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La naturaleza según Miyazaki Hayao, el maestro de Studio Ghibli

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Sugita Shunsuke [Perfil]

Miyazaki Hayao es el hombre que ha tirado del carro de la animación japonesa en las últimas décadas. En el fondo de su obra fluye una visión de la naturaleza asiática y estratificada, sujeta a una transformación constante, en la que se mezclan hermosos árboles florales, materiales radiactivos y a veces incluso violencia.

La visión no japonesa de la naturaleza en la animación de Miyazaki

No son pocos los japoneses que opinan que Miyazaki Hayao es el autor por excelencia de la animación que representa el carácter de Japón y de los japoneses. Sin embargo, al repasar su obra comprobamos que en ella prácticamente no aparece la belleza de Japón, siendo una notable excepción la película Mi vecino Totoro, en la que abundan los bucólicos paisajes rurales nipones.

¿Cuál es entonces la visión de la naturaleza de Miyazaki Hayao? Aunque el cineasta valora la animación de Walt Disney (elogia especialmente el cortometraje El viejo molino y el largometraje Blancanieves y los siete enanitos), insiste en la sensación de “artificialidad” y “falsedad” que le trasmite la naturaleza que dibuja el mundo de Disney. Al mismo tiempo, Miyazaki afirma que a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial la animación japonesa cayó en un “ultraexpresionismo” y una “pérdida de motivación” que “están pudriendo la animación popular de Japón” (“Sobre la animación japonesa”, en Punto de partida: 1979–1996). En conclusión, Miyazaki ha venido buscando un tipo de animación original que se aleja tanto de la animación de Disney como de la animación japonesa común (aunque, si nos detuviésemos a analizar las intricadas relaciones entre Studio Ghibli, Disney y Pixar, la cuestión se complicaría más).

Según Miyazaki, la principal característica de Studio Ghibli es su forma de retratar la naturaleza, una naturaleza que no se subordina a las personas ni a los personajes: “Las relaciones humanas no son lo único interesante; todos los elementos del mundo encierran belleza: el paisaje, el clima, el tiempo, la luz, la vegetación, el agua, el viento… Supongo que la clave de nuestra obra es el esfuerzo por incluir esos elementos en la mayor medida posible” (“44 preguntas de periodistas extranjeros al director Miyazaki Hayao sobre La princesa Mononoke”, en Punto de regreso: 1997–2008).

Pero, ¿cómo es concretamente la naturaleza que aparece en la animación de Miyazaki? Al tratarse de una composición estratificada, no se presta a análisis claros y fáciles de comprender. Aun así, a continuación intentaremos diseccionarla en tres niveles.

(1) La naturaleza pura

Miyazaki ha afirmado en varias ocasiones que hoy en día la mayoría de los japoneses siguen albergando un cierto sentimiento religioso. En las profundidades del bosque hay un lugar sagrado e impoluto donde no alcanza la huella humana. Allí brota un agua rica y reina la calma. Es el lugar puro al que uno desea ir después de morir. No es necesario que nos guíe ningún santo. No existen ni el Cielo ni el Paraíso. Al morir todos vamos a parar al mismo sitio.

Comparadas con las religiones que poseen una doctrina estructurada y un sistema organizado, estas sencillas creencias de los japoneses constituyen un tipo de fe rústica y austera que apenas puede considerarse como religión. Para los japoneses, acciones como barrer el jardín o bañarse en las aguas termales se han convertido en algo equiparable a los actos y ritos religiosos, y son precisamente estas acciones cotidianas las que constituyen la forma de fe más simple y auténtica.

Esta imagen de naturaleza pura está presente en muchos de los lugares que aparecen en la animación de Miyazaki, como por ejemplo: la caverna subterránea cubierta de bello cristal azul de Nausicaä del Valle del Viento; la antigua ciudad sumergida en aguas cristalinas de El castillo en el cielo; el bosque hermoso y plácido de Mi vecino Totoro; el estanque del dios Shishi que brilla con divinidad en La princesa Mononoke, o el estanque situado en las profundidades de un sereno bosque donde el protagonista conoce a la heroína en El viento se levanta. Esta imagen de naturaleza pura sigue escondida en el fondo del alma de los japoneses por más que avancen la economía y la ciencia, y es lo que les ayuda a mantener el “equilibrio espiritual”.

