita a expresar su “intención de esforzarse para cumplirlos”. Si la parte norteamericana alega necesidad o emergencia, los reglamentos no se aplican, tal y como queda perfectamente estipulado.
En un reglamento sobre ruidos acordado en 1996 para el aeródromo de Futenma, se dice que en el trazado de las rutas aéreas de acceso y salida de aeronaves se evitará, en la medida de lo posible, que estas sobrevuelen las áreas más densamente pobladas alrededor de las bases, incluyendo escuelas y hospitales. El incumplimiento de este reglamento fue la causa de que, en 2004, un helicóptero de Futenma cayera y se incendiara dentro del campus de la Universidad Internacional de Okinawa. En 2007, una vez más, ambos Gobiernos acordaron rutas que permitían despegar y aterrizar sin sobrevolar instalaciones educativas. Pero tampoco esto fue respetado, como se vio a finales de 2017, cuando se desprendió y cayó una pieza de otro helicóptero también estacionado en Futenma que sobrevolaba la guardería Midorigaoka y la escuela pública de primaria Futenma II, ambos próximos al aeródromo.
La Universidad de Ryūkyū (municipio de Nishihara), en la que trabajo, está situada a unos tres kilómetros del aeródromo de Futenma, pero todos los días, durante las clases, mi voz es acallada por el ruidoso paso de los helicópteros y aviones de combate estadounidenses. Ha ocurrido también que alguna aeronave militar norteamericana pasase sobre nuestro edificio precisamente cuando se realizaba la parte de comprensión auditiva del examen de inglés para las pruebas de acceso a la universidad. Ahora, debido a la pandemia, tenemos que abrir a menudo las ventanas de las aulas, con lo que los ruidos resultan todavía más molestos. A veces tenemos que interrumpir las clases y esperar que pasen los aviones, que pueden ser unos pocos o, en alguna ocasión, más de diez.
El Gobierno de la prefectura de Okinawa viene pidiendo, desde los años 90, que para introducir mejoras no se utilice el mecanismo del Comité Conjunto Japón-EE. UU., sino que se proceda directamente, modificando los términos del acuerdo sobre el estatus de las tropas. Pero, aun en el caso de que tal cosa se lograra, nada cambiará si la parte norteamericana no cumple lo pactado. Hasta ahora el Gobierno de Japón no ha aceptado replantear los términos del acuerdo, pero nada le impide tratar de convencer a la otra parte para que se comprometa a cumplir. De hecho, en dos ocasiones se ha conseguido mediante acuerdos del comité la entrega por parte de Estados Unidos de soldados o personal vinculado al ejército de su país como sospechosos de diversos delitos cometidos o accidentes ocurridos fuera de las horas de servicio, incluso antes de haber sido formalmente imputados.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Hileras de aviones de transporte MV22 Osprey estacionados en el aeródromo de Futenma, perteneciente a la Infantería de Marina de Estados Unidos, en la ciudad de Ginowan de la prefectura de Okinawa el 24 de octubre de 2021. Reuters)
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