La reforma laboral: ¿puede cambiar Japón?

La nueva legislación tratará de romper con la cultura del exceso de horas extras

Sociedad Economía

La Dieta (Parlamento) aprobó recientemente el proyecto de ley para sacar adelante la reforma del estilo de trabajo. La autora de este artículo analiza esta reforma y señala algunos aspectos preocupantes, entre ellos la necesidad de que las limitaciones que impone la presente reforma a la cantidad de horas extras trabajadas sea reforzadas en el futuro, y los peligros que entraña promover el pluriempleo cuando todavía no está demostrado que dichas limitaciones vayan a ser efectivas. Advierte también sobre la necesidad de no descuidar la educación y capacitación de los empleados cuando se ponga en práctica la reforma.

Durante muchas décadas, los japoneses han soportado jornadas laborales maratonianas. La idea de que es necesario ir corrigiendo esta situación se ha formulado en repetidas ocasiones a lo largo de todos estos años, pero para la mayoría nada ha cambiado. El primer ministro, Abe Shinzō, ha designado la presente temporada de sesiones de la Dieta (Parlamento) como “temporada de la Reforma del Estilo de Trabajo”, pero habrá que ver si dicho estilo cambia de verdad. En este artículo me gustaría hacer una valoración de dicha reforma y señalar los problemas que podrían surgir, centrándome en cinco puntos: 1) limitación del número de horas extraordinarias; 2) obtención de días de vacaciones pagadas cada año; 3) consecución de un estilo de trabajo diverso y flexible; 4) promoción de los ingresos suplementarios, y 5) formación de recursos humanos.

Limitación escalonada de las horas extraordinarias

Por lo que respecta a la imposición de un número máximo de horas extraordinarias, se ha introducido una modificación en la Ley de Estándares Laborales según la cual el máximo anual será de 720 horas, no debiendo llegarse a las 100 horas mensuales en ningún caso, aunque se trate de situaciones coyunturales. Una simple división de esas 720 horas entre 12 meses da un promedio de 60 horas extras mensuales, o tres horas diarias.

Como se muestra en el gráfico, que recoge cálculos elaborados por mí misma a partir de datos contenidos en la llamada “Encuesta básica de la vida social”, un estudio del Departamento de Estadística del Ministerio de Interior y Comunicaciones que refleja la forma de utilizar el tiempo, el ajetreo de los japoneses en días laborales (de lunes a viernes) muestra tendencia a hacerse más intenso y en 2016 cerca del 30 % de los varones y el 10 % de las mujeres con empleos a tiempo completo trabajaban más de 11 horas diarias. Del cálculo se excluye el tiempo que requiere el desplazamiento diario al lugar de trabajo y el dedicado al descanso entre horas laborales, de modo que si de las 11 horas restamos las ocho de la jornada ordinaria, hallamos que estas personas están haciendo al menos tres horas extras al día.

Algunos se han quejado de que el límite máximo de horas extras se ha fijado a un nivel excesivamente alto. Pero, por otra parte, cabría temer que si dicho límite se fijara a un nivel demasiado distante de la realidad sería muy difícil de cumplir y la nueva reglamentación terminaría convirtiéndose en papel mojado. Como primer paso, lo más aconsejable es fijar un nivel realista, que sirva de base, y extender al máximo su cumplimiento. Sería deseable que, sin dejar pasar demasiado tiempo, el límite mensual y el total de horas trabajadas al año fueran rebajándose gradualmente.

Para revisar la reglamentación, hay que dar con fórmulas lo más simples posibles. La actual reglamentación que limita las horas extraordinarias se ha hecho teniendo en cuenta muchas opiniones diferentes y el resultado ha sido una normativa complicada. Si el país se dota de leyes simples y claras, se irá fortaleciendo también la capacidad fiscalizadora de los ciudadanos frente a las empresas incumplidoras.

Hacia unas vacaciones pagadas obligatorias

En cuanto al segundo punto, se ha incluido en la Ley de Estándares Laborales una cláusula orientada a hacer efectiva la toma de vacaciones pagadas. En concreto, se establece que el empleador, con respecto a los trabajadores que tengan derecho a 10 o más días de vacaciones pagadas anuales, establezca unas fechas para que estos se tomen cinco de los 10 días que le corresponden. Este aspecto de la reforma no es tan conocido como el relativo a la limitación de las horas extraordinarias, pero es un importante primer paso hacia una verdadera transformación del estilo de trabajo de los japoneses.

Hoy en día, los japoneses toman un promedio anual de ocho días de vacaciones pagadas, lo que representa menos de la mitad de los días que teóricamente les corresponden. Uno o dos de cada 10 no se toman ni siquiera un día libre al año. Este bajo porcentaje de ejercicio de su derecho tiene mucho que ver con el hecho de que, hasta el momento, se ha dejado a criterio del trabajador elegir una fecha para tomar descanso. Dicho de otro modo, hasta ahora este tema se ha llevado de forma que resulta muy difícil tomarse días de vacaciones pagadas, pues el trabajador no recibe vacaciones mientras no las pida y no suele pedirlas por deferencia a sus superiores o compañeros de trabajo. Con la reforma, se hace una transferencia del derecho de fijar fechas para las vacaciones, lo cual implica que, de forma semiobligatoria, será el propio empleador el que deberá responsabilizarse de que su empleado se tome las preceptivas vacaciones, al menos por lo que respecta a cinco de los 10 días. Este mínimo de cinco días de descanso puede considerarse un primer paso para ir elevando sucesivamente el índice de vacaciones efectivamente tomadas sobre el total al que se tiene derecho.

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