(2) La naturaleza temible

Por otro lado, en el mundo animado de Miyazaki también aparece un tipo de naturaleza aterradora. Es el caso de la hecatombe de ōmu (insectos gigantes) que arrasan la tierra en Nausicaä del Valle del Viento; la tormenta y la marea que dejan un pueblo de playa sumergido en un antiguo océano en Ponyo en el acantilado; el mundo que queda sumergido en agua de repente a causa de un tifón y una inundación en Las aventuras de Panda y sus amigos; los repetidos terremotos y tsunamis que asolan la tierra de forma siniestra en Conan, el niño del futuro, o la escena en que el Espíritu del Bosque se convierte en un demonio negro y fangoso que aplasta a personas, bosques y espíritus indiscriminadamente en La princesa Mononoke.

El horror de esta naturaleza amenazante de Miyazaki se asemeja a la crueldad de Dios en el Libro de Job del Antiguo Testamento. Se dice que los dioses propios del archipiélago volcánico nipón son el dios de los volcanes y el dios del fuego (Ōnamochi de la Topografía de Izumo, y Susanō y Ōkuninushi del Kojiki y el Nihon Shoki). La naturaleza no es algo que el hombre pueda poseer y controlar. La naturaleza nos arrebata casas, tierras y seres queridos sin ningún sentido, motivo u objetivo. Y los eslóganes que rezan cosas como “Cuidemos el medio ambiente” o “Respetemos la naturaleza” no son más que muestras del engreimiento humano.

(3) La naturaleza que se mezcla y se transforma continuamente

El concepto de naturaleza de Miyazaki no termina con los dos anteriores. En su obra también aparece una naturaleza que mezcla elementos heterogéneos y se transforma constantemente. Recordemos por ejemplo la jungla tóxica que aparece al principio de Nausicaä del Valle del Viento; en ella conviven en conflicto constante personas, animales, insectos y plantas que forman un misterioso ecosistema. Para una persona corriente, la naturaleza de la jungla tóxica no tiene ni un atisbo de belleza o serenidad, pero Nausicaä dice que es “bonita”. La belleza no reside solo en las flores, los árboles y el bosque. La naturaleza de la jungla tóxica, que va cambiando al mezclársele elementos como el hierro, la cerámica y los materiales radiactivos, encierra una belleza y una sublimidad de dimensiones superiores.

En el castillo que da título a la película El castillo en el cielo también se forma una extraña convivencia entre robots, animales, plantas y minerales en los 700 años que siguen a la extinción de los humanos. Estos supervivientes siguen cohabitando y cambiando juntos, dando lugar al ecosistema complejo e inimaginable del castillo.

También Mi vecino Totoro plasma una convivencia enigmática entre las personas, los espíritus y el bosque. Vistas con el prisma del paso del tiempo de Totoro, que ha existido durante milenios (más parecido a un árbol de alcanfor que a una persona o un animal), las protagonistas Mei y Satsuki deben de parecer iguales que los niños del período Edo.

El director Miyazaki Hayao (en el centro) en la rueda de prensa de El viaje de Chihiro, que ganó el Óscar a la mejor película de animación de 2003. (Fotografía cortesía de Jiji Press)

Otros ejemplos de este tipo de naturaleza son el bosque del dios Shishi de La princesa Mononoke, que se inspiró en la naturaleza suntuosa de la isla de Yakushima y se asemeja a un parque temático; el mundo de El viaje de Chihiro, donde un parque temático rural cerrado tras el estallido de la burbuja económica enlaza nuestro mundo con el de los dioses, o el castillo compuesto de chatarra de El castillo ambulante. Estos escenarios donde se mezcla una amplia variedad de elementos representan esa naturaleza que sigue existiendo a pesar de verse sometida a una transformación incesante.

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Crítico nacido en 1975. Obtuvo la maestría en la Escuela de Posgrado de Humanidades de la Universidad de Hōsei. Se dedica a los campos de la literatura, la animación y el manga entre otros, y colabora en publicaciones como Subaru, Shinchō y Yuriika. Combina su versátil faceta de escritor con el trabajo de cuidador de personas discapacitadas. Algunas de sus publicaciones son Furiitā ni totte ‘jiyū’ to wa nani ka (Qué es la libertad para los trabajadores freeter; Jimbun Shoin, 2005) y Miyazaki Hayao – kamigami to kodomotachi no monogatari (Miyazaki Hayao: cuentos de dioses y niños; NHK, 2014).

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